PLUSVÀLUA

“El nostre capitalista només vol dues coses: primera, vol produir un valor d’ús que tingui un valor de canvi, un article destinat a la venda, una mercaderia. I segona, vol produir una mercaderia amb un valor més alt que la suma dels valors de les mercaderies necessàries per a la seva producció, els mitjans de producció i la força de treball per als quals havia anticipat uns bons dinerons al mercat de mercaderies. No desitja produir només un valor d’ús, sinó una mercaderia; no solament valor d’ús, sinó valor; no solament valor, sinó també plus-vàlua. (…)

Sigui la que sigui la diferència de grau entre el treball de filatura i el de joieria, la porció de treball amb què el treballador joier reintegra només el valor de la seva pròpia força de treball, qualitativament no es diferencia gens de la porció de treball afegida amb què crea plus-vàlua. En ambdós casos la plus-vàlua és només el resultat d’un excedent quantitatiu de treball per mitjà de la durada prolongada del mateix procés de treball, que en un cas és procés de producció de fil, i en l’altre procés de producció de joies.”[4]

“Admetem que la línia a – – – – – – b representa la durada o llargada del temps de treball necessari, diguem 6 hores. Segons que el treball es perllongui 1, 3 o 6 hores per damunt dels extrems obtindrem 3 línies diferents

Jornada de treball I:   a – – – – – –  b – c

Jornada de treball II:  a – – – – – – b – – – c

Jornada de treball III: a – – – – – – b – – – – – – c,

que representen les tres jornades de treball diferents de 7, 9 i 12 hores. La línia de prolongació bc representa la llargada del treball excedent. Com que la jornada de treball és = ab+bc, o sia ac, varia amb la magnitud variable bc. Com que ab és donada, sempre es pot mesurar la relació entre bc i ab. A la jornada de treball I és d’1/6, a la jornada laboral II de 3/6 i a la jornada laboral III de 6/6. A més, com que la proporció entre el temps de treball excedent/temps de treball necessari determina la taxa de plus-vàlua, aquesta darrera és donada per aquella relació. (…) La jornada de treball, doncs, no és cap magnitud constant, sinó una magnitud variable. Una de les parts és determinada pel temps requerit per a la contínua reproducció de l’obrer, però la magnitud global canvia amb la llargada o durada del treball excedent.”[5]

“El obrero se empobrece tanto más cuanto más riqueza produce, cuanto más aumenta su producción en extensión y en poder. El obrero se convierte en una mercancía tanto más barata cuanto más mercancías crea. A medida que se valoriza el mundo de las cosas, se desvaloriza, en razón directa, el mudo de los hombres. El trabajo no produce solamente mercancías; se produce también a sí mismo y produce al obrero como una mercancía y, además, en la misma proporción en que produce mercancías en general.

Lo que este hecho expresa es, sencillamente, lo siguiente: el objeto producido por el trabajo, su producto,  se enfrenta a él como algo extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha plasmado, materializado en un objeto, es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo, como estado económico, se manifiesta como la privación de realidad del obrero, la objetivación como la pérdida y esclavización del objeto, la apropiación como extrañamiento, como enajenación.

Hasta tal punto de manifiesta la realización del trabajo como anulación del hombre, que el obrero se ve anulado hasta la muerte por hambre. La objetivación se revela hasta tal punto como pérdida del objeto, que al obrero se le despoja de los objetos más indispensables, no sólo de la vida, sino también de los objetos del trabajo. Más aún, el mismo trabajo se convierte en un objeto del que el trabajador sólo puede apoderarse con el mayor esfuerzo y las interrupciones más irregulares. Hasta tal punto se convierte la apropiación del objeto en enajenación, que cuantos más objetos produce el obrero, menos puede poseer, y más su­jeto queda a la dominación de su producto, es decir, del capital.

Todas estas consecuencias vienen determinadas por el hecho de que el obrero se comporta hacia el producto de su trabajo como hacia un objeto ajeno. En efecto, partiendo de esta premisa resulta claro que cuanto más se mata el obrero trabajando, más poderoso se torna el mundo material ajeno a él que crea frente a sí, más pobres se vuelven él y su mundo interior, menos se pertenece el obrero a sí mismo. Lo mismo sucede con la religión. Cuanto más pone el hombre en Dios, menos retiene de sí mismo. El obrero deposita su vida en el objeto; pero, una vez creado éste, el obrero ya no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece al objeto. Por tanto, cuanto mayor sea esta actividad, más carente de objeto será el obrero.. Lo que es el producto de su trabajo no lo es él. Por consi­guiente, cuanto mayor sea este producto, menos será él mismo. La enajenación del obrero en su producto no sólo significa que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia externa, sino que esta existencia se halla fuera de él, es independiente de él y ajena a él y representa frente a él un poder propio y sustantivo, que la vida que el obrero ha infundido al objeto se enfrenta a él como algo extraño y hostil. (…)

La economía política esconde la enajenación contenida en la misma esencia del trabajo por el hecho de que no considera la relación directa entre el obrero (el trabajo) y la producción. Evidentemente el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones  y penurias para los obreros. Produce palacios, pero aloja a los obreros en tugurios. Produce belleza, pero tulle y deforma a los obreros. Sustituye el trabajo por máquinas, pero condena a una parte de los obreros a entregarse de nuevo a un trabajo propio de bárbaros y convierte en máquinas a la otra parte.  Produce espíritu, pero produce estupidez y cretinismo para los obreros. (…)

Ahora bien, ¿en qué consiste la enajenación del trabajo?

En primer lugar, en que el trabajo es algo externo al obrero, es decir, algo que no forma parte de su esencia, en que, por tanto, el obrero no se afirma, sino que se niega en su trabajo, no se siente bien sino a disgusto, no desarrolla sus libres energías físicas y espirituales sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por tanto, el obrero sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en éste se siente fuera de sí. Cuando trabaja no es él, y sólo recobra su personalidad cuando deja de trabajar. No trabaja, por tanto, voluntariamente, sino a la fuerza, su trabajo es un trabajo forzado. No representa, por tanto, la satisfacción de una necesidad sino que es, simplemente, un medio para satisfacer necesidades extrañas a él.[6]


 [1] Karl Marx, El Capital. llibre primer, capítol cinquè. (p 219-223) 1867[2] En expectativa[3] Karl Marx, El Capital. llibre primer, capítol cinquè. (p 226-228) 1867[4] Karl Marx, El Capital. llibre primer, capítol cinquè. (p 228 i 240) 1867[5] Karl Marx, El Capital. llibre primer, capítol cinquè. (p 273-274) 1867[6] Karl Marx. Manuscrits econòmico-filosòfics de 1844

[7] Karl Marx. Introducció a la Crítica de la Filosofia del Dret, 1844 (pp101-102)

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