Category Archives: Gènere

Tan sólo permanecía el hambre

mie de pain

Intuían que los buenos tiempos de correrías y libertad llegaban al final. Tan sólo permanecería el hambre.

De golpe, los niños volvieron a existir, a formar parte del mundo controlado: se acabaron las correrías, el tiempo sin preguntas; ahora, todos debían estar bien controlados, en el lugar designado, sin moverse.

Los colores de la historia desaparecieron engullidos por el gris, el negro y el blanco de las tocas, impecables, de las monjas, del alzacuellos bajo la nuez de los curas, de las puntillas en los faldones de monaguillos infantiles.

Lo que no fue blanco, pese a las promesas, fue el pan.

La vieja alegría de  Gran Vía se transformó en otra cosa. Se llenó de militares, de falangistas, curas y filas interminables de niños tras sus pasos de militar con sotanas, de niñas siguiendo, de dos en dos, las tocas de las monjas. Y de madrileños cabizbajos, asustados y más hambrientos.

 

ÁLVAREZ, Blanca (2010): Gran Vía, Madrid, Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, Hitos de Madrid. Il. Francisco Delicado, p. 57-58

Gran Vía

Gran Vía. Antonio López

Gran Vía. Antonio López

 

 

Los niños, en medio del espanto, gozaron de una impensable libertad de movimientos. Y todo parecía estar permitido.

La vida debía tener menos valor.

Los adultos andaban demasiado ocupados.

La muerte te encontraba en cualquier esquina de la ciudad.

Buscar comida, escondrijos y gatos, se convirtió en la tarea principal de los niños durante la guerra. Los gatos llegaron a ser un mercado paralelo del cual eran señores los niños, capaz de convertir el hambre en espejismo por entre sus huesecillos roídos. Eso y correr a la más cercana estación de metro cuando sonaban las alarmas.

Paco y Eladio ya eran, por entonces, hermanos en la libertad, en el hambre, en los negocios gatunos, en la pasión por el cine, las canicas y las correrías. Y en el desastre. Fue por entonces cuando la Gran Vía se convirtió en uno de sus lugares favoritos para las excursiones “hacia lo desconocido”.

 

 pp. 44-45

ÁLVAREZ, Blanca (2010):

Poques provisions

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Pero el problema más grave ha surgido a la hora de preparar la cena. Después de dos días y medio de marcha, nuestras provisiones comienzan a agotarse. Cuando hemos reunido los alimentos que quedaban en los macutos hemos comprobado que apenas alcanzaban para acallar los rugidos de nuestros estómagos.

-¡Qué incautos somos! –he dicho en voz alta-. Los viajes de los antiguos exploradores duraban meses, y en algunos casos llegaban a prolongarse durante años. Y nunca los iniciaban sin disponer de un gran número de provisiones.

-Ellos no buscaban a tu madre –me ha replicado Sengar riéndose-. Nosotros sólo tenemos que aguantar unos pocos días y, además, pronto llegaremos a algún lugar donde podremos comer hasta hartarnos.

-Bastará con que bajemos a las carreteras del otro lado y busquemos una aldea –ha dicho Leo fingiendo seguridad.

-De todas formas, Berta tiene razón –ha intervenido Mulu-. Será mejor que administremos con prudencia lo poco que tenemos. Por esta noche nos conformaremos con sopa de sobre y el poco maíz que nos queda.

Hemos decidido hacerlo así, aun sabiendo que eso significaba pasar hambre, y hemos masticado con calma la pasta de maíz. Ha sido bastante duro: después de la marcha del día, nos sentíamos desfallecidos.

La noche había caído muy deprisa sobre nuestras cabezas, y la majestuosidad de esta selva resulta mucho más oscura y amenazadora que todos los bosques que hemos atravesado.

 

 

MARÍN, Francisco M.(2000): Las Montañas de la Luna, Barcelona, Alba, (Mapamundi), p. 107-108.

Quan hi ha gana, tot es desconfiança

Mapa de Ruanda

Mapa de Ruanda

 

Hasta hace poco había en Ruanda dos grupos étnicos: los hutus y los tutsis. Eran distintos pero habían convivido pacíficamente durante muchos años y ambos se consideraban ruandeses. Ahora la pobreza los ha llevado a considerarse enemigos. En toda la zona de los Grandes lagos hay eso que se llama superpoblación. Cuando falta comida, la gente desconfía de los que no son como ellos, de los diferentes. Y aunque a los europeos todos los negros nos parezcan iguales, no todos los habitantes de África son lo mismo.

