La vaca se había puesto insoportable. Sin ordeñar, y digo yo celosa, más que mugir, pidiendo que la mimasen otra vez, pero el niño estaba despierto y Marta era incapaz de dejarlo solo.
Marta, cada vez más nerviosa, acabó por salir al camino, a ver si pasaba alguien que pudiese echarle una mano. Y pasó Carola, una moza pobre que iba recogiendo grelos silvestres para hacerse un caldo con eso, alguna patata mendigada y poco más. Marta la llamó y le dijo:
“Ordéñame la vaca y te daré pan”.
“Dinero”, dijo Carola.
Hicieron trato.
Cuando Carola a terminó de ordeñar fue a llevar la cántara a la cocina.
“Poca da”, dijo, “es vaca vieja”,
Marta, que había escondido al niño en el dormitorio, salió a toda prisa y cerró la puerta.
“Coge un poco de leche, que para mí hay de sobra, y gracias por todo, rapaza”.
FARIAS, Juan (1986): El niño que vino con el viento, Valladolid, Miñón, Las Campanas, p. 53.