Empieza el mejor momento del día para ella. Se quita la ropa que lleva puesta y se pone la de deporte. Toda ella es un nervio y en este momento más, ya que tiene ganas de llegar a su destino. Coge las llaves de su pequeño motor y entra con energía aunque, antes de encenderlo pone la radio, que es imprescindible para que sea completo su regalo diario. Enciende el motor, sale del parquing y al segundo sube el volumen de la radio y con esto empieza a sentir esa paz que le reina cada tarde-noche que se dirige al gimnasio. Recorre las calles apretando al máximo el pedal para dar la mayor (aunque sea poca) velocidad a su pequeño auto. Sube aún más el volumen y seguramente canta algún trozo de alguna canción que está sonando de su cadena de radio favorita. Ya tiene esa sonrisa, ya está disfrutando del principio de esa hora y media que tiene solo para ella y además haciendo lo que más le gusta. Se sorprende ella misma de que le acapare ese relax con el volumen tan alto y que le guste tanto conducir. Alguna vez se le ha ocurrido que con su pequeño motor despierta esa fuerza que tiene dentro que pocas veces saca, esa seguridad en sí misma y esa valentía que sólo conduciendo parece que la tenga.
Por fin llega al aparcamiento y se despide de la radio por un rato, porque sabe que aún le queda la vuelta a casa. Entra al gimnasio y empieza su pequeña rutina deportiva. Después de algunos estiramientos se sube a la querida máquina de correr y descarga toda la energía contenida las 24 o 48 horas anteriores, dando todo de ella. Muchas veces, cuando ya lleva unos diez minutos corriendo, piensa que ahora sí se siente perfectamente. Se imagina sus pies descalzos corriendo entre las nubes con el aire removiendo su largo pelo, pero en segundos aterriza en la cinta móvil. En este instante también se aísla de todo aquello que la rodea, de aquellas personas que seguramente tienen sensaciones similares practicando deporte en aquella gran sala. Llega el momento de parar, de dar un respiro a su cuerpo aunque seguiría horas haciendo zancadas en esa cinta. Cuando ésta ha parado del todo, va a hidratarse un poco en una pequeña fuente que hay instalada en la sala. Al recuperar el aliento y un poco de fuerzas, sigue con otras máquinas unos minutos más y finalmente estira para concluir su ejercicio.
Sale del vestuario femenino, no corriendo por las nubes, sino volando entre ellas como un pajarito muy ligero. Coge las llaves y vuelve a encontrarse con su pequeño auto y antes de encenderlo pone la radio. Sigue el mismo recorrido que hace hora y media, aunque ahora en sentido contrario y en algún semáforo en rojo aprovecha para subir el volumen. No sabe explicar cómo se siente pero si sabe que es la sensación que más le llena, es un conjunto de libertad, relajación, paz y serenidad. Llega al parquing de su casa y se despide de su querido transporte y le promete que en breve volverán a recorrer las calles con su mejor acompañante, la música.
Alba
Alba, pressuposo que ets tu la protagonista del relat (no sé si m’equivoco!). M’ha agradat la descripció que fas, tan detallada i completa, de l’anar i tornar del gimnàs. M’he quedat una mica parat amb això de “Coge las llaves de su pequeño motor”, perquè no sabia que del cotxe se’n digués “motor” (o és una errada? no ho sé!).
Pel que fa al redactat, he corregit alguns pronoms amb guió (com ara “encender-lo”): recorda que això en castellà no existeix. Ja ho saps, només cal aplicar-ho.
Segueix escrivint, que tens molt a dir i ho saps fer molt bé.
Josep Maria
Creia que “motor” servia com a sinònim de cotxe, crec que m’he equivocat!!