Category Archives: Europa

¡Los perros olfatean carne!

Christianshavn Copenhagen

Christianshavn Copenhagen

Fotografía: Galería de kaptan_ca61

Los pensamientos se le agolparon en la cabeza. Annemarie recordó lo
que le había dicho su madre: “Si te detienen debes actuar como una 
niñita inocente”.

Miró a los soldados. Recordó cómo había mirado a los otros, asustada,
cuando la detuvieron en la calle.

Kirsti no se asustó. Kirsti solo era... eso, una niñita inocente, enfadada
porque el soldado le tocó el pelo. No sabía lo peligroso que podía ser,
y al soldado le hizo gracia.

Annemarie puso todo su empeño en comportarse como lo habría hecho
Kirsti.

-Buenos días –les dijo con cautela.

La miraron de arriba abajo en silencio. Los dos perros estaban inquietos
y alerta. Los soldados que sujetaban las correas llevaban unos guantes
gruesos.

-¿Qué haces aquí? –le preguntó uno de ellos.

Annemarie le mostró la cesta, con el trozo de pan bien visible.

-Le llevo el almuerzo a mi tío Henrik. Lo ha olvidado. Es pescador.

Los soldados miraban por encima de Annemarie y escudriñaban
los arbustos de los alrededores.

-¿Vienes sola? –le preguntó otro.
 
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Lowry, Lois (2009) . ¿Quién cuenta las estrellas? . Barcelona : Espasa, 123-130

 Lois Lowry

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La lista de Schindler . Dir.: Steven Spielberg. EE.UU, 1993

La vida es bella. Dir.: Roberto Begnini. Italia, 1999
El gran dictador. Dir.: Charles Chaplin. EE. UU, 1940

 
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Frank, A., El diario de Ana Frank
Dahl, R., Volando solo
Fährmann, W., Año de lobos
Hartman, E., Guerra sin amigos
musica 

Wojciech Kilar, Frederic Chopin. BSO de El pianista. Sony Music Entertainment, 2002

John Willians. BSO de La lista de Schindler. MCA, 1993

GELATS

Una competición muy dulce

helados

Volaron los ingredientes, los utensilios, los cuencos, los aparatos. La abuela y ella, codo con codo, dándose caderazos, entre risas. En un santiamén la mesa blanca de hierro forjado se cubrió de salvamanteles, y los salvamanteles, de helados. Helado Melba, con su bizcocho Genovesa, melocotones al natural, almíbar, helado mantecado, un corrito de licor y almendras. Helado crema praliné de almendras y helado de leche merengada.

La abuela y ella atacaron los dos primeros, respectivamente. El tercero quedó en la reserva, aunque ambas le lanzaban codiciosos vistazos conforme iban consumiendo el suyo.

-El que acaba primero ayuda a su compañero –dijo la abuela, riendo entre dientes-. El egoísta no es feliz.

Selene prefirió no decir nada, para ahorrar tiempo. Llevaba dos cucharadas de ventaja. Pero la abuela aceleró en la recta final y rebañó la copa cuando a Selene aún le quedaba un grumo.

-¡Gané! –la abuela se desternilló de risa. Selene le disparó una mirada torva-. Está bien. Compartir es vivir –añadió la abuela, dividiendo el helado de leche merengada, que repartió entre ambas-. El que parte y reparte, se lleva… la mayor parte- apuntilló, riendo, al tiempo que deslizaba en su copa una porción considerablemente superior a la de Selene, que observaba ceñuda sus movimientos.

Todo era un pasatiempo que venía repitiéndose desde que Selene era niña y desde que la abuela también lo era, porque al parecer no había abandonado aún su etapa púber. Rieron. Y Selene se sintió consolada.

 

Claudín, Fernando: A cielo abierto, Madrid, Anaya, 2000, (Espacio Abierto, 80), pp- 88-87.

 

 

 

 

 

 

Un dinar especial…

Comida con los Faraday

Escalopes rellenos

Escalopes rellenos

 

 

 

Domingo, 4 de julio, comida con los Faraday. Mamá lo había apuntado en un post-it que había pegado en la nevera, junto a los imanes y la nota de la compra. Para Selene era una amenaza insoslayable.

Y por fin había llegado.

Las dominicales comidas con los Faraday representaban una de esas raras ocasiones en que las tres generaciones conspiraban, deponiendo sus respectivos egos, en la cocina. Dos o tres horas de laboreo culinario en que hija, madre y abuela se repartían menesteres y compaginaban gustos y aderezos.

