El Conde de Montecristo

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EL CONDE DE MONTECRISTO, 2 vols
DE ALEJANDRO DUMAS, Anaya, Tus Libros,1990
Anabel Sáiz Ripoll

Uno de los libros más conocidos de Alejandro Dumas es El Conde de Montecristo . Releer este clásico supone volver a la juventud, a la adolescencia y entrar de lleno en un mundo donde todo es posible. Sin duda es uno de los libros más leídos, que nos atrapa desde el principio y que sigue interesando a los lectores de todos los tiempos. Personajes, situaciones extremas, descripciones insólitas, muertes súbitas, resurrecciones… hacen de él un libro del que no se puede prescindir.
Alejandro Dumas, hijo (1802-1870), es un escritor de pluma rápida y eficaz, que escribió de manera convulsa, por decirlo así, y nunca se tomó la molestia de releer lo que escribía. No le interesaba volver hacia atrás, porque a él lo único que le movía era la peripecia de sus personajes y entregar fielmente los capítulos de sus obras a las revistas que le pagaban por ello. A menudo escribió en colaboración con Auguste Moquet, aunque se habla poco de ello, pero la obra que nos ocupa es un ejemplo de esta colaboración literaria.
El Conde de Montecristo apareció por entregas entre agosto de 1844 y enero de 1846 en el “Journal dels Débats”. Su primera edición ocupa 18 volúmenes y su éxito fue inmediato.
Se estructura el libro en tres partes que responden a los tres escenarios básicos:
1. Marsella, donde Dantès es condenado de por vida en una mazmorra de la que escapa de una manera rocambolesca.
2. Roma: Dantès es ya el Conde de Montecristo y comienza a dar muestras de su poder.
3. París: Montecristo se venga sistemáticamente de los tres hombres que lo acusaron y los hunde en la absoluta miseria (uno se suicida, otro se vuelve loco y el tercero lo pierde todo). No en balde dicen que la venganza es un plato que se sirve frío. Buena prueba nos da Dantès de ello.
La novela es una aventura continua, llena de peligros, encuentros, naufragios, fugas, ejecuciones, traiciones, envenenamientos, contrabandistas, bandoleros… Todo anima y todo causa asombro. Por otro lado, se expone la vida cotidiana de mediados del S. XIX –con el telón histórico de fondo- y se une muy bien con el plano ficticio.
Dantès se supera a sí mismo y, como un Dios severísimo, da y arrebata, ayuda y pone trampas. Dantès es el juez supremo de los que lo han perseguido y es quien culmina, en nombre de la Providencia, su venganza.
Edmond Dantès es una figura romántica, traspasada de algo irremediable, de misterio, de tristeza, de rabia, de pena. Es implacable, no perdona; aunque, hacia el final, se atreve a dudar y regresa de nuevo a su lugar de encierro para buscar, en el Castillo de If, una señal y la encuentra o así lo cree él y piensa que su comportamiento ha sido el adecuado.
Montecriso es o muy generoso o muy despiadado. Acaba con Fernand, con Villefot, con Danglars y lo hace de manera sistemática, paladeando los momentos, sin prisa, pero sin pausa. Sin embargo, una vez se excede y pierde al pequeño Edouard, lo cual hace que se tambalee, aunque no desbarata sus proyectos. Todo lo puede gracias a su inmensa fortuna, conseguida por un azar en la isla de Montecristo.
Cabe añadir que cuando ayuda lo hace sin medida, con Mercedes, con su padre, con Faria –el origen de su fortuna-, con Haydea, los Morrel, Emmanuel, Valentine y acude a algo que considera lo esencial: el dinero, que reparte de forma pródiga, a manos llenas.
En el libro quizá lo que menos interesa esta vez es el estilo porque Dumas nos lo hace olvidar ya que nos tiene pendientes de sus diálogos, de las descripciones, de la continua pasión con que suceden todos los episodios. Es un libro sin medida, de contrastes, exagerado hasta la saciedad, pero con ese encanto de las grandes aventuras inimaginables e irrealizables.
El Conde de Montecristo ha servido de inspiración para cineastas y guionistas y varias son las versiones que se han llevado a la gran pantalla y también a la televisión. El propio Arturo Pérez Reverte, en La Reina del Sur le rinde un homenaje haciéndolo libro de cabecera e inspiración de la protagonista.

