Category Archives: Autors Literatura Infantil

La cabeza en la sopera

miguel-travieso

 

Aquel día, en Katthul tenían la sopa de carne para comer. Lina había echado la sopa en la sopera de flores y todos estaban sentados a la mesa tomándola, especialmente Miguel. Le gustaba la sopa, y se oía cuando él la tomaba.

-¿Por qué tienes que sorber así? –le preguntaba su mamá.

-Porque si no, no se sabe que es sopa –decía Miguel.

En realidad él decía así: “Si un, un se sabu que es sopu”. Pero ahora no nos interesa eso del dialecto de Samaland.

Todos comieron tanto como pudieron hasta que la sopera estuvo vacía. Solamente quedaba un sorbito en el fondo. Ese sorbito se le antojó a Miguel y la única manera de conseguirlo era meter toda la cabeza en la sopera y sorberlo. Eso hizo Miguel y oyeron muy claramente cómo sorbeteaba allí dentro. Pero después Miguel tenía que sacar la cabeza de nuevo y, fíjate, no podía. Se había quedado atascado. Entonces Miguel se asustó y se levantó de la mesa y allí estaba él con la sopera, como un casco, en la cabeza. Llegó al extremo de taparle los ojos y las orejas. Miguel tiraba del cacharro y gritaba. Lina estaba muy preocupada.

-Nuestra preciosa sopera –decía-. Nuestra preciosa sopera de flores. ¿Dónde pondremos ahora la sopa?

Mientras Miguel estuviera dentro de la sopera, no se podría echar la sopa en ella. Eso era lo que ella comprendía, aunque de ordinario no comprendía mucho.

 

LINDGREN, Astrid (2010): Las aventuras de Miguel el Travieso, Barcelona, Juventud, p. 13-14.

Las bodas de Tecuixpo y Cuitláhuac

 

Tenochtitlan

Tenochtitlan

 

Mi padre decretó unas bodas magníficas. Regaló maíz a los cuatro barrios de Tenochtitlan. Parecía una cascada de maíz, una lluvia de abundancia que tuviera su origen en el cielo. Las bodas de Tecuixpo y Cuitláhuac eran benditas, acababan con el hambre, traían alegría y alimento a los tenochcas.

Los nobles fueron regalados con objetos de oro, turquesas y jades. La calzada de Iztapalapa parecía el camino de los dioses alegres, de los dioses risueños, de los cuatrocientos conejos, del dios Omacatl, que convidaba a la gente a comer y a reír, aquí sobre la Tierra.

La ceremonia principal fue en la mejor sala de las Casas Nuevas. Yo iba envuelta en un sueño, con un bello huipil del color de la Luna y mis cabellos de niña destrenzados, fluyendo como un río hasta la cintura. En la puerta de la sala estaba parado mi tío Cuitláhuac.

Mi novio.

 

GARCÍA ESPERÓN, María (2010): Copo de algodón, México, Ediciones el Naranjo, p.54.

 

 

El banquete de Moctezuma

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Nadie osó detenerlo. No había por qué. No había cómo. Su majestad, su grandeza interior subyugaba a todos. Dispuso no volver a usar nunca el mismo vestido, el mismo máxtlatl, el mismo calzado y ni siquiera los mismos platos. Después de usado, todo se regalaba a los nobles, que lo tenían como gran honor.

Convirtió la hora de comer en un banquete de dioses. No, digo mal. No un banquete de dioses, sino en el banquete de un dios: Moctezuma. Comía solo, le servían una a una sus hermosas mujeres, músicos escondidos detrás de una cortina endulzaban sus oídos, endiosaban su corazón con la música, le recordaban nota a nota su asumida condición sagrada.

Porque mi padre Moctezuma se asumió como Huitzilopochtli, como el mago colibrí azul. Pero de una manera muy diferente de la de mi tío Ahuízotl: mantuvo la aplastante obligación de los sacrificios humanos, pero en número mucho más reducido que el gobierno del tío abuelo; en el banquete ritual jamás comió carne de niños, solamente de hombres, y además se aproximó a las enseñanzas de los cantores de Huexotzingo y Texcoco. Cultivió la amistad de Nezahualpilli, el hijo del rey Nezahualcóyotl, que, como su padre, era finísimo poeta. 

  

GARCÍA ESPERÓN, María (2010): Copo de algodón, México, Ediciones el Naranjo, p. 33. Il. Marcos Almada Rivero

 

Reseña de María Eugenia Mendoza

Siempre que ceno huevos fritos… tengo pesadillas

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Siempre que ceno huevos fritos tengo pesadillas. Pero no puedo contenerme, me gustan demasiado. Sobre todo los que trae doña Pura cuando vuelve de la sierra. Son gordos, amarillos…; brillan tanto que casi hay que comerlos con gafas de sol.

