Tag Archives: Cireres

Comer en el avión

el-retrato-de-carlota

Enseguida llegamos al mar, el Mediterráneo quedaba debajo de nuestros pies, azul, verde, con algunas sombras oscuras que eran el antirreflejo de las pequeñas nubes que atravesábamos. Nos dieron de comer una ensalada de jamón, un zumo de naranja y uno de estos pastelitos borrachos con una guinda roja en el medio. Me lo comí todo, incluso el pan con mantequilla que en casa no podía soportar. Allí dentro todo era diferente. Saqué un libro.

 

ALDECOA, Ana (2003): El retrato de Carlota, Madrid, Anaya, Espacio Abierto, 104, p. 8.

Uns àpats ben singulars

Serp abans de ser rostida

Serp abans de ser rostida

¿Comer? Yo no. Ni hablar. A lo largo de mi vida había comido patas de cerdo, sangre de pato y estómago de vaca, pero no pensaba comerme ninguna serpiente. Ni hablar.

Sarah Dew trajo una cazuela llena de agua del barril de lluvia. Myra Jane echó unas verduras, unas patatas mustias y la serpiente troceada.

-Estofado –me dijo sonriendo.

-¿Qué más coméis por aquí? –le pregunté con la esperanza de que hubiera algo más que serpiente estofada y torta de cerdo.

-Sobre todo liebre, perrillos de las praderas, pez gato, gallina con salvia… cualquier cosa que Pa o los chicos encuentren por ahí. En primavera cultivamos algunas verduras y cosas antes de que llegue el calor y se seque todo y se fastidie. En otoño hay ciruelas y uvas silvestres, y cerezas. Y siempre tenemos judías.

¡Me iba a morir de hambre! ¿Cómo se podía vivir a base de serpientes y perrillos de las praderas? ¿Sin cerdo asado con pasas? ¿Sin col agria? ¿Sin torta de especias o limonada fresca o rollitos de col rellenos? Me gruñó el estómago y suspiré.

El señor Clench llegó cerca de la hora de la cena.

-Huele estupendamente –dijo-. Siempre puedo confiar en que mis chicas me preparen una cena digna de un rey.

Se relamió y me dirigió una gran sonrisa mientras se sentaba a la mesa sobre el barril de clavos. Sarah Dew le dio un cuenco de estofado y yo retiré una taza llena para la señora Clench. Los demás se colocaron alrededor de la cazuela y compartieron el estofado con una única cuchara. Las primeras veces que me llegó la cuchara no quise comer, pero, finalmente, me sentí tan hambrienta por el olor, los ramilletes de heno que había retorcido y las atenciones a la mamá, que tomé la cuchara y tragué una buena cantidad de estofado de serpiente. Estaba caliente y no sabía demasiado mal. No era como las kietbasa ni el cerdo asado pero era algo mejor que los viejos sándwiches secos de jalea. Hubo silencio en el refugio hasta que se terminó la última gota.

CUSHMAN, Karen (2004): Rodzina, Barcelona, EntreLIbros, pp. 120-121.

Textos en PDF

                       

 

 

 

 

 

 

 

Viure al País Elevat

La vendimia, José Vela Zanetti. Óleo. Caja España

La vendimia, José Vela Zanetti. Óleo. Caja España

-¡Oh! No me llaméis señor…Llamadme abuelo. ¿Se está bien en el País Elevado?

-¡Oh sí, abuelo!

-¿Os gustaría volver?

-Sí.

-Decidme cómo se vive allí. Contadme cosas.

-Todo es muy diferente a esto –dijo Grisón-. Allí no se come papillas, se come carne de verdad. Y fruta. Melocotones, cerezas…

-¿Cerezas?

-Sí, cerezas, manzanas, peras. Y hasta las cogemos de los árboles.

-¿De los árboles?

-También vamos a la escuela.

-Y cuidamos las vacas –añadió Prune-. A veces, si tenemos sed, tomamos la leche directamente, es deliciosa.

-Cuando hace calor, nos bañamos en el Criarde.

-¿Os bañáis…?

Angelus, Jean-François Millet

Angelus, Jean-François Millet

-Y vamos a la siega.

-Y a la recogida del lúpulo.

-A veces, también a la vendimia.

-¿Qué hacéis en invierno? –preguntó el anciano.

-En invierno jugamos en la granja. Hacemos guerras con la nieve, pero eso no dura mucho tiempo.

-¿Y sois felices?

-¡Sí!

 

SAUTEREAU, François (2005): Un agujero en la alambrada, Madrid, SM, El Barco de Vapor, 12, pp. 193-194.

Textos en PDF