Aunque llevamos cinco horas dentro del coche, sin poder mover las piernas, nos encanta bajar la ventana y observar los campos de viñedo y sentir el aire que nos reseca los labios en pocos minutos. Cuando por fin llegamos, aparcamos el coche en la calle estrecha y mal asfaltada donde se encuentra nuestra casa y donde nos hemos raspado las rodillas y los codos más de una vez. Ningún ruido rompe el silencio, la gente se refugia del insoportable calor que caracteriza al pueblo dentro de las antiguas casas. Decidimos dejar las maletas e ir directamente al río a refrescarnos y nos encontramos con más gente de lo habitual. Tanto los niños, como los adultos, las personas mayores y hasta los perros se refrescan en el agua helada, aunque al cabo de pocos minutos cueste sentir las piernas. Con el ruido de la corriente y el movimiento de las hojas al chocar con el viento, nos sentimos encantados de estar en Cardenete. Me tumbo en la toalla para recuperar un poco el calor corporal y ya voy pensando en las tapas que nos vamos a tomar esta noche en la terraza de uno de los pocos bares que se encuentran en la calle principal.
“Cardenete enamora por la gente, por la paz, por las fiestas y las orquestras que tocan hasta la madrugada para los jóvenes que no queremos que acabe la noche” |
Al volver del río nos fijamos en los campos de girasoles que parecen hipnotizados por la enorme estrella y pensamos que nosotros no aguantaríamos ni diez minutos en su posición. Recorremos el pueblo y el olmo de la plaza sigue siendo el mejor acompañante tanto de los jóvenes como de los ancianos. Al pasar por el horno sentimos la deliciosa fragancia que desprenden las tartas y las pastas recién horneadas.
A media tarde, cuando ya se puede salir a la calle sin quedarse deshidratado, decidimos salir a dar un paseo por el bosque de pinos. Por el camino nos dedicamos a charlar con los vecinos que no encontramos. Todos los años somos las mismas personas y raramente vemos alguna cara nueva. Pero aquel que tiene la suerte de pasar unos días allí, al año siguiente seguro que repite. Cardenete enamora por la gente, por la paz, por las fiestas y las orquestras que tocan hasta la madrugada para los jóvenes que no queremos que acabe la noche. Por las casas, los perros, los campos, el aire puro y sobre todo por las magníficas noches despejadas que nos hacen sentir insignificantes al observar el cielo iluminado por infinitas estrellas, pero afortunados por poder disfrutarlo.
Alba
Alba, un molt bon article de presentació d’un poble que no conec, però que deu ser encantador. Gràcies!
No paris!
Josep Maria