Tag Archives: Pastissos

El deseo de comer tarta de manzana

 

Tarta de manzana

Tarta de manzana

“-¡Tarta de manzana!

-¡Exactamente, tarta de manzana! –exclamó la voz de Delicia Esquelética. Hablaba desde un micrófono oculto-. En el horno –prosiguió-, se está cociendo una tarta de manzana. ¡Si pudieras verla! Es una delicia: inflada y tierna por los lados, completamente recubierta de rodajitas de fruta acaramelada. Qué lástima, cerdito mío, que tú nunca llegues a comerla. ¡Nunca!

Era una tortura espantosa. Michele se tapó la nariz y trató de respirar por la boca.

Al olorcillo a tarta de manzana le siguieron los aromas de los rollitos rellenos, al de rollitos, el de natillas y macarrones gratinados, al de macarrones, el de caramelos, y así sin cesar.

Aquella noche, Michele lloró, un poco por todos aquellos aromas y un poco porque, en el fondo, él había querido a sus padres postizos”.

  

TAMARO, Susanna (1995): El caballero Corazón de Melón, Barcelona, Grijalbo Mondadori, p. pág. 57.

 

cats

Una tarta de frambuesa muy polémica

Tarta de frambuesa

Tarta de frambuesa

 

Cuando el coche giró la última curva del blanco camino, Michele se asomó por la ventanilla y agitando un brazo comenzó a saludar a la abuela; en cuanto se detuvieron, bajó corriendo para abrazarla.

-¡Cariño! –exclamó la abuela besándolo en las mejillas-. ¡Qué grande estás! ¡Anda, pasa, acabo de hacer una tarta de frambuesas!

-¡Mamá! –le gritó Angélica, que estaba descargando la maleta-. ¿Cuántas veces tengo que decirte que el niño está haciendo régimen?

-Ay, Dios, ¿está enfermo? –preguntó la abuela, poniéndose triste de repente.

-No, mamá, está muy bien. Lo único que le pasa es que está gordo como un pavo antes de Navidad.

La abuela le puso a Michele la mano en la barbilla y lo obligó a levantar la cabeza. Lo miró atentamente y dijo:

-No es eso, Angélica, te equivocas, está robusto, nada más. Además, la tarta que hice no es una tarta tarta con todas las de la ley… prácticamente no tiene nada más que fruta. Apenas lleva harina, muy poco azúcar, cosa de nada; además, ya sabes que tú de niña eras igual, los niños tienen que alimentarse bien porque están en edad de crecer.

A cada palabra que decía la abuela, Michele, que estaba a su lado, asentía satisfecho con la cabeza.

Pero su madre no parecía nada contenta de lo que decía la abuela.

-¡Mamá! –exclamó, con un tono de voz exagerado-. En primer lugar, yo nunca he estado gorda. En segundo lugar, Michele ya ha comido lo suficiente para vivir perfectamente cinco años sin probar bocado, ¿está claro?

Dicho lo cual, la madre subió al coche hecha un manojo de nervios, cerró de un portazo y asomándose por la ventanilla abierta, con el motor en marcha, le gritó a Michele:

-¡Cuando vuelva, como descubra que has engordado un solo gramo, el año que viene en lugar de traerte a casa de la abuela te meteré en un colegio!

Retrocedió bruscamente y el coche desapareció por el blanco camino, envuelto en una nube de polvo.

Cuando se quedaron solos, la abuela le dijo a Michele:

-Anda, démonos prisa, que todavía estará caliente.

En la cocina, cortó una buena ración de tarta, se la sirvió en un plato y le preguntó:

-¿Te pongo un poco de nata, tesoro mío?

-No, abuela –respondió Michele con la boca llena-, ¡no puedo!

-¿Tienes problemas de hígado?

-No, abuela, es que la nata…

-Pero cariño, la tarta me ha salido tan seca… con un poquito de nata no se notaría tanto. ¿De veras no la quieres?

-Bueno, sí abuela, pero sólo una cucharadita, para probarla.

