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La comida del sabbath

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Una vez en casa de su abuelo, los dos primos procedieron a lavarse las manos y los pies. Esther y la madre de Samuel se los lavaban a su marido, al abuelo y a los tíos, en tanto que la madre de Leví y la mujer de Marcos lo hacían con los invitados, y les ungían los pies con perfumes, pues era costumbre que las mujeres realizaran esta tarea. El lavatorio de pies y manos era un ritual obligado antes del almuerzo, pero los sábados se hacía con una mayor ceremonia, ya que, al no tener que ir a trabajar, la comida era mucho más relajada que la del resto de la semana, y la sobremesa solía prolongarse hasta la caída de la tarde, cuando aparecían las primeras estrellas.

A continuación, se sentaron en unos almohadones en torno a la mesa, y el abuelo pidió al padre de Samuel que realizara la bendición de los alimentos y las oraciones de acción de gracias. Luego, él mismo fue poniendo sobre el pan ácimo pedazos de pollo asado en la víspera –ya que en el sabbath no se podía cocinar- y repartiéndolo entre los comensales, mientras su mujer escanciaba el vino en las copas. En el centro de la mesa había vasijas de distintos tamaños con lentejas, mantequilla, queso, higos y frutos secos, y en medio, uno que contenía la salsa en la que podían mojar el pan por turnos.

Al finalizar la comida, las mujeres se retiraron al gineceo mientras los hombres permanecían charlando en uno de los patios de la hacienda.

MENÉNDEZ-PONTE, María (2010): Si lo dicta el corazón, Madrid, SM, (Los libros de María, 4), (p. 21).

 

 

M`agraden els supermercats!!!

supermercat

 

M`agraden els supermercats, com més grans millor. O sigui, que m`agraden els hípers, els mega, els mamuts, els supermonstres. És un rotllo quan hi vaig amb els pares, perquè no paren de ratllar-me que cal fer una dieta equilibrada i m`atabalen amb la teoria sobre la necessitat de menjar molta verdura i d`alternar peix, ous i carn d`una manera equilibrada i raonable. Resultat: que al final sortim sempre amb un carro avorridíssim, encara que, això sí, tan equilibrat que m`estranya que no hi hagi a la porta una representació d`algun organisme oficial per atorgar-nos la medalla d`or europea al consum responsable.

Si fos per mi, ho tindria sempre claríssim: ompliria el carro de iogurts de diferents gustos, cocacoles, corn flakes, donuts, galetes, gelats, pizzes congelades i patates fregides. I apa, a viure! Que hi falta carn? Molt bé: doncs posem-hi unes quantes hamburgueses envasades, d`aquestes que van en paquets de dues i amb un plàstic per sobre. O unes salsitxes de Frankfurt envasades al buit. Peix. Uns quants trossos de lluç arrebossat, d`aquest quadrat que ja ve congelat. No, si ja dic jo que la vida seria molt més fàcil si no manessin els grans.

Quan vaig al súper m`agrada passejar pels llargs corredors plens de prestatges amb llaunes de beguda a banda i banda. És un paisatge que em fa feliç. Quan estic deprimit i baix de forma, és una cosa que em renova. Si pogués, vindria al súper amb els patins de línia i lliscaria amunt i avall sabent que sóc en territori amic. Llaunes, iogurts, galetes, congelats, corn flakes… Aquest és el meu món! Fins i tot allò que no m`agrada llueix en un súper. Està tan ben posat als prestatges, tan ben il·luminat, amb el preu ben clar i sovint amb megaofertes temptadores. “Agafin`n tres i emporti-se`n quatre”. Gangues, autèntiques gangues, tot i que la mare sempre diu que són enganyifes i que no es pensa deixar enredar. Ho confesso: si fos per mi, viuria només del meravellós món de les ofertes. Et sents tan bé quan menges una cosa i saps que l`has pagat a la meitat del preu oficial.

