Son las diez de la noche y veo que tengo un mensaje en el móvil. ¿Quién será? -me pregunto. Está claro: es mi princesa, mi niña, mi compañera, mi amiga, mi hermana. Es ella, esa persona que lleva conmigo desde los doce años. Es ella, la que me dice cada mañana en el colegio que le de un besito en la mejilla, y yo sin pensármelo se lo doy, porque me encanta y porque, simplemente, la quiero.
Ella es una amiga que te puede sacar una sonrisa con facilidad, diciéndote lo guapa que estás o lo bien que te quedan esos pantalones o, simplemente, diciéndote que te quiere. Y, para mí, ese “te quiero” es lo mejor, porque yo la quiero todavía más y sé que lo nuestro no se va a romper nunca. Tenemos algo, no sé muy bien lo que es, si amistad o hermandad, pero no me hace falta saberlo. Ya soy feliz así, sabiendo que ella me quiere y que de verdad le importo.
Es una amiga ejemplar: lista, amable, buena persona, cariñosa, detallista, noble, alegre y borde también, cuando es necesario. A su lado me siento segura, protegida y querida, porque tiene esa capacidad de hacerme sentir bien siempre. El simple hecho de cambiarme el nombre por inercia y llamarme ‘Joan’ o ‘Paula’ o incluso ‘María’ en sus peores días la hace especial, porque eso solo lo hace ella. Me siento realmente afortunada por poder estar a su lado y pasar momentos buenos y malos.
Podemos tener largas conversaciones sin sentido por el móvil, enviándonos chorradas o emoticonos, nos podemos comunicar con gritos inconexos o simplemente con una mirada sabemos lo que está pensando la otra. Porque ya son muchos años, muchos momentos, muchas llamadas, muchas emociones juntas, muchos “te quiero”. Y así quiero que siga siendo siempre.
Gracias por ser tan atenta, tan sincera, tan cariñosa, tan tú.
Sandra
Sandra, fas bé d’agrair l’amistat, perquè és el millor dels regals. Cuida’l.
L’escrit està força ben construït i resulta molt planer i directe.
No deixis d’escriure!
Josep Maria