Monthly Archives: maig 2010

Misteris de les olives farcides d’anxova

aceitunas

 

Así que el día que la Luisa subió a casa a contarnos que a Bernabé, su maridito y mi padrino, le habían ascendido en la empresa y que quería que le diéramos un pequeño pero sincero homenaje y mi madre chilló de alegría incontenible, no sabía si es que la Luisa se estaba tirando el pisto o que mi madre era una persona muy falsa. Una vez más me equivoqué. Mi madre me contó que era cierto, que Bernabé hasta el momento había sido representante de aceitunas con hueso y que a partir de ahora sería también de banderillas, de berenjenas en vinagre y de aceitunas sin hueso y con un trozo de anchoa incorporado. Este tipo de aceitunas sólo se crían en España; no me digas cómo es posible que los agricultores hayan conseguido un olivo que dé aceitunas con anchoas, nadie sabe cómo llegan las anchoas hasta allí, incluso ha habido congresos de científicos americanos estudiando ese tipo de olivo y no han hallado respuesta; los agricultores no sueltan prenda. Es un misterio tan grande como la fórmula de la coca-cola.

 

LINDO, Elvira: Pobre Manolito, Madrid, Alfaguara, 1995, pp.46-47

 

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Tens gust de llimona

limon

 

Durant tota l`estona que va estar estirada d`esquena no va dir res. Només quan ell va acabar va aixecar una mica el cap del coixí i va dir somrient:

-Què m`estàs fent? Que em vols menjar, ara que ja m`has ben adobat?

-Que bé, mmm –va fer ell. I li va estimar els dits del peu, i el genoll, i la cuixa i la panxa i el pit i les aixelles i la barbeta. I al final va estimar-la darrere les orelles.

-Mmm, tens gust de llimona.

-Sóc tan àcida com la llimona? –va riure.

-Tan bona i fresca com la llimona.

-Saps què és la primera cosa en què em vaig fixar de tu? –va preguntar ell després d`una estona.

Ella va fer que sí.

-Si descomptem els cabells, és clar.

Ella va tornar a fer que sí amb el cap.

-En la teva orella.

-L`orella? En tinc dues com tothom. Que potser pensaves que només en tenia una?

-Buffff. Era la dreta, aquesta d`aquí.

-Ah!

-Saps què és el primer que em va cridar l`atenció de tu? –va fer ella.

-No.

-Que sempre fossis allà a l`autobús mirant-me encantat. Vaig pensar. Aquest segur que ha pres sopa de badoc per esmorzar…

 

NILSSON, Per: Si truca l`Anna. Barcelona, Columna, 2001, Columna Jove, 160, pp. 95-96.

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Sopa de badoc

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Va començar amb una riallada irònica.

-Que has menjat sopa de badoc o què, per dinar?

-Buff –va rondinar-. No, carn indonèsia, però no estava gens malament… pfff… i dos plàtans…

-Avui jo tampoc he menjat res d`assenyat i ara tinc una gana que em cargolo, no podríem fer alguna cosa?

-Oh i tant –va dir recuperant de nou la parla-. Beguda i entrepans segur que en trobem. I per cert, que jo sóc un especialista preparant tes.

-Ah, però jo faig els millors entrepans de Suècia –va dir contenta.

-I nosaltres tenim la millor melmelada d`Escadinàvia a la nevera.

-I jo vaig batre el rècord mundial de decoració de tovallons: els cigne, el sé fer amb els ulls clucs!

-Si tu fas els entrepans i doblegues els tovallons, jo faré te i obriré el pot de melmelada. Apa vine…

Van córrer cap a la cuina.

Una hora després seien l`un davant de l`altra a la taula de la cuina.

-Mmmm, ara ho entenc, que guanyessis el premi suec de preparar entrepans. Molts bons. Mmm –va fer mentre s`eixugava unes molles de la boca-. Però pel que fa al cigne, no m`acaba de fer el pes. Sembla més aviat un… un… sí, un tovalló arrugat!

-Aquests tovallons no van bé –va respondre amb la boca plena de melmelada-. I el color tampoc. No puc fer cignes vermells!

  

NILSSON, Per: Si truca l`Anna. Barcelona, Columna, 2001, Columna Jove, 160, pp. 86-87

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Tarongina

Tarongina o melissa

Tarongina o melissa

 

-Olora.

Va olorar. Mmm. Feia una olor de llimona fresca, mols bona i intensa.

-Mmmm…

Ella li havia deixat anar la mà i se`l mirava satisfeta.

-Bona, no?

Va fer que sí amb el cap, feliç.

-Què és això? Una droga prohibida o què?

-Tarongina –va contestar la noia.

-Com?

-Tarongina. És una planta remeiera. El seu nom és tarongina o melissa. Tarongina és més bonic, no trobes?

-Molt –va dir, però va arrufar les celles.

-Què et passa? –va preguntar-li.

-Aquesta olor m`és coneguda. Em sembla que ja l`he sentida abans.

