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Poder saciar el hambre… al fin

 

 

-¿Os habéis escapado? –pregunté como un estúpido.

-Bueno. Algo así. Pero sólo por un rato, para traerte esto –dijo Miguel enseñándome una bolsa llena de comida-. Si tienes que estar aquí un tiempo, con un bocadillo no tendrás bastante…

Galletas, leche, pan, mermelada, magdalenas, queso… Me habían traído media despensa desde su casa. Los ojos se me estaban haciendo agua, como si quisieran llorar de alegría, y los dientes empezaron a mascar antes de introducir el primer trozo de comida en la boca.

-Empieza de una vez, que tienes que estar con un agujero en el estómago –me dijo Alicia adivinando mi urgencia.

No hacía falta que me animaran mucho, y tampoco tenía yo fuerzas para resistir por más tiempo sin probar aquellas maravillas. Me di tal atracón en dos minutos que creí que me iba a atragantar. Me entró el hipo y se recortó mientras comía. Alicia y Miguel me miraban con los ojos desorbitados, como si estuvieran viendo un fenómeno de la naturaleza, y se reían al mismo tiempo.

-¡Qué bárbaro! Si llegamos un poco más tarde, se hubiese comido la verja –dijo Miguel.

-Puedes estar seguro –contesté yo con el estómago repleto, feliz como pocas veces en mi vida.

 

PÁEZ, Enrique (34 2010): Abdel, Madrid, SM, (El Barco de Vapor, 76), p. 82-83.

Entrepà de llardons (chicharrones)

Llardons

Llardons

 

Grisón se sentó en la mesita que le había preparado Robert, como lo hacía todos los días de clase, y sacó de un papel grasiento su bocadillo que hoy era de chicharrones. Era tan grande, que Grisón lo tuvo que atacar por diferentes puntos antes de poder apreciarlo en su conjunto. Mezclado con naranjada, sabía a queso. Llegaron unos clientes para almorzar. Anaís anotaba los pedidos y después servía, ya que Robert sólo se ocupaba de los vinos.

Después de comerse un plátano, Grisón salió al sol. Dio la vuelta a la plaza y se dirigió hacia el callejón para ver el agujero de cerca. Rafistole había puesto unos tablones para señalar que allí había una obra importante. Grisón dio media vuelta. Delante de la escuela, junto al ayuntamiento, Raclot jugaba a las canicas con Jocrisse, que estaba desplumando vergonzosamente. Unas chicas se divertían, algo más lejos, saltando de un lado a otro de las gomas elásticas.

 

SAUTEREAU, François (1985): Un agujero en la alambrada, Madrid, SM, El Barco de Vapor, 12, pág. 35.

 

Mi hermana Aixa

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Durante el recreo, sobre todo los días que llueve, mi hermana siempre consigue golosinas, cromos o, incluso, trozos enormes de desayuno (bocadillos más buenos que los de mamá, que siempre son de pavo y queso de bola), porque se los dan los niños y las niñas a cambio de que les enseñe la herida. Cuando lo hace voy yo y, como ya se la he visto muchas veces, vigilo que nadie mire sin que Aixa quiera. Los dos nos reímos de las caras de miedo y de asco que ponen y, una vez, incluso Joaquín, que es mayor porque es repetidor, se mareó cuando Aixa le enseñó la pierna cortada y tuvieron que llevárselo a la enfermería. Mientras se toca las cicatrices ella les dice que ahora ya no le duele, que sólo le pica un poco, y contesta sonriendo a todas las preguntas que le hacen; pero un día, en casa, me contó que sintió un dolor muy fuerte y al acordarse le cayeron algunas lágrimas, pocas. Nunca más la he visto llorar. Me parece que es por eso que a ella ya no le dan miedo las inyecciones y, en cambio, yo todavía muchas veces lloro si me tienen que pinchar y prefiero tomarme un jarabe, por muy amargo que sea. Quien inventó las minas antipersona no tuvo una idea brillante, pero quien inventó las inyecciones tampoco.

 

TORRAS, Meri (1999):  Mi hermana Aixa, La Galera-Círculo de Lectores, Barcelona, pp.    21-23.

 

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Sopa de badoc

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Va començar amb una riallada irònica.

-Que has menjat sopa de badoc o què, per dinar?

-Buff –va rondinar-. No, carn indonèsia, però no estava gens malament… pfff… i dos plàtans…

-Avui jo tampoc he menjat res d`assenyat i ara tinc una gana que em cargolo, no podríem fer alguna cosa?

-Oh i tant –va dir recuperant de nou la parla-. Beguda i entrepans segur que en trobem. I per cert, que jo sóc un especialista preparant tes.

-Ah, però jo faig els millors entrepans de Suècia –va dir contenta.

-I nosaltres tenim la millor melmelada d`Escadinàvia a la nevera.

-I jo vaig batre el rècord mundial de decoració de tovallons: els cigne, el sé fer amb els ulls clucs!

