Tinc moltíssima fam

patatas-asadas

Estaban comiendo patatas cuando los conocí. Acababa de enterrar a mamá y de dejar nuestra casa en Honore Street y no tenía donde ir. Caminando por un frío y ventoso Chicago, vestida con un chaquetón demasiado pequeño y calzada con unas botas demasiado grandes, vi una hoguera en el portal de una iglesia de Michigan Avenue, una hoguera rodeada por un montón de niños, grandes, pequeños e intermedios, pero todos sucios, necesitados y hambrientos. Había un chico que llevaba hojas de periódico envueltas sobre los pies en lugar de zapatos y que se parecía un poco a mi hermano Toddy.

-¿Te importaría decirme? –le pregunté- dónde puedo conseguir algo de comer? Tengo muchísima hambre.

Algunos de los chicos me hicieron burla, pero el que se parecía a Toddy dijo:

-¡Ven! ¡Siéntate a la mesa!

Me puse en cuclillas a su lado y él sacó una patata de las brasas.

-¡Eh! –dijo un chico que después resultó ser Sammy- ¡Fíjate en ésa! No tiene pinta de estar muriéndose de hambre, y yo podría aprovechar esa patata mucho mejor.

-De eso nada, es mía –dijo otro. Después supe que se llamaba Joe; intentó agarrarla-. Trae aquí, nariz de patata.

-¡Ya está bien, so golfos! –exclamó el que se parecía a Toddy poniendo la patata en mis manos. Olía tan bien y estaba tan calentita que no sabía si comérmela o seguir sosteniéndola. Al final hice un poco de cada cosa.

Ojalá hubiera tenido entonces una patata, calentita y crujiente, recién sacada de la lumbre. O una taza de sopa con pollo…

 pp. 16-17

CUSHMAN, Karen (2004): Rodzina, Barcelona, EntreLIbros,

Truita amb bonítol

  fantasmaencalcetines

Las gemelas hablan de sus cosas con voces de pitiminí. Yo quiero esto, dicen; esto no lo quiero. La casa huele a aceite de oliva. A las nueve de la noche se oye el roce de los cacharros, el batir rítmico de los huevos; en la cocina propia o en la de al lado.

Afuera, en la calle, se han cerrado las tiendas y las oficinas.

Si la casa tiene estribillo, no es el de la televisión ni el de la lavadora. Es el batir de los huevos para hacer una tortilla, a las nueve de la noche.

Guillermo suelta la pregunta de improviso, sin venir a cuento.

-Una persona no puede desaparecer de repente, ¿verdad?

Y su madre, que suele responderle con prontitud, vacila un momento. Se interrumpe el tintineo del tenedor contra la loza.

-¿Te da miedo que me vaya?

-No eres tú. David dice que eso ha pasado esta tarde en el bosque del Herrero. Dice que había un chico y que desapareció.

-Habrá sido un truco –supone su madre-. Eso sólo ocurre en los circos.

Se oye el cuchicheo de la sartén. Se expande el olor de la tortilla con bonito.

 

MATEOS, Pilar (1999): El fantasma en calcetines, Zaragoza, Edelvives, Ala Delta, 230, p. 38.

Text en PDF

Guía de lectura

Viure al País Elevat

La vendimia, José Vela Zanetti. Óleo. Caja España

La vendimia, José Vela Zanetti. Óleo. Caja España

-¡Oh! No me llaméis señor…Llamadme abuelo. ¿Se está bien en el País Elevado?

-¡Oh sí, abuelo!

-¿Os gustaría volver?

-Sí.

-Decidme cómo se vive allí. Contadme cosas.

-Todo es muy diferente a esto –dijo Grisón-. Allí no se come papillas, se come carne de verdad. Y fruta. Melocotones, cerezas…

-¿Cerezas?

-Sí, cerezas, manzanas, peras. Y hasta las cogemos de los árboles.

-¿De los árboles?

-También vamos a la escuela.

