Las gemelas hablan de sus cosas con voces de pitiminí. Yo quiero esto, dicen; esto no lo quiero. La casa huele a aceite de oliva. A las nueve de la noche se oye el roce de los cacharros, el batir rítmico de los huevos; en la cocina propia o en la de al lado.
Afuera, en la calle, se han cerrado las tiendas y las oficinas.
Si la casa tiene estribillo, no es el de la televisión ni el de la lavadora. Es el batir de los huevos para hacer una tortilla, a las nueve de la noche.
Guillermo suelta la pregunta de improviso, sin venir a cuento.
-Una persona no puede desaparecer de repente, ¿verdad?
Y su madre, que suele responderle con prontitud, vacila un momento. Se interrumpe el tintineo del tenedor contra la loza.
-¿Te da miedo que me vaya?
-No eres tú. David dice que eso ha pasado esta tarde en el bosque del Herrero. Dice que había un chico y que desapareció.
-Habrá sido un truco –supone su madre-. Eso sólo ocurre en los circos.
Se oye el cuchicheo de la sartén. Se expande el olor de la tortilla con bonito.
MATEOS, Pilar (1999): El fantasma en calcetines, Zaragoza, Edelvives, Ala Delta, 230, p. 38.