Category Archives: Viatge iniciàtic

Tajine i te a la menta

La niña colombiana

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“A unos cuarenta y cinco minutos antes de llegar a Marakech se detuvieron a comer en el pequeño pueblo Benguerir, situado en la Ville de l`Avenir.
Descendieron del viejo autobús y entraron en un restaurante que estaba situado casi al final del pueblo. Tenía las mesas de madera cubiertas con manteles de cuadros rojos y blancos y la suave brisa que entraba por las ventanas abiertas levantaba las blancas cortinas de encaje. Todavía era un poco temprano para comer, pero Mustapha, el chófer del autocar, pidió una tajine de ciruelas con sésamo y almendras.
-Supongo que debe ser un plato ligerito –le dijo Sara en francés al conductor.
-Pues no del todo, es un plato de carne y verduras que se cocina en el mismo recipiente de barro., en el tajine, y se cubre con esta tapadera cónica también de barro.
-Debe de estar bueno -le respondió Sara.

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BAELL, Gustavo (2001): La niña colombiana. Buenos Aires: Laertes, pp. 116-118

El fabulós viatge australià

El viaje de Omoh (La supervivencia en alta mar)

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Un día, Omoh aprovechaba el rato de descanso de después de comer para tomar el sol en la cubierta. Un enorme pájaro marino, una fragata, según había aprendido, se posó sobre la quilla de una barca de socorro puesta boca abajo, en la que Omoh estaba apoyado.

-¡Hola, negrito!

La voz de la Fragata era como una carcajada, desagradable y chillona.

-Hola –respondió Omoh, que ya no se sorprendía de nada.

El pájaro hinchaba el pecho y mostraba una enorme papada, en forma de globo, de un rojo intenso. Omoh pensó que debía de tener alguna enfermedad, pero después supo que se trataba de un macho y, normalmente, las fragatas macho se exhiben de este modo para atraer a las hembras. En este caso, no había hembras en los alrededores. La Fragata, simplemente, se daba importancia.

Terradas, Jaume (2002): El viaje de Omoh, Barcelona: Anaya, (Sopa de libros, 69), pp. 85-87

Para leer texto completo: El viaje de Omoh

Guía de lectura

Foto: Kane (2010) .  It’s already tomorrow here in Australia

L’aventura a Mongòlia

Mongòlia

Gengis sacudió la cabeza en señal de conformidad. Su amo lo desensilló, le secó el cuerpo y resolvió ir de caza. La cecina que llevaba en el hatillo podría proporcionarle alimento más adelante, pero ahora lo mejor era ir en busca de una pieza que le calmara el hambre. Bebió un sorbo del pellejo de cabra lleno de sabrosa leche de yegua y preparó el arco y las flechas.
Se puso un gorro negro en la cabeza para protegerse del ardiente sol de la estepa y se concentró en la cacería. Con el sigilo de un experto cazador, se arrastró entre las matas bajas de la llanura y con el arco listo y el ojo fijo en la punta de la flecha, se dispuso a esperar. El silencio era total, el sol caía a plomo sobre la meseta de Mongolia. El cielo, el más límpido y claro cielo del mundo, deslumbró los ojos diminutos y brillantes de Ochir. La espera podía ser eterna, pero los mongoles nunca tienen prisa. El tiempo les pertenece y ni siquiera la profunda soledad que sienten inmersos en las vastas llanuras es capaz de quebrantar su férreo espíritu. A lo lejos, Gengis pacía junto a una diminuta charca que una lluvia reciente, de las siempre escasas en su país, había originado.

Gengis sacudió la cabeza en señal de conformidad. Su amo lo desensilló, le secó el cuerpo y resolvió ir de caza. La cecina que llevaba en el hatillo podría proporcionarle alimento más adelante, pero ahora lo mejor era ir en busca de una pieza que le calmara el hambre. Bebió un sorbo del pellejo de cabra lleno de sabrosa leche de yegua y preparó el arco y las flechas.
Se puso un gorro negro en la cabeza para protegerse del ardiente sol de la estepa y se concentró en la cacería. Con el sigilo de un experto cazador, se arrastró entre las matas bajas de la llanura y con el arco listo y el ojo fijo en la punta de la flecha, se dispuso a esperar. El silencio era total, el sol caía a plomo sobre la meseta de Mongolia. El cielo, el más límpido y claro cielo del mundo, deslumbró los ojos diminutos y brillantes de Ochir. La espera podía ser eterna, pero los mongoles nunca tienen prisa. El tiempo les pertenece y ni siquiera la profunda soledad que sienten inmersos en las vastas llanuras es capaz de quebrantar su férreo espíritu. A lo lejos, Gengis pacía junto a una diminuta charca que una lluvia reciente, de las siempre escasas en su país, había originado.

Martínez, Oya (1997) : Ochir, León: Everest, pp. 14-18.