-Si tu fas els entrepans i doblegues els tovallons, jo faré te i obriré el pot de melmelada. Apa vine…

Van córrer cap a la cuina.

Una hora després seien l`un davant de l`altra a la taula de la cuina.

-Mmmm, ara ho entenc, que guanyessis el premi suec de preparar entrepans. Molts bons. Mmm –va fer mentre s`eixugava unes molles de la boca-. Però pel que fa al cigne, no m`acaba de fer el pes. Sembla més aviat un… un… sí, un tovalló arrugat!

-Aquests tovallons no van bé –va respondre amb la boca plena de melmelada-. I el color tampoc. No puc fer cignes vermells!

  

NILSSON, Per: Si truca l`Anna. Barcelona, Columna, 2001, Columna Jove, 160, pp. 86-87

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No hay que dejar de comer… nunca

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Víctor se levantó del sofá y cogió la bolsa de comida que poco antes les había dejado el hombretón. La abrió y rebuscó en su interior, pero enseguida su gesto se llenó de decepción.

-No se han molestado mucho –dijo, al tiempo que extraía de la bolsa dos bocadillos envueltos con papel de aluminio-. ¿Cuál prefieres?

-No tengo hambre –respondió Mari Pepa.

Víctor le lanzó por los aires uno de los bocadillos. Mari Pepa reaccionó al tiempo y lo agarró al vuelo.

-No te servirá de nada dejar de comer –le dijo Víctor.

-No tengo hambre –repitió ella.

Con aparente indiferencia, Víctor desenvolvió su bocadillo, abrió las rebanas de pan para ver qué había en el interior y comenzó a comérselo. Daba unos mordiscos enormes, que le dejaban la boca completamente llena durante unos segundos. Tenía que masticar con dificultad hasta que conseguía tragar.

Mari Pepa lo observaba, aunque su mente no dejaba de saltar de un sitio a otro. Pensaba palabras inquietantes que había pronunciado Dani Ogro referidas a ella.

-¿Qué crees que tiene preparado para mí? –le preguntó.

-No sé –respondió Víctor con la boca llena y encogiéndose de hombros.

-Habló de un secuestro, de la mafia china, de desaparición… -a Mari Pepa sus propias palabras la llenaban de temor.

-Su mente no deja de pensar cosas, y ninguna buena.

-Pero yo no le he hecho nada malo.

.Ni yo tampoco.

-Pues tendrá que soltarnos, la policía ya debe de estar buscándonos.

-Quizá te busquen a ti. A mí, seguro que no me busca nadie.

Y Víctor le dio al bocadillo otro mordisco fenomenal.

 

GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: Mari Pepa y el club de los pirados. Madrid, Macmillan, 2009, Librosaurio, pp. 67-68.

 

 

Alfredo Gómez Cerdá. http://www.almezzer.com/

Alfredo Gómez Cerdá. http://www.almezzer.com/

 

 

 

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Propuestas didácticas

Situacions límits: Palabras envenenadas

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Bárbara Molina 

Abro la nevera y curioseo los tupperwares donde guardo la comida de días anteriores hasta que se pudre. Tengo prohibido tocarlos. Es una costumbre que me impuse hace años, después de vivir hambrienta. No sirve de mucho pero me da tranquilidad. Me dije nunca más volveré a pasar hambre, como Escarlata O`hara en aquella escena en la que levanta la cabeza y toma un puñado de tierra roja de Tara. Pero yo no fui tan fotogénica ni tan heroica, simplemente me privaba de los restos de comida, los clasificaba en pequeñas raciones y las guardaba como un tesoro. Abro un tupperware con hojas de ensalada y tomate y me los meto en la boca a puñados, a continuación abro otro con un trozo de pollo frío y me lo trago sin masticar. Quiero aplacar la desazón, borrar la angustia, pero en vez de saciarme cada vez tengo más hambre.

Durante estos tres años me había conseguido adiestrar, como a los leones, a fuerza de escamotearme el alimento. Descubrió que era un arma poderosa y jugó con ella. Y lo que no habían podido los golpes lo pudo el hambre. Me tenía en ayunas, sufriendo, hasta que de pronto venía y me dejaba oler una comida apetitosa. Abría la puerta unos instantes y un aroma de pollo asado, insultante de tan deliciosa, se colaba en el sótano y  me daba en la nariz. Tener hambre y no poder comer es morir un poco cada minuto, cada segundo.  

CARRANZA, Maite: Palabras envenenadas. Barcelona. Edebé, 2010, Periscopio, 78, pp. 152-155 

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Web Maite Carranza

Poesia.com

Poemes boníssims

Recull de poemes presentats en quatre blocs: bestials (animals), naturals (elements de la natura), boníssims (aliments) i de Nadal. Els poemes es poden escoltar, llegir i imprimir i van acompanyats d’una petita animació. Entre els autors destaquen Miquel Martí i Pol, Josep Carner, Miquel Desclot, Lola Casas…