-Y cuidamos las vacas –añadió Prune-. A veces, si tenemos sed, tomamos la leche directamente, es deliciosa.

-Cuando hace calor, nos bañamos en el Criarde.

-¿Os bañáis…?

Angelus, Jean-François Millet

Angelus, Jean-François Millet

-Y vamos a la siega.

-Y a la recogida del lúpulo.

-A veces, también a la vendimia.

-¿Qué hacéis en invierno? –preguntó el anciano.

-En invierno jugamos en la granja. Hacemos guerras con la nieve, pero eso no dura mucho tiempo.

-¿Y sois felices?

-¡Sí!

 

SAUTEREAU, François (2005): Un agujero en la alambrada, Madrid, SM, El Barco de Vapor, 12, pp. 193-194.

Textos en PDF

Un dinar a Metròpoli

un-agujero

Desde luego, esto no se parecía en nada al café de la Clique. Además, los niños se dieron cuenta de que las mismas palabras no significaban las mismas cosas en el País Elevado o en Metrópoli. En Courquetaines, un coche era un carro tirado por uno o varios caballos. Aquí, era un automóvil. Lo mismo ocurría con el restaurante: aquí consistía en una inmensa sala con columnas por todas partes y con grandes ventanales que daban a unas terrazas repletas de jardincillos.

-Esto es maravilloso –dijo Grisón en la cola de espera.

-Sí, todo está nuevo –añadió Prune.

A cada comensal le daban una bandeja en la que había cinco paquetitos envueltos en papel de aluminio. Parecían tabletas de chocolate desprovistos de su primera envoltura, pero más pequeñas y más gruesas. Además de eso, una especie de jarrita de agua con tres botones.

-Cuidado, es frágil –dijo Saura.

Se instalaron en una mesa verde en la que hubieran cabido holgadamente seis.

-Voy a enseñaros cómo se usa esto –dijo la madre-. Es fácil. Le dais al botón rojo de la botella –así llamaba a la jarra, aunque no se parecía en nada a las botellas que había en los Ultramarinos Reunidos- y ¡cuidado!, que el agua empieza a calentarse.

Mientras esperaban, quitaron los envoltorios de aluminio y los tiraron en una papelera. Cuando el agua estuvo caliente, Saura echó el contenido del primer paquete en una de las cavidades de la fuente, que estaba llena de hondos y elevaciones. Era el primer plato. Grisón y Prune hacían lo mismo, procurando no parecer demasiado ignorantes.

-Lo que estáis comiendo es una Tortilla Barnabé.

Era inútil buscar los huevos en aquel plato. Lo mismo ocurría con el pollo en el plato siguiente, aunque se llamaba Pollo al arroz. En realidad, todo era como una pasta parecida a la papilla de los bebés. Lo único que variaba era el color y el sabor.

Arròs amb pollastre

Arròs amb pollastre

Acabaron la comida con un helado que, éste sí, justo es reconocerlo, se parecía a un helado.

 pp. 162-163.

SAUTEREAU, François (2005): Un agujero en la alambrada, Madrid, SM, El Barco de Vapor, 12,

 

Entrepà de llardons (chicharrones)

Llardons

Llardons

 

Grisón se sentó en la mesita que le había preparado Robert, como lo hacía todos los días de clase, y sacó de un papel grasiento su bocadillo que hoy era de chicharrones. Era tan grande, que Grisón lo tuvo que atacar por diferentes puntos antes de poder apreciarlo en su conjunto. Mezclado con naranjada, sabía a queso. Llegaron unos clientes para almorzar. Anaís anotaba los pedidos y después servía, ya que Robert sólo se ocupaba de los vinos.

Después de comerse un plátano, Grisón salió al sol. Dio la vuelta a la plaza y se dirigió hacia el callejón para ver el agujero de cerca. Rafistole había puesto unos tablones para señalar que allí había una obra importante. Grisón dio media vuelta. Delante de la escuela, junto al ayuntamiento, Raclot jugaba a las canicas con Jocrisse, que estaba desplumando vergonzosamente. Unas chicas se divertían, algo más lejos, saltando de un lado a otro de las gomas elásticas.