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 Para leer más: Ochir

Fotos: Hendriksen,  Hans (2009) .  Mongolia, Mongolië, Mongolei Travel Photography of Naadam Festival.58

PnP! (2006) .  080706-150715-Khongoryn Els-Gobi Desert-Mongolia

Bicicletas blancas

Bicicletas blancas (Amsterdam, Ana Frank i molt més)

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Bicicletas blancas: Amsterdam

Este fin de semana mi madre y yo hemos intimado bastante. Por la cuestión gastronómica. Se empeña ella en cultivármela y, qué decir, le dejo que me eduque el paladar.
-Heeft u een tafel voor ons?
Esto lo dije yo en el restaurante (lo llevaba muy ensayado con Shanti) en un holandés casi perfecto, y viene a querer decir. ¿Puede darnos una mesa?
La frase causó el efecto deseado en mi madre, que según constado, a veces, es muy ingenua, la pobre… Como ya se me había anunciado que el fin de semana íbamos a dedicarnos a la cultura gastronómica, le pedí a Shanti un par de frases en su idioma y el nombre de algunos comestibles para fardarle a mi propia. Lo reconozco, mi Eva es una mujer muy fácil.
[…]
A mí, lógicamente, lo que me encanta de Amsterdam son los broodjeswinkels, o sea las tiendas de bocatas. Están que te mueres y hay por todas partes. Son panecillos rellenos de salmón, gambas rebozadas, carne tártara, ensalada cremosa, humm. ¡Así me como yo lo que me pongan! ¿Y los hojaldres de la merienda?, los pannekoeken, cubiertos con azúcar o con jarabe de melaza. Buenísimos. Entre eso y los cucuruchos de patatas fritas callejeras con mayonesa o salsa curry, suelo ponerme morado.
Mi madre no se resiste tampoco, aunque ahora está con la cosa de restauración. Pero yo sé que a ella lo que le pirran son las angulas ahumadas de los puestecillos callejeros. Las pide siempre aderezadas con cebolla picada (puaaag) y pepinillos en azúcar y vinagre, te lo juro por Arturo, de verdad. En cuanto me despisto está engulléndose una anguila, o, su variedad favorita, el jaring, o sea un arenque.

LÓPEZ SORIA, Marisa (2001): Bicicletas blancas. Madrid: Espasa-Calpe. (Espasa Juvenil, 148)

 

El Lindero

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Roberta

Soy la segunda hija de Montserrat y Mauricio, mi hermano mayor es Gregorio y la chiquita es Carla, bueno no está tan chiquita, pero siempre le hemos dicho chiquita.

¡Qué  forma tan boba  de comenzar, ¿verdad?

Lo que pasa es que me cuesta mucho trabajo hablar de mí. Déjenme decirles que cuando vi que era inminente hacer todo este mitote, propuse que rifáramos los nombres de los cinco  para escribir la biografía de otro, pero nadie aceptó. Y como no quiero ser quien obstaculice este proyecto en el que mamá tiene tanto interés, pues aquí me tienen.

Cuando lean esto ya tendré 77 años ¿llegaré al 2050? Sólo me gustaría si soy de esas viejas lúcidas,  fuertes, enteritas y menos regañona de lo que soy ahora. Ya salió mi primer defecto.Tuve una infancia muy afortunada. Viví colgada de los árboles como los changos, cortando frutas verdes o maduras, no me importaba mucho. Todas me sabían deliciosas. Me fascinaba ver cómo se iban transformando las semillas que mi mamá, Abundio y otros muchachos sembraban. Para mí era como magia. Un día ves  algo tan aparentemente  insignificante  y en poco tiempo te percatas de que la vida se abre camino de forma sorprendente, que lo que parecen tímidas raíces serán la base y sustento de una planta de chile o de un árbol de naranja, no importa, siempre y cuando se le dedique  cariño, cuidados y las condiciones adecuadas para que prospere.

El contacto con los frutos de la tierra fue determinante para despertar mi vocación, aunque de no haber estado Filomena en el camino no sé si lo hubiera visto con tanta claridad. Filo es la esposa de Abundio, es una mujer encantadora con unas manos y un olfato extraordinarios, basta que toque algún alimento para que éste se convierta en un manjar. Yo sé que es difícil que me crean esto, pero estoy segura que cuando me daba una manzana o enrollaba una tortilla para entretener mi hambre antes de la hora de la comida, esos sencillos alimentos se convertían en manjares, como si en su interior se concentraran más sabores que los propios de una manzana o una tortilla. Todo el mundo dice que con hambre todo sabe rico, pero muchas veces hice el experimento y le pedía a alguien más  que me lavara una manzana o me diera la famosa tortilla y no pasaba nada, sabían bien, pero nada más.

Esto no se lo había dicho a nadie hasta que un día que estaba platicando con mi mamá, ella me confesó que siempre había tenido la misma sensación.

Lo de Filo viene a cuento porque con ella aprendí muchos secretos de cocina, muchos secretos de la vida y de la seducción.

La cocina es el lugar más sensual de cualquier casa, en ella se llevan a cabo las transformaciones más sorprendentes que uno pueda imaginar. La alquimia y luego la química están en deuda con las cocinas, que sin duda, fueron los primeros laboratorios.

 

 

 

Per seguir llegint: El Lindero

Mendoza, María Eugenia (2003): El Lindero. México: SM. (Gran Angular, 16). Pàg. 69-75.