Category Archives: Mèxic

Las bodas de Tecuixpo y Cuitláhuac

 

Tenochtitlan

Tenochtitlan

 

Mi padre decretó unas bodas magníficas. Regaló maíz a los cuatro barrios de Tenochtitlan. Parecía una cascada de maíz, una lluvia de abundancia que tuviera su origen en el cielo. Las bodas de Tecuixpo y Cuitláhuac eran benditas, acababan con el hambre, traían alegría y alimento a los tenochcas.

Los nobles fueron regalados con objetos de oro, turquesas y jades. La calzada de Iztapalapa parecía el camino de los dioses alegres, de los dioses risueños, de los cuatrocientos conejos, del dios Omacatl, que convidaba a la gente a comer y a reír, aquí sobre la Tierra.

La ceremonia principal fue en la mejor sala de las Casas Nuevas. Yo iba envuelta en un sueño, con un bello huipil del color de la Luna y mis cabellos de niña destrenzados, fluyendo como un río hasta la cintura. En la puerta de la sala estaba parado mi tío Cuitláhuac.

Mi novio.

 

GARCÍA ESPERÓN, María (2010): Copo de algodón, México, Ediciones el Naranjo, p.54.

 

 

El banquete de Moctezuma

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Nadie osó detenerlo. No había por qué. No había cómo. Su majestad, su grandeza interior subyugaba a todos. Dispuso no volver a usar nunca el mismo vestido, el mismo máxtlatl, el mismo calzado y ni siquiera los mismos platos. Después de usado, todo se regalaba a los nobles, que lo tenían como gran honor.

Convirtió la hora de comer en un banquete de dioses. No, digo mal. No un banquete de dioses, sino en el banquete de un dios: Moctezuma. Comía solo, le servían una a una sus hermosas mujeres, músicos escondidos detrás de una cortina endulzaban sus oídos, endiosaban su corazón con la música, le recordaban nota a nota su asumida condición sagrada.

Porque mi padre Moctezuma se asumió como Huitzilopochtli, como el mago colibrí azul. Pero de una manera muy diferente de la de mi tío Ahuízotl: mantuvo la aplastante obligación de los sacrificios humanos, pero en número mucho más reducido que el gobierno del tío abuelo; en el banquete ritual jamás comió carne de niños, solamente de hombres, y además se aproximó a las enseñanzas de los cantores de Huexotzingo y Texcoco. Cultivió la amistad de Nezahualpilli, el hijo del rey Nezahualcóyotl, que, como su padre, era finísimo poeta. 

  

GARCÍA ESPERÓN, María (2010): Copo de algodón, México, Ediciones el Naranjo, p. 33. Il. Marcos Almada Rivero

 

Reseña de María Eugenia Mendoza

Sombraluna y las naranjas

Maria García Esperón

Maria García Esperón

 

-Niñasombra no te vayas

pero si quieres salir

de la noche que es mi casa

da al jazmín algo de ti.

-¿Qué podría darte yo

que tú no tuvieras ya?

-El principio de tu sueño.

De tus sueños el final.

El trébol de madrugada,

la naranja al despertar,

la violeta en el pañuelo,

un clavel para mi ojal.

 

GARCÍA ESPERÓN, María (2008): Sombraluna, México, Solar Servicios Editoriales. Ilustraciones Lorde.

 

 

Una sirena a la sopa!!!

 

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María Concepción, decía –de aquí en adelante, Conchita-, revolvía con la cuchara el plato hondo de talavera donde le habían servido la sopa.

¡Y qué sopa! Muy aguada, en la que entre zanahorias y jitomates deshilachados nadaban seres de apariencia sospechosa, ni pescados ni camarones, sino mezcla de ambos.

-Son acociles, niña –dijo Ceferina, su nana, a la que, como ustedes, ella también acababa de conocer.

(…)

Mientras revolvía la dichosa sopa de acociles con su cuchara, pensaba que se había vuelto loca porque en el centro del plato, donde había una preciosa flor amarilla, acostada de espaldas con los ojos cerrados y la cabellera desperdigada en forma también de flor… estaba una sirena.

 

GARCÍA ESPERÓN, María: Berenice, la sirena. Bogotá. Libros&Libros, 2010, pp. 10 y 11

 Primera parte de Berenice

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En casa de María García Esperón

Blog de María García Esperón

 

¿En dónde quedaron las haches?

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 como si la escuela no fuera todo un martirio, de paso hay que cargar este mochilón por más de cuatro cuadras. Si mi mamá supiera lo que significa todo esto entendería por qué me enfurruño.

