Category Archives: Gènere

De lo que le sucedió a una mujer llamada doña Fantástica

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El conde sabía que Patronio era un hombre sabio y que pronto buscaría un cuento con el que aconsejarle, así que le dejó contar…

-Hubo, señor, una mujer llamada doña Fantástica, más bien pobre que rica, que un día iba al mercado llevando una olla de miel.

 

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Yendo por el camino comenzó a pensar que en el mercado vendería esa olla de miel, y que con el dinero obtenido compraría una partida de huevos de la cual nacerían gallinas, y que cuando éstas hubieran crecido las llevaría al mercado y compraría ovejas, de las que al cabo del tiempo vendería la lana, la carne y los corderos, de modo que sería más rica que ninguna de sus vecinas.

Luego pensó que con aquella riqueza que obtendría casaría a sus hijos e hijas y les daría buenas dotes, y que iría por la calle rodeada de yernos y nueras, que pasearían con sus hijos de la mano, mientras oía a las gentes celebrar su buena suerte y elogiar su trabajo, con los cuales había podido prosperar desde la situación de pobreza en la que estaba.

Y se sintió tan feliz que rió de tanta alegría y, al reírse, se dio un golpe con la mano en la frente, con lo que la olla de miel cayó al suelo y se partió en pedazos. Cuando vio la olla rota comenzó a llorar y a lamentarse como si hubiera perdido a la vez miel, gallinas ovejas, corderos, dotes, yernos, nueras y nietos. Así que por celebrar anticipadamente lo que no había conseguido, no logró nada de lo que quería.

El conde volvió a sus cuentas y libros, pensando en un refrán que venía al caso de esa fábula:

                        En las cosas ciertas confiad

                        Y en las fantásticas evitad.

 

GÓMEZ, Ricardo (versión y adaptación) (2009): “De lo que sucedió a una mujer llamada doña Fantástica”, en El Conde Lucanor, de Don Juan Manuel, Zaragoza, Edelvives, pp. 60-62.

 

El Conde Lucanor, edición de Juan Vicedo. Biblioteca Cervantes

 

Imágenes de Javier Zabala

Sombraluna y las naranjas

Maria García Esperón

Maria García Esperón

 

-Niñasombra no te vayas

pero si quieres salir

de la noche que es mi casa

da al jazmín algo de ti.

-¿Qué podría darte yo

que tú no tuvieras ya?

-El principio de tu sueño.

De tus sueños el final.

El trébol de madrugada,

la naranja al despertar,

la violeta en el pañuelo,

un clavel para mi ojal.

 

GARCÍA ESPERÓN, María (2008): Sombraluna, México, Solar Servicios Editoriales. Ilustraciones Lorde.

 

 

Ajo arriero

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Se sentaron a la mesa y, por fin, Raúl comió el tan deseado ajo arriero.

-Abuela, no es un plato que sea sofisticado, ya lo sé, pero me muero por el ajo arriero…

-Pues como no vengas más a menudo te quedas sin él… ¿Sabéis? El año pasado Blas, mi Blas, vuestro tío, vino unos días al pueblo y se trajo a un superior, pero más campechano que un ocho. No paraba hablar maravillas de todo. Les hice también ajo arriero… y yo creo que no he visto nunca a nadie disfrutar tanto con un plato de pobres, aunque ahora el bacalao está por las nubes…

-¡Vaya con el superior! –Raúl siguió la broma- ¡Menos mal que estoy aquí! ¡No me vaya a quedar sin mi ración!

-¿Cómo se prepara, abuela? –preguntó Luisa.

-Me enseñó mi madre, que también se llamaba Luisa como tú, era más refinada que yo, pero sabía cocinar, ya lo creo… Ya os lo he dicho antes. Cuando tuvieron que dejar las casa de la capital se vinieron conmigo. Mi padre lo pasó peor, pero la abuela Luisa se adaptó estupendamente y me ayudó mucho con los chicos, sobre todo con Andrés, que era un demonio… Ay qué ver, mi madre, que era una señora, acabó comadreando con las vecinas del pueblo como una más y mi padre que presumía de campechano se dejó vencer en un rincón… porque se le había caído el mundo encima.

-¿Y cómo se hace el ajo arriero, abuela?

