Siempre es mejor cuando estamos juntas

La infancia, esa época en la que no tienes preocupaciones, esa etapa de tu vida en la que lo único que haces es vivir el momento. No piensas en ese examen tan importante que tienes pasado mañana y que tienes que aprobar porque te juegas la nota, tampoco estás pendiente de los problemas económicos en los que está sumergido el país ni en si va a empezar una tercera guerra mundial, tan solo te sumerges en tus pensamientos y te aíslas, estás en tu mundo, el mundo de la felicidad.

Como todo el mundo, el 15 de setiembre asistí a mi primer día de escuela. Tenía tan solo tres años, no recuerdo si reía, lloraba o quería irme a casa, solo recuerdo con quien estuve durante el recreo, estuve con ella, y con ella sigo trece años más tarde.

La considero mi hermana ya que hemos crecido prácticamente juntas, he pasado tantísimos momentos con ella que se me hacen innumerables. La podría describir con muchos adjetivos como amable, simpática, lista… pero se merece mucho más y por eso le voy a dedicar este pequeño escrito. Con ella me siento bien, hace que el tiempo pase más rápido, puede convertir cualquier momento insignificante en uno muy especial. Como, por ejemplo, ella puede convertir el simple hecho de ir a ver unos fuegos artificiales en una misión de rescate de la funda del móvil que se le ha caído entre las rocas de la playa.

Me encanta verla escribir, tiene mucha imaginación y creatividad y por eso, aunque le ha costado muchísimo decidirse, se va a dedicar al periodismo. Yo siempre le he dicho que tiene que aprovechar esa virtud que tiene y mostrar al mundo lo que sabe hacer, y ahora por fin, va ha hacerlo.

En definitiva, Ana es uno de las personas que no podría faltar en mi vida.

Si tú saltas yo salto, ¿Recuerdas?

Paula