
La conquista d`Amèrica: nous aliments
Los hombres se rieron. Sacaron de sus bohíos unos cartuchos de hojas marrones enrolladas, que encendieron por un lado y aspiraron por el otro para echar humo inmediatamente.
Nos lo ofrecieron y los aceptamos. Y el humo era algo fuerte y picante, pero a los hombres les gustó y decían que los ponía eufóricos.
Luis de Torres les preguntó cómo se llamaba la planta mágica que usaban.
-Cao-ba –le respondieron.
Nosotros, después a la cao-ba le pusimos el nombre de tabaco.
Yo también lo probé… Fui el primer chico de este lado del mundo que lo hizo.
Retornamos a las naves muy agotados con la historia del tabaco, pero sin haber conseguido la menor noticia del Gran Khan de Cipango.
Colón no se dio por vencido. Aseguró que allí estaba la gran isla asiática. Envió nuevas expediciones por mar y por tierra en busca de mayor información.
Finalmente, nos enteramos de que los nativos huían cuando preguntábamos por el Gran Khan, porque ellos lo confundían con los “kane” o “kani”, según decían otros. Era una tribu guerrera muy belicosa del Caribe que, de cuando en cuando, hacía incursiones en cuba y se llevaba prisioneros, sin retorno.
Hicimos amistades y nos ofrecieron riquísimas variedades de plátanos, piñas, nueces y cacahuetes, mangos, cocos, maracuyá, chirimoyas, aguacates, papayas y muchas otras.
Comían también fréjoles, que nosotros luego llamamos judías, camotes o boniatos, y una especie de tortitas muy delicadas que fabricaban con maíz.
Tenían otra planta cuyo fruto lo sacaban de las raíces: se llamaba yuca. Era grande, de carne blanca y muy sabrosa, Con ella elaboraban panes y un exquisito vino.
También hacían vino de maíz, y al beberlo en buena cantidad se embriagaban y danzaban felices.
VILLANES, Carlos (1992): La otra orilla. Madrid: Anaya. Espacio Abierto, 12, pàg. 69