La noche en que empezó esta aventura estaba soñando que una enorme gallina con gafas de sol y cazadora de cuero rojo quería detenernos a mí y a Mario –el renacuajo de mi vecino- por haber robado siete sacos de maíz. Yo le decía que no sabía nada y entonces ella me miraba con cara de no creerme y me decía, en inglés de película americana:

-Yeah? Hard to believe, babe.

 

FONSECA, Javier (2010): Clara Secret y el caso del soldado desaparecido, Madrid, Macmillan, Il. Joaquín González, p. 9.

 

Il·lustració de Joaquín González

Il·lustració de Joaquín González

 

¡Esto tiene que estar muy bueno!

Astrid Lingren amb la Pippi televisiva

Astrid Lingren amb la Pippi televisiva

 

-¡Esto tiene cara de estar muy bueno! ¿Cuándo vamos a empezar?

En este momento entró la sirvienta con la tetera, y la señora Settergreen preguntó:

-¿Tomamos el té ya?

-¡Eh, que soy yo la primera! –advirtió  Pippi.

Y en dos saltos se plantó al lado de la mesa. Arrambló todas las pastas que pudo de una bandeja, echó cinco terrones de azúcar en su taza de té, vació en ella buena parte de la nata que había en una fuente y volvió a su silla con el botín, antes de que las damas tuvieran tiempo de llegar a la mesa.

Pippi estiró las piernas y colocó su plato de pastas entre sus pies. Seguidamente empezó a mojar pastas en la taza de té y a llevárselas a la boca, donde acumuló tan cantidad de ellas que no podía pronunciar palabra, por mucho que lo intentaba. En un santiamén dio fin a las pastas. Entonces se levantó, golpeó el plato con los nudillos como quien toca una pandereta y se acercó a la mesa para ver si quedaba algo. Las damas la miraban con un gesto de reprobación, pero ella no se daba cuenta.

Charlando alegremente y cogiendo ahora un pastel, luego otro, dio varias vueltas a la mesa.

-Les agradezco mucho que me hayan invitado –manifestó-. Nunca había asistido a un té.

En la mesa había un gran pastel de crema con un adorno de color rojo en el centro. Pippi lo contempló con las manos en la espalda. De pronto se inclinó y apresó el adorno con los dientes. Pero esta pesca fue tan precipitada, que, cuando volvió a ponerse derecha, su cara estaba cubierta de crema.

 

LINDGREN, Astrid (2010): Pippi Calzaslargas, Barcelona, Ed. Juventud, Il. Richard Kennedy, p. 

105-106

Una tortilla voladora

Inger Nilsson: la Pippi televisiva

Inger Nilsson: la Pippi televisiva

 

Pippi exclamó:

-¡Aquí se cuecen tortillas! ¡Aquí se sirven tortillas! ¡Aquí se fríen tortillas!

Dicho esto, sacó tres huevos y los arrojó al aire. Uno de ellos le cayó en la cabeza, se rompió y la yema resbaló por su frente hasta uno de sus ojos. Pero los otros dos cayeron y se rompieron donde debían: en una taza.

-Siempre he oído decir que la yema de huevo es buena para el cabello –dijo Pippi limpiándose el ojo-. Veréis lo de prisa que me crece ahora y lo fino que me queda. Por eso en el Brasil todo el mundo lleva un huevo en la cabeza, y por eso no hay brasileños calvos. Hubo un anciano tan original, que se comía los huevos en vez de ponérselos en la cabeza. Naturalmente, se quedó calvo. Y cuando salía a la calle, la gente se aglomeraba alrededor de él y tenía que acudir la policía.

Mientras hablaba, Pippi iba sacando cuidadosamente los trocitos de cáscara que habían quedado en la taza. Luego descolgó de la pared un cepillo de baño y batió con él los huevos de tal modo, que en seguida empezaron a subir e incluso treparon por las paredes. Finalmente, recogió cuanto pudo y lo echó en una sartén que había sobre el hornillo. Cuando la tortilla se doró por un lado, la lanzó al aire, casi hasta el techo, y la tortilla, dando una voltereta, volvió a caer en la sartén. Luego la arrojó hacia un lado, y la tortilla, volando a través de la cocina, fue a aterrizar en un plato que había sobre la mesa.

-¡Coméosla antes de que se enfríe! –exclamó.

Tommy y Annika empezaron a comérsela y la encontraron exquisita.

 

LINDGREN, Astrid (2010): Pippi Calzaslargas, Barcelona, Ed. Juventud, Il. Richard Kennedy, p. 14-15.

