Monthly Archives: juliol 2010

El gran invent del segle: les pizzes a domicili

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Per celebrar que, a pesar del meu partit lamentable, aquell era un gran dia (al vespre veuria la Sharon al cine!), vaig aparcar l`amanida d`arròs que m`havia preparat la mare i, amb els “diners d`emergència” que m`havia deixat el pare (“per si passa alguna cosa”, havia dit amb aire greu), vaig encarregar una pizza i un parell de cocacoles per telèfon. La vida  és rara i sovint complicada, és cert, però amb aquest gran invent que són les pizzes a domicili tot es fa més suportable. La civilització avança, sens cap mena de dubte, i la prova la tenim en el fet que cada vegada tarden menys a portar-te una pizza o una cinta de vídeo a casa. Això sí que és progrés i no els rotllos que ens engega el Jedi, el pelma d`història, un tio clavat al Jedi de la Guerra de les Galàxies, la mateixa cara de gripau i gairebé el mateix color de pell.

 

MORET, Xavier (1999): La vida és rara, Barcelona, Cruïlla, Gran Angular, 105, p. 35.

 

 

Daniela

daniela

 

 

Podrás encontrarla en la Luna,

podrás encontrarla en el mar.

Es sirena, nube, barco,

gaviota, cielo y coral.

 

 

Daniela es viento,

Daniela es sol,

Daniela es semilla,

tierra, lluvia, fruto y flor.

 

Daniela. Il·lustració Ester Sánchez

Daniela. Il·lustració Ester Sánchez

 TORTOSA, Ana (2009): Daniela, Oviedo, Pintar-Pintar. Il·lustracions Ester Sánchez

Ressenya de Daniela

Altraín y Bufo Soñador

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Después de conversar largamente sobre ésas y otras cosas menudas, Altraín se alisó su larga baba de fino algodón trenzado, y luego de bostezar con parsimonia, dijo:

-Y ahora que ambos hemos disfrutado despreocupadamente de este ameno diálogo, pasemos a la importante cuestión que te trae aquí. Las frutas amargas hay que endulzarlas con almíbar antes de tragarlas, mi querido Bufo.

El joven Caballero Alado no comprendió lo que el Mago del Mundo de la Ilusión quiso decirle sobre las frutas amargas y pensó que pronto le ofrecería una deliciosa cena a base de zumos preparados con alguna pócima magistral. Pero Bufo Soñador no tenía hambre, estaba muy nervioso y ardía en deseos de transmitir al mago las urgentes y gravísimas noticias que justificaban su secreta misión. (pág. 14).

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Al pronto, el asistente del mago trajo una bandeja con dos copas y una jarra de bronce colmada de zumo elaborado con deliciosas frutas silvestres y la colocó sobre una mesa situada junto a uno de los miradores abiertos del Laboratorio del Saber, desde el que podía contemplarse la deslumbrante infinitud del Universo del Pensamiento y los muchos astros y estrellas que gravitan en sus galaxias” (pág. 18).

 

Ábalos, Rafael (2000): Bufo Soñador, en la galaxia de la tristeza, Madrid, Debate.

 

 Informació sobre Rafael Ábalos

La multiplicación de los panes y los peces

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Cuando llegó hasta Jesús la noticia de la muerte de Juan bautista, se alejó en una barca a un lugar apartado para orar. Al desembarcar vio que mucha gente le estaba esperando para escucharle y pedirle que les sanara.

Los discípulos le dijeron:

-Maestro, despídeles. Es ya tarde y estamos muy lejos. Que puedan ir a sus aldeas a por alimentos.

Jesús les dijo:

-No hace falta que se vayan. Dadles vosotros de comer.

Pero ellos no tenían nada más que cinco panes y dos peces.

Jesús dijo:

-Traed los panes y los peces.

Después dijo a todos los presentes que se sentaran en la hierba. Tomó los dos cestos con los panes y los peces. Y alzando los brazos al cielo, los bendijo y partió los panes. Se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre todos. Y por más que repartían, nunca se acababan.

Todos comieron hasta saciar su hambre. Los discípulos recogieron las sobras en doce cestos, que quedaron completamente llenos. Y eran más de cinco mil personas las que habían comido.

 

(Mateo 14, 13-26, Lucas, 9, 10-17, Juan 6, 1-15).

 

La Biblia de los Jóvenes (2001): Nuevo Testamento, Madrid, Espasa-Calpe, p. 52.

De lo que le sucedió a una mujer llamada doña Fantástica

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El conde sabía que Patronio era un hombre sabio y que pronto buscaría un cuento con el que aconsejarle, así que le dejó contar…

-Hubo, señor, una mujer llamada doña Fantástica, más bien pobre que rica, que un día iba al mercado llevando una olla de miel.