Eso, en teoría. A la postre siempre venía mamá. Ella gobernaba el timón, Esta vez había escogido un menú que a la abuela no se le antojaba muy apropiado para aquellas fechas calurosas. De primero, pochas con carabineros. De segundo, escalopes rellenos. De postre, crema de Idiazábal.

-Las pochas no casan con estos calores –refunfuñó la abuela-. Haríamos mejor preparando un gazpacho manchego como Dios manda.

-¡Oh, cállate, mamá, por favor!

Selene debía hacer acopio de valor para soportar aquellas sesiones. Eran terroríficas por muchos motivos. La fatiga no era ni mucho menos el peor de ellos. Lo realmente insufrible era la tensión, que se apoderaba de la cocina, a los quince minutos, como estratos de tupidas telarañas, volviéndolo pegajoso, asfixiante.

-¿Hemos comprado el vino, mamá? Ah, no, qué tonta soy. El señor Faraday se encarga de eso. Hija, ¿has pelado los carabineros? Reserva los cuerpos. Mamá, pica una cebolla, un puerro y un diente de ajo. Hay que rehogarlo en aceite. Eso. Así. ¡Cuidado, mamá! ¡Sólo diez minutos! ¡Baja ese fuego! ¿Ya están las cabezas de los carabineros, Sele? Bien. Échalos a la cazuela. ¡Mamá, eso más que rehogado está achicharrado!

Claudín, Fernando: A cielo abierto, Madrid, Anaya, 2000, (Espacio Abierto, 80), pp. 91-93.

Text sencer

 

 

 

L’entrepà

Entrepà

L`entrepà

Ple de tonyina amb olives,
ple de tomaca, oli i sal,
ple de pernil i formatge,
tant se val, m`és igual.

Embolicat amb alumini,
dins la bossa, l`entrepà
viatja amb mi cap a escola
fins a l`hora d`esmorzar

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GIRBÉS, Fina (2009): Poemes de butxaca. Alzira: Bromera. El Micalet Galàctic, 143. Dibuixos de Montse Ginesta, pàg. 41.

Jarabe de rosas

Jarabe de rosas

Jarabe de rosas

El medallón perdido 

 

La silueta de Sebastián se recortaba en el ventanal de mi habitación. Venía con su inseparable taza de té. Cuando se acercó, vi que el líquido que bebía no era marrón como siempre, sino de un intenso rojo, casi tanto como el sol que se estaba escondiendo en aquellos momentos.

-¿Quieres probarlo? –me preguntó-. A ver si adivinas lo que es.

Así, de pronto, pensé que sería sangre de algún animal diluida en agua, por el color, de modo que debí poner tal cara de asco, que enseguida me sacó de mi súbita náusea. Tenía ese don, su presencia y sus palabras siempre te tranquilizaban, contasen lo que contasen-

-Es jarabe de rosas- afirmó Sebastián.

Lo miré con rostro asombrado.

-¿Jarabe de rosas? –pregunté, entre extrañado e incrédulo-, ¿las rosas se beben?

-Sí –me contestó mi tío-. Se destilan sus pétalos, se cuecen con azúcar y luego se añade agua para beberlas, fría o caliente. Pero no creas que este jarabe se puede hacer con cualquier tipo de rosas, sólo con unas muy especiales que tienen un perfume muy intenso. Pruébalo.

ALCOLEA, ANA: El medallón perdido. Madrid. Anaya, 2009, (Espacio Abierto, 93), pp. 54-56.

 

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Com comportar-se a taula

 

Comportament a taula

Comportament a taula

A taula

No et repanxoles a taula
com si estigueres al llit.
Jo et desitge…
Bon profit!

Amb ganivet i forqueta,
sense xuplar-se cap dit.
Jo et desitge…
Bon profit!

Mastega de forma lenta
sense sorolls ni bufits.
Jo et desitge…
Bon profit!

Empra el tovalló a la taula
i no el faces un bolic.
Jo et desitge…
Bon profit!

