Me levanto a las ocho menos veinte de la mañana, el despertador ya está haciendo de las suyas despertando a medio edificio con sus pitidos diabólicos, la rabia se apodera de mí, cojo el maldito aparato y le pego un manotazo para que se calle, me hago más daño yo en la mano que el que pueda sentir ese objeto infernal, se ve que es de buena calidad.
Salgo de la cama en estado zombie, cojo la ropa que encuentro en el armario, la que vea primero, mi cuerpo aún dormido no sabe lo que hace, tengo unas ganas horribles de que lleguen las diez y media de la noche, ese momento mágico en que te tumbas en la cama y dices: ¡que frío! Y al cabo de cinco minutos ya estás soñando. Un terrible ruido me trae de nuevo a la realidad, el bicho mecánico malvado, también llamado despertador, vuelve a sonar, esta vez su ruido me taladra los oídos, estoy harto, lo desenchufo de la electricidad, a freír espárragos. Pongo rumbo a la cocina, paso por delante del espejo y veo lo que me he puesto, unos pantalones rojos y una sudadera azul, parezco un ”Pitufo”, me voy corriendo a mis aposentos y me pongo algo decente, ahora sí, empieza de nuevo la travesía hacia la cocina, llego y me preparo un café, me acuerdo de que no me gusta el café, así que pongo un vaso de leche con cola-cao, me lo tomo.
El estado zombie ha terminado gracias a este placer mañanero llamado cola-cao, para mí, el café de los niños, miro el reloj, las ocho y diez, me voy corriendo a mi habitación, cojo el teléfono, lo enciendo, entonces veo que algo falla, miro el teléfono, es sábado.
Hector
Héctor, no sé si el que expliques és una història real o una ficció, però en si no és una invenció, és per tornar al llit immediatament!
Ben escrit, encara que alguna frase és lassa llarga i podria millorar-se el redactat (per exemple la darrera del segon paràgraf).
M’ha agradat. Segueix escrivint!
Josep Maria