Del incierto encuentro entre Don Giovanni y Turandot

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DEL INCIERTO ENCUENTRO ENTRE DON GIOVANNI Y TURANDOT
DE DIMAS MAS, Bilbao, Verbigracia, 2004 (Perspectivas)

Anabel Sáiz Ripoll

La novela de Dimas Mas “Del incierto encuentro entre Don Giovanni y Turandot” que, aunque protagonizada por un chico de 16 años, no sabríamos decir si es propiamente literatura juvenil ya que supone, por parte de su autor, un ejercicio de estilo arriesgado y un planteamiento difícil y novedoso.
El relato está escrito en primera persona aunque no se trata de un discurso retrospectivo, sino que el protagonista va reflexionando mientras le suceden los acontecimientos; esto es, no cuenta las cosas pasadas, sino las cosas presentes y paralelas a su pensamiento; de ahí que muchas veces sea un discurso complicado, muy cercano al fluir de la conciencia y complicado de seguir porque el pensamiento, casi siempre, va más deprisa que la mano y es imposible retenerlo en un puñado de hojas.
Onésimo Recio Bobadilla –Boba para los amigos y Nesi para su madre- es un chico que podríamos calificar de conflictivo. Suponemos que cursa 4º de ESO y que repite, porque así nos lo deja entrever. Es un muchacho expedientado en múltiples ocasiones y resabiado de la vida. Parece que esté de vuelta de todo, aunque, realidad, no tiene ni idea de la vida; esa es la paradoja de la adolescencia que retrata, tan descarnadamente en este libro, Dimas Mas.
Se inicia el libro en septiembre, con el principio de un nuevo curso y la desgana de Bobadilla que lo observa todo con displicencia. No le gustan los profesores, los cuestiona, los humilla, los veja continuamente; no le gustan sus padres, es incapaz de entenderse con ellos, sobre todo con su madre; no se lleva bien con sus compañeros y persigue un sueño: conquistar a Angélica, la chica más lista del instituto, la más hermosa y la más esquiva.
El relato llega hasta las Navidades que son las peores para Onésimo, ya que sus padres descubren que ha estado viendo videos porno –eso para su madre es una sacudida emocional que la conmociona- y porque descubren que ha tenido relaciones íntimas con su tía Amparo, la hermana de su madre. Todo eso es motivo de escándalo familiar, aparte de que ha sido acusado de robarle dinero a la profesora de matemáticas y ha agredido al padre de una antigua novia suya, que lo amenazó a la salida del instituto.
La novela es muy dura en algunos momentos, aunque Dimas Mas ha diseccionado el pensamiento de un chaval de 16 años, que no encaja en su mundo, que se siente solo, que no encuentra la paz y que lucha por entenderse a sí mismo, aunque no lo consigue. De ahí el título del libro, ya que a Onésimo le gustó (o al menos le interesó) la ópera de “Don Giovanni” de Mozart y él, a sí mismo, se ve como ese Don Juan conquistador y castigador (incluso en una fiesta de disfraces se disfraza del personaje), aunque topa con la realidad y no sabe muy bien a qué carta quedarse. Todo para él es incierto, menos lo que puede ser su tabla de salvación: Angélica, quien, como se lee en la solapa del libro, es la verdadera “dama de hielo” pucciana, la verdadera Turandot.
El libro está escrito con soltura, siguiendo la jerga juvenil, lleno de vulgarismos, de palabras malsonantes, de palabras soeces, incluso; aunque así nos deja entender mejor, o intentarlo, el alma de un adolescente atormentado.

EL NUDO

el-nudo EL NUDO, de Montserrat del Amo,
Barcelona, Juventud, 1980.
Anabel Sáiz Ripoll