Ella va riure però no va dir res.

Te`n pots quedar una, si vols. Jo ja en tinc cinc. Les he plantat jo mateixa. Les fulles es poden posar fresques a les amanides, o també se`n pot fer infusions. Són bones per fer-te dormir bé i er procurar-te somnis agradables.

-Amb molt de gust, gràcies, i tant que me l`enduc.

Va agafar de grat el test que ella li donava.

-Em cap a la bossa.

-Adéu.

-Adèu, i gràcies per la tarongina.

-Mm. De res.

 

 

 

NILSSON, Per: Si truca l`Anna. Barcelona, Columna, 2001, Columna Jove, 160, pp. 49-50

 

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Suquet de peix

suquet-de-peix

 

El comedor estaba absolutamente perfumado por el aroma de, de…

Suquet de Peix –dijo orgulloso don Ramón descubriendo una enorme perola de aluminio llena de un líquido blancuzco en el que flotaban trozos de patata y lo que parecía pescado.

-¿Y eso qué es? –pregunté.

-La cumbre de la comida marinera en el golfo de León –afirmó Boris tomando asiento.

-Un plato de pescadores. Pescado blanco y de roca a poder ser, cocido al dente en una picada de sus hígados, almendras, ajo y perejil y patatas viejas ahogadas –susurró casi místico don Ramón.

-¿Y me gustará? –cuestioné arrugando la nariz, pues aquello de los hígados aplastados con ajo y perejil me había cortado un poco al apetito.

-Llorarás de emoción –dijo Boris acercando su plato a la perola para que le sirvieran.

Exageraba un poco. No lloré de emoción, pero repetí tres veces.

-Qué, ¿te ha gustado? –me interrogó el patrón sirviéndose por cuarto vez.

-Mucho. No sabía que al pescado se le podía sacar tan buen sabor –reconocí.

-Es que los de tierra adentro trabajáis bien la carne, pero lo que es el pescado… ¿A ver, cuántas variedades de cefalópodos crees que hay? –me interrogó el patrón.

-Pues… El pulpo, el calamar y la sepia. Tres –afirmé orgulloso de mi cultura.

Boris se echó a reír.

-Mira, hijo –me dijo el patrón rodeándome la espalda con uno de esos brazos que parecía una pierna -, solo de consumo común en España, la clase cefalópoda, orden dibranquia, suborden decápoda, tiene cuatro familias: logínidos, en la que están el calamar común, el calamar gigante y el calamarín; ommastrephidos, con las pota y el volador; sepiólidos, que incluye al globito, al choco, la jibia, el castaño y el chopito; y en orden octópoda, el pulpo común, el pulpo almizclado y el pulpo blanco. Trece variedades, Federico, trece.

-Vale –admití-, pero tierra adentro ya nos llegan limpios, cortados, congelados y muchas veces precocinados.

-Eso es lo terrible de estos tiempos de prisas: se ha perdido el placer de preparar la comida –se quejó el patrón-. Te voy a explicar la receta para que algún día la puedas cocinar- añadió, y a continuación me la detalló con pelos y señales y salivando de solo pensar en ella, el muy bruto, que acababa de devorar cuatro platos.

 

ROMEU, Carles: Llamadme Federico. Madrid, SM, 2000, pp. 35-35

 

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Què menjava un anacoreta?

 

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Mi tía Hermenegilda, la de Babilafuente, que vivió más de cien años, llegó a conocer al raro anacoreta poco antes de que muriera, y afirmaba que era de increíble frugalidad y de vida tan mortificada y piadosa, que servía de ejemplo a cuantos lo frecuentaban.

Sustentábase casi exclusivamente de frutos secos, que le hacían llegar dos veces a la semana por medio de un cucurucho de papel, en el que iban introduciéndolos poco a poco. Aseguraba que las raciones eran tan exiguas que daba pena, pero que el clérigo se negaba a ingerir otra cosa, salvo algo de queso, si el día que le tocaba era fiesta de guardar, y algunas frutas escarchadas por Pentecostés. Solo bebía agua una vez al día, y tan poca que más parecía gorrión que hombre hecho y derecho, como decían que era los que le trataron antes de encerrarse.

 

FERNÁNDEZ-PACHECO, Miguel: Siete historias para la Infanta Margarita, Madrid, Siruela, 2001. Las Tres Edades, 84, p. 132.

 

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El “boucan”

boucan

 

Su aspecto ciertamente aterraba. Además, eran casi todos herejes, ya anglicanos, ya hugonotes, ya anabaptistas. Muchos de ellos provenían de ejércitos licenciados, aunque los había también desertores, exiliados por cuestiones religiosas, plantadores arruinados, jugadores con deudas y hasta reos escapados de los presidios.

Asaban sus cochinos, tras despellejarlos, cortarlos en tiras y untarlos con sal, en unas parrillas tejidas con ramas verdes, que los caribes llamaban barbacoa, y que se ponían sobre hogueras también alimentadas con leña verde, para que produjera abundante humo. Así, conseguían una carne salada y ahumada que, también en lengua caribe, se denominaba boucan. De ahí viene el nombre de bucanero.