M`agraden els súpers perquè tenen un aire net i asèptic, com el menjar d`avió, que a mi m`encanta i que el pare sempre diu que és un fàstic. Segur que ho fa per fer-se veure. O perquè és gratis. Li deu semblar que queda molt millor dir que és deliciós un menjar pel qual ha pagat 5.000 pessetes per barba. A ell, si no li posen litres d`alguna salsa amb nom en francès i un plat decorat com si fos un quadre no està content. Si a sobre hi afegeixes un vi francès ja és el deliri. Segur que té el mateix gust que un vi d`aquí, però allò de veure l`etiqueta en francès l`excita d`una manera especial.

Els súpers, per a mi, són infinitament millors que els mercats, on trobes els enciams i les pastanagues bruts i plens de terra com si els acabessin de collir de l`hort i on les venedores criden d`una manera escandalosa. Als súpers tos és diferent. Hi ha més llum, els empleats van uniformats i somriuen i hi ha una renglera de caixes registradores que fan una música segle XXI total. El meu cel, definitivament, s`assembla molt a un súper. M`hi quedaria a viure.

 pp. 97-99.

MORET, Xavier (1999): La vida és rara, Barcelona, Cruïlla, Gran Angular, 105,

Provisions per L`Armada Invencible

"Armada Invencible"  (Aert van Autum, Rijksmuseum, Amsterdam)

"Armada Invencible" (Aert van Autum, Rijksmuseum, Amsterdam)

Nos detuvimos frente a la galeaza, el sol iluminaba el rojo bermellón de su casco y arrancaba destellos a las tallas doradas que adornaban el maderamen, los fanales de cobre relucían en el castillo de popa y en la proa una escultura femenina semidesnuda que hacía de mascarón se balanceaba mostrando sus pechos desnudos. Aunque todavía los hombres de guerra y la marinería subían y bajaban por las cubiertas, había una cierta calma y se podía escuchar el ruido de las banderolas y de los pendoles agitados por la brisa y el golpeteo de los palos y la jarcia.

De la ciudad empezaron a llegar provisiones de auxilio que se amontonaban en los diques: toneles de agua y de vino, sacos de sal, de legumbres, pellejos de aceite y de vinagre y grandes cestos de pan.

Los carros, las carretillas y las mulas, que con sus cargas a rebosar se dirigían a los cobertizos del malecón, entorpecían el paso. 

SANZ, Blanca (1999): Aquellas costas de Inglaterra, Barcelona, Emecé Editores,  p. 64. 

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Activitats d’aula: 2n d’ESO 

Dinar de casament

Miguel Hernández y Josefina Manresa

Miguel Hernández y Josefina Manresa

 

Recibí el correspondiente permiso y el día nueve de marzo de mil novecientos treinta y siete, a las doce del mediodía, en el Juzgado Civil de Orihuela, teniendo como testigos a mis mejores amigos de la tahona de Carlitos Fenoll, el alcalde del pueblo nos declaró marido y mujer. Fue un día feliz. Después de la ceremonia nos trasladamos a la calle de Arriba, donde mi querida madre, Concheta, preparó para todos los invitados un arroz estupendo, regado con excelente vino. Fue una comida muy animada, en cuya sobremesa cantamos y bailamos en el patio, en el corral, sin que a los animales pareciera importarles demasiado. Me sentía feliz, y seguro que se me notaba a la legua. También lo parecía Josefina, que no cesaba de regalar grandes sonrisas y pequeñas lágrimas que desaparecían en su traje de novia negro.

 

VARA, Mariano (2010): Tren de ida y vuelta, Alzira, Algar, Algar Joven, 44, pág. 146.

 

 

Miguel Hernández viatja a Madrid

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En Alicante compré un billete de tercera clase a Madrid. El edificio de la estación, muy abierto, dejaba pasar un frío intenso. No quise ponerme el abrigo que llevaba en los brazos, aunque carecía de supersticiones, pensé que estrenarlo en Madrid podría ser el augurio de una buena suerte. Después de un retraso considerable, el tren comenzó a silbar y subí a mi vagón. Me acomodé en un asiento de madera verdaderamente incómodo. Puse el abrigo sobre mis hombros y cerré los ojos con la intención de dormir un rato, pero el insomnio se me había colado en el cerebro y fue imposible pegar ojo. A mi lado otros viajeros, quizás más habituados al tren, sí que lograron conciliar un sueño que me produjo verdadera envidia. Al cabo de unas horas, mis compañeros de asiento volvieron a abrir los ojos y comenzaron a sacar de sus cestas todo tipo de comida, especialmente chorizo y queso, que comieron con la misma lentitud con la que el tren avanzaba. También yo saqué pan, un trozo de queso y un poco de jamón que mi hermana había envuelto en papel de estraza. Un hombre de edad avanzada me pasó una botella de gaseosa que había rellenado con vino tinto.

