Ella, se encaminó decidida hacia la perfumería de la Plaza Mayor, se recorrió todas las Ramblas y subió la escalinata que la llevaría hasta su destino. Esquivó todas las palomas, payasos y pintores que le llamaban la atención mientras cruzaba la plaza. Entró en aquella tienda, como si algo la estuviera llamando. No le hacía falta probar mil olores, ni impregnarse de esencias nuevas, aunque había unas cuantas que le llamaban la atención. Olor a noche de verano, a mar, a sal y estrellas. Aroma a frescura, libertad, batir de alas.
“Todo lo que había perdido, su esencia, quedó guardada en un pequeño frasco de perfume, de aquel perfume” |
Pero sabía lo que quería. Volvió al perfume de antes, al de siempre, al de los días buenos, cuando era verdaderamente invencible. Quería dar un giro de 180 grados a su vida. Quería volver a ser ella, la de meses atrás. La que paseaba por la ciudad danzando como si fuera la protagonista de alguna película, la que sonreía siempre, la que se iba a dormir con ganas de que fuera el día siguiente. Todo lo que había perdido, su esencia, quedó guardada en un pequeño frasco de perfume, de aquel perfume.
Entonces lo visualizó, estaba allí, encima del mostrador, expuesto con mil parafernalias, sí la estaba gritando. Diciéndole que la había estado esperando una buena temporada. Que sabía que algún día, tomaría la decisión adecuada, la de pasar página y volver a los orígenes, la que esperaba con ansia su regreso. Pagó en efectivo mientras pensaba que era el dinero mejor invertido que gastaba desde hacía mucho tiempo.
Salió de la tienda, no sólo con un perfume, sino con un baúl de recuerdos a punto de abrirse y de liberar la parte que perdió, cuando hace tiempo se le acabó aquel frasco que contenía un de pedazo de vida.
Andrea