 

SAUTEREAU, François (1985): Un agujero en la alambrada, Madrid, SM, El Barco de Vapor, 12, pág. 35.

 

Mi hermana Aixa

mi-hermana-aixa

 

Durante el recreo, sobre todo los días que llueve, mi hermana siempre consigue golosinas, cromos o, incluso, trozos enormes de desayuno (bocadillos más buenos que los de mamá, que siempre son de pavo y queso de bola), porque se los dan los niños y las niñas a cambio de que les enseñe la herida. Cuando lo hace voy yo y, como ya se la he visto muchas veces, vigilo que nadie mire sin que Aixa quiera. Los dos nos reímos de las caras de miedo y de asco que ponen y, una vez, incluso Joaquín, que es mayor porque es repetidor, se mareó cuando Aixa le enseñó la pierna cortada y tuvieron que llevárselo a la enfermería. Mientras se toca las cicatrices ella les dice que ahora ya no le duele, que sólo le pica un poco, y contesta sonriendo a todas las preguntas que le hacen; pero un día, en casa, me contó que sintió un dolor muy fuerte y al acordarse le cayeron algunas lágrimas, pocas. Nunca más la he visto llorar. Me parece que es por eso que a ella ya no le dan miedo las inyecciones y, en cambio, yo todavía muchas veces lloro si me tienen que pinchar y prefiero tomarme un jarabe, por muy amargo que sea. Quien inventó las minas antipersona no tuvo una idea brillante, pero quien inventó las inyecciones tampoco.

 

TORRAS, Meri (1999):  Mi hermana Aixa, La Galera-Círculo de Lectores, Barcelona, pp.    21-23.

 

Text en PDF

Un estofat de porc a la Xina de 1971

Carn de porc

Carn de porc

 

Al 1971, dos anys després que se l`emportessin, per fi van concedir al Baba un permís temporal. Una tarda, a última hora, vaig mirar cap amunt i me`l vaig trobar al davant, amb un uniforme molt gastat que li anava balder i la cara prima i pàl·lida. Però els seus llavis es van encendre quan ens va abraçar al Di Di i a mi.

-Em menjaria un bou amb banyes –va dir de bon humor-.Avui cuino jo.

El Baba no havia cuinat mai, tot i que, de tant en tant entrava a la cuina a fer crítiques iròniques sobre les habilitats culinàries dels altres. Des que li havien reduït el sou, els nostres àpats s`havien vist reduïts a col un dia i un altre. Però avui el Baba va parlar d`estofat de porc. Quina delícia! Vam a anar junts al mercat.

Però el mercat de la zona estava tan buit com el nostre galliner. La majoria de prestatges estaven buits; només hi havia uns quants trossos prims de porc estesos amb tristesa al taulell del carnisser. Per comprar-ne, calien tant els cupons de la carn com diners. La parada de verdures estava igual de deserta, amb una gran pila de cols d`hivern que ocupaven gairebé tot l`espai, acompanyades només d`unes quantes cebetes mig congelades. Hi havia molts pocs clients. Amb tan poques coses, la compra era molt fàcil. Hi havia molt poques temptacions. Tot i així, mentre ens acostàvem a la parada de la carn, em notava excitada.

-Un quilo de port, sis plau –va demanar el baba.

El carnisser ens va servir amb molt de gust. Era un carnisser expert. Tota una llegenda, m`havia dir la Lao Lao, famós per l`habilitat a l`hora de tallar la carn. Amb un cop ferm de ganivet, va separar un bon tros de carn de la seva limitada provisió. I la balança va marcar un quilo just. Ni més ni menys. El carnisser va aspirar el cigarret que duia sempre als llavis, i li va aparèixer un somriure, a penes visible, que va desaparèixer amb la mateixa rapidesa.

