Category Archives: Literatura

El gallo, el cerdo y el cordero

Don Tomás de Iriarte

Don Tomás de Iriarte

 

Había una vez en un corral un gallinero;
en este gallinero un gallo había;
y detrás del corral, en un chiquero,
un marrano grandísimo yacía.
Y también se criaba allí un cordero;
todos ellos en buena compañía.
¿Y quién ignora que estos animales
juntos suelen vivir en los corrales?
El cochino dijo un día al cordero: “¡Qué agradable,
qué feliz, qué pacífico destino
es el poder dormir!¡Qué saludable!
Yo te aseguro, como soy gorrino,
que no hay en esta vida miserable
gusto como tenderse a la bartola
roncar bien y dejar rodar la bola.”
El gallo, por su parte, al tal cordero
dijo en otra ocasión: “Mira, inocente,
para estar sano, para andar ligero,
es menester dormir muy parcamente.
El madrugar en julio o en febrero
con estrellas, es método prudente,
porque el sueño entorpece los sentidos,
deja los cuerpos flojos y abatidos.”
Confuso, ambos dictámenes coteja
el simple corderillo, y no adivina
que lo que cada uno le aconseja
no es más aquello mismo a que se inclina.
Acá entre los autores ya es muy vieja
la trampa de sentar como doctrina
y gran regla, a la cual nos sujetamos,
lo que en nuestros escritos practicamos.
IRIARTE, Tomás de: Cuentos y fábulas

 

A Platero le gustan las mandarinas…

mandarinas-cancer

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: “¿Platero?”, y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel…

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra… Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

— Tiene acero…

Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

JIMÉNEZ, Juan Ramón: Platero y yo. Capítulo I

Una Nadala

alberti

Primer no
—Pastor que vas con tus cabras
cantando por los caminos,
¿quieres darme una cabrita
para que juegue mi niño?

.
—Muy contento se la diera
Si el dueño de mi ganado,
Señora , lo permitiera

Segundo no

—Aceitunero que estás
vareando los olivos,
¿me das tres aceitunitas
para que juegue mi niño?

—Muy contento se las diera
si el dueño del olivar,
Señora, lo permitiera.

Tercer no

—Ventero amigo que estás,
Sentado en un ventorrillo,
¿quieres darme una cunita
para que duerma mi niño?

—Muy contento se lo diera,
si hubiese sitio y el ama,
Señora, lo permitiera.

ALBERTI, Rafael (1973): “Las tres negaciones“, Senda. Lectura 5º, Madrid, Santillana, p. 78.

…Un cas de conciència!!!

fabulas-de-samaniego

Los gatos escrupulosos

 

¡Qué dolor!, por un descuido

Micifuz y Zapirón

Se comieron un capón

En un asador metido.

 

Después de haberse lamido,

Trataron en conferencia

Si obrarían con prudebncia

En comerse el asador.

 

-¿Le comieron? –No, señor;

Era caso de conciencia.

 

SAMANIEGO, Félix Mª de (2005): Fábulas, Buenos Aires,  Ed. Losada.

Manzanas contra el escorbuto

manzanas1

SMOLLET. Todo a punto, ya podemos zarpar.

SIR JOHN. ¡Magnífico! Levemos anclas, pues… ¡Capitán!

SMIOLLET: ¿Señor?

SIR JOHN. Las manzanas de mi cosecha están en ese barril. Que cada cual las consuma a su gusto.

SMOLLET. Sois demasiado complaciente con la tripulación, Sir John…

SIR JOHN. ¡Paparruchas!

DOCTOR. Es un buen remedio para combatir el escorbuto, capitán.

SILVER. (Entrando). …Y así es como ocurrió todo, Jim.

 

STEVENSON, Robert L. (2010): La isla del tesoro, adaptación teatral de Rafael Contreras y Ramón Moreno, Alzira, Algar, Teatro de Papel, p. 78.

Volverá sano y gordo

 

LA REINA. Vosotros, mis buenos servidores, cuidad a vuestro Príncipe.

