Un dels primers passos en el camí d’evolució espiritual consisteix en escollir amb prudència els estímuls als quals ens sotmetem. Es tracta de no deixar-se afectar negativament, de no exposar-se a situacions que permetin aflorar els impulsos negatius. Aquest mètode o filosofia de vida, que totes les tradicions espirituals subscriuen, no té a veure amb la repressió dels instints, sinó amb un profund coneixement de la naturalesa humana, segons el qual l’expressió de les forces instintives s’ha de poder canalitzar de la millor manera possible, i no deixar-la a mercè dels esdeveniments. Es tracta d’educar el desig, en el sentit de la paideia que demanaven ja els antics savis grecs. No es tracta de reprimir sino de canalitzar a través de certs límits, els quals permeten reconvertir aquesta força instintiva en una genuïna espiritualitat. Recordem per exemple el mite d’Ulisses, el qual es feia lligar al màstil del vaixell per poder gaudir de la bellesa del cant de les sirenes. Ulisses es podia haver tapat les orelles, com la resta de tripulants, però va preferir lligar-se prudentment al màstil per evitar quedar seduït pel cant i llançar-se per la borda. Aquest acte de renuncia, aparentment de falta de llibertat, en realitat el va fer lliure per gaudir d’aquella bellesa sense naufragar, i va poguer continuar així el seu camí de retorn a casa.
A continuació llegirem diversos textos de diferents tradicions de saviesa que parlen sobre aquest tema:
Salms:
(del profeta David, pare de Salomó)
“Feliç l’home que no es guia pels consells dels injustos,
ni va pels camins dels pecadors,
ni s’asseu en companyia dels descreguts;
Estima de cor la Llei del Senyor,
medita la seva Llei de nit i de dia”[1].
Ibn Gabirol:
(pensador andalusí de la Càbala jueva)
“Le conviene al hombre que considere los caracteres [cualidades] que le vienen de sus sentidos y no los empleará sino en caso necesario. Porque Dios, ensalzado sea, dispuso en el hombre [los sentidos] para que [éste] se dedicase a gobernarlos, ya que gracias a ellos, se conserva el buen estado de su vida”[2].
“Vigila el sentido de la vista pues éste trae consigo diversas clases de desórdenes […]. Por consiguiente, oblígale [a la vista] a los movimientos más nobles y evita los viles”.
“Debe conocer los sitios donde debe prestar atención [a lo que se habla] y aquellos donde no debe escuchar nada en absoluto”.
Alcorà:
“Y cuando veas a los que se burlan de Nuestros signos, apártate de ellos hasta que cambien de conversación”[3].
El Corán, 6:68
“Y no persigas aquello de lo que no tienes conocimiento. En verdad, del oído, de la vista y del corazón se pedirán cuentas”.
El Corán, 17:36
“Y sé constante en la compañía de aquellos que invocan a su Señor mañana y tarde, anhelando Su Rostro. No apartes tus ojos de ellos por deseo de la vida de este mundo ni obedezcas a aquel cuyo corazón hemos descuidado de Nuestro recuerdo; él sigue a su pasión y su asunto es pérdida>>[4].
El Corán, 18:28
Plató:
(Filòsof de la Grècia clàssica)
“-¿Y de qué se alimenta el alma, Sócrates?
-Desde luego que de enseñanzas, dije yo. De modo que, amigo, cuidemos de que no nos engañe el sofista con sus elogios de lo que vende, como el traficante y el tendero con respecto al alimento del cuerpo. Pues tampoco ellos saben, de las mercancías que traen ellos mismos, lo que es bueno o nocivo para el cuerpo, pero las alaban al venderlas; y lo mismo los que se las compran, a no ser que alguno sea un maestro de gimnasia o un médico. Así, también, los que introducen sus enseñanzas por las ciudades para venderlas al por mayor o al por menor de quien lo desee, elogian todo lo que venden; y seguramente algunos también desconocerán, de lo que venden, lo que es bueno o nocivo para el alma. Y del mismo modo, también, los que las compran, a no ser que por casualidad se encuentre por allí un médico del alma. Si tú eres conocedor de qué es útil o nocivo de esas mercancías, puedes comprar sin riesgo las enseñanzas de Protágoras y las de cualquier otro. Pero si no, ten cuidado, querido, de no jugar a los dados y arriesgarte en lo más precioso. Desde luego hay un peligro mucho mayor en la compra de enseñanzas que en la de alimentos. Pues al que compra comestibles y bebidas del mercader o del tendero, le es posible llevárselas en otras vasijas, y antes de aceptarlas en su cuerpo como comida o bebida, le es posible depositarlas y pedir consejo, convocando a quienes entiendan, de lo que puede comerse y beberse y de lo que no, y cuánto y cuándo. De modo que no hay en la compra un gran peligro. Pero las enseñanzas no se pueden transportar en otra vasija, sino que es necesario, después de entregar su precio, recogerlas en el alma propia, y una vez aprendidas retirarse dañado o beneficiado”[5].