Lo bueno es que al abrir la puerta los deliciosos aromas que salían de la cocina actuaron como antídoto.

Al percibirlos, automática los dolores y hasta los malos recuerdos se esfumaron. Tenía tanta hambre que me hubiera comido un búfalo.

¿Qué se llevará bien con el búfalo? ¿Una ensalada de verduras? No, porque conociendo a mamá le pondría chayote. ¡Hmmmm, ya sé, debe ir bien con puré de papas! Todo va bien con puré de papas o con papas fritas o con guacamole o hasta con simples y frescas rodajas de jitomate.

No esperé a que mamá comenzara, como siempre a dar órdenes y recordarme cosas que una “jovencita con buenos modales” hace automáticamente cuando llega a su casa y fui a cambiarme el uniforme y a lavarme las manos.

¡No había búfalo! Pero en cambio vi la sopera con una deliciosa y humeante sopa que nos esperaba sobre la mesa, un platón rebosante de pollo en salsa verde con papas en cubos y un chiquigüite que mantenía bien calientitas las tortillas. ¡Qué mexicanismo tan chistoso: chiquigüite!* 

* Chiquigüite: cesto o canasto de mimbre en donde se conservan calientes las tortillas.

Sopa de lletres

Sopa de lletres

MENDOZA, María Eugenia: Peligro en la Aldea de las Letras. México. Edición de  la autora y coedición con la Secretaría de Educación Pública para Biblioteca de Aula 2009-2010

Para consultar la actividad de aula, CLICAD AQUÍ.

El Lindero

 ellindero

Roberta

Soy la segunda hija de Montserrat y Mauricio, mi hermano mayor es Gregorio y la chiquita es Carla, bueno no está tan chiquita, pero siempre le hemos dicho chiquita.

¡Qué  forma tan boba  de comenzar, ¿verdad?

Lo que pasa es que me cuesta mucho trabajo hablar de mí. Déjenme decirles que cuando vi que era inminente hacer todo este mitote, propuse que rifáramos los nombres de los cinco  para escribir la biografía de otro, pero nadie aceptó. Y como no quiero ser quien obstaculice este proyecto en el que mamá tiene tanto interés, pues aquí me tienen.

Cuando lean esto ya tendré 77 años ¿llegaré al 2050? Sólo me gustaría si soy de esas viejas lúcidas,  fuertes, enteritas y menos regañona de lo que soy ahora. Ya salió mi primer defecto.Tuve una infancia muy afortunada. Viví colgada de los árboles como los changos, cortando frutas verdes o maduras, no me importaba mucho. Todas me sabían deliciosas. Me fascinaba ver cómo se iban transformando las semillas que mi mamá, Abundio y otros muchachos sembraban. Para mí era como magia. Un día ves  algo tan aparentemente  insignificante  y en poco tiempo te percatas de que la vida se abre camino de forma sorprendente, que lo que parecen tímidas raíces serán la base y sustento de una planta de chile o de un árbol de naranja, no importa, siempre y cuando se le dedique  cariño, cuidados y las condiciones adecuadas para que prospere.

El contacto con los frutos de la tierra fue determinante para despertar mi vocación, aunque de no haber estado Filomena en el camino no sé si lo hubiera visto con tanta claridad. Filo es la esposa de Abundio, es una mujer encantadora con unas manos y un olfato extraordinarios, basta que toque algún alimento para que éste se convierta en un manjar. Yo sé que es difícil que me crean esto, pero estoy segura que cuando me daba una manzana o enrollaba una tortilla para entretener mi hambre antes de la hora de la comida, esos sencillos alimentos se convertían en manjares, como si en su interior se concentraran más sabores que los propios de una manzana o una tortilla. Todo el mundo dice que con hambre todo sabe rico, pero muchas veces hice el experimento y le pedía a alguien más  que me lavara una manzana o me diera la famosa tortilla y no pasaba nada, sabían bien, pero nada más.

Esto no se lo había dicho a nadie hasta que un día que estaba platicando con mi mamá, ella me confesó que siempre había tenido la misma sensación.

Lo de Filo viene a cuento porque con ella aprendí muchos secretos de cocina, muchos secretos de la vida y de la seducción.

La cocina es el lugar más sensual de cualquier casa, en ella se llevan a cabo las transformaciones más sorprendentes que uno pueda imaginar. La alquimia y luego la química están en deuda con las cocinas, que sin duda, fueron los primeros laboratorios.

 

 

 

Per seguir llegint: El Lindero

Mendoza, María Eugenia (2003): El Lindero. México: SM. (Gran Angular, 16). Pàg. 69-75.