Category Archives: Europa

Miguel Hernández viatja a Madrid

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En Alicante compré un billete de tercera clase a Madrid. El edificio de la estación, muy abierto, dejaba pasar un frío intenso. No quise ponerme el abrigo que llevaba en los brazos, aunque carecía de supersticiones, pensé que estrenarlo en Madrid podría ser el augurio de una buena suerte. Después de un retraso considerable, el tren comenzó a silbar y subí a mi vagón. Me acomodé en un asiento de madera verdaderamente incómodo. Puse el abrigo sobre mis hombros y cerré los ojos con la intención de dormir un rato, pero el insomnio se me había colado en el cerebro y fue imposible pegar ojo. A mi lado otros viajeros, quizás más habituados al tren, sí que lograron conciliar un sueño que me produjo verdadera envidia. Al cabo de unas horas, mis compañeros de asiento volvieron a abrir los ojos y comenzaron a sacar de sus cestas todo tipo de comida, especialmente chorizo y queso, que comieron con la misma lentitud con la que el tren avanzaba. También yo saqué pan, un trozo de queso y un poco de jamón que mi hermana había envuelto en papel de estraza. Un hombre de edad avanzada me pasó una botella de gaseosa que había rellenado con vino tinto.

-Beba, joven, beba.

-Muchas gracias.

Tomé la botella y eché un pequeño trago. Compartimos nuestras viandas y un poco de agradable conversación.

 

  pág. 55

VARA, Mariano (2010): Tren de ida y vuelta, Alzira, Algar, Algar Joven, 44,

 

Ressenya del llibre a Culturamas

 

S’ha de munyir la vaca

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La vaca se había puesto insoportable. Sin ordeñar, y digo yo celosa, más que mugir, pidiendo que la mimasen otra vez, pero el niño estaba despierto y Marta era incapaz de dejarlo solo.

Marta, cada vez más nerviosa, acabó por salir al camino, a ver si pasaba alguien que pudiese echarle una mano. Y pasó Carola, una moza pobre que iba recogiendo grelos silvestres para hacerse un caldo con eso, alguna patata mendigada y poco más. Marta la llamó y le dijo:

“Ordéñame la vaca y te daré pan”.

“Dinero”, dijo Carola.

Hicieron trato.

Cuando Carola a terminó de ordeñar fue a llevar la cántara a la cocina.

“Poca da”, dijo, “es vaca vieja”,

Marta, que había escondido al niño en el dormitorio, salió a toda prisa y cerró la puerta.

“Coge un poco de leche, que para mí hay de sobra, y gracias por todo, rapaza”.

 

 

 

FARIAS, Juan (1986): El niño que vino con el viento, Valladolid, Miñón, Las Campanas, p. 53.

                       

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Guía de lectura

Unes pomes especials

manzanas

 

Todo iba a ser muy fácil. Andrés sólo tenía que desviarse al pasar por el huerto de los Chabert, encaramarse al muro y desde allí robar un poco.

Los Chabert eran herreros viejos, de mandil de cuero y batir el hierro hasta darle forma de gallo veleta o lo que hiciera falta.

Los Chabert vivían al borde del  Camino de Antes. Tenían un huerto y manzanos tabardillos que por aquellos días estaban cargados de fruta.

La señora Chabert era grande y amable.

La señora Chabert, mientras limpiaba de escarabajos una planta de alcachofas, vio cómo Andrés saltaba del muro a la rama de un tabardillo.

“Escritor”, dijo, “si quiere algunas manzanas, pídalas. Ya no tiene edad de andar trepándose a los árboles”.

Andrés se avergonzaba con facilidad.

“No quise molestar”, dijo.

La señora Chabert tenía una sonrisa fácil.

“Robe, hijo, robe, hágalo; pero procure no caerse encima de mis alcachofas”, y después de un suspiro, felicitó: “Un parto es un parto”.

 

 50-52

FARIAS, Juan (1986): El niño que vino con el viento, Valladolid, Miñón, Las Campanas, p

Viure al País Elevat

La vendimia, José Vela Zanetti. Óleo. Caja España

La vendimia, José Vela Zanetti. Óleo. Caja España

-¡Oh! No me llaméis señor…Llamadme abuelo. ¿Se está bien en el País Elevado?

-¡Oh sí, abuelo!

-¿Os gustaría volver?

-Sí.

-Decidme cómo se vive allí. Contadme cosas.

-Todo es muy diferente a esto –dijo Grisón-. Allí no se come papillas, se come carne de verdad. Y fruta. Melocotones, cerezas…

-¿Cerezas?

-Sí, cerezas, manzanas, peras. Y hasta las cogemos de los árboles.

-¿De los árboles?

-También vamos a la escuela.

-Y cuidamos las vacas –añadió Prune-. A veces, si tenemos sed, tomamos la leche directamente, es deliciosa.

