Desperté, la fría agua mojaba las puntas de mis dedos. Empecé a recobrar el oído, el olfato, el tacto, la vista… Volví a sentir las olas rompiendo a tan solo unos metros de mí, incluso percibía ese olor a pescado fresco. No tardé en sentir las finas piedrecitas calvándose en mi ancha espalda. Fue entonces cuando abrí los ojos: para mi sorpresa, todos los indicios se cumplían, me hallaba en una playa, bastante solitaria por cierto. A mi alrededor solo veía a un surfista tomando una ola. Mis preguntas… ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Los efectos del alcohol me han borrado el recuerdo de la noche anterior? ¿Me estaré volviendo loca? No solo estoy durmiendo en una playa de un lugar que ni conozco sino que encima hablo sola…
Esta noche será la primera y la última. De repente estornudé, me había constipado. ¿Y qué esperabas después de haber dormido en esa solitaria playa toda la noche, y para colmo con los pies en remojo? Eso te servirá para que en la próxima borrachera seas más consciente de tus propios actos.
Laura Alarcón