Tag Archives: Peixos

Menjar de ciència-ficció vs menjar normal

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El va a sortir a rebre en Fidor-4, el seu robot domèstic. La veu metàl·lica d`en Fidor li va donar la benvinguda de la manera acostumada:

-Bona tarda, preciutadà Lior V12-19.314. La teva ració d`estimulant energètic és a la cambra de manipulació alimentària. Se`ns ha acabat el succedani de fruites. Et prego que em disculpis.

-No hi fa res, Fidi. Ja estic ben tip de tant succedani de fruites. Quines altres coses hi a l`aparell de conservació d`aliments preenvasats?

-He comprat aquelles delicioses begudes amb bombolles que tant t`agraden, Lior –va dir en Fidor abaixant una mica el volum dels seus altaveus.

-Mmmm…, fantàstic, Fidi! Tu sí que penses en tot.

Els ulls del robot van deixar anar algunes guspires elèctriques davant el compliment de què havia estat objecte. En Lior es va dirigir a la cambra de manipulació alimentària. Era el primer que feia cada dia després de tornar de l`aulari. Ho havia fet així sempre, des que ell tenia records. Li agradaven l`escalforeta suau d`aquella sala i el soroll mecànic i dolç de les màquines, sempre enfeinades, sempre indiferents a tot el que passava; la màquina d`aprofitament de residus orgànics, la trituradora de deixalles i, sobretot!, l`agradable i familiar zumzeig de la cinta transportadora d`aliments.  

Acostumat al menjar preelaborat, preenvasat i gairebé predigerit que havia consumit des de molt petit, ara el seu estómac no admetia de cap manera la fruita i la verdura fresca, la llet blanca i calentona acabada de muniyr, la fina carn del peix o del pollastre i tot allò que la gent d`allà semblava que menjava amb tant de gust. Tots aquells nous sabors no li semblaven gens apetitosos, i a més veure com la gent manipulava els aliments, “cuinaven”, en deien ells, li produïa una sensació de fàstic intensíssima.

  

PRADAS, Núria (14 2002): Lior, Barcelona, Cruïlla, El Vaixell de Vapor, 67,  p. 11 i p. 88.

Los indios crow

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Llegó la quinta luna llena y, con ella, los primeros vientos fríos. Repletos los sacos de frutos y semillas y secadas las carnes de los animales cazados, los crow recogieron sus pieles, sus tipis y los palos que sostenían las tiendas, preparándose para el viaje.

Antes de partir, cada familia dejó en el centro de donde había plantado su tipi un puñado de frutos y semillas y una ofrenda de carne y de pescado, como agradecimiento a la Madre Tierra por haberles dejado utilizar su suelo y tomar su agua.

También agradecieron al Espíritu del Bosque que les hubiera permitido recolectar frutos, recoger resinas o quemar leña.

Y dieron las gracias al Gran Espíritu porque los peces se hubieran dejado pescar y los ciervos se hubieran dejado cazar.

Por último, en una danza en la que participaron de ancianos a niños, se alegraron por haber pasado en las montañas cinco lunas más, deseando estar de regreso cuando las nieves se hubiesen retirado y los grandes animales del bosque se hubieran saciado de la comida que les correspondía.

Después de todo eso, el pequeño grupo de indios crow emprendió su viaje anual hacia las grandes praderas.

 

GÓMEZ, Ricardo (2006): Ojo de Nube, Madrid, SM, Barco de Vapor, 186, p. 20-21

La multiplicación de los panes y los peces

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Cuando llegó hasta Jesús la noticia de la muerte de Juan bautista, se alejó en una barca a un lugar apartado para orar. Al desembarcar vio que mucha gente le estaba esperando para escucharle y pedirle que les sanara.

Los discípulos le dijeron:

-Maestro, despídeles. Es ya tarde y estamos muy lejos. Que puedan ir a sus aldeas a por alimentos.

Jesús les dijo:

-No hace falta que se vayan. Dadles vosotros de comer.

Pero ellos no tenían nada más que cinco panes y dos peces.

Jesús dijo:

-Traed los panes y los peces.

Después dijo a todos los presentes que se sentaran en la hierba. Tomó los dos cestos con los panes y los peces. Y alzando los brazos al cielo, los bendijo y partió los panes. Se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre todos. Y por más que repartían, nunca se acababan.

Todos comieron hasta saciar su hambre. Los discípulos recogieron las sobras en doce cestos, que quedaron completamente llenos. Y eran más de cinco mil personas las que habían comido.

 

(Mateo 14, 13-26, Lucas, 9, 10-17, Juan 6, 1-15).