-Cuando hace calor, nos bañamos en el Criarde.

-¿Os bañáis…?

Angelus, Jean-François Millet

Angelus, Jean-François Millet

-Y vamos a la siega.

-Y a la recogida del lúpulo.

-A veces, también a la vendimia.

-¿Qué hacéis en invierno? –preguntó el anciano.

-En invierno jugamos en la granja. Hacemos guerras con la nieve, pero eso no dura mucho tiempo.

-¿Y sois felices?

-¡Sí!

 

SAUTEREAU, François (2005): Un agujero en la alambrada, Madrid, SM, El Barco de Vapor, 12, pp. 193-194.

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Un dinar a Metròpoli

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Desde luego, esto no se parecía en nada al café de la Clique. Además, los niños se dieron cuenta de que las mismas palabras no significaban las mismas cosas en el País Elevado o en Metrópoli. En Courquetaines, un coche era un carro tirado por uno o varios caballos. Aquí, era un automóvil. Lo mismo ocurría con el restaurante: aquí consistía en una inmensa sala con columnas por todas partes y con grandes ventanales que daban a unas terrazas repletas de jardincillos.

-Esto es maravilloso –dijo Grisón en la cola de espera.

-Sí, todo está nuevo –añadió Prune.

A cada comensal le daban una bandeja en la que había cinco paquetitos envueltos en papel de aluminio. Parecían tabletas de chocolate desprovistos de su primera envoltura, pero más pequeñas y más gruesas. Además de eso, una especie de jarrita de agua con tres botones.

-Cuidado, es frágil –dijo Saura.

Se instalaron en una mesa verde en la que hubieran cabido holgadamente seis.

-Voy a enseñaros cómo se usa esto –dijo la madre-. Es fácil. Le dais al botón rojo de la botella –así llamaba a la jarra, aunque no se parecía en nada a las botellas que había en los Ultramarinos Reunidos- y ¡cuidado!, que el agua empieza a calentarse.

Mientras esperaban, quitaron los envoltorios de aluminio y los tiraron en una papelera. Cuando el agua estuvo caliente, Saura echó el contenido del primer paquete en una de las cavidades de la fuente, que estaba llena de hondos y elevaciones. Era el primer plato. Grisón y Prune hacían lo mismo, procurando no parecer demasiado ignorantes.

-Lo que estáis comiendo es una Tortilla Barnabé.

Era inútil buscar los huevos en aquel plato. Lo mismo ocurría con el pollo en el plato siguiente, aunque se llamaba Pollo al arroz. En realidad, todo era como una pasta parecida a la papilla de los bebés. Lo único que variaba era el color y el sabor.

Arròs amb pollastre

Arròs amb pollastre

Acabaron la comida con un helado que, éste sí, justo es reconocerlo, se parecía a un helado.

 pp. 162-163.

SAUTEREAU, François (2005): Un agujero en la alambrada, Madrid, SM, El Barco de Vapor, 12,

 

Entrepà de llardons (chicharrones)

Llardons

Llardons

 

Grisón se sentó en la mesita que le había preparado Robert, como lo hacía todos los días de clase, y sacó de un papel grasiento su bocadillo que hoy era de chicharrones. Era tan grande, que Grisón lo tuvo que atacar por diferentes puntos antes de poder apreciarlo en su conjunto. Mezclado con naranjada, sabía a queso. Llegaron unos clientes para almorzar. Anaís anotaba los pedidos y después servía, ya que Robert sólo se ocupaba de los vinos.

Después de comerse un plátano, Grisón salió al sol. Dio la vuelta a la plaza y se dirigió hacia el callejón para ver el agujero de cerca. Rafistole había puesto unos tablones para señalar que allí había una obra importante. Grisón dio media vuelta. Delante de la escuela, junto al ayuntamiento, Raclot jugaba a las canicas con Jocrisse, que estaba desplumando vergonzosamente. Unas chicas se divertían, algo más lejos, saltando de un lado a otro de las gomas elásticas.

 

SAUTEREAU, François (1985): Un agujero en la alambrada, Madrid, SM, El Barco de Vapor, 12, pág. 35.

 

Menjar a l`hospital

korazon

Pero, en casos así, has de sacar fuerzas de donde no las hay.

Hicimos vida de hospital. A papá le crecía la barba por momentos, y mamá tenía unas ojeras como si no hubiese dormido en tres semanas seguidas. Comíamos en la cafetería del hospital con menús que parecían hechos a propósito para que no salieses nunca más del hospital, aunque hubieses ido sólo como acompañante o como visitante.

Korazón de Pararrayos estaba en una Unidad de Vigilancia Intensiva, lo que llaman una UVI, y más o menos cada hora, papá y mamá perseguían a alguno de los médicos o enfermeros que salía de la sala y preguntaban quieras o no:

-¿Qué, doctor…?