-Beba, joven, beba.

-Muchas gracias.

Tomé la botella y eché un pequeño trago. Compartimos nuestras viandas y un poco de agradable conversación.

 

  pág. 55

VARA, Mariano (2010): Tren de ida y vuelta, Alzira, Algar, Algar Joven, 44,

 

Ressenya del llibre a Culturamas

 

Amb el vi no s’hi juga

memorias

 

La reina dio una palmada para indicar que la conferencia había finalizado, se puso en pie y caminó seguida de su marido hacia el comedor.

Si los cardenales tienen su bocado, que debe ser muy sabroso por la fama que gastan, la comida de los reyes es suculenta, bien servida y apetitosa nada más verla en las fuentes, y si la regáis con sus buenos caldos de vino, aquello sabe a gloria.

Y hablando de vinos, un día vi una cosa triste. Eduardo Valentín, un cristiano nuevo de Zamora, fue juzgado y ajusticiado en la plaza mayor. Había sido contratado por el arcediano don Juan Rodríguez de Fonseca para proveer de vino a nuestra expedición a las Indias. Algo más de un centenar de toneles, protegidos con cuero crudo y bien sellados, llegaron a Cádiz y los almacenaron para embarcarlos en su momento. Pero el señor de Fonseca es un cura zorro; mandó un catador y el vino estaba aguado. Sí, en esta tierra de Dios, donde el vino puede ser hasta pobre y pelón, pero nunca aguado, habían tenido la mala uva de adulterarlo sin misericordia.

El catador se dio el lujo de probar uno a uno todos los toneles, y ninguno, siquiera por vergüenza, estaba como mandan los cánones.

Prendieron al infeliz Eduardo Valentín, le hicieron un juicio inmediato. Alegó que por su enfermedad no podía probar bebidas espirituosas y que seguramente a él también le engañaron.

Nadie le creyó; demostraron que empinaba el codo como pocos y fue condenado a morir en la horca.

 

 Villanes, Carlos: Memorias del segundo viaje de Colón, Madrid, Anaya, 2006,  (Espacio Abierto, 118), pp. 17-18.

 

Un dinar especial…

Comida con los Faraday

Escalopes rellenos

Escalopes rellenos

 

 

 

Domingo, 4 de julio, comida con los Faraday. Mamá lo había apuntado en un post-it que había pegado en la nevera, junto a los imanes y la nota de la compra. Para Selene era una amenaza insoslayable.

Y por fin había llegado.

Las dominicales comidas con los Faraday representaban una de esas raras ocasiones en que las tres generaciones conspiraban, deponiendo sus respectivos egos, en la cocina. Dos o tres horas de laboreo culinario en que hija, madre y abuela se repartían menesteres y compaginaban gustos y aderezos.

Eso, en teoría. A la postre siempre venía mamá. Ella gobernaba el timón, Esta vez había escogido un menú que a la abuela no se le antojaba muy apropiado para aquellas fechas calurosas. De primero, pochas con carabineros. De segundo, escalopes rellenos. De postre, crema de Idiazábal.

-Las pochas no casan con estos calores –refunfuñó la abuela-. Haríamos mejor preparando un gazpacho manchego como Dios manda.

-¡Oh, cállate, mamá, por favor!

Selene debía hacer acopio de valor para soportar aquellas sesiones. Eran terroríficas por muchos motivos. La fatiga no era ni mucho menos el peor de ellos. Lo realmente insufrible era la tensión, que se apoderaba de la cocina, a los quince minutos, como estratos de tupidas telarañas, volviéndolo pegajoso, asfixiante.

