Tag Archives: Pans

La comida del sabbath

si_lo_dicta-el_corazon

 

Una vez en casa de su abuelo, los dos primos procedieron a lavarse las manos y los pies. Esther y la madre de Samuel se los lavaban a su marido, al abuelo y a los tíos, en tanto que la madre de Leví y la mujer de Marcos lo hacían con los invitados, y les ungían los pies con perfumes, pues era costumbre que las mujeres realizaran esta tarea. El lavatorio de pies y manos era un ritual obligado antes del almuerzo, pero los sábados se hacía con una mayor ceremonia, ya que, al no tener que ir a trabajar, la comida era mucho más relajada que la del resto de la semana, y la sobremesa solía prolongarse hasta la caída de la tarde, cuando aparecían las primeras estrellas.

A continuación, se sentaron en unos almohadones en torno a la mesa, y el abuelo pidió al padre de Samuel que realizara la bendición de los alimentos y las oraciones de acción de gracias. Luego, él mismo fue poniendo sobre el pan ácimo pedazos de pollo asado en la víspera –ya que en el sabbath no se podía cocinar- y repartiéndolo entre los comensales, mientras su mujer escanciaba el vino en las copas. En el centro de la mesa había vasijas de distintos tamaños con lentejas, mantequilla, queso, higos y frutos secos, y en medio, uno que contenía la salsa en la que podían mojar el pan por turnos.

Al finalizar la comida, las mujeres se retiraron al gineceo mientras los hombres permanecían charlando en uno de los patios de la hacienda.

MENÉNDEZ-PONTE, María (2010): Si lo dicta el corazón, Madrid, SM, (Los libros de María, 4), (p. 21).

 

 

Un esmorzar a “la fonda” al S. XVI

huevo-frito

 

Al bajar a la sala donde se centraba la vida en esas horas, el estudiante encontró a varios hombres que desayunaban lo que la patrona había preparado para todo aquél que había pagado también una razón de algo caliente. Algunos de los que allí se sentaban eran verdaderos especímenes dignos de estudio individual y personalizado: estaba aquel clérigo recién llegado de las Indias que parecía que comía con la barbilla, tan corta era la distancia que separaba la boca del mentón. Siempre estaba leyendo, siempre rutando las palabras latinas que sus cansados ojos desvelaban, siempre intentando memorizar lo que en el libro ponía. Un poco más lejos se encontraba aquel noble caballero venido a menos que seguía portando capa y espada, mientras que a aquélla se la comían las ratas de su cuartucho y éste se cubría de la herrumbre imperdonable que supone la falta de uso. El estudiante estaba convencido de que, por esta misma razón, su estómago estaría también oxidado. El caballero intentaba ganarse el favor de una de las camareras por medio de piropos y, cuando ella se acercaba, el pícaro aprovechaba y le robaba hábilmente algunos de los trozos de pan que llevaba en la bandeja la pobre incauta. En una mesa del fondo unos cuantos estudiantes como él mascaban unos trozos de pan y, seguidamente, cortaban más trozos para mojarlos en el huevo frito que les había servido. El estudiante decidió no pararse a observar ya que era tarde, tenía que descubrir lo que todavía era extraño para él en la ciudad y además necesitaba urgentemente dinero.

 

 Ballester, Blanca: Dos gramos de plomo, León, Everest, 2001. (IV Premio Leer es Vivir), pp. 10-11.

 

La multiplicación de los panes y los peces

pain frais

Cuando llegó hasta Jesús la noticia de la muerte de Juan bautista, se alejó en una barca a un lugar apartado para orar. Al desembarcar vio que mucha gente le estaba esperando para escucharle y pedirle que les sanara.

Los discípulos le dijeron:

-Maestro, despídeles. Es ya tarde y estamos muy lejos. Que puedan ir a sus aldeas a por alimentos.

Jesús les dijo:

-No hace falta que se vayan. Dadles vosotros de comer.

Pero ellos no tenían nada más que cinco panes y dos peces.

Jesús dijo:

-Traed los panes y los peces.

Después dijo a todos los presentes que se sentaran en la hierba. Tomó los dos cestos con los panes y los peces. Y alzando los brazos al cielo, los bendijo y partió los panes. Se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre todos. Y por más que repartían, nunca se acababan.

Todos comieron hasta saciar su hambre. Los discípulos recogieron las sobras en doce cestos, que quedaron completamente llenos. Y eran más de cinco mil personas las que habían comido.

