Daily Archives: 27 abril 2010

Com comportar-se a taula

 

Comportament a taula

Comportament a taula

A taula

No et repanxoles a taula
com si estigueres al llit.
Jo et desitge…
Bon profit!

Amb ganivet i forqueta,
sense xuplar-se cap dit.
Jo et desitge…
Bon profit!

Mastega de forma lenta
sense sorolls ni bufits.
Jo et desitge…
Bon profit!

Empra el tovalló a la taula
i no el faces un bolic.
Jo et desitge…
Bon profit!

Poema “A taula (Poemes de butxaca)

GIRBÉS, Fina (2009): Poemes de butxaca. Alzira: Bromera. El Micalet Galàctic, 143. Dibuixos de Montse Ginesta, pp. 48

La cuina i l’amor

Mª Rosa Serdio,  Cocinando amor 

Mª Rosa Serdio

Mª Rosa Serdio

COCINANDO AMOR

En la calle de la Oliva,
esquina a calle Limón,
vive una princesa negra
con corazón de algodón.

A las cinco de la tarde
sale a jugar con el sol
y, en cada día de lluvia,
entona en clave de amor.

Tiene las manos de hada,
cocina que es un primor
platillos llenos de estrellas
y postres tul ilusión.

Ha pasado una mañana,
y no sé cómo pasó,
que un caballero la viera,
que un caballero la vio.

También lo vio la princesa
y un ojito le guiñó.
Desde entonces, él cocina
y ella le habla del sol.

En la calle de la Oliva,
esquina a calle Limón,
viven dos enamorados
con el corazón en flor.

Serdio, Mª Rosa (2007)

El Salvador i las pupusas

pupusas

Una pupusería (o, por lo menos, la pupusería Margoth) es como un bar de esos que ponen en las ferias, pero sin jamones ni chorizos colgando por todas partes. Hay largas mesas de madera, grandes bancos donde sentarse, y un mostrador al final, donde se piden las pupusas a una empleada. Esperamos a que Guillermo encargara media docena de pupusas variadas. También trajo café para los tres, aunque yo prefería cocacola. Me miró mal, pero le dije que por mucho que la cocacola sea el símbolo más evidente del imperialismo capitalista yanqui, yo no voy a privarme del placer de beberla. Además, eso de cenar a las siete de la tarde tomando café del que llaman americano (es decir, café aguado), se me hacía demasiado raro para ser mi primer día.

Las pupusas están mejor que las hamburguesas. Para que ye hagas una idea aproximada, una pupusa es un redondel parecido al pan de pita libanés, sólo que más duro y un poco tostado, porque se asan sobre una plancha. Saben al maíz con que amasan, y pueden estar rellenas de (atención, ahora te voy a dar una lección de “salvadoreñismo”): queso, queso con loroco, chicharrón o revuelto. Te preguntarás qué es el loroco. Yo también lo pregunté y ahora te digo lo mismo que me contestaron a mí, que no me sacó de ninguna duda, por cierto: “El loroco es la flor de una planta”. Cuando vea uno, te informaré de otros detalles, como de qué color es o a qué sabe. También pregunté qué era el chicharrón. Nacho se echó a reír. “Pero si de eso también hay en España”, Aida. Me lo explicó Diana: “Son como pellejos de cerdo fritos”. Las revueltas llevan todo lo anterior además de habichuelas (en realidad se llaman frijoles). Probé una de éstas. Me dijeron que son las mejores, y es verdad. Estaba guay. Las pupusas se aliñan con una ensalada de col –ellos la llaman curtido- que suele estar sobre la mesa, como el quetchup o la mostaza en las hamburgueserías. Así que, ya ves, ir a comer pupusas es como apuntarse a clases de vocabulario, gastronomía y cultura general. Nacho opina que la gastronomía es lo que primero de ata a una tierra extraña. Puede ser. Pero yo necesito unos días más para acostumbrarme a tantos sabores raros.”

 Santos, Care (2000): La ruta del huracán. Barcelona: Alba, pp. 37-39.               