-¿Hemos comprado el vino, mamá? Ah, no, qué tonta soy. El señor Faraday se encarga de eso. Hija, ¿has pelado los carabineros? Reserva los cuerpos. Mamá, pica una cebolla, un puerro y un diente de ajo. Hay que rehogarlo en aceite. Eso. Así. ¡Cuidado, mamá! ¡Sólo diez minutos! ¡Baja ese fuego! ¿Ya están las cabezas de los carabineros, Sele? Bien. Échalos a la cazuela. ¡Mamá, eso más que rehogado está achicharrado!

Claudín, Fernando: A cielo abierto, Madrid, Anaya, 2000, (Espacio Abierto, 80), pp. 91-93.

Text sencer

 

 

 

La Pascua del cordero

El tiempo y la promesa

LA PASCUA DEL CORDERO

Cuando llegó la Pascua del Cordero aumentaron las dudas y los temores de Juan.
Su padre lo instruía en la Ley de los judíos y en lo que apella fiesta del Pesaj significaba.
-El Pesaj es la fiesta de la libertad –le decía-. En ella recordamos la salida del pueblo de Israel de Egipto en donde estaba prisionero.
“Debemos pensar como si fuéramos nosotros los que ahora vagamos por el desierto camino hacia la tierra prometida –añadía con los ojos brillantes de entusiasmo.
“En la semana del Pesaj se festeja también la primavera, cuando los hombres están en relación estrecha con la naturaleza…”
Y mientras su padre le enseñaba, su madre y las criadas limpiaban cada rincón de la casa. Brillaba el suelo, el techo y las paredes.
Todo se hacía con sigilo y en secreto, con las puertas y las ventanas cerradas a cal y canto. Juan miraba inquieto hacia el tejado, esperando ver aparecer en cualquier momento el rostro torvo de Francisco de Toledo, mirando por la chimenea.

López Narváez, Concha (1997): El tiempo y la promesa. Madrid: Bruño. Pp. 32-40

Per llegir el text: La Pascua del cordero

La otra orilla

Planta del tabac

La conquista d`Amèrica: nous aliments

Los hombres se rieron. Sacaron de sus bohíos unos cartuchos de hojas marrones enrolladas, que encendieron por un lado y aspiraron por el otro para echar humo inmediatamente.

Nos lo ofrecieron y los aceptamos. Y el humo era algo fuerte y picante, pero a los hombres les gustó y decían que los ponía eufóricos.

Luis de Torres les preguntó cómo se llamaba la planta mágica que usaban.

-Cao-ba –le respondieron.

Nosotros, después a la cao-ba le pusimos el nombre de tabaco.

Yo también lo probé… Fui el primer chico de este lado del mundo que lo hizo.

Retornamos a las naves muy agotados con la historia del tabaco, pero sin haber conseguido la menor noticia del Gran Khan de Cipango.

Colón no se dio por vencido. Aseguró que allí estaba la gran isla asiática. Envió nuevas expediciones por mar y por tierra en busca de mayor información.

Finalmente, nos enteramos de que los nativos huían cuando preguntábamos por el Gran Khan, porque ellos lo confundían con los “kane” o “kani”, según decían otros. Era una tribu guerrera muy belicosa del Caribe que, de cuando en cuando, hacía incursiones en cuba y se llevaba prisioneros, sin retorno.

Hicimos amistades y nos ofrecieron riquísimas variedades de plátanos, piñas, nueces y cacahuetes, mangos, cocos, maracuyá, chirimoyas, aguacates, papayas y muchas otras.

Comían también fréjoles, que nosotros luego llamamos judías, camotes o boniatos, y una especie de tortitas muy delicadas que fabricaban con maíz.

Tenían otra planta cuyo fruto lo sacaban de las raíces: se llamaba yuca. Era grande, de carne blanca y muy sabrosa, Con ella elaboraban panes y un exquisito vino.

También hacían vino de maíz, y al beberlo en buena cantidad se embriagaban y danzaban felices.

 

VILLANES, Carlos (1992): La otra orilla. Madrid: Anaya. Espacio Abierto, 12, pàg. 69