 

(Mateo 14, 13-26, Lucas, 9, 10-17, Juan 6, 1-15).

 

La Biblia de los Jóvenes (2001): Nuevo Testamento, Madrid, Espasa-Calpe, p. 52.

Tenía hambre: El Diario de Ana Frank

anne-frank

 

Sra. Frank. (chillando.) ¡Otto! ¡Otto! ¡Levántate, rápido!

            (Los demás también se despiertan y apresuradamente saltan de la cama)

Sr. Frank. ¿Qué pasa? ¿Ocurre algo?

            (El Sr. Van Dann se escabulle hacia las escaleras, pero se confunde y se va hacia el otro lado. Margot rápidamente coloca un taburete bajo la lámpara colgante de la habitación central).

Sra. Frank. (Se abalanza contra el Sr. Van Dann). ¡Nos está robando la comida!

Sr. Dussel. (Sale de su habitación y se acerca apresuradamente al Sr. Van Daan. Detrás va Ana, que se ha echado una falda sobre los hombros, como si fuera un chal). ¡Usted! ¡Usted! ¡Deme esto!

Sra. Van Daan. (También se ha levantado. Los parlamentos siguientes se solapan). ¡Putti Putti! ¿Qué pasa?

Sr. Dussel. (Quitándole el pan de las manos al Sr. Van Daan mientras éste retrocede. Margot enciende la luz). Ladrón, ladrón asqueroso, que no sirve para nada… Mira que robar la comida. Miserable, miserable.

Sra. Frank. (Sujentando al Sr. Dussel). ¡Señor Dussel! ¡Por el amor de Dios! ¡Ayúdame, Peter!

            (Peter sale de su cuarto, tira de su padre con la intención de que se suelte del Sr. Dussel).

Peter. ¡Suéltelo, suéltelo!

            (El Sr. Dusel y Peter dan un estirón que derriba al Sr. Van Daan, que se queda de rodillas).

Sr. Dussel. Glotón, egoísta…

Sra. Van Daan. (Bajando las escaleras). Putti… ¿qué ha pasado?

            (Toda la bondad de la Sra. Frank, toda su dulzura y su control parecen haberla abandonado. Ahora se siente ultrajada, indignada, furiosa…).

Sra. Frank. ¡El pan! ¡Estaba robando el pan!

 

Per seguir llegint

 

GOODRICH, Frances; HACKETT, Albert: El diario de Ana Frank, Alzira, Algar, 2009, Joven teatro de papel, 4, pp. 209-212.

 

Ana Frank, la niña que no pudo ser mujer

 

Diario de Ana Frank. Llibre en pdf

 

diariodeanafrank_algar

¡Los perros olfatean carne!

Christianshavn Copenhagen

Christianshavn Copenhagen

Fotografía: Galería de kaptan_ca61

Los pensamientos se le agolparon en la cabeza. Annemarie recordó lo
que le había dicho su madre: “Si te detienen debes actuar como una 
niñita inocente”.

Miró a los soldados. Recordó cómo había mirado a los otros, asustada,
cuando la detuvieron en la calle.

Kirsti no se asustó. Kirsti solo era... eso, una niñita inocente, enfadada
porque el soldado le tocó el pelo. No sabía lo peligroso que podía ser,
y al soldado le hizo gracia.

Annemarie puso todo su empeño en comportarse como lo habría hecho
Kirsti.

-Buenos días –les dijo con cautela.

La miraron de arriba abajo en silencio. Los dos perros estaban inquietos
y alerta. Los soldados que sujetaban las correas llevaban unos guantes
gruesos.

-¿Qué haces aquí? –le preguntó uno de ellos.

Annemarie le mostró la cesta, con el trozo de pan bien visible.

-Le llevo el almuerzo a mi tío Henrik. Lo ha olvidado. Es pescador.

Los soldados miraban por encima de Annemarie y escudriñaban
los arbustos de los alrededores.

-¿Vienes sola? –le preguntó otro.
 
Para seguir leyendo, CLICA AQUÍ.

Lowry, Lois (2009) . ¿Quién cuenta las estrellas? . Barcelona : Espasa, 123-130

 Lois Lowry

Página oficial de Lois Lowry

Blog de Lois Lowry Guía de lectura de ¿Quién cuenta las estrellas?