Quan vam arribar a casa, la Lao Lao havia anat a visitar un parent que estava malat, o sigui que el pare es va convertir en el rei de la cuina. Jo li vaig fer d` ajudant, vaig netejar les cebetes i vaig pelar l`all. El Baba va anar tallant el trpos de carn en daus petits mentre jo l`observava,

-Quan fa que no menges carn? –li vaig preguntar.

-No me`n recordo. Des que me`n vaig anar.

El Baba va deixar de tallar i em va mirar,

-He mirat d`estalviar diners per comprar-te un edredó gruixut de cotó. Vaig pensar que potser t`enviarien al camp, que hi fa més fred. Tenia els diner amagats sota el coixí, però un dia m`havien desaparegut. No sé qui me`ls va prendre. No tan sols podia intentar descobrir-ho, perquè els guàrdies s`haurien pensat que en portava alguna de cap.

Em va fer una mirada de disculpa i em va dir:

-Només em quedaven els diners que m`p he gastat amb el porc, però almenys farem un bon àpat junts.

El Baba va abocar un grapat de cebetes i gingebre a l`oli roent i puf!, la cuina es va omplir d`una olor penetrant. Aleshores va anar col·locant tots els trossets de carn al wok. Hi va afegir unes quantes cullerades de salsa de soja i un pessic de sucre. I jo em vaig situar al seu costat, observant aquell vapor tan agradable que pujava del wok. Em va passar el braç per l`espatlla, i vaig notar les durícies que tenia a la mà.

Quan el Baba va portar el bol gran de porcellana a taula, jo ja havia col·locat al seu lloc les culleres, els bastonets i els bols de ceràmica. Després de remenar tots els armaris, el Di Di va trobar mitja ampolla de vi d`arròs, que devia ser una resta d`algun regal de l`últim cap d`any.

-Benvingut a casa, baba –va dir el meu germà, alçant ben amunt la copa.

Al Baba se li van humitejar els ulls mentre anava fent xocar la seva copa amb les nostres. Després va somriure.

-Va, mengem ara que està calent.

I de cullerada en cullerada, va anar servint la carn sucosa als nostres bols.

Jo gairebé no recordava que bo que era el porc estofat! Sense adonar-me`n, em vaig empassar la meitat del menjar que tenia al plat. Però quan vaig alçar la vista i vaig tornar a mirar al Baba, vaig veure que ell no havia tocat el seu plat. Amb els colzes descansant a la taula i el cos inclinat cap a nosaltres, observava com menjàvem, i els ulls li somreien.

 

 

 

LI, Moying (2009): Neu de primavera. Créixer a la Xina de Mao, Bambú, Barcelona, pp. 127-130.

 

Text en PDF

 

 

El nou any xinès en el record

Sopa de pollastre

Sopa de pollastre

 

La festa que m`agradava més era l`any nou xinès. Però no al 1970. Aquella nit de cap d`any, el di Di i jo estàvem ajaguts en un racó del menjador, molt poc il·luminat, gairebé adormits. La Lao Lao i els altres parents estaven arraulits al voltant de l`estufa i parlaven en veu baixa. De tant en tant, jo anava mirant a la porta.

Abans, el dia d`any nou a casa sempre havia sigut un dia de festa i celebració. Era un dia que els grans i sobretot els petits rebien regals dels membres de la nostra extensa família. Normalment, aquella ocasió la compartien amb nosaltres almenys vint convidats, entre parents, amics i amics d`amics. Les dones de la família, amb la Lao Lao al capdavant, es passaven el dia cuinant, i la cuina s`omplia de rialletes obertes i l`aroma intens de l`estofat de porc, la sopa de pollastre, el tofu amb espècies i els sucosos farcellets. El Di Di i jo, juntament amb els cosins i els amics, no paràvem d`entrar i sortir de la cuina en un esforç col·lectiu per tastar aquelles delicadeses abans que les servissin. A casa de la Lao Lao, la taula del menjador s`allargava fins que ocupava tot l`espai. Cada centímetre quadrat cobert de plats deliciosos. El primer brindis el feia la Lao Lao, per una bona salut i una llarga vida, i després venien els brindis de broma de tots els altres. Després de sopar, tots demanàvem a la meva tieta més jove que cantés, mentre el Da Jiu l`acompanyava amb la flauta. A vegades fins i tot convencíem la Lao Lao perquè també toqués el seu llaüt de bambú.