 

 

 

 

 

 

 

Tajine i te a la menta

La niña colombiana

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“A unos cuarenta y cinco minutos antes de llegar a Marakech se detuvieron a comer en el pequeño pueblo Benguerir, situado en la Ville de l`Avenir.
Descendieron del viejo autobús y entraron en un restaurante que estaba situado casi al final del pueblo. Tenía las mesas de madera cubiertas con manteles de cuadros rojos y blancos y la suave brisa que entraba por las ventanas abiertas levantaba las blancas cortinas de encaje. Todavía era un poco temprano para comer, pero Mustapha, el chófer del autocar, pidió una tajine de ciruelas con sésamo y almendras.
-Supongo que debe ser un plato ligerito –le dijo Sara en francés al conductor.
-Pues no del todo, es un plato de carne y verduras que se cocina en el mismo recipiente de barro., en el tajine, y se cubre con esta tapadera cónica también de barro.
-Debe de estar bueno -le respondió Sara.

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BAELL, Gustavo (2001): La niña colombiana. Buenos Aires: Laertes, pp. 116-118

Dia de Mercat del S. XV (Toledo)

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En el zoco y en las callejuelas estrechas y enmarañadas de alrededor, los puestos exhibían sus mercaderías. En un mismo espacio se mezclaban los ricos trajes con los niños descalzos, los mendigos con los soldados, los lujos y el oro con los perros sarnosos. Rebosaba el aire de una mezcla de olores a especias traídas de Oriente, a perfumes caros como el almizcle y la mirra, pero también a sudor acre, a excrementos animales y humanos. Olía a comidas y frituras rancias, a verduras podridas y carne muerta. Pero a las dos mujeres, lejos de parecerles desagradable, les gustaba aquella algarabía; era el mercado, el zoco, el bazar, que convocaba a gentes de cualquier condición y estado. Por todas partes surgían rostros morenos, blancos brazos, cabellos rubios o rojizos y ensortijados, manos viejas, manos jóvenes; rostros de gesto altivo o dulce, caras de viejas dueñas, bocas desdentadas, pieles maquilladas por los polvos de arroz. Se elevaban juntas las voces de los mercaderes, el regateo de los compradores, los gritos de unos, los susurros lisonjeros de otros, bramidos, ladridos, llamadas y cantos… mezclados en una melodía festiva que se filtraba entre el río de gentes, animando a la compra, adulando, regateando, seduciendo…

Para leer el texto completo, CLICA AQUÍ.

Álvarez, Luz (2008): Alba de Montnegre. Madrid. Bruño, pp. 40 i ss.

Documental sobre un mercat català realitzat per l’ESCAC

Els Manel toquen en directe Gent normal, una versió de Common People ( Pulp) a un mercat de Barcelona:
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El fabulós viatge australià

El viaje de Omoh (La supervivencia en alta mar)

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Un día, Omoh aprovechaba el rato de descanso de después de comer para tomar el sol en la cubierta. Un enorme pájaro marino, una fragata, según había aprendido, se posó sobre la quilla de una barca de socorro puesta boca abajo, en la que Omoh estaba apoyado.

-¡Hola, negrito!

La voz de la Fragata era como una carcajada, desagradable y chillona.

-Hola –respondió Omoh, que ya no se sorprendía de nada.

El pájaro hinchaba el pecho y mostraba una enorme papada, en forma de globo, de un rojo intenso. Omoh pensó que debía de tener alguna enfermedad, pero después supo que se trataba de un macho y, normalmente, las fragatas macho se exhiben de este modo para atraer a las hembras. En este caso, no había hembras en los alrededores. La Fragata, simplemente, se daba importancia.

Terradas, Jaume (2002): El viaje de Omoh, Barcelona: Anaya, (Sopa de libros, 69), pp. 85-87

Para leer texto completo: El viaje de Omoh

Guía de lectura

Foto: Kane (2010) .  It’s already tomorrow here in Australia

L’aventura a Mongòlia

Mongòlia

Gengis sacudió la cabeza en señal de conformidad. Su amo lo desensilló, le secó el cuerpo y resolvió ir de caza. La cecina que llevaba en el hatillo podría proporcionarle alimento más adelante, pero ahora lo mejor era ir en busca de una pieza que le calmara el hambre. Bebió un sorbo del pellejo de cabra lleno de sabrosa leche de yegua y preparó el arco y las flechas.
Se puso un gorro negro en la cabeza para protegerse del ardiente sol de la estepa y se concentró en la cacería. Con el sigilo de un experto cazador, se arrastró entre las matas bajas de la llanura y con el arco listo y el ojo fijo en la punta de la flecha, se dispuso a esperar. El silencio era total, el sol caía a plomo sobre la meseta de Mongolia. El cielo, el más límpido y claro cielo del mundo, deslumbró los ojos diminutos y brillantes de Ochir. La espera podía ser eterna, pero los mongoles nunca tienen prisa. El tiempo les pertenece y ni siquiera la profunda soledad que sienten inmersos en las vastas llanuras es capaz de quebrantar su férreo espíritu. A lo lejos, Gengis pacía junto a una diminuta charca que una lluvia reciente, de las siempre escasas en su país, había originado.