Poema “A taula (Poemes de butxaca)

GIRBÉS, Fina (2009): Poemes de butxaca. Alzira: Bromera. El Micalet Galàctic, 143. Dibuixos de Montse Ginesta, pp. 48

Dia de Mercat del S. XV (Toledo)

 alba-de-montnegre

 

 

En el zoco y en las callejuelas estrechas y enmarañadas de alrededor, los puestos exhibían sus mercaderías. En un mismo espacio se mezclaban los ricos trajes con los niños descalzos, los mendigos con los soldados, los lujos y el oro con los perros sarnosos. Rebosaba el aire de una mezcla de olores a especias traídas de Oriente, a perfumes caros como el almizcle y la mirra, pero también a sudor acre, a excrementos animales y humanos. Olía a comidas y frituras rancias, a verduras podridas y carne muerta. Pero a las dos mujeres, lejos de parecerles desagradable, les gustaba aquella algarabía; era el mercado, el zoco, el bazar, que convocaba a gentes de cualquier condición y estado. Por todas partes surgían rostros morenos, blancos brazos, cabellos rubios o rojizos y ensortijados, manos viejas, manos jóvenes; rostros de gesto altivo o dulce, caras de viejas dueñas, bocas desdentadas, pieles maquilladas por los polvos de arroz. Se elevaban juntas las voces de los mercaderes, el regateo de los compradores, los gritos de unos, los susurros lisonjeros de otros, bramidos, ladridos, llamadas y cantos… mezclados en una melodía festiva que se filtraba entre el río de gentes, animando a la compra, adulando, regateando, seduciendo…

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Álvarez, Luz (2008): Alba de Montnegre. Madrid. Bruño, pp. 40 i ss.

Documental sobre un mercat català realitzat per l’ESCAC

Els Manel toquen en directe Gent normal, una versió de Common People ( Pulp) a un mercat de Barcelona:
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Un dinar molt especial

A cielo abierto 

Se sentaron a comer. Todo el mundo alababa la cocina de mamá, el celo con que lo preparaba todo. La mesa, invariablemente, estaba dispuesta con todo lujo de detalles. Guisaba y presentaba sus platos como si todos los días se celebrara una fiesta.

-Hoy he cocinado a base de manzana el primer plato –dijo, con la expresión intranquila. Selene se preguntó cuánto tiempo habría empleado en preparar todo aquello. Mamá dormía seis horas y aun así siempre estaba apurando su tiempo, como si fuera a terminársele definitivamente al cabo de tres días.

Los estilizados recipientes humeaban como las chimeneas y torres de refrigeración de una central térmica.

-Tiene una pinta buenísima, mamá.

La abuela hizo la señal de la cruz y le agradeció a Jesucristo los alimentos. Mamá y Selene asintieron a sus oraciones y también trazaron la cruz entre la frente y el pecho, apresuradamente.

El gratinado de manzana hacía funcionar automáticamente las papilas gustativas. A Selene se le llenó la boca de saliva.

-¿Qué lleva? –inquirió.

Mamá agradeció su interés con un fruncimiento de sus labios leñosos.

-Tres manzanas Golden, un vaso de nata líquida, trecientos gramos de jamón cocido, cuatro cucharadas de queso Ementhal rallado, mantequilla, sal y nuez moscada.

-Muy rico –opinó la abuela, arrastrando entre los dientes con deleite el contenido de su cuchara.

-Me alegro –los ojos de mamá centelleaban.

-¿Qué hay de segundo, mamá?

-Huevos a la mostaza.

Selene suspiró. Era uno de sus platos preferidos. Se sabía de memoria la receta. Si se hacía para cuatro personas, debía llevar seis huevos, vinagre, cuatro lonchas de jamón serrano, cuatro rebanadas de pan de molde y aceite para freírlo. Para la salsa: cuatro cucharadas de aceite, media cebolla, un diente de ajo, un puerro, una zanahoria, una cucharada de harina, un cuarto de litro de caldo de pollo, dos cucharadas de mostaza, sal y pimienta.

En el último examen de matemáticas Selene tuvo una leve amnesia que le impidió recordar lo estudiado. Las únicas palabras que aparecieron en su mente, y con toda nitidez, fueron las de la receta de los huevos a la mostaza.

-De postre hay helado de tomate, Sele.

-¿Le pondrás azúcar glas?

-Pues claro, hija.

Mamá estaba animada. La abuela sonreía con complicidad. Selene se dijo que después de todo tal vez el enojo de mamá se había esfumado. Por ello se concentró en dar rienda suelta a su gula.

A la abuela se le cayó el tenedor. Una pequeña porción del gratinado fue a parar a la alfombra. ¡Oh, no, Dios! Selene cerró los ojos. Mamá dio un respingo. Los músculos de sus hombros, que el vestido de tirantes no ocultaba, se tensaron como resortes. Su rostro adquirió una expresión hierática.

Siguieron comiendo. Selene no se atrevió a levantar la vista durante un rato. Sin embargo, el fuego de la mirada de mamá podía sentirse.

Claudín, Fernando: A cielo abierto. Madrid, Anaya, 2000, (Espacio Abierto, 80), pp. 35-38