“El nudo” es una novela que va a ser reeditada, en una versión renovada y muy cuidada, el próximo octubre, afortunadamente para sus lectores, podríamos decir, ya que ha sido una obra con poca fortuna pese a los valores literarios y humanos que contiene.
Montserrat del Amo (Madrid, 1927), su autora, es conocida de todos, pero quizá podamos tratar de esbozar una breve semblanza. Estudió en la Escuela Superior de Comercio el grado de Perito Mercantil. Aprendió el oficio de cajista de imprenta. Al vivir los tiempos duros de la guerra civil y la posguerra, no pudo estudiar hasta ser mayor. Así, en 1976 obtuvo el título de Licenciada en Filosofía y Letras, especialidad de Literatura Hispánica, en la Universidad Complutense de Madrid. Durante unos cursos impartió clases de lengua y literatura españolas, hasta que en 1986 dejó la docencia y, desde entonces, se dedica plenamente a la creación literaria.
Esta autora, que lleva más de 50 años escribiendo, se mueve fuera de los engranajes de la moda y de “lo que se lleva” y sigue su propio camino. Su carrera literaria, por lo tanto, es propia y muy sugerente. Ha escrito y publicado más de 50 títulos y, por supuesto, ha ido evolucionando e incorporando nuevas realidades y nuevas maneras de sentir.
Fue la primera escritora española de posguerra que, en 1958, se reconocía fuera del ámbito nacional. Montserrat del Amo figuró en la Lista de Honor del Premio Internacional Andersen de ese año, al que fue nominada en una segunda ocasión. A partir de ahí, y aun antes, ha conseguido diversos premios que avalan su oficio; en 1956, el “Abril y Mayo” por Patio de Corredor (obra con la que figuró en la Lista de Honor); en 1960, el Lazarillo por Rastro de Dios; el Doncel, en 1968 por Zuecos y naranjas; el CCEI, en 1971 por Chitina y su gato; el Nuevo Futuro por La Torre y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, en 1978, del Ministerio de Cultura por El Nudo, obra que estamos reseñando. También podríamos mencionar el Complutense 1993 de Literatura Infantil y Juvenil, el Premio CCEI por La casa pintada. Dos obras suyas han sido adaptadas para televisión: Patio de corredor, emitida por TVE en cinco capítulos en 1866 y Zuecos y naranjas en 1968. Su cuento poético La noche, con música de José de la Vega fue estrenado en concierto por la orquesta de RTE en 1994.
“El Nudo” es un relato precioso y muy emocionante. Se divide en dos partes, más una central, de la que ya hablaremos. La primera parte se centra en un pueblo prerromano, de la península, íbero, que trata de defenderse de la invasión romana y lo hace con medios muy sugestivos. Los guerreros que vigilan las montañas, empiezan a comunicarse tensando las cuerdas de sus arcos y ese sonido, repetido por el eco, causa miedo en los invasores que se retiran. Dos muchachos son los artífices de la hazaña, Ara y Gud. De alguna manera, han descubierto el poder de la música. A continuación encontramos una parte central en blanco, lo cual es un algo muy original. El lector puede pensar que es un error de imprenta, pero no, está hecho con toda la intención. Montserrat del Amo pretende que esas páginas formen nuestro propio nudo particular en las que anotemos lo que prefiramos. Termina la novela con la tercera parte centrada en un grupo de montañeros, una cordada, que hacen un descubrimiento muy interesante: encuentran a un ser extraño, de otro mundo, que reacciona al amor y se debilita ante el miedo. Ese ser viene a culminar la peripecia que se empezó con el pueblo íbero, porque, al fin y al cabo, todos formamos parte de lo mismo, del nudo que nos ata los unos a los otros. Para cerrar, se incluyen dos noticias de prensa que aluden a las historias relatadas en “El Nudo” y que nos hacen reflexionar.
“El Nudo” es un libro escrito en clave metafórica, muy lírico y que esperamos que, gracias a la nueva reedición, se revitalice su lectura porque lo merece.

El enigma maya (Las hijas de las tormentas I)

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EL ENIGMA MAYA (LAS HIJAS DE LAS TORMENTAS),
DE JORDI SIERRA I FABRA, Edebé, Barcelona, 2008.