 

MARÍN, Francisco M.(2000): Las Montañas de la Luna, Barcelona, Alba, (Mapamundi),

pág. 71

Sempre pollastre!

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Como ya eran las seis y media, y aquí se cena muy pronto, Kenya ha preparado limonada fresca y nos ha enviado al porche mientras ella ultimaba la cena.

¿Sabes lo que había para cenar, diario? Lo has adivinado. Había pollo.

Después de quitar la mesa, y mientras escribo estas notas, nos hemos quedado contemplando el rojo sol de África escondiéndose por las colinas del oeste y produciendo un efecto espectacular con su disco de fuego.

 

pág. 44.

MARÍN, Francisco M.(2000): Las Montañas de la Luna, Barcelona, Alba, (Mapamundi), 

Volverá sano y gordo

 

LA REINA. Vosotros, mis buenos servidores, cuidad a vuestro Príncipe.

EL PRECEPTOR. Volverá hecho un sabio.

TONINO. Os lo traeré sano y gordo.

LA REINA. Eso, eso… Cuidado con lo que comes, sobre todo. No le dejes atracarse de mojama, castañas pilongas ni pastillas de goma… Ya sabes que el Príncipe se muere por esas golosinas… Ved que es el heredero del reino.

EL PRECEPTOR. Vuestro reino tendrá en él a un rey sabio y justo.

 

BENAVENTE, Jacinto (2010): El príncipe que todo lo aprendió en los libros, Barcelona, Juventud, p. 14.

¡Esto tiene que estar muy bueno!

Astrid Lingren amb la Pippi televisiva

Astrid Lingren amb la Pippi televisiva

 

-¡Esto tiene cara de estar muy bueno! ¿Cuándo vamos a empezar?

En este momento entró la sirvienta con la tetera, y la señora Settergreen preguntó:

-¿Tomamos el té ya?

-¡Eh, que soy yo la primera! –advirtió  Pippi.

Y en dos saltos se plantó al lado de la mesa. Arrambló todas las pastas que pudo de una bandeja, echó cinco terrones de azúcar en su taza de té, vació en ella buena parte de la nata que había en una fuente y volvió a su silla con el botín, antes de que las damas tuvieran tiempo de llegar a la mesa.

Pippi estiró las piernas y colocó su plato de pastas entre sus pies. Seguidamente empezó a mojar pastas en la taza de té y a llevárselas a la boca, donde acumuló tan cantidad de ellas que no podía pronunciar palabra, por mucho que lo intentaba. En un santiamén dio fin a las pastas. Entonces se levantó, golpeó el plato con los nudillos como quien toca una pandereta y se acercó a la mesa para ver si quedaba algo. Las damas la miraban con un gesto de reprobación, pero ella no se daba cuenta.

Charlando alegremente y cogiendo ahora un pastel, luego otro, dio varias vueltas a la mesa.

-Les agradezco mucho que me hayan invitado –manifestó-. Nunca había asistido a un té.

En la mesa había un gran pastel de crema con un adorno de color rojo en el centro. Pippi lo contempló con las manos en la espalda. De pronto se inclinó y apresó el adorno con los dientes. Pero esta pesca fue tan precipitada, que, cuando volvió a ponerse derecha, su cara estaba cubierta de crema.

 

LINDGREN, Astrid (2010): Pippi Calzaslargas, Barcelona, Ed. Juventud, Il. Richard Kennedy, p. 

105-106

Una tortilla voladora

Inger Nilsson: la Pippi televisiva

Inger Nilsson: la Pippi televisiva

 

Pippi exclamó:

-¡Aquí se cuecen tortillas! ¡Aquí se sirven tortillas! ¡Aquí se fríen tortillas!

Dicho esto, sacó tres huevos y los arrojó al aire. Uno de ellos le cayó en la cabeza, se rompió y la yema resbaló por su frente hasta uno de sus ojos. Pero los otros dos cayeron y se rompieron donde debían: en una taza.

