Bicicletas blancas (Amsterdam, Ana Frank i molt més)
Bicicletas blancas: Amsterdam
Este fin de semana mi madre y yo hemos intimado bastante. Por la cuestión gastronómica. Se empeña ella en cultivármela y, qué decir, le dejo que me eduque el paladar.
-Heeft u een tafel voor ons?
Esto lo dije yo en el restaurante (lo llevaba muy ensayado con Shanti) en un holandés casi perfecto, y viene a querer decir. ¿Puede darnos una mesa?
La frase causó el efecto deseado en mi madre, que según constado, a veces, es muy ingenua, la pobre… Como ya se me había anunciado que el fin de semana íbamos a dedicarnos a la cultura gastronómica, le pedí a Shanti un par de frases en su idioma y el nombre de algunos comestibles para fardarle a mi propia. Lo reconozco, mi Eva es una mujer muy fácil.
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A mí, lógicamente, lo que me encanta de Amsterdam son los broodjeswinkels, o sea las tiendas de bocatas. Están que te mueres y hay por todas partes. Son panecillos rellenos de salmón, gambas rebozadas, carne tártara, ensalada cremosa, humm. ¡Así me como yo lo que me pongan! ¿Y los hojaldres de la merienda?, los pannekoeken, cubiertos con azúcar o con jarabe de melaza. Buenísimos. Entre eso y los cucuruchos de patatas fritas callejeras con mayonesa o salsa curry, suelo ponerme morado.
Mi madre no se resiste tampoco, aunque ahora está con la cosa de restauración. Pero yo sé que a ella lo que le pirran son las angulas ahumadas de los puestecillos callejeros. Las pide siempre aderezadas con cebolla picada (puaaag) y pepinillos en azúcar y vinagre, te lo juro por Arturo, de verdad. En cuanto me despisto está engulléndose una anguila, o, su variedad favorita, el jaring, o sea un arenque.
LÓPEZ SORIA, Marisa (2001): Bicicletas blancas. Madrid: Espasa-Calpe. (Espasa Juvenil, 148)