Category Archives: Peña Muñoz, Manuel

La cuina

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-Por aquí es la cocina –dijo Elizabeth asomándose por una cortina de cretona antigua.

Yo avancé hasta la estancia donde estaba el gran fogón con su chimenea negra de hollín. Yo recordé aquellos versos de la infancia:

“Soñé que era muy niño

Que estaba en la cocina

Escuchando los cuentos

De la vieja Paulina…”

-Te presentó a mis padres –dijo Elizabeth.

Un hombre pequeño de cejas blancas y pelo canoso sonrió mientras tocaba la guitarra en arpegios aislados, como si la estuviera afinando.

-Ya que no tenemos más huéspedes, lo mejor será que cenes con nosotros –agregó Elizabeth-. Te sentirás muy solo allá en el comedor.

Y la extraña recepcionista, con sus tacones altos, su rostro maquillado, sus modales perfectos, puso la mesa junto al fogón. Nos sentamos en bancas que se adosaban a lo largo de la pared, sobre las que había gatos durmiendo sobre cojines de lana. La cena –sopa de cholgas, truchas del estuario y dulce de membrillo de postre- transcurrió medio de sonrisas y conversaciones nerviosas. Entre plato y plato –y mientras se limpiaba con una servilleta que tenía puntas de encaje-, Elizabeth habló de la belleza del estuario en un día con sol. “Es como estar en Suiza”, dijo”.

Peña Muñoz, Manuel: Mágico Sur, Madrid, SM, (3 2000), (Gran Angular. Premio Gran Angular 1997), p. 73-74.

 

 

 

El Oro del Rhin: una confiteria al sur de Xile

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 El taxi estacionó en el número 316 de la calle Chacabuco. De un solo piso, la pastelería El Oro del Rhin poseía dos ventanales a la calle decorados con albas cortinillas de tul a través de los cuales se veían los mesones vidriados con galletas, tortas de merengue y pasteles de murta silvestre. 

 

Murta del Sur de Chile

Murta del Sur de Chile

No llovía en esos momentos, pero mientras acomodábamos en la vereda nuestro equipaje, sentimos sobre nuestras cabezas leves chispas de agua, el graznido de las gaviotas y la bocanada fresca y aromada a temporal que venía del mar.

Llevando nuestras maletas, entramos a la tibieza azucarada de la confitería. Mi madre se acercó al mostrador y preguntó por el señor Karl Heinz Jugendbloedt al tiempo que extendía una tarjeta con el nombre escrito. El dueño estaba ocupado en su oficina, pero, según dijo la señorita de perfecta cofia, no tardaría en salir. Mi madre sugirió que entretanto podríamos aguardarlo tomando una taza de té, de modo que nos dirigimos a una mesita detrás de un escaparate con novios de azúcar glasé y niñas diminutas vestidas de Primera Comunión.

-Ese señor que sale de la oficina debe ser Karl Heinz –dijo mi madre-. Vi su foto en el atelier de Corina.

Y mientras bebíamos una taza de té con Kuchen de murras [nombre que reciben las moras en el sur de Chile] y oíamos la orquestina que interpretaba la Danza Húngara de Johannes Brahms, nos quedamos aguardando que el dueño de la confitería se desocupara.

 

Peña Muñoz, Manuel: Mágico Sur, Madrid, SM, (3 2000), pp. 37-38

 

 

Texto en PDF

 

 “En fino papel azul…”. Sobre la obra narrativa de Manuel Peña Muñoz.

 Emma Artiles