Se comieron tres trozos de tarta cada uno; después, como el sol se había puesto y ya empezaba a hacer un poco de fresquito, la abuela preparó chocolate caliente.

Se lo tomaron juntos, sentados delante de la puerta de casa.”

 

TAMARO, Susanna (1995): El caballero Corazón de Melón, Barcelona, Grijalbo Mondadori, pp. 25-28

 cats

 

 

 

No m`han quedat sequeles

Cathou Cathare (2007). Salon du chocolat

Cathou Cathare (2007). Salon du chocolat

A veure… no sé com va començar, què va ser primer, vull dir… Ja se`m barregen algunes coses… Primer no dormia, després vaig deixar de banda el menjar… No ho sé, estava massa capficada per pensar a menjar… Em vaig aprimar molt, sí. Home, seqüeles… No, d`aquella etapa no es pot dir que m`hagin quedat, de seqüeles… Per sort, no va ser prou temps perquè m`acabés afectant els ronyons, ni les genives. Vaig sofrir d`amenorrea quatre o cinc mesos, i ja em vaig espantar… Sí, en coneixia els símptomes… D`alguna cosa m`havia de servir, haver estudiat medicina! Potser va ser veure tants casos d`anorèxia nerviosa, a l`hospital, el que em va donar el senyal d`alerta. De manera que vaig tornar a menjar. Però vaig descobrir en el menjar una droga molt dura, que no podia deixar… Home, és que no és que pugui posar una data de començament i una de final, exactament, però la bulímia deu ser de finals del 97. Al principi poc, després més sovint. No, no vomitava, al principi… Dos mesos, potser… Em vaig engreixar uns sis, set quilos… Exacte… En això, haver vist tants casos em va ser perjudicial… Home, perquè em sabia molts truquets, ja… Com amagar-se… com vomitar… Ho vaig arribar a fer en lavabos públics també. Sí restaurants, bars… Com més es practica, menys temps es necessita… Qualsevol cosa. I ara! Encara que fos pa sec! M`he arribat a menjar el pa dur que guardava per a la veïna… És que la seva mare tenia gallines, al poble… Jo ja ho intentava, no tenir menjar a casa… però era igual. Si no tenia xocolata, magdalenes o pastissets, m`atipava de tonyina, fesols, pa mullat en llet… El que fos.

 

 BAGÉS, Noemi (2008): I la mort em parlava, Barcelona, Barcanova, Antaviana Jove, 71, p.58-59.

 

Més informació en DE LA LITERATURA A LES CUINES DE LA MEDITERRÀNIA.

 

 cats

 

Comer en el avión

el-retrato-de-carlota

Enseguida llegamos al mar, el Mediterráneo quedaba debajo de nuestros pies, azul, verde, con algunas sombras oscuras que eran el antirreflejo de las pequeñas nubes que atravesábamos. Nos dieron de comer una ensalada de jamón, un zumo de naranja y uno de estos pastelitos borrachos con una guinda roja en el medio. Me lo comí todo, incluso el pan con mantequilla que en casa no podía soportar. Allí dentro todo era diferente. Saqué un libro.

 

ALDECOA, Ana (2003): El retrato de Carlota, Madrid, Anaya, Espacio Abierto, 104, p. 8.

¿Y la salchicha?

 

 

salchichas

 

La mamá de Miguel empezó enseguida a poner la mesa. Le cayeron algunas lágrimas sobre la ensalada de arenques cuando la llevaba en las manos, pero la puso en la mesa juntamente con los rollos de carne, las chuletas de cerdo y las tartas de queso y todo lo demás. La señora Petrell se relamía. Aquello parecía prometedor. Pero todavía no había visto la salchicha y eso la inquietó.

De pronto, la mamá de Miguel dijo:

-Lina, se nos ha olvidado la salchicha. ¡Corre enseguida a buscarla!

Lina salió corriendo. Todos estaban esperando con ansiedad, y la señora Petrell asentía:

-Sí la salchicha. Nos sabrá riquísima en medio de esta pesadumbre.

