Yo procuraba refugiarme en la escritura de nuevas poesías, o escribiendo a Josefina cartas en las que no le decía toda la verdad. Ella me respondía también esperanzada, contándome cosas de nuestro hijo que me hacía subir la moral… Cuando me dijo que a nuestro niñito le habían salido cinco dientes y que apenas tenía comida para alimentarlo, únicamente pan y cebolla, sólo pude llorar, golpear la pared de la celda con impotencia y pensar en el pobrecillo…
Un compañero me vio llorar.
-Miguel –me dijo-. Tienes que tener esperanza.
-¿Y qué fe puedo tener cuando mi mujer y mi hijo sólo tienen cebolla para comer?
VARA, Mariano (2010): Tren de ida y vuelta, Alzira, Algar, Algar Joven, 44,
pág. 192.