A. Sáiz, preparant ajo-arriero

A. Sáiz, preparant ajo-arriero

-Ahora os lo digo, pero sin paciencia nada de nada. No es como ahora que zas vas y compras cuatro avíos congelados de esos y a comer. Nada nada. Se cogen unas patatas, se hierven y se pelan. Se añaden dos huevos duros, uno o dos crudos, unos ajos bien machacados, bacalao desalado y desmigado… Lo ligáis todo, un poco de sal y a darle vueltas con aceite de oliva. Cuando quedé así como lo veis, pues se puede comer. Era el plato de Semana Santa y yo lo preparaba con frecuencia. Ahora hacía tiempo, pero a ti, Raúl te gustaba mucho de pequeño… y mira que es un plato poco sofisticado, pero te lo comías con unas ganas… Os haré otro día el gazpacho que al abuelo le gusta mucho y, cuando venga vuestro padre, el morteruelo, para que se chupe los dedos, a ver si mejora.

-¡Es que Raúl es un tragón! –soltó Marta.

-¡Tragona tú!, que estás todo el día con las chuches y venga pedir a mamá…

-Bueno, pero tú me las quitas.

-Os haré otro día el gazpacho –intervino conciliadora la abuela- que al abuelo le gusta mucho y, cuando venga vuestro padre, el morteruelo, para que se chupe los dedos, a ver si mejora.

-Sí, abuela, y esas rosquillas…

-¡Y luego dice que el tragón soy yo! –siguió porfiando Raúl, aunque más por hacer rabiar a su hermana que por otra cosa.

-¡Abuela!, ¡di qué pare!

 

           

SÁIZ RIPOLL, Anabel (2008): Como un girasol, Cuenca, Diputación Provincial, pp. 95-107

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En la sobremesa de María (receptes i més)          

         

 

 

 

 

Don Quijote vela las armas

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Menos mal que salió enseguida el ventero. Al ver la figura del caballero, imaginó que no debía de estar muy cuerdo. Por eso le ofreció posada con buenas palabras.

A don Quijote le pareció el señor del castillo y aceptó gustoso su invitación.

Las mujeres le ayudaron a desarmarse, pero no pudieron quitarle el casco, porque lo tenía atado con cintas verdes y fuertes nudos, y él no quiso que las cortaran.

Como él tenía que sostenerse la visera, sólo pudo comer con su ayuda: ellas le ponían la comida en la boca. Beber fue más complicado: necesitó una caña que el ventero agujereó.

Y dado que a él le parecía que comía en un castillo y le ayudaban bellas doncellas, decidió que ése era el lugar adecuado para armarse caballero. Y así se lo pidió al señor del castillo.

El ventero, que era aficionado a los libros de caballerías, aceptó hacerlo.

Pasó la noche velando las armas.

 

NAVARRO DURÁN, Rosa (2005): El Quijote contado a los niños, Barcelona, Edebé, pp. 16-18. Ilustraciones Francesc Rovira.

 

Il·lustració de Francesc Rovira

Il·lustració de Francesc Rovira

 

 

Dinar de casament de Felip II i Maria Tudor

Dirck Crabeth: «Felipe II y María Tudor ante la Eucaristía» (1557)

Dirck Crabeth: «Felipe II y María Tudor ante la Eucaristía» (1557)

 El rey, que vestía un terno de color claro, sombrero de plumas y manto de tisú de oro, esperó en el altar a doña María, vestida también de blanco y pedrería y tocada con cofia de encaje. En el altar, los novios hablaron afablemente entre sí, don Felipe le dirigía sonriente las pocas palabras que había aprendido en inglés. La comida, de muchas viandas y abundante cerveza, se amenizó con un baile que acercó a la nobleza inglesa y española; así conoció el conde de Feria a la que luego sería su esposa lady Juana Dormer. Los demás nos entregamos al jabalí asado y a la bebida. Luego el obispo de Winchester subió a bendecir el lecho nupcial, pidiendo al Señor la alegría de la fecundidad para la prosperidad de los reinos .

 

SANZ, Blanca (1999): Aquellas costas de Inglaterra, Barcelona, Emecé Editores,  p. 105.

