Author Archives: Anabel

About Anabel

Sóc Anabel Sáiz Ripoll, professora de l`IES Jaume I de Salou. Dóno Llengua i Literatura Espanyoles i sóc especialista en literatura infantil i juvenil. M`agrada molt la docència i sempre crec que puc aprendre. El curs passat vaig gaudir d`una llicència retribuïda de tipus A concedida per la Generalitat de Catalunya per treballar el discurs persuasiu adreçat als joves

Suquet de peix

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El comedor estaba absolutamente perfumado por el aroma de, de…

Suquet de Peix –dijo orgulloso don Ramón descubriendo una enorme perola de aluminio llena de un líquido blancuzco en el que flotaban trozos de patata y lo que parecía pescado.

-¿Y eso qué es? –pregunté.

-La cumbre de la comida marinera en el golfo de León –afirmó Boris tomando asiento.

-Un plato de pescadores. Pescado blanco y de roca a poder ser, cocido al dente en una picada de sus hígados, almendras, ajo y perejil y patatas viejas ahogadas –susurró casi místico don Ramón.

-¿Y me gustará? –cuestioné arrugando la nariz, pues aquello de los hígados aplastados con ajo y perejil me había cortado un poco al apetito.

-Llorarás de emoción –dijo Boris acercando su plato a la perola para que le sirvieran.

Exageraba un poco. No lloré de emoción, pero repetí tres veces.

-Qué, ¿te ha gustado? –me interrogó el patrón sirviéndose por cuarto vez.

-Mucho. No sabía que al pescado se le podía sacar tan buen sabor –reconocí.

-Es que los de tierra adentro trabajáis bien la carne, pero lo que es el pescado… ¿A ver, cuántas variedades de cefalópodos crees que hay? –me interrogó el patrón.

-Pues… El pulpo, el calamar y la sepia. Tres –afirmé orgulloso de mi cultura.

Boris se echó a reír.

-Mira, hijo –me dijo el patrón rodeándome la espalda con uno de esos brazos que parecía una pierna -, solo de consumo común en España, la clase cefalópoda, orden dibranquia, suborden decápoda, tiene cuatro familias: logínidos, en la que están el calamar común, el calamar gigante y el calamarín; ommastrephidos, con las pota y el volador; sepiólidos, que incluye al globito, al choco, la jibia, el castaño y el chopito; y en orden octópoda, el pulpo común, el pulpo almizclado y el pulpo blanco. Trece variedades, Federico, trece.

-Vale –admití-, pero tierra adentro ya nos llegan limpios, cortados, congelados y muchas veces precocinados.

-Eso es lo terrible de estos tiempos de prisas: se ha perdido el placer de preparar la comida –se quejó el patrón-. Te voy a explicar la receta para que algún día la puedas cocinar- añadió, y a continuación me la detalló con pelos y señales y salivando de solo pensar en ella, el muy bruto, que acababa de devorar cuatro platos.

 

ROMEU, Carles: Llamadme Federico. Madrid, SM, 2000, pp. 35-35

 

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Què menjava un anacoreta?

 

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Mi tía Hermenegilda, la de Babilafuente, que vivió más de cien años, llegó a conocer al raro anacoreta poco antes de que muriera, y afirmaba que era de increíble frugalidad y de vida tan mortificada y piadosa, que servía de ejemplo a cuantos lo frecuentaban.

Sustentábase casi exclusivamente de frutos secos, que le hacían llegar dos veces a la semana por medio de un cucurucho de papel, en el que iban introduciéndolos poco a poco. Aseguraba que las raciones eran tan exiguas que daba pena, pero que el clérigo se negaba a ingerir otra cosa, salvo algo de queso, si el día que le tocaba era fiesta de guardar, y algunas frutas escarchadas por Pentecostés. Solo bebía agua una vez al día, y tan poca que más parecía gorrión que hombre hecho y derecho, como decían que era los que le trataron antes de encerrarse.

 

FERNÁNDEZ-PACHECO, Miguel: Siete historias para la Infanta Margarita, Madrid, Siruela, 2001. Las Tres Edades, 84, p. 132.

 

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El “boucan”

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Su aspecto ciertamente aterraba. Además, eran casi todos herejes, ya anglicanos, ya hugonotes, ya anabaptistas. Muchos de ellos provenían de ejércitos licenciados, aunque los había también desertores, exiliados por cuestiones religiosas, plantadores arruinados, jugadores con deudas y hasta reos escapados de los presidios.