-Siempre he oído decir que la yema de huevo es buena para el cabello –dijo Pippi limpiándose el ojo-. Veréis lo de prisa que me crece ahora y lo fino que me queda. Por eso en el Brasil todo el mundo lleva un huevo en la cabeza, y por eso no hay brasileños calvos. Hubo un anciano tan original, que se comía los huevos en vez de ponérselos en la cabeza. Naturalmente, se quedó calvo. Y cuando salía a la calle, la gente se aglomeraba alrededor de él y tenía que acudir la policía.

Mientras hablaba, Pippi iba sacando cuidadosamente los trocitos de cáscara que habían quedado en la taza. Luego descolgó de la pared un cepillo de baño y batió con él los huevos de tal modo, que en seguida empezaron a subir e incluso treparon por las paredes. Finalmente, recogió cuanto pudo y lo echó en una sartén que había sobre el hornillo. Cuando la tortilla se doró por un lado, la lanzó al aire, casi hasta el techo, y la tortilla, dando una voltereta, volvió a caer en la sartén. Luego la arrojó hacia un lado, y la tortilla, volando a través de la cocina, fue a aterrizar en un plato que había sobre la mesa.

-¡Coméosla antes de que se enfríe! –exclamó.

Tommy y Annika empezaron a comérsela y la encontraron exquisita.

 

LINDGREN, Astrid (2010): Pippi Calzaslargas, Barcelona, Ed. Juventud, Il. Richard Kennedy, p. 14-15.

 

Enterrar l`angoixa sota palades de dolços

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No era res més que un atac de pànic. Ja feia anys que en tenia, sempre ben dissimulats en públic. Amb el temps havia anat aprenent a amagar-los. Si no, sempre podia anar a tancar-se en un lavabo. El ioga, la teràpia, la respiració, no hi havia ajudat gaire. Els ansiolítics que li receptava el psiquiatre, en canvi, sí. Però des que havia acceptat aquella feina, tot li havia anat pitjor que abans, si és que això era possible. La Txell trigaria molt a perdonar-li que l`hagués arrancat de Barcelona, dels amics, dels avis. O potser no li ho perdonaria mai.

També sabia que no podia augmentar la dosi de medicació prescrita, però sempre li quedava un últim recurs. Havia estat previsora. Va obris el calaix inferior de la dreta i en va treure tota la paperassa. Al fons, desenes de xocolatines, caramels, núvols de sucre i pastissets de tota classe l`esperaven per a un cas d`extrema necessitat.

Es va mirar el rellotge. Faltaven cinc minuts per a un quart de deu. Tenia vint minuts. Temps de sobres per enterrar l`angoixa sota palades i palades de dolços. I si no s`entretenia, tindria prou temps per tancar-se al lavabo del seu despatx i vomitar-ho tot. Era l`única manera de no sentir-se culpable, després, per les calories ingerides.

 

 

BAGÉS, Noemi (2008): I la mort em parlava, Barcelona, Barcanova, Antaviana Jove, 71, p. 30-31

 

On són els cereals?

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-Bon dia –va contestar sorneguera-. Em vas al darrere perquè vols, que jo no t`ho demano-. Va obrir un armari i va rebuscar uns instants-. On són els cereals?

-Bon dia. Els cereals? Doncs no ho sé… ja ho has mirat bé? De fet, ja has anat a mirar al supermercat?

-Mira, mama, no em vinguis amb frases ocorrents a dos quarts de vuit del matí, que saps que quan m`aixeco no estic d`humor. O sigui que no n`hi ha, vaja…

-Doncs no, si no són a l`armari dels cereals, deu ser perquè s`han acabat.

-Què passa, que no vas anar a comprar ahir? –li va retreure la Txell, mentre obria la nevera-. Bé que hi ha formatgets desnatats dels que a tu t`agraden, i iogurts desnatats amb fibra, i enciams iceberg dels que a tu t`agraden, pots de panís, pastanaga i soja…

-Dels que a mi m`agraden! –la va tallar la mare-. Molt bé, jo ahir vaig anar a comprar, però que m`oblidés dels teus maleïts cereals no significa que tot el que comprés fos només per a mi…

 

BAGÉS, Noemí (2008): I la mort em parlava, Barcelona, Barcanova, Antaviana Nova, 71, pàg. 14-15.