Cuando el tren se detuvo a la hora de la cena, los pasajeros de otros vagones, lo bastante afortunados como para llevar dinero en el bolsillo, bajaron a cenar. La cantina resplandecía con sus alegres luces en medio de una oscuridad cada vez más profunda. Los olores de carne frita y de tortas horneadas se escaparon de la cocina y vinieron directos al vagón de los huérfanos. Nosotros, los huérfanos, nos amontonamos en los asientos que daban al comedor, pegamos las narices a los cristales y aspiramos.
-Si estuviera allí –dijo Spud desde el banco que estaba frente al mío-, tomaría lucio hervido con salsa de rábanos picantes y zopa de zanahorias.
-Y rosbif para mí –dijo Sammy, saltando sobre su asiento.
-No, salchichas de cerdo –dijo Joe.
-Y pan blanco con mantequilla –añadió Chester-, y pollo asado.
-Y torta –me susurró Lacey-, mucha torta.
El señor Szprot llegó en ese momento con nuestra cena. Sándwiches de jalea, por supuesto, y patatas frías que sacaba de esas grandes cestas que parecían no tener fin.
Mickey Dooley miró su sándwich y comentó:
-Si tuviéramos jamón, podríamos comer jamón y huevos…
-¡Cierra esa bocaza irlandesa, Dooley! –chilló uno de los chicos mayores.
-… si tuviéramos huevos –completó Mickey riéndose.
-¡A callar, bribones! –ordenó el señor Szprot-. La señora doctora y yo tenemos que bajar un momento del tren. Los pequeños están dormidos y los mayores van a salir también. ¡Tú, polaca, vigila a estos de aquí, que se estén quietos y que no bajen del tren!
Sospeché que la doctora y el señor Szprot iban a la cantina para tomar filetes y cerveza.
-Parece que ellos no se conforman con sándwiches de jalea –dije en cuanto se fueron.
-Apuesto que comen ternera asada y col –dijo Spud.
-Y torta de chocolate –añadió Chester.
-¡Y helado! –remató Joe dando saltos.
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CUSHMAN, Karen (2004): Rodzina, Barcelona, EntreLIbros, p