 

LI, Moying (2009): Neu de primavera. Créixer a la Xina de Mao, Bambú, Barcelona,

 

Text en PDF

pp- 115-116.

Fam a la Xina de Mao

arros

 

 

Però l`any següent [1959], igualment van morir hectàrees i hectàrees de camps d`arròs i blat, aquest cop destruïts pels insectes, que s`havien multiplicat amb rapidesa perquè els seus predadors naturals, els pardals, no havien tornat.

Allò només va ser el començament. Durant els tres anys següents, la Xina va patir un desastre rere l`altre. A més de la plaga d`insectes, hi va haver una sequera molt forta, seguida d`una gana generalitzada. Milions de persones van morir de fam. A la ciutat, teníem el menjar estrictament racionat. Teníem uns cupons petits per tot: blat, arròs, oli per cuinar i carn. La Lao Lao mirava d`anar sovint a la botiga, però la majoria de vegades les provisions ja s`havien acabat. Jo, que feia primer, dinava a l`escola. Ens va, passar setmanes menjant arròs i melmelada de fruita cada dia. Ben aviat, l`estómac se`m regirava només de veure l`arròs amb melmelada.

-No suporto l`arròs fastigós de l`escola –li vaig dir rondinant a la Lao Lao un dia- puc venir a dinar a casa?

Amb una mirada trista, es va ajupir i em va abraçar:

-Tots ho passem malament –em va dir. No vaig trigar gaire a entendre que era una bestiesa queixar-se.

Com que la majoria d`adults de la família treballaven fora de la ciutat durant la setmana, ara la Lao Lao només cuinava per al Lao Ye, el Di Di i jo. Em vaig començar a fixar que feia el sopar per al Di Di i jo, ens mirava mentre menjàvem i després ens enviava a jugar al pati abans de fer el sopar per a ella i el Lao Ye. Al començament no hi vaig donar gaire importància, però un dia em vaig adonar de la diferència. L`olor que feia el seu menjar era molt estranya. Aprofitant que la Lao Lao estava distreta, vaig aixecar la tapa del wok i vaig veure una aigua grisosa amb unes quantes fulles que hi flotaven. Aquell mateix vespre, el meu germà i jo havíem menjat arròs i col fregida, amb una cullerada de carn i tot. Vaig córrer a compartir el meu descobriment amb el Di Di. L`endemà, vam amenaçar de fer vaga de fam si la Lao Lao no ens donava per menjar el mateix que ells.

-Però esteu en ple creixement i necessiteu aliment –va dir amb un sospir-. Nosaltres ja som molt grans i en podem passar.

No! Aquest cop vam ser el Di Di i jo, els que vam defensar la nostra posició. 

 pp. 30-31.

LI, Moying (2009): Neu de primavera. Créixer a la Xina de Mao, Bambú, Barcelona,

 

Text en PDF

Animals de granja a Pequín

neu-de-primavera

Els animals de granja que teníem vivien gairebé en llibertat, en un cobert situat sota un om gegant, en un racó del pati. Per mi, el cobert era com un petit zoo. Hi vivien dos conills blancs amb uns ulls vermells molt grossos, i també un gall de plomes daurades i brillants i quatre gallines, dues de blanques i dues de rosses. Cada un d`aquells animals els havia triat la Lao Lao als venedors ambulants. Els meus preferits eran els conills, tan càlids i suaus al tacte. A vegades fins i tot els atreia a la meva habitació  amb una pastanaga per poder-los amanyagar.

LI, Moying (2009): Neu de primavera. Créixer a la Xina de Mao, Bambú, Barcelona, pàg. 20.

 

Text en PDF

Guia de lectura de Neu de primavera