Anabel Sáiz Ripoll

Lo que en otro escritor sería una historia sin pies ni cabeza, en manos de Jordi Sierra i Fabra se convierte en un relato trepidante que, como suele ocurrirle a este todoterreno de las letras juveniles españolas, se adelanta a los acontecimientos. Esta vez Sierra i Fabra le ha tomado la delantera al mismísimo Spilberg, porque, muchos de los aspectos que el director incluye en la última aventura de Indiana Jones, ya Sierra i Fabra los ha utilizado en “El enigma maya”. Nos referimos a la presencia de unos supuestos extraterrestres que se hallarían detrás de la civilización maya y a otros elementos que coinciden en el libro y en la película; no obstante el escritor va mucho más allá como veremos.
Con un gran dominio del suspense literario y ese estilo tan característico de frases cortas que resumen muy bien el estado de ánimo de los personajes y que nos permiten tomarnos un respiro, “El enigma maya” supone el primer paso del nuevo reto que se ha planteado este camaleón de la escritura. Concretamente es el volumen inicial de la trilogía “Las hijas de las tormentas” que supondrá, sin duda, todo un esfuerzo de recopilación por parte del autor y una serie que, predecimos, dará mucho qué hablar por el contenido, por la escritura y por lo atractivo del planteamiento.
“El enigma maya” se inicia en Barcelona, pero se traslada a México e, incluso, a Colombia. Se desarrolla entre noviembre y diciembre de 2012 y mezcla el relato de suspense, con el conocimiento del mundo ancestral de los mayas y su supuesto enlace con el más allá, representado por las llamadas hijas de las tormentas, cuya protagonista, Joa, Georgina, una joven de 18 años, es precisamente, el fruto de una de estas hijas con un arqueólogo barcelonés.
Joa, una chica con grandes cualidades, ve que toda su vida se desmorona y empieza a descubrir nuevos elementos que le permiten explicarse su origen. De la mano de su guardián, otra figura que inventa Sierra i Fabra, vive una aventura que presagia, sin duda, la siguiente entrega que aguardamos con interés.
“El enigma maya” mezcla ciencia ficción con novela histórica y supondrá una lectura atractiva para cualquier lector que guste de estos ingredientes, aparte de otros muchos con los que Sierra i Fabra suele aderezar sus relatos.

Porta Coeli: La orden de Santa Ceclina

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LA ORDEN DE SANTA CECLINA
(PUERTA COELI, I)
SUSANA VALLEJO, Edebé, 2008

Anabel Sáiz Ripoll

Susana Vallejo con “La orden de Santa Ceclina” inicia una tetralogía muy ambiciosa que, seguramente, dará mucho qué hablar y será muy leída que es lo que importa cuando se escribe y publica un libro.
“La orden de Santa Ceclina” es una novela que se sitúa en la Edad Media y que nos habla de un nuevo mundo, un mundo al que se puede acceder desde el nuestro y que, sin embargo, no tiene nada qué ver ya que allí, en el mundo al que se accede por la Puerta, las criaturas, las estaciones, el paso del tiempo… todo es distinto, más diáfano, misterioso y lleno de magia, puesto que las pequeñas criaturas que allí habitan se nutren de los sentimientos de quienes viven en ese mundo.
Nuño y Bernardo, dos antiguos monjes de la Orden de Santa Ceclina reciben la misión, junto a Yebra, una joven que ya ha visitado ese mundo y ha vuelto cambiada por él, de cerrar la puerta, de volver con el libro “Puerta Coeli” para que nadie más pueda traspasarlo y, sin embargo, todo será muy distinto a como pretendía el prior de Santa Ceclina.
Santa Ceclina era un centro de estudio, de investigación y también de formación militar. Un centro que, con el tiempo, empezó a caer mal entre los señores feudales y comenzó a sufrir el acoso de uno de ellos, Arnau. Lo mismo le pasó al convento femenino, Las Inviernas. En este orden acaso podemos ver un trasunto de los templarios, aunque la imaginación supera la realidad.
Bernardo y Yebra han ido a ese otro mundo y han regresado de él muy cambiados. Lo que se encuentran es muy distinto a lo que dejaron y de alguna manera, gracias a esa experiencia, emprenden otra vida, ellos y los monjes y monjas que han sobrevivido al sitio de Arnau; aunque eso debe descubrirlo el lector.
Sea como sea, Nuño es el juglar que recoge estas aventuras y que siembra el ansía de conocimiento entre sus oyentes, los más jóvenes siempre. Nuño es el encargado de encontrar habitantes para ese otro mundo.
“La Orden de Santa Ceclina” es una novela llena de sugerencias en donde el narrador deja paso a menudo a sus personajes quienes, mediante los diálogos, se dan a conocer al lector. Amor, magia, misterio, ideas preconcebidas que se vienen abajo, respeto hacia lo distinto y mucha mucha fantasía son ingredientes básicos de esta primera entrega de “Puerta Coeli”.
Susana Vallejo nos ofrece una nueva forma de ver el mundo en donde nosotros podemos labrar nuestro propio destino. Es respetuosa con el hecho histórico, aunque, por supuesto, se deja llevar por las intuiciones y la fascinación que despierta en ella, y en sus personajes, la posibilidad de que nuestro mundo no sea ni el único ni el menor.
Uno de sus aciertos es empezar la tetralogía en la Edad Media, una época aparentemente oscura que demuestra no serlo tanto gracias a hombres de la talla de Bernardo y a mujeres como Yebra que osaron plantarle cara al destino y ser como ellos quisieron, no de otro modo.
El lector disfrutará sin duda con este volumen y con las descripciones que Susana Vallejo nos ofrece de ese otro mundo, de su fauna, su flora y su especial devenir temporal.