Asaban sus cochinos, tras despellejarlos, cortarlos en tiras y untarlos con sal, en unas parrillas tejidas con ramas verdes, que los caribes llamaban barbacoa, y que se ponían sobre hogueras también alimentadas con leña verde, para que produjera abundante humo. Así, conseguían una carne salada y ahumada que, también en lengua caribe, se denominaba boucan. De ahí viene el nombre de bucanero.

Este boucan, que se comía bien crudo, como nuestro jamón, bien guisado, tras ablandarlo en agua, era un alimento codiciadísimo por cuantas naves surcaban esos mares tropicales, dado que se conservaba en las húmedas y calientes bodegas más tiempo que ninguna otra carne, y aseguraban que, consumiéndola, se alejaba el temido escorbuto.

 

FERNÁNDEZ-PACHECO, Miguel: Siete historias para la Infanta Margarita, Madrid, Siruela, 2001. Las Tres Edades, 84, pp. 75-76.

Ficha bibliográfica

 

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Tenía hambre: El Diario de Ana Frank

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Sra. Frank. (chillando.) ¡Otto! ¡Otto! ¡Levántate, rápido!

            (Los demás también se despiertan y apresuradamente saltan de la cama)

Sr. Frank. ¿Qué pasa? ¿Ocurre algo?

            (El Sr. Van Dann se escabulle hacia las escaleras, pero se confunde y se va hacia el otro lado. Margot rápidamente coloca un taburete bajo la lámpara colgante de la habitación central).

Sra. Frank. (Se abalanza contra el Sr. Van Dann). ¡Nos está robando la comida!

Sr. Dussel. (Sale de su habitación y se acerca apresuradamente al Sr. Van Daan. Detrás va Ana, que se ha echado una falda sobre los hombros, como si fuera un chal). ¡Usted! ¡Usted! ¡Deme esto!

Sra. Van Daan. (También se ha levantado. Los parlamentos siguientes se solapan). ¡Putti Putti! ¿Qué pasa?

Sr. Dussel. (Quitándole el pan de las manos al Sr. Van Daan mientras éste retrocede. Margot enciende la luz). Ladrón, ladrón asqueroso, que no sirve para nada… Mira que robar la comida. Miserable, miserable.

Sra. Frank. (Sujentando al Sr. Dussel). ¡Señor Dussel! ¡Por el amor de Dios! ¡Ayúdame, Peter!

            (Peter sale de su cuarto, tira de su padre con la intención de que se suelte del Sr. Dussel).

Peter. ¡Suéltelo, suéltelo!

            (El Sr. Dusel y Peter dan un estirón que derriba al Sr. Van Daan, que se queda de rodillas).

Sr. Dussel. Glotón, egoísta…

Sra. Van Daan. (Bajando las escaleras). Putti… ¿qué ha pasado?

            (Toda la bondad de la Sra. Frank, toda su dulzura y su control parecen haberla abandonado. Ahora se siente ultrajada, indignada, furiosa…).

Sra. Frank. ¡El pan! ¡Estaba robando el pan!

 

Per seguir llegint

 

GOODRICH, Frances; HACKETT, Albert: El diario de Ana Frank, Alzira, Algar, 2009, Joven teatro de papel, 4, pp. 209-212.

 

Ana Frank, la niña que no pudo ser mujer

 

Diario de Ana Frank. Llibre en pdf

 

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Amb cullera i forquilla

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Cuchara y Tenedor

 

Subo la cuchara,

bajo el tenedor.

 

Me lavo las manos

con agua y jabón.

-¡La mesa puesta!

¡Todos al salón!

 

Me gusta el tomate,

el pollo, el jamón,

la pasta, el gazpacho,

el huevo, el salmón.

 

Subo la cuchara,

bajo el tenedor.

¡Qué rico, qué rico

estaba el melón!

 

Me dice mi abuela,

y tiene razón,

que si como mucho

me haré un grandullón.

 

Subo la cuchara,

bajo el tenedor.

 

Me mira la Luna,

me mira el gorrión,

los dos tienen hambre

sopa les doy yo.

 

Subo la cuchara,

bajo el tenedor.