Este boucan, que se comía bien crudo, como nuestro jamón, bien guisado, tras ablandarlo en agua, era un alimento codiciadísimo por cuantas naves surcaban esos mares tropicales, dado que se conservaba en las húmedas y calientes bodegas más tiempo que ninguna otra carne, y aseguraban que, consumiéndola, se alejaba el temido escorbuto.

 

FERNÁNDEZ-PACHECO, Miguel: Siete historias para la Infanta Margarita, Madrid, Siruela, 2001. Las Tres Edades, 84, pp. 75-76.

Ficha bibliográfica

 

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Tenía hambre: El Diario de Ana Frank

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Sra. Frank. (chillando.) ¡Otto! ¡Otto! ¡Levántate, rápido!

            (Los demás también se despiertan y apresuradamente saltan de la cama)

Sr. Frank. ¿Qué pasa? ¿Ocurre algo?

            (El Sr. Van Dann se escabulle hacia las escaleras, pero se confunde y se va hacia el otro lado. Margot rápidamente coloca un taburete bajo la lámpara colgante de la habitación central).

Sra. Frank. (Se abalanza contra el Sr. Van Dann). ¡Nos está robando la comida!

Sr. Dussel. (Sale de su habitación y se acerca apresuradamente al Sr. Van Daan. Detrás va Ana, que se ha echado una falda sobre los hombros, como si fuera un chal). ¡Usted! ¡Usted! ¡Deme esto!

Sra. Van Daan. (También se ha levantado. Los parlamentos siguientes se solapan). ¡Putti Putti! ¿Qué pasa?

Sr. Dussel. (Quitándole el pan de las manos al Sr. Van Daan mientras éste retrocede. Margot enciende la luz). Ladrón, ladrón asqueroso, que no sirve para nada… Mira que robar la comida. Miserable, miserable.

Sra. Frank. (Sujentando al Sr. Dussel). ¡Señor Dussel! ¡Por el amor de Dios! ¡Ayúdame, Peter!

            (Peter sale de su cuarto, tira de su padre con la intención de que se suelte del Sr. Dussel).

Peter. ¡Suéltelo, suéltelo!

            (El Sr. Dusel y Peter dan un estirón que derriba al Sr. Van Daan, que se queda de rodillas).

Sr. Dussel. Glotón, egoísta…

Sra. Van Daan. (Bajando las escaleras). Putti… ¿qué ha pasado?

            (Toda la bondad de la Sra. Frank, toda su dulzura y su control parecen haberla abandonado. Ahora se siente ultrajada, indignada, furiosa…).

Sra. Frank. ¡El pan! ¡Estaba robando el pan!

 

Per seguir llegint

 

GOODRICH, Frances; HACKETT, Albert: El diario de Ana Frank, Alzira, Algar, 2009, Joven teatro de papel, 4, pp. 209-212.

 

Ana Frank, la niña que no pudo ser mujer

 

Diario de Ana Frank. Llibre en pdf

 

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Amb cullera i forquilla

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Cuchara y Tenedor

 

Subo la cuchara,

bajo el tenedor.

 

Me lavo las manos

con agua y jabón.

-¡La mesa puesta!

¡Todos al salón!

 

Me gusta el tomate,

el pollo, el jamón,

la pasta, el gazpacho,

el huevo, el salmón.

 

Subo la cuchara,

bajo el tenedor.

¡Qué rico, qué rico

estaba el melón!

 

Me dice mi abuela,

y tiene razón,

que si como mucho

me haré un grandullón.

 

Subo la cuchara,

bajo el tenedor.

 

Me mira la Luna,

me mira el gorrión,

los dos tienen hambre

sopa les doy yo.

 

Subo la cuchara,

bajo el tenedor.

 

GÓNZÁLEZ TORICES, J: “Los alimentos”, en Los poemas de Pillo, Madrid, SM, 2007, pàg, 32.

 

los-poemas-de-pillo

 

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Cap a Amèrica… amb galls i gallines

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Martha había traído consigo a sus gallinas y a su gallo. A una mujer con gallinas no le faltará de nada, así pensaba ella; pero no había contado con los marineros ladrones decididos a robarlas para la cazuela. Hasta ahora la mayoría había sobrevivido, gracias a que el chico las cuidaba, pero viajan en cubierta y la tormenta no las ha tratado bien. Se acurrucan todas juntas en montones, con los ojos velados y las plumas de punta y cubiertas de sal. No emiten ningún sonido, ni un solo cacareo. Si es que los animales pueden sentir añoranza, estas añoran la tierra firme. El gallo incluso ha perdido la cresta.

 

 

Celia Rees: Herencia de bruja, Madrid, SM, 2002. (Gran Angular, 236), pág. 67

 

Guía de lectura

 

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