 

LINDGREN, Astrid (2010): Las aventuras de Miguel el travieso, Barcelona, Juventud, p. 55.

 

¡Esto tiene que estar muy bueno!

Astrid Lingren amb la Pippi televisiva

Astrid Lingren amb la Pippi televisiva

 

-¡Esto tiene cara de estar muy bueno! ¿Cuándo vamos a empezar?

En este momento entró la sirvienta con la tetera, y la señora Settergreen preguntó:

-¿Tomamos el té ya?

-¡Eh, que soy yo la primera! –advirtió  Pippi.

Y en dos saltos se plantó al lado de la mesa. Arrambló todas las pastas que pudo de una bandeja, echó cinco terrones de azúcar en su taza de té, vació en ella buena parte de la nata que había en una fuente y volvió a su silla con el botín, antes de que las damas tuvieran tiempo de llegar a la mesa.

Pippi estiró las piernas y colocó su plato de pastas entre sus pies. Seguidamente empezó a mojar pastas en la taza de té y a llevárselas a la boca, donde acumuló tan cantidad de ellas que no podía pronunciar palabra, por mucho que lo intentaba. En un santiamén dio fin a las pastas. Entonces se levantó, golpeó el plato con los nudillos como quien toca una pandereta y se acercó a la mesa para ver si quedaba algo. Las damas la miraban con un gesto de reprobación, pero ella no se daba cuenta.

Charlando alegremente y cogiendo ahora un pastel, luego otro, dio varias vueltas a la mesa.

-Les agradezco mucho que me hayan invitado –manifestó-. Nunca había asistido a un té.

En la mesa había un gran pastel de crema con un adorno de color rojo en el centro. Pippi lo contempló con las manos en la espalda. De pronto se inclinó y apresó el adorno con los dientes. Pero esta pesca fue tan precipitada, que, cuando volvió a ponerse derecha, su cara estaba cubierta de crema.

 

LINDGREN, Astrid (2010): Pippi Calzaslargas, Barcelona, Ed. Juventud, Il. Richard Kennedy, p. 

105-106

El Oro del Rhin: una confiteria al sur de Xile

tarta-de-moras 

 El taxi estacionó en el número 316 de la calle Chacabuco. De un solo piso, la pastelería El Oro del Rhin poseía dos ventanales a la calle decorados con albas cortinillas de tul a través de los cuales se veían los mesones vidriados con galletas, tortas de merengue y pasteles de murta silvestre. 

 

Murta del Sur de Chile

Murta del Sur de Chile

No llovía en esos momentos, pero mientras acomodábamos en la vereda nuestro equipaje, sentimos sobre nuestras cabezas leves chispas de agua, el graznido de las gaviotas y la bocanada fresca y aromada a temporal que venía del mar.

Llevando nuestras maletas, entramos a la tibieza azucarada de la confitería. Mi madre se acercó al mostrador y preguntó por el señor Karl Heinz Jugendbloedt al tiempo que extendía una tarjeta con el nombre escrito. El dueño estaba ocupado en su oficina, pero, según dijo la señorita de perfecta cofia, no tardaría en salir. Mi madre sugirió que entretanto podríamos aguardarlo tomando una taza de té, de modo que nos dirigimos a una mesita detrás de un escaparate con novios de azúcar glasé y niñas diminutas vestidas de Primera Comunión.

-Ese señor que sale de la oficina debe ser Karl Heinz –dijo mi madre-. Vi su foto en el atelier de Corina.

Y mientras bebíamos una taza de té con Kuchen de murras [nombre que reciben las moras en el sur de Chile] y oíamos la orquestina que interpretaba la Danza Húngara de Johannes Brahms, nos quedamos aguardando que el dueño de la confitería se desocupara.

 

Peña Muñoz, Manuel: Mágico Sur, Madrid, SM, (3 2000), pp. 37-38

 

 

Texto en PDF

 

 “En fino papel azul…”. Sobre la obra narrativa de Manuel Peña Muñoz.

 Emma Artiles