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Honduras y el mondongo

 

Baleada
Baleada

Baleadas, poporolos, mondongos, tajaditos, arepas, tacachos. También Roque se reía, “Que alguien me lo explique, porfa”,  he suplicado yo. “El pobre sólo tenía hambre y sed”, me han contado, “el mondongo es una receta muy popular en Honduras, una especie de plato nacional, que se hace con estómago de vaca de verdura; Salvavidas es una marca de cerveza, Con un nombre muy apropiado, por cierto”. No me han entrado ganas de probar el mondongo después de esta definición. “Yo prefiero las tajaditas o las baleadas”, ha dicho Irving. “¿Y eso qué es?” “Las tajaditas son como los tostones; las baleadas, como las quesadillas”. Se me ha puesto cara de interrogante. “¿Aún no lo entiendes?”, Irving se divertía con mi ignorancia. Pues no, eso no era ninguna explicación y no tenía la menor gracia que se estuviera riendo de mí. “Una cosa es parecida a las arepas, pero más fina. Lo otro es exactamente lo mismo que el tacacho, sólo que sin trocear”. “Te toma el pelo”, ha dicho Roque. Vaya, como si yo no lo hubiera notado. Dejando aparte que a nadie le gusta que le tomen el pelo, debo reconocer que me tenía alucinada la cultura latinoamericana de Irving.

Santos, Care (2000): La ruta del huracán. Barcelona: Alba, pp. 109-111

El Salvador i las pupusas

pupusas

Una pupusería (o, por lo menos, la pupusería Margoth) es como un bar de esos que ponen en las ferias, pero sin jamones ni chorizos colgando por todas partes. Hay largas mesas de madera, grandes bancos donde sentarse, y un mostrador al final, donde se piden las pupusas a una empleada. Esperamos a que Guillermo encargara media docena de pupusas variadas. También trajo café para los tres, aunque yo prefería cocacola. Me miró mal, pero le dije que por mucho que la cocacola sea el símbolo más evidente del imperialismo capitalista yanqui, yo no voy a privarme del placer de beberla. Además, eso de cenar a las siete de la tarde tomando café del que llaman americano (es decir, café aguado), se me hacía demasiado raro para ser mi primer día.

Las pupusas están mejor que las hamburguesas. Para que ye hagas una idea aproximada, una pupusa es un redondel parecido al pan de pita libanés, sólo que más duro y un poco tostado, porque se asan sobre una plancha. Saben al maíz con que amasan, y pueden estar rellenas de (atención, ahora te voy a dar una lección de “salvadoreñismo”): queso, queso con loroco, chicharrón o revuelto. Te preguntarás qué es el loroco. Yo también lo pregunté y ahora te digo lo mismo que me contestaron a mí, que no me sacó de ninguna duda, por cierto: “El loroco es la flor de una planta”. Cuando vea uno, te informaré de otros detalles, como de qué color es o a qué sabe. También pregunté qué era el chicharrón. Nacho se echó a reír. “Pero si de eso también hay en España”, Aida. Me lo explicó Diana: “Son como pellejos de cerdo fritos”. Las revueltas llevan todo lo anterior además de habichuelas (en realidad se llaman frijoles). Probé una de éstas. Me dijeron que son las mejores, y es verdad. Estaba guay. Las pupusas se aliñan con una ensalada de col –ellos la llaman curtido- que suele estar sobre la mesa, como el quetchup o la mostaza en las hamburgueserías. Así que, ya ves, ir a comer pupusas es como apuntarse a clases de vocabulario, gastronomía y cultura general. Nacho opina que la gastronomía es lo que primero de ata a una tierra extraña. Puede ser. Pero yo necesito unos días más para acostumbrarme a tantos sabores raros.”

 Santos, Care (2000): La ruta del huracán. Barcelona: Alba, pp. 37-39.