 

SOTORRA, Andreu (2003): Korazón de Pararrayos, Barcelona, Edebé, Tucán, 180. p. 79-80

 

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Les privacions a Sarajevo durant la guerra

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I. La manca d`aigua

 

Mentre hi pensa, arriba al passeig del Miljacka i veu que hi ha algú pescant i també recollint aigua. No se sorprèn, ja res no li estranya. Alguns, sobretot si hi ha una mica de boirina que els pugui amagar, fan això, apropar-se fins al riu per intentar capturar algun peix o aprovisionar-se d`aigua, encara que sigui bruta. Les fonts de la ciutat no funcionen i, anant al Miljacksa, s`estalvien les llargues caminades fins als escassos punts de distribució d`aigua en camions cisterna que té el govern. Tanmateix, la Selma creu que el risc de recollir aigua del riu és massa gran. A més del perill dels trets, l`aigua està contaminada pels residus de la ciutat, animals morts i fins i tot algun cadàver en descomposició. També corre el rumor que els txèniks han enverinat el riu de la zona ocupada. A ells, els Arvin, de moment no els can exposar-se així. Són afortunats perquè tenen un petit pou al pati del darrere de casa. Fins i tot en donen, d`aigua, als veïns.

Ja fa quasi dos n anys que dura la guerra, la situació cada vegada es fa més difícil i la falta d`aigua és tan sols un dels problemes. Només ocasionalment hi ha electricitat i, per això, els electrodomèstics han esdevingut aparells inútils. També escassegen el menjar i les medecines, encara que la seva família en pot comprar al mercat negre, no amb els diners provinents de l`escarransit sou de conserge del pare al dipòsit de llibres, sinó gràcies al que guanya ella fent de taxista pels carrers de la ciutat.

 

 II. Un sopar

 

 

Sense treure`s l`uniforme de conserge, que ha fet que alguns veïns al barri, fent broma, l`anomenin “el Coronel”, en Kemal seu al petit menjador de casa seva, entretenint-se amb un joc de cartes, mentre a la ràdio parla un conegut escriptor, un dels serbis que s`han mantingut al costat del govern bosnià. La Fatima gairebé té a punt el dinar. Ja fa setmanes que mengen el mateix: sopa de verdures, pa i algunes salsitxes de pollastre. La Selma seu lluny de la finestra, no cal donar facilitats als franctiradors, es diu, mentre pensa en el menjar.

 

 BENAVENTE, Jaume (2005): Història d`amor a Sarajevo, Barcelona, Columna, Columna Jove. Premi Ramon Muntaner 2005, pp. 13-14 i 18

 

Proposta de lectura

 

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Esmorzar a la postguerra

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A la cocina llegaba ya la luz acaramelada del sol que despuntaba por los montes. No quiso prender la luz para resguardarse en la penumbra de la agresión de los recuerdos. Con la destreza que da la costumbre, se dirigió a la oscura alacena y tanteó hasta encontrar la lechera. Vertió leche en el cazo y lo depositó sobre los hierros de la placa. Colocó también sobre el fuego un pocillo con una mezcla de café y achicoria. Echó en el tazón unas rebanadas de pan de hogaza y esperó a que la leche y el café se calentaran. Desayunó despacio. Su mirada seguía los movimientos de la cuchara y su vista apenas se levantó del cuenco. Se había acostumbrado a mirar al vacío, protegiéndose de sus pensamientos.

Recogió los cacharros y los dejó en la pila. Decidió no fregar para no mancharse la ropa.

 

GÓMEZ, Ricardo: Mujer mirando al mar. Madrid, SM, 2010, pág. 90.

 

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Misteris de les olives farcides d’anxova

aceitunas

 

Así que el día que la Luisa subió a casa a contarnos que a Bernabé, su maridito y mi padrino, le habían ascendido en la empresa y que quería que le diéramos un pequeño pero sincero homenaje y mi madre chilló de alegría incontenible, no sabía si es que la Luisa se estaba tirando el pisto o que mi madre era una persona muy falsa. Una vez más me equivoqué. Mi madre me contó que era cierto, que Bernabé hasta el momento había sido representante de aceitunas con hueso y que a partir de ahora sería también de banderillas, de berenjenas en vinagre y de aceitunas sin hueso y con un trozo de anchoa incorporado. Este tipo de aceitunas sólo se crían en España; no me digas cómo es posible que los agricultores hayan conseguido un olivo que dé aceitunas con anchoas, nadie sabe cómo llegan las anchoas hasta allí, incluso ha habido congresos de científicos americanos estudiando ese tipo de olivo y no han hallado respuesta; los agricultores no sueltan prenda. Es un misterio tan grande como la fórmula de la coca-cola.

 

LINDO, Elvira: Pobre Manolito, Madrid, Alfaguara, 1995, pp.46-47

 

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