Scat

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SCAT,
DE ALBERT GARCÍA RIPOLL,
Carena, 2008

Anabel Sáiz Ripoll

Esta vez reseñamos un libro innovador y comprometido. “Scat” es el seudónimo de un joven “graffitero”, quien, tres años después de los acontecimientos que narra, escribe el libro y lo hace, lógicamente, en primera persona. Se trata de un ejercicio literario considerable, ya que Albert García Ripoll no es el nombre del escritor que ha imaginado al personaje, sino un seudónimo. Acaso porque comparte algunos aspectos con Scat o porque el escenario geográfico sea el mismo, ha querido permanecer al margen de la historia y se lo vamos a respetar. En la novela se evidencia cómo un personaje puede emanciparse y cobrar vida propia, ya que el joven Albert sí parece haber existido o, al menos, lo hace siempre que leamos el libro.
Decíamos que la novela es innovadora por esa capacidad del autor de esconderse tras el narrador y de permanecer alerta, pero sin inmiscuirse en lo que el propio Albert quiere contarnos que no es, ni más ni menos, que unos acontecimientos que marcaron su vida cuando él aún cursaba 2º de la ESO.
Albert García Ripolles un joven adolescente que vive en L`Hospitalet de Llobregat y que, como tantos otros jóvenes, procede una familia separada ya que su padre, los ha abandonado por otra mujer más joven. Sus vivencias van del instituto, que él observa con curiosidad de entomólogo, aunque siempre solidario, hasta el primer amor de su vida, por la joven Fátima, una inmigrante que nos descubre todos los tabúes que pesan sobre las mujeres de procedencia árabe; aunque también pasa por las bandas callejeras, por el amor que siente hacia una profesora quien le descubre los caminos del arte y, en suma, por los sinsabores y angustias de un joven de 16 años, que tiene cuerpo de adulto, pero que, sin embargo, aún es un adolescente. No debemos olvidar sus intereses lingüísticos, aunque Albert defiende el catalán, de ahí su logo Scat, escribe la novela en castellano para demostrar que el bilingüismo es posible.
En la novela, como decíamos al principio, se alude al mundo de los “graffiteros”, ya que Albert fue y ha sido o es un “graffitero”, aunque, con el tiempo, deja de asaltar trenes y reivindica su arte desde otras posiciones; esto es, estudiándolo en la Universidad. Así, al terminar la historia, tiene ya 18 años y puede echar la vista atrás y recordar esos acontecimientos que le marcaron perturbaron.
Señalábamos también que era un libro comprometido porque su autor no obvia pasajes duros, al hablar, por ejemplo, de las bandas callejeras y remarca lo difícil que es ser inmigrante en ciertos ámbitos de nuestra sociedad.
“Scat”, por último, es un ejercicio lingüístico lúcido, ya que encontraremos todos los registros en el relato, desde el más vulgar hasta el más culto, pasando por conversaciones de “chat”, términos de la jerga juvenil o del argot y, en suma, disquisiciones filosóficas casi acerca de la vida y del arte.
El libro va dirigido al público juvenil, aunque recomendamos la lectura a todos los que sientan curiosidad por conocer desde dentro el pensamiento de un adolescente y tratar de entender sus comportamientos antes de criticarlos.
En definitiva, un libro muy bien escrito, distinto por la temática y por la forma, que no defraudará al lector.