 

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Yendo por el camino comenzó a pensar que en el mercado vendería esa olla de miel, y que con el dinero obtenido compraría una partida de huevos de la cual nacerían gallinas, y que cuando éstas hubieran crecido las llevaría al mercado y compraría ovejas, de las que al cabo del tiempo vendería la lana, la carne y los corderos, de modo que sería más rica que ninguna de sus vecinas.

Luego pensó que con aquella riqueza que obtendría casaría a sus hijos e hijas y les daría buenas dotes, y que iría por la calle rodeada de yernos y nueras, que pasearían con sus hijos de la mano, mientras oía a las gentes celebrar su buena suerte y elogiar su trabajo, con los cuales había podido prosperar desde la situación de pobreza en la que estaba.

Y se sintió tan feliz que rió de tanta alegría y, al reírse, se dio un golpe con la mano en la frente, con lo que la olla de miel cayó al suelo y se partió en pedazos. Cuando vio la olla rota comenzó a llorar y a lamentarse como si hubiera perdido a la vez miel, gallinas ovejas, corderos, dotes, yernos, nueras y nietos. Así que por celebrar anticipadamente lo que no había conseguido, no logró nada de lo que quería.

El conde volvió a sus cuentas y libros, pensando en un refrán que venía al caso de esa fábula:

                        En las cosas ciertas confiad

                        Y en las fantásticas evitad.

 

GÓMEZ, Ricardo (versión y adaptación) (2009): “De lo que sucedió a una mujer llamada doña Fantástica”, en El Conde Lucanor, de Don Juan Manuel, Zaragoza, Edelvives, pp. 60-62.

 

El Conde Lucanor, edición de Juan Vicedo. Biblioteca Cervantes

 

Imágenes de Javier Zabala

Sombraluna y las naranjas

Maria García Esperón

Maria García Esperón

 

-Niñasombra no te vayas

pero si quieres salir

de la noche que es mi casa

da al jazmín algo de ti.

-¿Qué podría darte yo

que tú no tuvieras ya?

-El principio de tu sueño.

De tus sueños el final.

El trébol de madrugada,

la naranja al despertar,

la violeta en el pañuelo,

un clavel para mi ojal.

 

GARCÍA ESPERÓN, María (2008): Sombraluna, México, Solar Servicios Editoriales. Ilustraciones Lorde.

 

 

Ajo arriero

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Se sentaron a la mesa y, por fin, Raúl comió el tan deseado ajo arriero.

-Abuela, no es un plato que sea sofisticado, ya lo sé, pero me muero por el ajo arriero…

-Pues como no vengas más a menudo te quedas sin él… ¿Sabéis? El año pasado Blas, mi Blas, vuestro tío, vino unos días al pueblo y se trajo a un superior, pero más campechano que un ocho. No paraba hablar maravillas de todo. Les hice también ajo arriero… y yo creo que no he visto nunca a nadie disfrutar tanto con un plato de pobres, aunque ahora el bacalao está por las nubes…

-¡Vaya con el superior! –Raúl siguió la broma- ¡Menos mal que estoy aquí! ¡No me vaya a quedar sin mi ración!

-¿Cómo se prepara, abuela? –preguntó Luisa.

-Me enseñó mi madre, que también se llamaba Luisa como tú, era más refinada que yo, pero sabía cocinar, ya lo creo… Ya os lo he dicho antes. Cuando tuvieron que dejar las casa de la capital se vinieron conmigo. Mi padre lo pasó peor, pero la abuela Luisa se adaptó estupendamente y me ayudó mucho con los chicos, sobre todo con Andrés, que era un demonio… Ay qué ver, mi madre, que era una señora, acabó comadreando con las vecinas del pueblo como una más y mi padre que presumía de campechano se dejó vencer en un rincón… porque se le había caído el mundo encima.

-¿Y cómo se hace el ajo arriero, abuela?

A. Sáiz, preparant ajo-arriero

A. Sáiz, preparant ajo-arriero

-Ahora os lo digo, pero sin paciencia nada de nada. No es como ahora que zas vas y compras cuatro avíos congelados de esos y a comer. Nada nada. Se cogen unas patatas, se hierven y se pelan. Se añaden dos huevos duros, uno o dos crudos, unos ajos bien machacados, bacalao desalado y desmigado… Lo ligáis todo, un poco de sal y a darle vueltas con aceite de oliva. Cuando quedé así como lo veis, pues se puede comer. Era el plato de Semana Santa y yo lo preparaba con frecuencia. Ahora hacía tiempo, pero a ti, Raúl te gustaba mucho de pequeño… y mira que es un plato poco sofisticado, pero te lo comías con unas ganas… Os haré otro día el gazpacho que al abuelo le gusta mucho y, cuando venga vuestro padre, el morteruelo, para que se chupe los dedos, a ver si mejora.

