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Celebración de la Pentecostés

 

El día de la fiesta de Pentecostés, muy de mañana, toda la familia de Samuel se dirigió, junto con el resto de los vecinos, a ofrecer a Dios los primeros frutos recogidos de la cosecha. El padre, por su condición de sacerdote del Templo, era quien dirigía la ceremonia, esperando a la gente en el altar construido para tal ocasión. La comitiva iba encabezada por un buey con los cuernos recubiertos de oro y una guirnalda de olivo sobre la testuz, y los niños lo precedían haciendo sonar sus flautas. El abuelo y el tío llevaban dos roscas de ocho litros de flor de harina, cocidas con levadura tal como prescribía el Levítico, y los demás miembros de la familia portaban al hombro distintos cestos con los frutos recogidos: higos, granadas, almendras, olivas, sandías, melones y manzanas, así como diversos vegetales.

 

MENÉNDEZ-PONTE, María (2010): Si lo dicta el corazón, Madrid, SM, (Los libros de María, 4), p. 30.

 

 

El Greco. Pentecostés

El Greco. Pentecostés

Los indios crow

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Llegó la quinta luna llena y, con ella, los primeros vientos fríos. Repletos los sacos de frutos y semillas y secadas las carnes de los animales cazados, los crow recogieron sus pieles, sus tipis y los palos que sostenían las tiendas, preparándose para el viaje.

Antes de partir, cada familia dejó en el centro de donde había plantado su tipi un puñado de frutos y semillas y una ofrenda de carne y de pescado, como agradecimiento a la Madre Tierra por haberles dejado utilizar su suelo y tomar su agua.

También agradecieron al Espíritu del Bosque que les hubiera permitido recolectar frutos, recoger resinas o quemar leña.

Y dieron las gracias al Gran Espíritu porque los peces se hubieran dejado pescar y los ciervos se hubieran dejado cazar.

Por último, en una danza en la que participaron de ancianos a niños, se alegraron por haber pasado en las montañas cinco lunas más, deseando estar de regreso cuando las nieves se hubiesen retirado y los grandes animales del bosque se hubieran saciado de la comida que les correspondía.

Después de todo eso, el pequeño grupo de indios crow emprendió su viaje anual hacia las grandes praderas.

 

GÓMEZ, Ricardo (2006): Ojo de Nube, Madrid, SM, Barco de Vapor, 186, p. 20-21

Daniela

daniela

 

 

Podrás encontrarla en la Luna,

podrás encontrarla en el mar.

Es sirena, nube, barco,

gaviota, cielo y coral.

 

 

Daniela es viento,

Daniela es sol,

Daniela es semilla,

tierra, lluvia, fruto y flor.

 

Daniela. Il·lustració Ester Sánchez

Daniela. Il·lustració Ester Sánchez

 TORTOSA, Ana (2009): Daniela, Oviedo, Pintar-Pintar. Il·lustracions Ester Sánchez

Ressenya de Daniela

Altraín y Bufo Soñador

bufo  

Después de conversar largamente sobre ésas y otras cosas menudas, Altraín se alisó su larga baba de fino algodón trenzado, y luego de bostezar con parsimonia, dijo:

-Y ahora que ambos hemos disfrutado despreocupadamente de este ameno diálogo, pasemos a la importante cuestión que te trae aquí. Las frutas amargas hay que endulzarlas con almíbar antes de tragarlas, mi querido Bufo.

El joven Caballero Alado no comprendió lo que el Mago del Mundo de la Ilusión quiso decirle sobre las frutas amargas y pensó que pronto le ofrecería una deliciosa cena a base de zumos preparados con alguna pócima magistral. Pero Bufo Soñador no tenía hambre, estaba muy nervioso y ardía en deseos de transmitir al mago las urgentes y gravísimas noticias que justificaban su secreta misión. (pág. 14).

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Al pronto, el asistente del mago trajo una bandeja con dos copas y una jarra de bronce colmada de zumo elaborado con deliciosas frutas silvestres y la colocó sobre una mesa situada junto a uno de los miradores abiertos del Laboratorio del Saber, desde el que podía contemplarse la deslumbrante infinitud del Universo del Pensamiento y los muchos astros y estrellas que gravitan en sus galaxias” (pág. 18).