Platón, Diálogos I (Protágoras).
Ibn ‘Arabī:
(Sufí andalusí de la Murcia del S. XII, conegut com el Shaykh al-akbar: el mestre més gran)
“Cuando el siervo realiza cumplidamente aquello cuya ejecución le ha prescrito el Verdadero (al-Haqq), de modo que se basta para encargarse del gobierno de sí mismo, y cuando además se rinde cuentas a sí mismo por sus actos, tanto interna como externamente, haciéndose responsable tanto de sus pensamientos como de sus movimientos, con atento sentido autocrítico y con la intención de aclarar y limpiar las faltas, es entonces hasib en ambos sentidos, <<suficiente>> y <<recapitulador>>” [6].
Ibn ‘Arabī, El secreto de los nombres de Dios.
“Los sufíes, efectivamente, abominan de todo exceso en el mirar, lo mismo que abominan de todo exceso en el hablar ”[7].
Epicur:
(Filòsof clàssic)
“El savi és aquell que no dóna molèsties ni a si mateix ni als altres[8].
Dalai Lama:
(líder del Budisme tibetà)
“Això darrer ens indica que el primer pas en el procés d’oposar resistència als nostres pensaments i emocions negatius és evitar les situacions i activitats que normalment hi donarien lloc. Si, per exemple, descobrim que ens enfadem cada vegada que ens trobem amb aquella persona en concret, és millor que ens en mantinguem allunyats fins que no hàgim desenvolupat més els nostres recursos interiors”[9].
Dalai Lama, Una ètica per al nou mileni.
Víctor Frankl:
(Psicòleg del S.XX)
“Fredrick Wertham, en su <<Crítica al informe elaborado por el Jefe del Servicio Federal de Sanidad del Comité de Televisión y Conducta Social>>, ridiculiza la <<vieja noción de cómo deshacerse de la agresión>> que justifica <<la necesidad de la violencia en televisión para reprimir impulsos violentos y, de esta manera, “ahorrarnos la violencia real”>>. Diversos estudios clínicos han revelado los efectos contraproducentes observados en niños y adolescentes ante la violencia, brutalidad y sadismo que ven por televisión. Se han encontrado cientos de casos en los que la violencia en televisión ha causado efectos dañinos. El presidente de la Comisión de Causas y Prevención de la Violencia afirmó que <<la dieta constante de conducta violenta en televisión provoca un efecto adverso en el carácter y las actitudes humanas>>. <<Debería promoverse una reducción de la violencia presente en los medios de comunicación y entretenimiento>>, dice Jerome D. Frank. El British Journal of Psychiatry describe un experimento durante el cual se les mostraba a diversos <<niños películas que contenían actos agresivos>>, y se encontró que <<después de haber visto estas imágenes, aumentaba en exceso la tendencia a comportarse de forma agresiva, en comparación con la tendencia inicial>>. John P. Murray, del Instituto Nacional de Salud Mental resume los resultados de unos cuantos estudios de la forma que sigue: <<Asistir a violencia en televisión provoca que el espectador se vuelva más agresivo>>”[10].
Viktor E. Frankl, El hombre en busca del sentido último.
Jalaluddin Rumi (Mevlana) (mestre Sufí d’Anatolia del S. XIII)
“El Día de la Resurrección Dios dirá: ¿Dónde has derramado tus cinco sentidos? Has gastado ojos y oídos, intelecto y las puras sustancias celestiales: ¿qué has comprado en la Tierra?”
[1] Salm 1, Feliç l’home que estima la Llei del Senyor (1-2).
[2] Ibn Gabirol, La corrección de los caracteres, p. 63-64.
[3] C. 6:68 (traducció d’Andrés Guijarro).
[4] C. 18:28 (traducció d’Andrés Guijarro).
[5] Platón, Diálogos I (Protágoras), traducción de C. García Gual, editorial Gredos, Madrid, 1985, 313c-314b (pp. 511-512).
[6] Ibn ‘Arabī, El secreto de los nombres de Dios, p.163.
[7] Ibn ‘Arabī, El islam cristianizado, p. 319.
[8] García, C., i Acosta, E., Etica de Epicuro, Barral, Barcelona, 1974, pp. 95-97.
[9] Dalai Lama, Una ètica per al nou mileni, ed. Empúries, Barcelona, 2000, pp. 102-103.
[10] Frankl, Viktor E., El hombre en busca del sentido último (El análisis existencial y la conciencia espiritual del ser humano), ed. Paidós, Barcelona, 1999, pp. 133-134.