Gengis sacudió la cabeza en señal de conformidad. Su amo lo desensilló, le secó el cuerpo y resolvió ir de caza. La cecina que llevaba en el hatillo podría proporcionarle alimento más adelante, pero ahora lo mejor era ir en busca de una pieza que le calmara el hambre. Bebió un sorbo del pellejo de cabra lleno de sabrosa leche de yegua y preparó el arco y las flechas.
Se puso un gorro negro en la cabeza para protegerse del ardiente sol de la estepa y se concentró en la cacería. Con el sigilo de un experto cazador, se arrastró entre las matas bajas de la llanura y con el arco listo y el ojo fijo en la punta de la flecha, se dispuso a esperar. El silencio era total, el sol caía a plomo sobre la meseta de Mongolia. El cielo, el más límpido y claro cielo del mundo, deslumbró los ojos diminutos y brillantes de Ochir. La espera podía ser eterna, pero los mongoles nunca tienen prisa. El tiempo les pertenece y ni siquiera la profunda soledad que sienten inmersos en las vastas llanuras es capaz de quebrantar su férreo espíritu. A lo lejos, Gengis pacía junto a una diminuta charca que una lluvia reciente, de las siempre escasas en su país, había originado.

Martínez, Oya (1997) : Ochir, León: Everest, pp. 14-18.

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 Para leer más: Ochir

Fotos: Hendriksen,  Hans (2009) .  Mongolia, Mongolië, Mongolei Travel Photography of Naadam Festival.58

PnP! (2006) .  080706-150715-Khongoryn Els-Gobi Desert-Mongolia

Les dificultats de l’exili

La perrona. De Saint Nazaire a Rússia

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De Saint Nazaire a la Unió Soviètica:

Por la tarde, el barco atracó en un puerto llamado Saint Nazaire. Hacía sol, y en el muelle había mucha gente con pancartas y una orquesta, esperando a los niños que iban a quedarse en Francia.

También había mesas con bollos, panecillos y chocolate. Como el olor llegaba hasta la cubierta, la boca se nos hacía agua.

Para continuar leyendo, Clicad aquí.

La otra orilla

Planta del tabac

La conquista d`Amèrica: nous aliments

Los hombres se rieron. Sacaron de sus bohíos unos cartuchos de hojas marrones enrolladas, que encendieron por un lado y aspiraron por el otro para echar humo inmediatamente.

Nos lo ofrecieron y los aceptamos. Y el humo era algo fuerte y picante, pero a los hombres les gustó y decían que los ponía eufóricos.

Luis de Torres les preguntó cómo se llamaba la planta mágica que usaban.

-Cao-ba –le respondieron.

Nosotros, después a la cao-ba le pusimos el nombre de tabaco.

Yo también lo probé… Fui el primer chico de este lado del mundo que lo hizo.

Retornamos a las naves muy agotados con la historia del tabaco, pero sin haber conseguido la menor noticia del Gran Khan de Cipango.

Colón no se dio por vencido. Aseguró que allí estaba la gran isla asiática. Envió nuevas expediciones por mar y por tierra en busca de mayor información.

Finalmente, nos enteramos de que los nativos huían cuando preguntábamos por el Gran Khan, porque ellos lo confundían con los “kane” o “kani”, según decían otros. Era una tribu guerrera muy belicosa del Caribe que, de cuando en cuando, hacía incursiones en cuba y se llevaba prisioneros, sin retorno.

Hicimos amistades y nos ofrecieron riquísimas variedades de plátanos, piñas, nueces y cacahuetes, mangos, cocos, maracuyá, chirimoyas, aguacates, papayas y muchas otras.

Comían también fréjoles, que nosotros luego llamamos judías, camotes o boniatos, y una especie de tortitas muy delicadas que fabricaban con maíz.

Tenían otra planta cuyo fruto lo sacaban de las raíces: se llamaba yuca. Era grande, de carne blanca y muy sabrosa, Con ella elaboraban panes y un exquisito vino.

También hacían vino de maíz, y al beberlo en buena cantidad se embriagaban y danzaban felices.

 

VILLANES, Carlos (1992): La otra orilla. Madrid: Anaya. Espacio Abierto, 12, pàg. 69