La primavera no reía

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LA PRIMAVERA NO REÍA
De Mercedes Neuschäfer-Carlón, Ediciones Madú, 2005

Anabel Sáiz Ripoll

De Mercedes Neuschäfer-Carlón se pueden decir muchas cosas (y buenas). De ella destacaría su inmensa humanidad que se plasma en todo lo que escribe. Es una persona amable, afable y muy interesada por el mundo y todo lo que le rodea. Asturiana de nacimiento, vive hoy en Alemania (de allí es su marido), aunque con frecuencia visita Madrid o Marbella, por ejemplo. Su vocación literaria va por el camino de la literatura infantil donde destacan obras como “Antonio en el país del silencio”, “Violín y guitarra”, “La acera rota”, “Tras los muros”, “Una fotografía mal hecha”, “En la guarida secreta”, “La cabaña abandonada” y “El yate blanco”.
Conocí a Mercedes gracias a “La acera rota”. “La acera rota” es un libro sin edad que recoge los recuerdos de Elena, la niña que también fue Mercedes, en los duros tiempos de la Guerra Civil. El libro que ahora reseñamos es su continuación, por lo tanto, no es tampoco un libro que tenga un lector determinado. Pienso, incluso, que requiere una lectura seria y profunda, la lectura de la experiencia porque lo que narra no es fácil, aunque lo cuente una niña de ojos puros. No obstante, también pueden leerlo los niños y jóvenes porque así se acercarán a un periodo de nuestra historia que fue tremendamente duro, en el cual, por mucho que se buscase, “la primavera no se reía”.
La novela está narrada en tercera persona, aunque da la impresión de que es la propia Elena la que nos lo cuenta todo. La reencontramos, tras “La acera rota” con 8 años y la dejamos, al acabar el libro, con 16. Son, pues, los años que cierran la infancia y entran en la adolescencia. Elena ha vivido la dureza de la guerra, aunque no se puede quejar porque tiene una familia que la arropa y no pasa hambre, pero la sensación gris de la época late en todo el relato. Sin embargo, no es un libro triste, en absoluto, es un libro limpio, de lectura diáfana y esperanzada. Nos cuenta, es verdad, la represión de los cuarenta, pero también los anhelos de unas personas, de unas gentes que luchaban por salir adelante. Nos habla de una época en que la magia del cine era importante, en que las relaciones se establecían poco a poco, en que las circunstancias eran distintas y, sin embargo, las ilusiones, los sueños y los amores eran los mismos que pueda sentir un joven hoy en día.
¿Hasta qué punto es una novela sin más? Sospechamos que tras Elena, como ocurría en “La acera rota”, sigue habiendo mucho de la propia autora, aunque animado por la mirada de la distancia, a veces de la nostalgia y siempre de la buena literatura. Es una novela fácil de leer, es cierto, pero no nos engañemos, porque tras su aparente facilidad hay un esfuerzo, precisamente, para ajustarse a los pensamientos de una niña, primero, y de una joven, después.
Bien es cierto que no es un momento de nuestra historia reciente que debamos echar de menos, pero, de alguna manera, todos podemos entender la vida que late tras “La primavera no reía”. Elena sigue viviendo en un pueblo de Asturias, va al colegio, no acaba de entender bien las diferencias de clases, quiere a sus padres, a sus hermanos y lucha por integrarse en su vida; pero de una manera noble, pura, esencial. Elena descubre que no todos somos iguales, y eso le da mucha pena, pero también encuentra grandes sentimientos como la amistad y, sobre todo, el amor. Así acaba el libro, con una puerta abierta a la esperanza. Aunque pueda parecer nostálgico no lo es, precisamente porque se cierra mirando al futuro y porque “para Elena la primavera empezaba a sonreír”.

Tríada (Memorias de Idhún II)

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MEMORIAS DE IDHÚN II (TRÍADA)
De Laura Gallego, SM, 2005