 

GÓNZÁLEZ TORICES, J: “Los alimentos”, en Los poemas de Pillo, Madrid, SM, 2007, pàg, 32.

 

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Cap a Amèrica… amb galls i gallines

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Martha había traído consigo a sus gallinas y a su gallo. A una mujer con gallinas no le faltará de nada, así pensaba ella; pero no había contado con los marineros ladrones decididos a robarlas para la cazuela. Hasta ahora la mayoría había sobrevivido, gracias a que el chico las cuidaba, pero viajan en cubierta y la tormenta no las ha tratado bien. Se acurrucan todas juntas en montones, con los ojos velados y las plumas de punta y cubiertas de sal. No emiten ningún sonido, ni un solo cacareo. Si es que los animales pueden sentir añoranza, estas añoran la tierra firme. El gallo incluso ha perdido la cresta.

 

 

Celia Rees: Herencia de bruja, Madrid, SM, 2002. (Gran Angular, 236), pág. 67

 

Guía de lectura

 

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El Oro del Rhin: una confiteria al sur de Xile

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 El taxi estacionó en el número 316 de la calle Chacabuco. De un solo piso, la pastelería El Oro del Rhin poseía dos ventanales a la calle decorados con albas cortinillas de tul a través de los cuales se veían los mesones vidriados con galletas, tortas de merengue y pasteles de murta silvestre. 

 

Murta del Sur de Chile

Murta del Sur de Chile

No llovía en esos momentos, pero mientras acomodábamos en la vereda nuestro equipaje, sentimos sobre nuestras cabezas leves chispas de agua, el graznido de las gaviotas y la bocanada fresca y aromada a temporal que venía del mar.

Llevando nuestras maletas, entramos a la tibieza azucarada de la confitería. Mi madre se acercó al mostrador y preguntó por el señor Karl Heinz Jugendbloedt al tiempo que extendía una tarjeta con el nombre escrito. El dueño estaba ocupado en su oficina, pero, según dijo la señorita de perfecta cofia, no tardaría en salir. Mi madre sugirió que entretanto podríamos aguardarlo tomando una taza de té, de modo que nos dirigimos a una mesita detrás de un escaparate con novios de azúcar glasé y niñas diminutas vestidas de Primera Comunión.

-Ese señor que sale de la oficina debe ser Karl Heinz –dijo mi madre-. Vi su foto en el atelier de Corina.

Y mientras bebíamos una taza de té con Kuchen de murras [nombre que reciben las moras en el sur de Chile] y oíamos la orquestina que interpretaba la Danza Húngara de Johannes Brahms, nos quedamos aguardando que el dueño de la confitería se desocupara.

 

Peña Muñoz, Manuel: Mágico Sur, Madrid, SM, (3 2000), pp. 37-38

 

 

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 “En fino papel azul…”. Sobre la obra narrativa de Manuel Peña Muñoz.

 Emma Artiles

No hay que dejar de comer… nunca

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Víctor se levantó del sofá y cogió la bolsa de comida que poco antes les había dejado el hombretón. La abrió y rebuscó en su interior, pero enseguida su gesto se llenó de decepción.

-No se han molestado mucho –dijo, al tiempo que extraía de la bolsa dos bocadillos envueltos con papel de aluminio-. ¿Cuál prefieres?

-No tengo hambre –respondió Mari Pepa.

Víctor le lanzó por los aires uno de los bocadillos. Mari Pepa reaccionó al tiempo y lo agarró al vuelo.

-No te servirá de nada dejar de comer –le dijo Víctor.

-No tengo hambre –repitió ella.

Con aparente indiferencia, Víctor desenvolvió su bocadillo, abrió las rebanas de pan para ver qué había en el interior y comenzó a comérselo. Daba unos mordiscos enormes, que le dejaban la boca completamente llena durante unos segundos. Tenía que masticar con dificultad hasta que conseguía tragar.

Mari Pepa lo observaba, aunque su mente no dejaba de saltar de un sitio a otro. Pensaba palabras inquietantes que había pronunciado Dani Ogro referidas a ella.

-¿Qué crees que tiene preparado para mí? –le preguntó.

-No sé –respondió Víctor con la boca llena y encogiéndose de hombros.

-Habló de un secuestro, de la mafia china, de desaparición… -a Mari Pepa sus propias palabras la llenaban de temor.

-Su mente no deja de pensar cosas, y ninguna buena.