 

La Biblia de los Jóvenes (2001): Nuevo Testamento, Madrid, Espasa-Calpe, p. 52.

El tren dels orfes

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Cuando el tren se detuvo a la hora de la cena, los pasajeros de otros vagones, lo bastante afortunados como para llevar dinero en el bolsillo, bajaron a cenar. La cantina resplandecía con sus alegres luces en medio de una oscuridad cada vez más profunda. Los olores de carne frita y de tortas horneadas se escaparon de la cocina y vinieron directos al vagón de los huérfanos. Nosotros, los huérfanos, nos amontonamos en los asientos que daban al comedor, pegamos las narices a los cristales y aspiramos.

-Si estuviera allí –dijo Spud desde el banco que estaba frente al mío-, tomaría lucio hervido con salsa de rábanos picantes y zopa de zanahorias.

-Y rosbif para mí –dijo Sammy, saltando sobre su asiento.

-No, salchichas de cerdo –dijo Joe.

-Y pan blanco con mantequilla –añadió Chester-, y pollo asado.

-Y torta –me susurró Lacey-, mucha torta.

El señor Szprot llegó en ese momento con nuestra cena. Sándwiches de jalea, por supuesto, y patatas frías que sacaba de esas grandes cestas que parecían no tener fin.

Mickey Dooley miró su sándwich y comentó:

-Si tuviéramos jamón, podríamos comer jamón y huevos…

-¡Cierra esa bocaza irlandesa, Dooley! –chilló uno de los chicos mayores.

-… si tuviéramos huevos –completó Mickey riéndose.

-¡A callar, bribones! –ordenó el señor Szprot-. La señora doctora y yo tenemos que bajar un momento del tren. Los pequeños están dormidos y los mayores van a salir también. ¡Tú, polaca, vigila a estos de aquí, que se estén quietos y que no bajen del tren!

Sospeché que la doctora y el señor Szprot iban a la cantina para tomar filetes y cerveza.

-Parece que ellos no se conforman con sándwiches de jalea –dije en cuanto se fueron.

-Apuesto que comen ternera asada y col –dijo Spud.

-Y torta de chocolate –añadió Chester.

-¡Y helado! –remató Joe dando saltos.

 p. 48-49.

 

CUSHMAN, Karen (2004): Rodzina, Barcelona, EntreLIbros, p

 

Les privacions a Sarajevo durant la guerra

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I. La manca d`aigua

 

Mentre hi pensa, arriba al passeig del Miljacka i veu que hi ha algú pescant i també recollint aigua. No se sorprèn, ja res no li estranya. Alguns, sobretot si hi ha una mica de boirina que els pugui amagar, fan això, apropar-se fins al riu per intentar capturar algun peix o aprovisionar-se d`aigua, encara que sigui bruta. Les fonts de la ciutat no funcionen i, anant al Miljacksa, s`estalvien les llargues caminades fins als escassos punts de distribució d`aigua en camions cisterna que té el govern. Tanmateix, la Selma creu que el risc de recollir aigua del riu és massa gran. A més del perill dels trets, l`aigua està contaminada pels residus de la ciutat, animals morts i fins i tot algun cadàver en descomposició. També corre el rumor que els txèniks han enverinat el riu de la zona ocupada. A ells, els Arvin, de moment no els can exposar-se així. Són afortunats perquè tenen un petit pou al pati del darrere de casa. Fins i tot en donen, d`aigua, als veïns.

Ja fa quasi dos n anys que dura la guerra, la situació cada vegada es fa més difícil i la falta d`aigua és tan sols un dels problemes. Només ocasionalment hi ha electricitat i, per això, els electrodomèstics han esdevingut aparells inútils. També escassegen el menjar i les medecines, encara que la seva família en pot comprar al mercat negre, no amb els diners provinents de l`escarransit sou de conserge del pare al dipòsit de llibres, sinó gràcies al que guanya ella fent de taxista pels carrers de la ciutat.

 

 II. Un sopar

 

 

Sense treure`s l`uniforme de conserge, que ha fet que alguns veïns al barri, fent broma, l`anomenin “el Coronel”, en Kemal seu al petit menjador de casa seva, entretenint-se amb un joc de cartes, mentre a la ràdio parla un conegut escriptor, un dels serbis que s`han mantingut al costat del govern bosnià. La Fatima gairebé té a punt el dinar. Ja fa setmanes que mengen el mateix: sopa de verdures, pa i algunes salsitxes de pollastre. La Selma seu lluny de la finestra, no cal donar facilitats als franctiradors, es diu, mentre pensa en el menjar.