 

 

 

 

 

 

Provisions per L`Armada Invencible

"Armada Invencible"  (Aert van Autum, Rijksmuseum, Amsterdam)

"Armada Invencible" (Aert van Autum, Rijksmuseum, Amsterdam)

Nos detuvimos frente a la galeaza, el sol iluminaba el rojo bermellón de su casco y arrancaba destellos a las tallas doradas que adornaban el maderamen, los fanales de cobre relucían en el castillo de popa y en la proa una escultura femenina semidesnuda que hacía de mascarón se balanceaba mostrando sus pechos desnudos. Aunque todavía los hombres de guerra y la marinería subían y bajaban por las cubiertas, había una cierta calma y se podía escuchar el ruido de las banderolas y de los pendoles agitados por la brisa y el golpeteo de los palos y la jarcia.

De la ciudad empezaron a llegar provisiones de auxilio que se amontonaban en los diques: toneles de agua y de vino, sacos de sal, de legumbres, pellejos de aceite y de vinagre y grandes cestos de pan.

Los carros, las carretillas y las mulas, que con sus cargas a rebosar se dirigían a los cobertizos del malecón, entorpecían el paso. 

SANZ, Blanca (1999): Aquellas costas de Inglaterra, Barcelona, Emecé Editores,  p. 64. 

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Activitats d’aula: 2n d’ESO 

Pan de luna

Cistella de pa, Salvador Dalí

Cistella de pa, Salvador Dalí

 

 

 PAN DE LUNA

Una tarde mi madre

me contó que, de chica,

se comía los cuernos

de la luna.

Entonces yo pensé

que la historia

había de tener,

en secreto, su miga.

Luego me dijo que,

por no tener ya dientes,

la bisabuela María

cortaba el pan con

enlunada maestría

dejando la corteza

hueca y vacía.

Cuando iban de visita

a la casa de arriba,

El bisabuelo Miguel decía

con su voz cantarina:

-Dales unas cortezas

a las niñas, María.

Entonces, de la luna de pan,

las dos nietas pequeñas

recibían su golosina.

Hoy la luna es un sueño

de infancia contenida

porque todos los niños

tienen pan cada día.

 

Mª Rosa SERDIO (inèdit, cedit a “De la literatura juvenil a la cuina”, per l`autora)

 

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Faré règim!

 

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 -¡Càndida, el berenar!

La mare era tan prosaica i terrenal que no tan sols ignorava el seu sacrifici sinó que a més la convidava a perpetuar la seva trista condició de foca temptant-la amb xocolates calòriques i croissants greixosos.

La Càndida va veure una porta oberta per a la seva salvació. No calia fer tanta fumera ni socarrimar-se com un pollastre a l`ast. Hi havia altres camins.

¡Faria règim!

¿No feien règim les mames, les tietes, les secres de segona, les hostesses de British Air, les models i les gimnastes?

Doncs ella, la Càndida, no es quedaria a la cua.

-Gràcies mama, no berenaré perquè faig règim.

La mare va entrar com un coet a l`habitació, amb l`evident intenció de coaccionar-la.

-¿T`has tornat ximple?

-M`he tornat grassa.

-¡Estàs creixent!

-¡I un be negre! Fa més de sis mesos que no creixo ni un centímetre. Si menjo m`engreixaré i prou.

-I si no menges, acabaràs que t`haurem de portar a l`hospital.

-Qui ha dit que no menjaré. Penso fer règim. Jo ho saps, coses lights.

La mare va fer una cara que la Càndida coneixia prou: maquiavèlica.

-¿O sigui que vols fer règim? ¿Vos dir que menjaràs bledes bullides, carn a la planxa, verduretes sense sal i peix blanc?

La Càndida va fer un gest de repugnància.

-¡Puagg! Això és menjar de iaios amb colesterol, jo vull dir coses light, ja m`entens, macarrons lights, xocolates lights, estofats lights.

La mare no ho volia entendre.

-No en fan, de tot això, Càndida. Si ho vols pots prendre llet descremada, que és fastigosa; o galetes de règim, que semblen serradures; o formatgets insípids sense calories. El règim que fa aprimar és el que t`he dit jo.

La Càndida va ser valenta.

-Molt bé, doncs menjaré porqueries d`aquestes teves fins que torni a gastar la quaranta.

La mare havia guanyat.

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La Càndida es va quedar resignada a la seva sort. De moment havia rebutjat un croissant deliciós i una xocolata que es desfeia a la boca, dolça com la mel. Se li va fer salivera.

