La perfección de todo lo imperfecto

Le escribo a ella. Una vez más. Supongo que no me ha echado mucho de menos. Durante estos meses su vida ha cambiado bastante y lo último que ha pasado por esa cabecita adolescente ha sido pensar en mí, y en mi inusual ausencia.

Pero yo sé tan bien como ella que le hago falta. Desde esos ojos marrones veo su mundo tan cambiado, tan diferente a la última vez que hablamos, que me doy cuenta de lo importante que es que ella descubra esta carta, y que la lea con atención.

“Querida:
Siempre me he preocupado por ti, ya lo sabes, tanto que a veces mi desmesurada sobreprotección te ha alejado de personas que probablemente te hubieran hecho feliz.

No te preocupes, pequeña, las dos sabemos que tu felicidad nunca ha dependido de nadie, y que así seguirá siendo mientras no te separes nunca más de mí.

Te haces mayor y has encontrado tu camino. Te ves capaz de seguirlo algún día, y lo eres, créeme, pero todavía sigues estancada en la búsqueda del valor que te obligue a empezarlo. Nunca dejes de buscarlo, porque como ya sabes, en ese valor escondido en tu gélida coraza, reside el secreto de tu felicidad.

Querida, no te pido que te deshagas de tu hielo interior, porque sé que ese hielo te daña tanto como te protege. Lo único que intento es que no le temas tanto al calor, porque por mucho que adores la noche, tarde o temprano va a salir el sol. Y lo que jamás permitiré es que huyas de él.

Yo te ofrezco una oscuridad que imite a la noche. Hasta que encuentres el valor del que hemos hablado anteriormente, puedes sumergirte en ella. Allí encontrarás tus energías de nuevo, y cuando eso ocurra, las dos sabremos el sendero que deberás seguir.

Vamos a llevarte hasta allí, pequeña. Tu único equipaje será un alma, y un corazón, que es lo único necesario para descubrir lo perfecta que puede llegar a ser la imperfección. Allí solo hablarán los sentidos, y cuando veas que por una vez, eres capaz de sentir, agradecerás que nos hayamos encontrado de nuevo.

Kialo.”