-¡Es que Raúl es un tragón! –soltó Marta.

-¡Tragona tú!, que estás todo el día con las chuches y venga pedir a mamá…

-Bueno, pero tú me las quitas.

-Os haré otro día el gazpacho –intervino conciliadora la abuela- que al abuelo le gusta mucho y, cuando venga vuestro padre, el morteruelo, para que se chupe los dedos, a ver si mejora.

-Sí, abuela, y esas rosquillas…

-¡Y luego dice que el tragón soy yo! –siguió porfiando Raúl, aunque más por hacer rabiar a su hermana que por otra cosa.

-¡Abuela!, ¡di qué pare!

 

           

SÁIZ RIPOLL, Anabel (2008): Como un girasol, Cuenca, Diputación Provincial, pp. 95-107

Per llegir capítol sencer en PDF

 

En la sobremesa de María (receptes i més)          

         

 

 

 

 

Don Quijote vela las armas

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Menos mal que salió enseguida el ventero. Al ver la figura del caballero, imaginó que no debía de estar muy cuerdo. Por eso le ofreció posada con buenas palabras.

A don Quijote le pareció el señor del castillo y aceptó gustoso su invitación.

Las mujeres le ayudaron a desarmarse, pero no pudieron quitarle el casco, porque lo tenía atado con cintas verdes y fuertes nudos, y él no quiso que las cortaran.

Como él tenía que sostenerse la visera, sólo pudo comer con su ayuda: ellas le ponían la comida en la boca. Beber fue más complicado: necesitó una caña que el ventero agujereó.

Y dado que a él le parecía que comía en un castillo y le ayudaban bellas doncellas, decidió que ése era el lugar adecuado para armarse caballero. Y así se lo pidió al señor del castillo.

El ventero, que era aficionado a los libros de caballerías, aceptó hacerlo.

Pasó la noche velando las armas.

 

NAVARRO DURÁN, Rosa (2005): El Quijote contado a los niños, Barcelona, Edebé, pp. 16-18. Ilustraciones Francesc Rovira.

 

Il·lustració de Francesc Rovira

Il·lustració de Francesc Rovira

 

 

Dinar de casament de Felip II i Maria Tudor

Dirck Crabeth: «Felipe II y María Tudor ante la Eucaristía» (1557)

Dirck Crabeth: «Felipe II y María Tudor ante la Eucaristía» (1557)

 El rey, que vestía un terno de color claro, sombrero de plumas y manto de tisú de oro, esperó en el altar a doña María, vestida también de blanco y pedrería y tocada con cofia de encaje. En el altar, los novios hablaron afablemente entre sí, don Felipe le dirigía sonriente las pocas palabras que había aprendido en inglés. La comida, de muchas viandas y abundante cerveza, se amenizó con un baile que acercó a la nobleza inglesa y española; así conoció el conde de Feria a la que luego sería su esposa lady Juana Dormer. Los demás nos entregamos al jabalí asado y a la bebida. Luego el obispo de Winchester subió a bendecir el lecho nupcial, pidiendo al Señor la alegría de la fecundidad para la prosperidad de los reinos .

 

SANZ, Blanca (1999): Aquellas costas de Inglaterra, Barcelona, Emecé Editores,  p. 105.

 

 

 

 

 

 

Provisions per L`Armada Invencible

"Armada Invencible"  (Aert van Autum, Rijksmuseum, Amsterdam)

"Armada Invencible" (Aert van Autum, Rijksmuseum, Amsterdam)

Nos detuvimos frente a la galeaza, el sol iluminaba el rojo bermellón de su casco y arrancaba destellos a las tallas doradas que adornaban el maderamen, los fanales de cobre relucían en el castillo de popa y en la proa una escultura femenina semidesnuda que hacía de mascarón se balanceaba mostrando sus pechos desnudos. Aunque todavía los hombres de guerra y la marinería subían y bajaban por las cubiertas, había una cierta calma y se podía escuchar el ruido de las banderolas y de los pendoles agitados por la brisa y el golpeteo de los palos y la jarcia.

De la ciudad empezaron a llegar provisiones de auxilio que se amontonaban en los diques: toneles de agua y de vino, sacos de sal, de legumbres, pellejos de aceite y de vinagre y grandes cestos de pan.

Los carros, las carretillas y las mulas, que con sus cargas a rebosar se dirigían a los cobertizos del malecón, entorpecían el paso. 

SANZ, Blanca (1999): Aquellas costas de Inglaterra, Barcelona, Emecé Editores,  p. 64. 

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Activitats d’aula: 2n d’ESO