-Pero yo no le he hecho nada malo.

.Ni yo tampoco.

-Pues tendrá que soltarnos, la policía ya debe de estar buscándonos.

-Quizá te busquen a ti. A mí, seguro que no me busca nadie.

Y Víctor le dio al bocadillo otro mordisco fenomenal.

 

GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: Mari Pepa y el club de los pirados. Madrid, Macmillan, 2009, Librosaurio, pp. 67-68.

 

 

Alfredo Gómez Cerdá. http://www.almezzer.com/

Alfredo Gómez Cerdá. http://www.almezzer.com/

 

 

 

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Propuestas didácticas

Un te al barri vell de Cracòvia

Cracòvia ha resultat ser una meravella inesperada. Tothom va a Praga, París, Viena…, però no m`explico com un lloc així passa inadvertit a la majoria de viatgers.

El primer que m`ha deixat bocabadada és la Rynek Glówny, la plaça medieval més gran del món: aproximadament 200 metres de llargada per 200 d`ample! A partir d`aquí ens hem endinsat pel barri vell, que és sensacional i està ple de cafès amb espelmes, on s`apleguen els estudiants.

Ens hem aturat a fer un te en un dels més bonics, una mena de caverna amb coixins pertot arreu. En Dave ha aprofitat l`avinentesa per extreure conclusions econòmiques:

-Nois, atenció a la comparació de preus. Al cafè Zentral de Viena un te costava 4,30 euros, mentre que aquí n`estem pagant 0,60. Això vol dir…

-Vol dir que amb el que pagues allà per un te, a qui te`n pots prendre set –l`ha interromput l`Anjia-. Però, qui es vol prendre set tes?

-El que vull dir –ha seguit en Dave- és que passa una d`aquestes dues coses: o aquesta gent són babaus, o els babaus som nosaltres i als nostres països ens prenen el pèl com volen.

 

MIRALLES, Francesc: Interrail. Barcelona. Columna, 2006, Columna Jove, 217, pp.  80-81. 

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Plaça Rynek Glówny, Cracòvia

Plaça Rynek Glówny, Cracòvia

 

La riquesa del panís a Guatemala

panis

 

Es van trobar, doncs, els ajiip* com ho havien acordat. Van pujar tots a l`aldea, que és molt amunt de la muntanya. S`havia adobat la casa on ens reuníem, un sostre sense parets. Vam compartir l`olla de nixtamal*, gallina rostida, batates, que són com moniatos; mel, coques, panades, pebrots, patates al caliu i un chumpipe* que va dur el Benicio; es va beure guaro*, el nostre aiguardent, tothom va dur alguna cosa. Compartir és el que fem els pobres.

Després van parlar els ajiip, van parlar tots, un rere l`altre. Van donar gràcies al cel. L`àvia va estar agraïda als avantpassats, a la terra, als dèus, que els va anomenar tots: Tlatcolt, el de la pluja; Kukultcán, el del vent; Yum Kay, el de la terra, les collites, la vegetació; Quetzacóalt, que va ensenyar als avantpassats de cultivar el panís, el kakawa, el kaapeh, ell ens va ensenyar com s`havien de fer les coses abans de pujar a guarnir el cel convertit en estrella. Van mencionar Ixzul, la deessa dels parts; Ac Puch, el dèu de la mort, Itzamné, de la saviesa; es va pregar Ixpiyacoc i Ixmucané, el Guarda del Món, el Déu Creador… Vam recordar els nostres orígenes, les nostres llegendes, sempre ho fèiem en una cerimònia.

L`àvia em va cedir la paraula. Jo havia de començar el relat. No havia de començar el relat. No havia parlat mai davant de la comunitat, era un gran reconeixement, això. El cor em saltava.

Però vaig parlar.

Vaig relatar la creació dels homes fets de panís, la nostra riquesa. El panís, on cada part té un nom: tuza és la fulla; milpa és el panís, també el camp, el gra; eloe, la panotxa; xilote, l`ull quan encara no té gra.

La veu em va sortir forta i segura.

 

BOGUNYÀ, M. Àngels: Les veus protectores. Barcelona. Baula, 2004. La llum del far, 43, pp. 58-57.

 

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* Bruixot, sanador, vell savi.

* Panís cuit en aigua i calç; un cop mòlt, se`n fan les coques

* Gall dindi

* Aiguardent de canya