EL PRECEPTOR. Volverá hecho un sabio.

TONINO. Os lo traeré sano y gordo.

LA REINA. Eso, eso… Cuidado con lo que comes, sobre todo. No le dejes atracarse de mojama, castañas pilongas ni pastillas de goma… Ya sabes que el Príncipe se muere por esas golosinas… Ved que es el heredero del reino.

EL PRECEPTOR. Vuestro reino tendrá en él a un rey sabio y justo.

 

BENAVENTE, Jacinto (2010): El príncipe que todo lo aprendió en los libros, Barcelona, Juventud, p. 14.

De lo que le sucedió a una mujer llamada doña Fantástica

el-conde-lucanor

 

 

El conde sabía que Patronio era un hombre sabio y que pronto buscaría un cuento con el que aconsejarle, así que le dejó contar…

-Hubo, señor, una mujer llamada doña Fantástica, más bien pobre que rica, que un día iba al mercado llevando una olla de miel.

 

olla-de-miel

 

Yendo por el camino comenzó a pensar que en el mercado vendería esa olla de miel, y que con el dinero obtenido compraría una partida de huevos de la cual nacerían gallinas, y que cuando éstas hubieran crecido las llevaría al mercado y compraría ovejas, de las que al cabo del tiempo vendería la lana, la carne y los corderos, de modo que sería más rica que ninguna de sus vecinas.

Luego pensó que con aquella riqueza que obtendría casaría a sus hijos e hijas y les daría buenas dotes, y que iría por la calle rodeada de yernos y nueras, que pasearían con sus hijos de la mano, mientras oía a las gentes celebrar su buena suerte y elogiar su trabajo, con los cuales había podido prosperar desde la situación de pobreza en la que estaba.

Y se sintió tan feliz que rió de tanta alegría y, al reírse, se dio un golpe con la mano en la frente, con lo que la olla de miel cayó al suelo y se partió en pedazos. Cuando vio la olla rota comenzó a llorar y a lamentarse como si hubiera perdido a la vez miel, gallinas ovejas, corderos, dotes, yernos, nueras y nietos. Así que por celebrar anticipadamente lo que no había conseguido, no logró nada de lo que quería.

El conde volvió a sus cuentas y libros, pensando en un refrán que venía al caso de esa fábula:

                        En las cosas ciertas confiad

                        Y en las fantásticas evitad.

 

GÓMEZ, Ricardo (versión y adaptación) (2009): “De lo que sucedió a una mujer llamada doña Fantástica”, en El Conde Lucanor, de Don Juan Manuel, Zaragoza, Edelvives, pp. 60-62.

 

El Conde Lucanor, edición de Juan Vicedo. Biblioteca Cervantes

 

Imágenes de Javier Zabala

Don Quijote vela las armas

el-quijote-para-ninos

 

 

Menos mal que salió enseguida el ventero. Al ver la figura del caballero, imaginó que no debía de estar muy cuerdo. Por eso le ofreció posada con buenas palabras.

A don Quijote le pareció el señor del castillo y aceptó gustoso su invitación.

Las mujeres le ayudaron a desarmarse, pero no pudieron quitarle el casco, porque lo tenía atado con cintas verdes y fuertes nudos, y él no quiso que las cortaran.

Como él tenía que sostenerse la visera, sólo pudo comer con su ayuda: ellas le ponían la comida en la boca. Beber fue más complicado: necesitó una caña que el ventero agujereó.

Y dado que a él le parecía que comía en un castillo y le ayudaban bellas doncellas, decidió que ése era el lugar adecuado para armarse caballero. Y así se lo pidió al señor del castillo.

El ventero, que era aficionado a los libros de caballerías, aceptó hacerlo.

Pasó la noche velando las armas.

 

NAVARRO DURÁN, Rosa (2005): El Quijote contado a los niños, Barcelona, Edebé, pp. 16-18. Ilustraciones Francesc Rovira.

 

Il·lustració de Francesc Rovira

Il·lustració de Francesc Rovira