Después de incontables horas de viaje por carreteras desoladas, llegamos a nuestro destino en el ocaso de un largo día de conducción. No tardamos en apagar el contacto del coche para poder salir de él y disponernos a disfrutar del paisaje que nos habían recomendado. Les digo a mis padres que no miren hasta salir del vehículo. Ellos asienten y agradecen la idea. Una vez fuera del automóvil, dirigimos nuestras miradas hacia la playa.
Nunca antes había visto nada igual. Un paisaje paradisíaco, natural, salvaje, salvo por una furgoneta unos metros por delante de nosotros. Es una clásica Volkswagen California, con sus formas curvilíneas, dividida en dos mitades por una raya que dibuja su cintura pintando la falda de un color azul marino intenso, dejando la parte superior de color blanco. Tiene la puerta del maletero abierta y de ella cuelgan dos trajes de neopreno. Uno notablemente más pequeño y con una forma distinta en la zona del pecho, es de mujer, de color negro con detalles rojos que forman recorridos suntuosos desde los hombros hasta la cintura, tanto por delante como por detrás. El otro, más grande, tiene un diseño blanco y negro, donde los dos colores juegan a entremezclarse en un patrón aleatorio, pero simétrico.
Apoyada en la furgoneta, se distingue una forma grande, de punta redonda, de un color marrón oscuro, con una franja blanca de unos diez centímetros que la recorre de arriba abajo partiendo así, la monotonía del marrón en dos. Me pregunté si podría ser una tabla de surf.
De repente una carcajada desvía mi atención hacia el siguiente plano: un par de figuras yacen sentadas en la arena, juntas, interrumpiendo la vasta extensión de arena blanca enrojecida por los rayos, ahora rojizos del sol. Una pasarela de madera húmeda, guía el camino desde la furgoneta hasta donde la silueta de las dos personas parecen juntarse formando una sola. A su alrededor, unas cuantas antorchas apagadas esperando a que oscurezca para ser encendidas, marcan el perímetro de una media circunferencia. Este último detalle hace parecer la escena mucho más romántica.
“Toda mi atención queda fijada en la majestuosidad de cada una de las paredes de agua, en cómo se forman a partir de un montículo de agua en movimiento” |
De pronto, el romper de las olas llega a mis oídos, junto con una suave brisa marina, para interrumpir la observación de aquella situación amorosa y dirigir mis ojos hacia el agua. En lo primero que me fijo es en la ilusión de “deja vu” al ver una serie de olas romper una detrás de otra. Es la sensación de que la primera ola es el reflejo de la segunda, y la segunda el de la tercera. Toda mi atención queda fijada en la majestuosidad de cada una de las paredes de agua, en cómo se forman a partir de un montículo de agua en movimiento, cómo transforman ese bulto en una pared, con una pequeña cresta de espuma en lo alto, cómo rompen creando un tubo largo y poderoso para acabar explotando en una gran cantidad de espuma blanca y llegar, por fin, hasta la orilla para fundirse con la arena.
-¡Vamos Xavi, que te quedas atrás!- grita mi hermana algunos pasos por delante de mí. Sus palabras provocan que vuelva a la realidad, y darme cuenta de que ahora, no sólo tengo la oportunidad de observar tan inusual paisaje, sino que puedo disfrutar de él en todo su esplendor.
Xavier
Xavier, fas una descripció acurada molt correcta. Hi ha algun embolic amb els temps verbals que he corregit (passes del present al passat de forma imperceptible). L’adjectiu “suntuosos”, és adequat?
Però està molt bé. M’ha agradat.
Josep Maria
Xavier, fas una descripció acurada molt correcta. Hi ha algun embolic amb els temps verbals, que he corregit (passes del present al passat de forma imperceptible). L’adjectiu “suntuosos”, és adequat?
Però està molt bé. M’ha agradat.
Josep Maria