Anabel Sáiz Ripoll

“Tríada” es la segunda parte de las “Memorias de Idhún”. Se trata de un libro hermoso, muy atractivo y que continúa la peripecia que dejamos abierta en su día. Es una lectura apropiada para jóvenes y mayores, para los que, en definitiva, disfruten de la buena literatura fantástica.
Esta vez llegamos físicamente a Idhún, el planeta de los tres soles y las tres lunas (se incluye un plano del planeta que nos facilita mucho la lectura). Volvemos a encontrar a los personajes que ya conocemos: Kirtash. Jack y Victoria; que descubren que no pueden hacer nada por separado. Se saben prisioneros de un mismo destino, sin que lo hayan pedido. Victoria no puede prescindir de ninguno de los dos, aunque Jack y Kirtash no mantengan muy buenas relaciones. Los tres forman la “Tríada” y los tres juntos son los que pueden liberar a Idhún y hacer que se cumpla la profecía.
En la segunda parte de las Memorias, vemos, al principio, a un Kirtash debilitado por los sentimientos. Cuando actúa como humano, recibe el nombre de Christian, que le puso la propia Victoria, aunque él se siente extraño sintiendo emociones. En él se sigue operando la transformación que veíamos ya en la primera parte. Se sabe hijo de Ashram, el malvado, el nigromante y, sin embargo, lucha por sus sentimientos hacia Victoria.
En la segunda parte, hablando de Ashram, descubrimos qué es eso tan terrible que se esconde tras su mirada de hielo. Ashran parece humano por fuera, pero la criatura que lo habita no, ya que es, ni más ni menos, el Séptimo Dios de la Profecía, el malvado y perverso que osó enfrentarse a los Seis dioses de Idhún. Ashran es quien se hizo con el poder del Planeta y quien se enfrenta a la Tríada en la segunda parte.
Victoria, por su parte, es el canalizador de la magia porque, como unicornio, puede otorgarla a quien mire, de ahí que sea tan importante salvar al último Unicornio porque, si él muere, la magia se perderá.
Jack, por último, ya se reconoce como el último dragón y decide ir en busca de sus orígenes para aprender a sentir, cuando llegue el momento, como un verdadero dragón, el último dragón de la resistencia.
Y no podemos prescindir del planeta a Idhún, que condensa toda la capacidad de fabulación de Laura Gallego. Idhún es un mundo mágico, con una geografía bien delimitada y con unas características propias, quizá destaca porque tiene tres lunas y tres soles. Y es que el mundo que crea Laura Gallego, así como todos los seres que forman su bestiario, es riquísimo, lleno de magia y de imaginación.
La novela acaba de una manera dolorosa, puesto que no sabemos qué ocurrirá con Victoria, si se salvará o sucumbirá, mientras aparece Gerde, el hada malvada, en discordia. Tal vez la lucha que se ha establecido (y que tan bien describe la autora) entre las fuerzas del bien y las del mal haya sido inútil, aunque nos resistimos a creerlo, pero para eso habrá que aguardar a la tercera parte.

Querida Alejandría

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Querida Alejandría
De María García Esperón,
Grupo Norma Editorial, 2007
Anabel Sáiz Ripoll

Querida Alejandría es un relato epistolar escrito con exquisita sensibilidad, ya que María García Esperón maneja una prosa llena de sentimiento, cercana a la poesía para desgranar todas las vivencias e inquietudes de un personaje histórico, poco conocido, como es Cleopatra Selene. La fama de su madre, la gran Cleopatra eclipsó a su hija y le robó la identidad que, de alguna manera, le devuelve María García Esperón en esta libro, que ha sido distinguido con el Premio Norma-Fundalectura 2007.
Tras la caída de Alejandría en manos romanas, Marco Antonio y Cleopatra se suicidaron para no aparecer derrotados ante la gran Roma, pero sus hijos sobrevivieron y, pese a que fueron muy bien tratados por Octavia, la esposa de Marco Antonio y hermana del emperador, no dejaron de ser rehenes dorados que tuvieron que desfilar de una manera humillante ante el pueblo romano envueltos en cadenas, de oro, eso sí; pero cadenas al fin.
Cleopatra Selene escribe cinco cartas conmovedoras a su ciudad, Alejandría, “porque te extraño, te sueño y reconstruyo tus calles y tus fragancias y los gritos de tus vendedores y tu lengua sorprendida en la encrucijada de los dioses”. Cada una de estas cartas constituye un capítulo que empieza con las cinco letras primeras del alfabeto griego y no es por azar, sino porque María García Esperón quiere recordar, de esta manera, los cinco distritos en que se dividía Alejandría; mejor dicho, quiere recordarlo Cleopatra Selene.
Gracias a estas cartas vemos un alma sensible, instruida y culta que añora su patria, que recuerda a sus padres y que a veces se deja llevar por el fatalismo de su destino, aunque también siente ilusión como cuando la destinan a Juba, otro hijo de rey desposeído, con quien reinará en la Mauritania romana, favoreciendo un oasis de cultura y de paz en esa tierra afrricana.
Cleopatra habla de las costumbres romanas, escribe acerca de sus hermanos, ve con preocupación, desde el presente, cómo lo que ocurrió en Alejandría estaba cantado; tiene palabras de piedad para sus padres y para ella misma. Escribe en primera persona del singular y siempre se dirige a un tú, en ese caso una ciudad que se humaniza gracias al apóstrofe continuado que emplea la autora.
De alguna manera Querida Alejandría es un relato alegórico que introduce a los lectores –jóvenes o no- en un mundo fascinante, que nos habla de la cultura egipcia y griega, con admiración, y que recuerda la fuerza romana y, sobre todo, al gran César, amante también de la madre de Selene. Las intrigas palaciegas por conseguir el poder hicieron que Selene fuese la última descendiente de los Tolomeos y, acaso, del propio Alejandro Magno. Habla de la debilidad de los gobernantes, de Octavio Augusto que enfermaba en cada batalla; de la crueldad de las guerras; de lo duro que es vivir fuera de la patria y de una serie de elementos que hacen de la novela un mosaico vivo y fascinante de una época que ya pasó, pero que aún sigue despertando fascinación y admiración entre el mundo.
El libro termina cuando Cleopatra y Juba contraen matrimonio y la joven princesa se despide de su ciudad, a la manera del Aleph borgiano, evocando todo lo que, en su ensoñación de recién desposada, cree ver y que le lleva a Alejandría, a sus gentes, a su futuro, a su destino: “…vi mi tumba junto al mar, monumento circular sin cesar labrado por el viento y, más allá de cordilleras y ríos salvajes…”.
Querida Alejandría es un libro que nos acerca a la historia antigua, de manera humana, viva y llena de riqueza. La autora, insistimos, emplea una prosa llena de cadencias, de ecos, que se paladea, que sabe a tierra, que sabe a río, que sabe a Alejandría.