 

Ábalos, Rafael (2000): Bufo Soñador, en la galaxia de la tristeza, Madrid, Debate.

 

 Informació sobre Rafael Ábalos

Una nova fruita arriba d’Amèrica: la pinya

ananas

 

Don Cristóbal encontró chozas de nativos con comida fresca y frutos nunca vistos, en especial uno, al que pusimos por nombre piña, porque se parecía a los piñones españoles, pero multiplicados por cuarenta en tamaño, de carne amarilla pálida y muy sabrosa, que ya habíamos saboreado en el primer viaje, pero cuyos árboles no conocíamos, y que mucho después nos enteramos que los nativos llamaban ananá.

 

 

 

Villanes, Carlos: Memorias del segundo viaje de Colón, Madrid, Anaya, 2006,  (Espacio Abierto, 118), pàg. 43.

 

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El Lindero

 ellindero

Roberta

Soy la segunda hija de Montserrat y Mauricio, mi hermano mayor es Gregorio y la chiquita es Carla, bueno no está tan chiquita, pero siempre le hemos dicho chiquita.

¡Qué  forma tan boba  de comenzar, ¿verdad?

Lo que pasa es que me cuesta mucho trabajo hablar de mí. Déjenme decirles que cuando vi que era inminente hacer todo este mitote, propuse que rifáramos los nombres de los cinco  para escribir la biografía de otro, pero nadie aceptó. Y como no quiero ser quien obstaculice este proyecto en el que mamá tiene tanto interés, pues aquí me tienen.

Cuando lean esto ya tendré 77 años ¿llegaré al 2050? Sólo me gustaría si soy de esas viejas lúcidas,  fuertes, enteritas y menos regañona de lo que soy ahora. Ya salió mi primer defecto.Tuve una infancia muy afortunada. Viví colgada de los árboles como los changos, cortando frutas verdes o maduras, no me importaba mucho. Todas me sabían deliciosas. Me fascinaba ver cómo se iban transformando las semillas que mi mamá, Abundio y otros muchachos sembraban. Para mí era como magia. Un día ves  algo tan aparentemente  insignificante  y en poco tiempo te percatas de que la vida se abre camino de forma sorprendente, que lo que parecen tímidas raíces serán la base y sustento de una planta de chile o de un árbol de naranja, no importa, siempre y cuando se le dedique  cariño, cuidados y las condiciones adecuadas para que prospere.

El contacto con los frutos de la tierra fue determinante para despertar mi vocación, aunque de no haber estado Filomena en el camino no sé si lo hubiera visto con tanta claridad. Filo es la esposa de Abundio, es una mujer encantadora con unas manos y un olfato extraordinarios, basta que toque algún alimento para que éste se convierta en un manjar. Yo sé que es difícil que me crean esto, pero estoy segura que cuando me daba una manzana o enrollaba una tortilla para entretener mi hambre antes de la hora de la comida, esos sencillos alimentos se convertían en manjares, como si en su interior se concentraran más sabores que los propios de una manzana o una tortilla. Todo el mundo dice que con hambre todo sabe rico, pero muchas veces hice el experimento y le pedía a alguien más  que me lavara una manzana o me diera la famosa tortilla y no pasaba nada, sabían bien, pero nada más.

Esto no se lo había dicho a nadie hasta que un día que estaba platicando con mi mamá, ella me confesó que siempre había tenido la misma sensación.

Lo de Filo viene a cuento porque con ella aprendí muchos secretos de cocina, muchos secretos de la vida y de la seducción.

La cocina es el lugar más sensual de cualquier casa, en ella se llevan a cabo las transformaciones más sorprendentes que uno pueda imaginar. La alquimia y luego la química están en deuda con las cocinas, que sin duda, fueron los primeros laboratorios.

 

 

 

Per seguir llegint: El Lindero

Mendoza, María Eugenia (2003): El Lindero. México: SM. (Gran Angular, 16). Pàg. 69-75.