 

 BENAVENTE, Jaume (2005): Història d`amor a Sarajevo, Barcelona, Columna, Columna Jove. Premi Ramon Muntaner 2005, pp. 13-14 i 18

 

Proposta de lectura

 

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Suquet de peix

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El comedor estaba absolutamente perfumado por el aroma de, de…

Suquet de Peix –dijo orgulloso don Ramón descubriendo una enorme perola de aluminio llena de un líquido blancuzco en el que flotaban trozos de patata y lo que parecía pescado.

-¿Y eso qué es? –pregunté.

-La cumbre de la comida marinera en el golfo de León –afirmó Boris tomando asiento.

-Un plato de pescadores. Pescado blanco y de roca a poder ser, cocido al dente en una picada de sus hígados, almendras, ajo y perejil y patatas viejas ahogadas –susurró casi místico don Ramón.

-¿Y me gustará? –cuestioné arrugando la nariz, pues aquello de los hígados aplastados con ajo y perejil me había cortado un poco al apetito.

-Llorarás de emoción –dijo Boris acercando su plato a la perola para que le sirvieran.

Exageraba un poco. No lloré de emoción, pero repetí tres veces.

-Qué, ¿te ha gustado? –me interrogó el patrón sirviéndose por cuarto vez.

-Mucho. No sabía que al pescado se le podía sacar tan buen sabor –reconocí.

-Es que los de tierra adentro trabajáis bien la carne, pero lo que es el pescado… ¿A ver, cuántas variedades de cefalópodos crees que hay? –me interrogó el patrón.

-Pues… El pulpo, el calamar y la sepia. Tres –afirmé orgulloso de mi cultura.

Boris se echó a reír.

-Mira, hijo –me dijo el patrón rodeándome la espalda con uno de esos brazos que parecía una pierna -, solo de consumo común en España, la clase cefalópoda, orden dibranquia, suborden decápoda, tiene cuatro familias: logínidos, en la que están el calamar común, el calamar gigante y el calamarín; ommastrephidos, con las pota y el volador; sepiólidos, que incluye al globito, al choco, la jibia, el castaño y el chopito; y en orden octópoda, el pulpo común, el pulpo almizclado y el pulpo blanco. Trece variedades, Federico, trece.

-Vale –admití-, pero tierra adentro ya nos llegan limpios, cortados, congelados y muchas veces precocinados.

-Eso es lo terrible de estos tiempos de prisas: se ha perdido el placer de preparar la comida –se quejó el patrón-. Te voy a explicar la receta para que algún día la puedas cocinar- añadió, y a continuación me la detalló con pelos y señales y salivando de solo pensar en ella, el muy bruto, que acababa de devorar cuatro platos.

 

ROMEU, Carles: Llamadme Federico. Madrid, SM, 2000, pp. 35-35

 

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Una vetllada complicada a un pub irlandès

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La vetllada ha estat un veritable malson. El Shamrock ha resultat ser un pub ple de borratxos amb ganes de gresca. N`hi havia un de grassonet especialment pesat que l`amo feia fora cada deu minuts. No sé com s`ho feia, però un segons més tard tornava a ser dins del local com per art de màgia. Llavors tornaven a fer-lo fora.

A banda d`aquesta curiositat, el pub tenia un karaoke on pujaven cantants que amb prou feines podien mantenir-se drets. La lletra sempre anava uns segons endarrerida respecte a la música, cosa que convertia les cançons en un guirigall incomprensible.

Jo tenia l`estómac remogut pel peix que m`acabava de menjar, amb un arrebossat més sòlid que un crostó, fregit amb oli deu vegades reescalfat. A la segona queixalada ja estava pensant com desfer-me del filet sense ofendre l`amo. Per sort no ha calgut, perquè l`he cedit a un holandès del nostre grup que és un golafre.

Mentre intentava fer baixar el greix del filet amb una pinta de Guiness, se m`han acostat almenys deu nois. Un d`ells fins i tot s`ha atrevit a passar-me la mà `pels cabells i la galta mentre em deia alguna cosa a l`orella que no he entès.

Jo els ensenyava el meu claddadh –l`anell amb el cor i la corona-, però encara es tornaven més agressius.

 

Anell claddadh

Anell claddadh

 

MIRALLES, Francesc: Un curs d`estiu a Irlanda. Barcelona. Columna, 2004. Columna jove, 203, pp. 90-91.