 

Daniela

daniela

 

 

Podrás encontrarla en la Luna,

podrás encontrarla en el mar.

Es sirena, nube, barco,

gaviota, cielo y coral.

 

 

Daniela es viento,

Daniela es sol,

Daniela es semilla,

tierra, lluvia, fruto y flor.

 

Daniela. Il·lustració Ester Sánchez

Daniela. Il·lustració Ester Sánchez

 TORTOSA, Ana (2009): Daniela, Oviedo, Pintar-Pintar. Il·lustracions Ester Sánchez

Ressenya de Daniela

Sombraluna y las naranjas

Maria García Esperón

Maria García Esperón

 

-Niñasombra no te vayas

pero si quieres salir

de la noche que es mi casa

da al jazmín algo de ti.

-¿Qué podría darte yo

que tú no tuvieras ya?

-El principio de tu sueño.

De tus sueños el final.

El trébol de madrugada,

la naranja al despertar,

la violeta en el pañuelo,

un clavel para mi ojal.

 

GARCÍA ESPERÓN, María (2008): Sombraluna, México, Solar Servicios Editoriales. Ilustraciones Lorde.

 

 

Pan de luna

Cistella de pa, Salvador Dalí

Cistella de pa, Salvador Dalí

 

 

 PAN DE LUNA

Una tarde mi madre

me contó que, de chica,

se comía los cuernos

de la luna.

Entonces yo pensé

que la historia

había de tener,

en secreto, su miga.

Luego me dijo que,

por no tener ya dientes,

la bisabuela María

cortaba el pan con

enlunada maestría

dejando la corteza

hueca y vacía.

Cuando iban de visita

a la casa de arriba,

El bisabuelo Miguel decía

con su voz cantarina:

-Dales unas cortezas

a las niñas, María.

Entonces, de la luna de pan,

las dos nietas pequeñas

recibían su golosina.

Hoy la luna es un sueño

de infancia contenida

porque todos los niños

tienen pan cada día.

 

Mª Rosa SERDIO (inèdit, cedit a “De la literatura juvenil a la cuina”, per l`autora)

 

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Quina és la millor hora per menjar gelat?

helado-frambuesa

 

-Perdóname –musitó la señora Bartolotti, que, de repente, se había acordado del helado de frambuesa-. ¡Dios mío! –exclamó-, el helado se está derritiendo.

Sacó el helado de la bolsa, corrió a la cocina y volcó el contenido del paquete en una fuente de cristal. Sacó un bote del armario de la cocina, en el cual había barquillos largos y delgados. Clavó los barquillos en el helado. Quedaba muy bonito, parecía un erizo con púas muy largas. La señora Bartolotti le llevó a Konrad, al cuarto de estar, la fuente con el erizo de helado.

-Mira –le dijo-, te gustará. Está muy bueno.

-¿También, cuando no es verano, se comen helados? –preguntó Konrad.

-Claro que sí –dijo la señora Bartolotti-. Siempre se puede comer helado. A mí me gustan especialmente en invierno. Cuando como helados con más gusto, es cuando nieva.

-Pero. ¿No se come el helado sólo de postre? –preguntó Konrad.

-Perdóname, cariño –exclamó la señora Bartolotti-, olvidé por completo que debes de tener hambre. Te haré un bocadillo de jamón y un huevo pasado por agua con un pepino. ¿Te parece?

-No tengo hambre –explicó Konrad-. La ducha de disolución nutritiva alimenta para veintiséis horas. Sólo era que yo no estaba seguro de si se podía comer helado con el estómago vacío.

-¡Caramba!, ¿por qué preguntas continuamente qué se debe o qué no se debe hacer?

-Porque un chico de siete años tiene que preguntarlo –dijo Konrad.

-Pero yo no tengo ni idea de lo que un chico de siete años debe o no debe hacer –gritó, desesperada, la señora Bartolotti.

-Entonces no comeré hoy helado –dijo Konrad- y mañana te enteras a qué horas se debe comer el helado, ¿te parece?

La señora Bartolotti aceptó, pero no tenía la más ligera idea de a quién podría preguntar. Sobre todo, estaba bastante desconcertada y, de puro desconcierto, se comió todo el helado con los barquillos y empezó a sentir tirones en el estómago y ardores en el esófago.

Konrad permaneció durante todo el tiempo sentado frente a ella, mirándola comer. Algunas veces la señora Bartolotti se interrumpía y le ponía a Konrad una cucharada de helado o un barquillo bajo la nariz y le preguntaba si no quería, al menos, probarlo, pero Konrad sacudía la cabeza.

pp- 31-33.

NÖSTLINGER, Christine (1993): Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, Madrid, Santillana, Alfaguara Juvenil,