Páginas web de interés

Información sobre la Segunda Guerra Mundial

Página web acerca del Holocausto judío

Información sobre Dinamarca
 
Cámara vídeo

La lista de Schindler . Dir.: Steven Spielberg. EE.UU, 1993

La vida es bella. Dir.: Roberto Begnini. Italia, 1999
El gran dictador. Dir.: Charles Chaplin. EE. UU, 1940

 
Llegir
Frank, A., El diario de Ana Frank
Dahl, R., Volando solo
Fährmann, W., Año de lobos
Hartman, E., Guerra sin amigos
musica 

Wojciech Kilar, Frederic Chopin. BSO de El pianista. Sony Music Entertainment, 2002

John Willians. BSO de La lista de Schindler. MCA, 1993

La Pascua del cordero

El tiempo y la promesa

LA PASCUA DEL CORDERO

Cuando llegó la Pascua del Cordero aumentaron las dudas y los temores de Juan.
Su padre lo instruía en la Ley de los judíos y en lo que apella fiesta del Pesaj significaba.
-El Pesaj es la fiesta de la libertad –le decía-. En ella recordamos la salida del pueblo de Israel de Egipto en donde estaba prisionero.
“Debemos pensar como si fuéramos nosotros los que ahora vagamos por el desierto camino hacia la tierra prometida –añadía con los ojos brillantes de entusiasmo.
“En la semana del Pesaj se festeja también la primavera, cuando los hombres están en relación estrecha con la naturaleza…”
Y mientras su padre le enseñaba, su madre y las criadas limpiaban cada rincón de la casa. Brillaba el suelo, el techo y las paredes.
Todo se hacía con sigilo y en secreto, con las puertas y las ventanas cerradas a cal y canto. Juan miraba inquieto hacia el tejado, esperando ver aparecer en cualquier momento el rostro torvo de Francisco de Toledo, mirando por la chimenea.

López Narváez, Concha (1997): El tiempo y la promesa. Madrid: Bruño. Pp. 32-40

Per llegir el text: La Pascua del cordero

Un bife texà

bife

El restaurante era de mejor nivel que los que solíamos ir en esos días. Formaba parte de un complejo que incluía hotel, estación de servicio y un pequeño shopping para los que visitaban el lugar. La mayoría de los que andaban por ahí parecían escapados de una película de vaqueros. Usaban sombreros como Clint Eastwood y caminaban cansinamente, tal vez por causa del sol que a esa hora pegaba fuerte. Como ratones de dibujitos animados que no quieren despertar al gato, cruzamos rápido y en puntas de pie la ruta 40 y nos metimos en el restaurante.

El atractivo de The Big Texan era su bife de 72 onzas, un poco más de dos kilos de pura carne vacuna texana. Si uno era capaz de comerse tamaño bife en menos de una hora, la consumición era gratuita.

-Yo me lo como en veinte minutos –dijo Ezequiel, a quien yo había visto devorar con una dedicación asombrosa los asados que hacía su tío.

Como el hombre de la recepción pensó que dudábamos, nos ofreció una ganga: si uno de nosotros se comía ese bife, todo lo que se consumiera en la mesa iría sin cargo. Era lo que necesitábamos escuchar para tomar asiento en esa parrilla a la texana. Tenía un salón enorme y fresco con mesas en reservados, muchos mozos y demasiados turistas. Definitivamente, estábamos fuera de lugar con nuestro aspecto de tipos sucios, rotosos y cansados de recorrer mil y pico kilómetros en menos de dos días. Al menos, al cabo Polonio no se lo veía en ninguna de las mesas.

Cuando Ezequiel pidió el bife de 72 onzas fue anunciado por micrófono y la gente aplaudió. Lo único que nos faltaba: convertirnos en número vivo. Una moza nos contó que desde 1960 más de treinta mil personas lo habían intentado. Sólo unas seis mil habían logrado la hazaña. Nos aconsejaba comer lentamente, ya que había una hora de tiempo para consumirlo.

OLGUÍN, Sergio S.: Vivir en Springfield, Madrid, Siruela, 2008. (Las Tres Edades, 164), pp. 159-164.

Per seguir llegint

Poesia.com

Poemes boníssims

Recull de poemes presentats en quatre blocs: bestials (animals), naturals (elements de la natura), boníssims (aliments) i de Nadal. Els poemes es poden escoltar, llegir i imprimir i van acompanyats d’una petita animació. Entre els autors destaquen Miquel Martí i Pol, Josep Carner, Miquel Desclot, Lola Casas…