 

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Situacions límits: Palabras envenenadas

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Bárbara Molina 

Abro la nevera y curioseo los tupperwares donde guardo la comida de días anteriores hasta que se pudre. Tengo prohibido tocarlos. Es una costumbre que me impuse hace años, después de vivir hambrienta. No sirve de mucho pero me da tranquilidad. Me dije nunca más volveré a pasar hambre, como Escarlata O`hara en aquella escena en la que levanta la cabeza y toma un puñado de tierra roja de Tara. Pero yo no fui tan fotogénica ni tan heroica, simplemente me privaba de los restos de comida, los clasificaba en pequeñas raciones y las guardaba como un tesoro. Abro un tupperware con hojas de ensalada y tomate y me los meto en la boca a puñados, a continuación abro otro con un trozo de pollo frío y me lo trago sin masticar. Quiero aplacar la desazón, borrar la angustia, pero en vez de saciarme cada vez tengo más hambre.

Durante estos tres años me había conseguido adiestrar, como a los leones, a fuerza de escamotearme el alimento. Descubrió que era un arma poderosa y jugó con ella. Y lo que no habían podido los golpes lo pudo el hambre. Me tenía en ayunas, sufriendo, hasta que de pronto venía y me dejaba oler una comida apetitosa. Abría la puerta unos instantes y un aroma de pollo asado, insultante de tan deliciosa, se colaba en el sótano y  me daba en la nariz. Tener hambre y no poder comer es morir un poco cada minuto, cada segundo.  

CARRANZA, Maite: Palabras envenenadas. Barcelona. Edebé, 2010, Periscopio, 78, pp. 152-155 

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Web Maite Carranza

El fabulós viatge australià

El viaje de Omoh (La supervivencia en alta mar)

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Un día, Omoh aprovechaba el rato de descanso de después de comer para tomar el sol en la cubierta. Un enorme pájaro marino, una fragata, según había aprendido, se posó sobre la quilla de una barca de socorro puesta boca abajo, en la que Omoh estaba apoyado.

-¡Hola, negrito!

La voz de la Fragata era como una carcajada, desagradable y chillona.

-Hola –respondió Omoh, que ya no se sorprendía de nada.

El pájaro hinchaba el pecho y mostraba una enorme papada, en forma de globo, de un rojo intenso. Omoh pensó que debía de tener alguna enfermedad, pero después supo que se trataba de un macho y, normalmente, las fragatas macho se exhiben de este modo para atraer a las hembras. En este caso, no había hembras en los alrededores. La Fragata, simplemente, se daba importancia.

Terradas, Jaume (2002): El viaje de Omoh, Barcelona: Anaya, (Sopa de libros, 69), pp. 85-87

Para leer texto completo: El viaje de Omoh

Guía de lectura

Foto: Kane (2010) .  It’s already tomorrow here in Australia

Bicicletas blancas

Bicicletas blancas (Amsterdam, Ana Frank i molt més)

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Bicicletas blancas: Amsterdam

Este fin de semana mi madre y yo hemos intimado bastante. Por la cuestión gastronómica. Se empeña ella en cultivármela y, qué decir, le dejo que me eduque el paladar.
-Heeft u een tafel voor ons?
Esto lo dije yo en el restaurante (lo llevaba muy ensayado con Shanti) en un holandés casi perfecto, y viene a querer decir. ¿Puede darnos una mesa?
La frase causó el efecto deseado en mi madre, que según constado, a veces, es muy ingenua, la pobre… Como ya se me había anunciado que el fin de semana íbamos a dedicarnos a la cultura gastronómica, le pedí a Shanti un par de frases en su idioma y el nombre de algunos comestibles para fardarle a mi propia. Lo reconozco, mi Eva es una mujer muy fácil.
[…]
A mí, lógicamente, lo que me encanta de Amsterdam son los broodjeswinkels, o sea las tiendas de bocatas. Están que te mueres y hay por todas partes. Son panecillos rellenos de salmón, gambas rebozadas, carne tártara, ensalada cremosa, humm. ¡Así me como yo lo que me pongan! ¿Y los hojaldres de la merienda?, los pannekoeken, cubiertos con azúcar o con jarabe de melaza. Buenísimos. Entre eso y los cucuruchos de patatas fritas callejeras con mayonesa o salsa curry, suelo ponerme morado.
Mi madre no se resiste tampoco, aunque ahora está con la cosa de restauración. Pero yo sé que a ella lo que le pirran son las angulas ahumadas de los puestecillos callejeros. Las pide siempre aderezadas con cebolla picada (puaaag) y pepinillos en azúcar y vinagre, te lo juro por Arturo, de verdad. En cuanto me despisto está engulléndose una anguila, o, su variedad favorita, el jaring, o sea un arenque.

LÓPEZ SORIA, Marisa (2001): Bicicletas blancas. Madrid: Espasa-Calpe. (Espasa Juvenil, 148)