
Roberta
Soy la segunda hija de Montserrat y Mauricio, mi hermano mayor es Gregorio y la chiquita es Carla, bueno no está tan chiquita, pero siempre le hemos dicho chiquita.
¡Qué forma tan boba de comenzar, ¿verdad?
Lo que pasa es que me cuesta mucho trabajo hablar de mí. Déjenme decirles que cuando vi que era inminente hacer todo este mitote, propuse que rifáramos los nombres de los cinco para escribir la biografía de otro, pero nadie aceptó. Y como no quiero ser quien obstaculice este proyecto en el que mamá tiene tanto interés, pues aquí me tienen.
Cuando lean esto ya tendré 77 años ¿llegaré al 2050? Sólo me gustaría si soy de esas viejas lúcidas, fuertes, enteritas y menos regañona de lo que soy ahora. Ya salió mi primer defecto.Tuve una infancia muy afortunada. Viví colgada de los árboles como los changos, cortando frutas verdes o maduras, no me importaba mucho. Todas me sabían deliciosas. Me fascinaba ver cómo se iban transformando las semillas que mi mamá, Abundio y otros muchachos sembraban. Para mí era como magia. Un día ves algo tan aparentemente insignificante y en poco tiempo te percatas de que la vida se abre camino de forma sorprendente, que lo que parecen tímidas raíces serán la base y sustento de una planta de chile o de un árbol de naranja, no importa, siempre y cuando se le dedique cariño, cuidados y las condiciones adecuadas para que prospere.
El contacto con los frutos de la tierra fue determinante para despertar mi vocación, aunque de no haber estado Filomena en el camino no sé si lo hubiera visto con tanta claridad. Filo es la esposa de Abundio, es una mujer encantadora con unas manos y un olfato extraordinarios, basta que toque algún alimento para que éste se convierta en un manjar. Yo sé que es difícil que me crean esto, pero estoy segura que cuando me daba una manzana o enrollaba una tortilla para entretener mi hambre antes de la hora de la comida, esos sencillos alimentos se convertían en manjares, como si en su interior se concentraran más sabores que los propios de una manzana o una tortilla. Todo el mundo dice que con hambre todo sabe rico, pero muchas veces hice el experimento y le pedía a alguien más que me lavara una manzana o me diera la famosa tortilla y no pasaba nada, sabían bien, pero nada más.
Esto no se lo había dicho a nadie hasta que un día que estaba platicando con mi mamá, ella me confesó que siempre había tenido la misma sensación.
Lo de Filo viene a cuento porque con ella aprendí muchos secretos de cocina, muchos secretos de la vida y de la seducción.
La cocina es el lugar más sensual de cualquier casa, en ella se llevan a cabo las transformaciones más sorprendentes que uno pueda imaginar. La alquimia y luego la química están en deuda con las cocinas, que sin duda, fueron los primeros laboratorios.
Per seguir llegint: El Lindero
Mendoza, María Eugenia (2003): El Lindero. México: SM. (Gran Angular, 16). Pàg. 69-75.