
Astrid Lingren amb la Pippi televisiva
-¡Esto tiene cara de estar muy bueno! ¿Cuándo vamos a empezar?
En este momento entró la sirvienta con la tetera, y la señora Settergreen preguntó:
-¿Tomamos el té ya?
-¡Eh, que soy yo la primera! –advirtió Pippi.
Y en dos saltos se plantó al lado de la mesa. Arrambló todas las pastas que pudo de una bandeja, echó cinco terrones de azúcar en su taza de té, vació en ella buena parte de la nata que había en una fuente y volvió a su silla con el botín, antes de que las damas tuvieran tiempo de llegar a la mesa.
Pippi estiró las piernas y colocó su plato de pastas entre sus pies. Seguidamente empezó a mojar pastas en la taza de té y a llevárselas a la boca, donde acumuló tan cantidad de ellas que no podía pronunciar palabra, por mucho que lo intentaba. En un santiamén dio fin a las pastas. Entonces se levantó, golpeó el plato con los nudillos como quien toca una pandereta y se acercó a la mesa para ver si quedaba algo. Las damas la miraban con un gesto de reprobación, pero ella no se daba cuenta.
Charlando alegremente y cogiendo ahora un pastel, luego otro, dio varias vueltas a la mesa.
-Les agradezco mucho que me hayan invitado –manifestó-. Nunca había asistido a un té.
En la mesa había un gran pastel de crema con un adorno de color rojo en el centro. Pippi lo contempló con las manos en la espalda. De pronto se inclinó y apresó el adorno con los dientes. Pero esta pesca fue tan precipitada, que, cuando volvió a ponerse derecha, su cara estaba cubierta de crema.
LINDGREN, Astrid (2010): Pippi Calzaslargas, Barcelona, Ed. Juventud, Il. Richard Kennedy, p.
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