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Dinar de casament

Miguel Hernández y Josefina Manresa

Miguel Hernández y Josefina Manresa

 

Recibí el correspondiente permiso y el día nueve de marzo de mil novecientos treinta y siete, a las doce del mediodía, en el Juzgado Civil de Orihuela, teniendo como testigos a mis mejores amigos de la tahona de Carlitos Fenoll, el alcalde del pueblo nos declaró marido y mujer. Fue un día feliz. Después de la ceremonia nos trasladamos a la calle de Arriba, donde mi querida madre, Concheta, preparó para todos los invitados un arroz estupendo, regado con excelente vino. Fue una comida muy animada, en cuya sobremesa cantamos y bailamos en el patio, en el corral, sin que a los animales pareciera importarles demasiado. Me sentía feliz, y seguro que se me notaba a la legua. También lo parecía Josefina, que no cesaba de regalar grandes sonrisas y pequeñas lágrimas que desaparecían en su traje de novia negro.

 

VARA, Mariano (2010): Tren de ida y vuelta, Alzira, Algar, Algar Joven, 44, pág. 146.

 

 

Miguel Hernández viatja a Madrid

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En Alicante compré un billete de tercera clase a Madrid. El edificio de la estación, muy abierto, dejaba pasar un frío intenso. No quise ponerme el abrigo que llevaba en los brazos, aunque carecía de supersticiones, pensé que estrenarlo en Madrid podría ser el augurio de una buena suerte. Después de un retraso considerable, el tren comenzó a silbar y subí a mi vagón. Me acomodé en un asiento de madera verdaderamente incómodo. Puse el abrigo sobre mis hombros y cerré los ojos con la intención de dormir un rato, pero el insomnio se me había colado en el cerebro y fue imposible pegar ojo. A mi lado otros viajeros, quizás más habituados al tren, sí que lograron conciliar un sueño que me produjo verdadera envidia. Al cabo de unas horas, mis compañeros de asiento volvieron a abrir los ojos y comenzaron a sacar de sus cestas todo tipo de comida, especialmente chorizo y queso, que comieron con la misma lentitud con la que el tren avanzaba. También yo saqué pan, un trozo de queso y un poco de jamón que mi hermana había envuelto en papel de estraza. Un hombre de edad avanzada me pasó una botella de gaseosa que había rellenado con vino tinto.

-Beba, joven, beba.

-Muchas gracias.

Tomé la botella y eché un pequeño trago. Compartimos nuestras viandas y un poco de agradable conversación.

 

  pág. 55

VARA, Mariano (2010): Tren de ida y vuelta, Alzira, Algar, Algar Joven, 44,

 

Ressenya del llibre a Culturamas