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Què menjava un anacoreta?

 

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Mi tía Hermenegilda, la de Babilafuente, que vivió más de cien años, llegó a conocer al raro anacoreta poco antes de que muriera, y afirmaba que era de increíble frugalidad y de vida tan mortificada y piadosa, que servía de ejemplo a cuantos lo frecuentaban.

Sustentábase casi exclusivamente de frutos secos, que le hacían llegar dos veces a la semana por medio de un cucurucho de papel, en el que iban introduciéndolos poco a poco. Aseguraba que las raciones eran tan exiguas que daba pena, pero que el clérigo se negaba a ingerir otra cosa, salvo algo de queso, si el día que le tocaba era fiesta de guardar, y algunas frutas escarchadas por Pentecostés. Solo bebía agua una vez al día, y tan poca que más parecía gorrión que hombre hecho y derecho, como decían que era los que le trataron antes de encerrarse.

 

FERNÁNDEZ-PACHECO, Miguel: Siete historias para la Infanta Margarita, Madrid, Siruela, 2001. Las Tres Edades, 84, p. 132.

 

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El “boucan”

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Su aspecto ciertamente aterraba. Además, eran casi todos herejes, ya anglicanos, ya hugonotes, ya anabaptistas. Muchos de ellos provenían de ejércitos licenciados, aunque los había también desertores, exiliados por cuestiones religiosas, plantadores arruinados, jugadores con deudas y hasta reos escapados de los presidios.

Asaban sus cochinos, tras despellejarlos, cortarlos en tiras y untarlos con sal, en unas parrillas tejidas con ramas verdes, que los caribes llamaban barbacoa, y que se ponían sobre hogueras también alimentadas con leña verde, para que produjera abundante humo. Así, conseguían una carne salada y ahumada que, también en lengua caribe, se denominaba boucan. De ahí viene el nombre de bucanero.

Este boucan, que se comía bien crudo, como nuestro jamón, bien guisado, tras ablandarlo en agua, era un alimento codiciadísimo por cuantas naves surcaban esos mares tropicales, dado que se conservaba en las húmedas y calientes bodegas más tiempo que ninguna otra carne, y aseguraban que, consumiéndola, se alejaba el temido escorbuto.

 

FERNÁNDEZ-PACHECO, Miguel: Siete historias para la Infanta Margarita, Madrid, Siruela, 2001. Las Tres Edades, 84, pp. 75-76.

Ficha bibliográfica

 

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