Va sentir la veu de la Lucil·la. La Lucil·la tenia una veu cridanera, que se li clavava al cervell.

-Mama, ¿em puc halar el berenar de la Càndida? Jo no m`engreixo.

La Càndida es va reprimir el gest de sortir esperitada i prendre el que era seu de les mans d`aquella aprofitada, però va poder resistir la temptació.

Ella era una noia coratjosa i valenta, que havia pres una determinació heroica. No pagava la pena posar-se pedres al fetge per un berenar miserable ni per una germana roïna.

La Càndida es va entaforar un xandall ajustat, que encara li cabia, va endreçar la roba i la va desar amorosament a l`armari, amb la ferma esperança de treure-la la setmana següent, i es va asseure a la seva taula per enllestir els deures.

Al cap de mitja hora, el seu estómac la va trair. Era impossible fer deures amb aquella batibull de budells que reclamaven el que era seu. Era desesperant.

Com que no tenia gens de voluntat, va obrir la porta de l`habitació, va mirar si hi havia moros a la costa i va escapolir-se com una lladregota fins a la cuina.

La cuina feia una pudor insuportable de bledes bullides. Les seves bledes bullides. ¡Quina perspectiva de vida insípida!

Va obrir la nevera i allà, a peu dret, va endrapar un petit suís de plàtan d`en Marcel·lí, les restes de bunyols de bacallà que havien quedat del dinar i una meravellosa salsitxa de frankfurt freda que li va semblar celestial.

Amb la boca plena va sentir el timbre de la porta.

No va gosar respirar i es va afanyar a entaforar-se la resta de la salsitxa per no se descoberta. Tenia la boca tan plena que la salsitxa li sortia per les orelles.

 

CARRANZA, Maite (1993): ¡Frena, Càndida, frena!, Barcelona, Cruïlla, Gran Angular, 50, pp. 60-64

 

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Un nus a la gola

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-Fas molt bé –va dir tot d`una en Samuel-. Fas bé d`anar-te`n. Però no jo tinc prou forces per fer-ho. Ara mateix no.

-Potser trobaràs algú que et pugui fer el sopar.

-Ja ho solucionaré.

-És important que salis les patates quan les coguis. I que el foc no sigui gaire fort.

En Samuel va assentir amb el cap.

-Ho recordaré.

-Per bullir els ous acostumo a comptar fins a dos-cents. Aleshores queden com a tu t`agraden.

-Comtes ràpid o a poc a poc?

En Joel va comptar. En Samuel va assentir amb el cap. Ho recordaria.

-Has de posar aigua freda al cassó de coure les farinetes. Si no, és gairebé impossible rentar-lo.

En Samuel va prometre que faria el que deia en Joel. Aleshores va arribar el tren a l`andana.

Es van donar la mà. Tots dos tenien un nus a la gola.

-T`escriuré –va dir en Joel-. Quan sàpiga en quin vaixell aniré.

-Recordaré això del cassó de les farinetes –va dir en Samuel-. Posar-hi aigua freda. Si no serà molt difícil rentar-lo.

Després no hi va haver res més a dir.

 

 

 

MANKELL, Henning (2007): Viatge a la fi del món. Barcelona. Columna, Columna jove, 227, pàg. 171.

 

Textos en PDF de Viatge a la fi del món

 

Lloc oficial Henning Mankell

Hem de decidir-nos

Patates amb costella

Patates amb costella

Al cap d`uns dies d`haver tingut el somni del rierol i de l`aigua que bullia ho va preguntar a en Samuel. S`havia preparat amb molta cura. Normalment només menjaven patates saltades amb costella  els diumenges. Però com que no hi havia cap altre plat al món que agradés més a en Samuel, en Joel el va preparar malgrat que era dimarts. Sabia que el millor moment per plantejar a en Samuel una pregunta important era en acabar de menjar, quan apartava el plat.

Havia arribat el moment. En Samuel va deixar la forquilla a sobre de la taula, es va eixugar la boca i va apartar el plat.

-Hem de decidir-nos –va dir en Joel.

Malgrat que gairebé li havia canviat del tot el to de la veu, de vegades passava que se li disparava i li sortia un xiulet o un gall. Parlava a poc a poc perquè la veu li sortís ben greu.

MANKELL, Henning (2007): Viatge a la fi del món. Barcelona. Columna, Columna Jove, 227, pàg. 16.