Después de conversar largamente sobre ésas y otras cosas menudas, Altraín se alisó su larga baba de fino algodón trenzado, y luego de bostezar con parsimonia, dijo:
-Y ahora que ambos hemos disfrutado despreocupadamente de este ameno diálogo, pasemos a la importante cuestión que te trae aquí. Las frutas amargas hay que endulzarlas con almíbar antes de tragarlas, mi querido Bufo.
El joven Caballero Alado no comprendió lo que el Mago del Mundo de la Ilusión quiso decirle sobre las frutas amargas y pensó que pronto le ofrecería una deliciosa cena a base de zumos preparados con alguna pócima magistral. Pero Bufo Soñador no tenía hambre, estaba muy nervioso y ardía en deseos de transmitir al mago las urgentes y gravísimas noticias que justificaban su secreta misión. (pág. 14).
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Al pronto, el asistente del mago trajo una bandeja con dos copas y una jarra de bronce colmada de zumo elaborado con deliciosas frutas silvestres y la colocó sobre una mesa situada junto a uno de los miradores abiertos del Laboratorio del Saber, desde el que podía contemplarse la deslumbrante infinitud del Universo del Pensamiento y los muchos astros y estrellas que gravitan en sus galaxias” (pág. 18).
Ábalos, Rafael (2000): Bufo Soñador, en la galaxia de la tristeza, Madrid, Debate.