Lo único que queda es el amor

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LO ÚNICO QUE QUEDA ES EL AMOR,
DE AGUSTÍN FERNÁNDEZ PAZ,
ANAYA, 2008

Anabel Sáiz Ripoll

Agustín Fernández Paz se define a sí mismo como: “… una persona que encuentra placer en inventar historias y contarlas por medio de la escritura. Un contador de historias, aunque esto siempre debería colocarlo en segundo lugar, porque lo que a mí de verdad me gusta es leer lo que escriben otras personas. Leer . Y leer y escribir, ya se sabe, son como las dos caras de una misma moneda”.
“Lo único que queda es el amor” ha sido Premio Nacional de Literatura Juvenil 2008 y bien merece que le dediquemos unas líneas ya que se trata de un libro bellísimo integrado por diez historias –algunas ya publicadas, pero que aquí adquieren una nueva dimensión- que tienen como hilo conductor el amor. Los personajes que nos dibuja Agustín Fernández Paz se hallan unidos por la fuerza poderosa de este sentimiento, aunque no todos lo viven igual. Encontramos el amor más allá de la muerte, pero también el desamor, el primer amor, la fuerza con que la memoria recuerda los amores perdidos, el amor platónico o el amor frustrado.
Son historias melancólicas, revestidas por un halo de misterio que las hace especiales, conmovedoras, únicas. Agustín Fernández Paz se llena de sensibilidad y maneja los hilos del destino de sus criaturas con respeto y con afecto. No nos dejan indiferentes las quimeras de Diana, Sara, Laura, Adrián y de tantos otros, no nos dejan indiferentes porque están viviendo aquello que, desde que el mundo es mundo, han vivido millones de personas: la arrolladora fuerza del amor que es, al fin y al cabo, lo único por lo que merece la pena vivir, viene a decirnos el autor.
En Un radiante silencio, por comentar un ejemplo de un relato ya publicado con anterioridad, Sara está a punto de hallar el amor en Pablo, un librero que le desliza notas entre las páginas de los libros que ella compra, pero no acaba de aceptarlo y tiene miedo. Ninguno de los dos se ha atrevido a declararse su amor y eso los ha separado antes de unirlos. Es una historia muy triste, pero bellísima, de las más hermosas del autor. Como él mismo dijo en su día, en Un radiante silencio: “está mi homenaje explícito a la literatura, en especial a la poesía, y a los libros y autores que fueron muy importantes para mí. Y está también mi mirada sobre el amor, esa fuerza poderosa capaz de transformarnos por entero y hacernos ver la vida de otra forma”.
A Agustín Fernández Paz le gusta la poesía de José Ángel Valente en la que encuentra inspiración para muchos de sus libros y relatos. “Una historia de fantasmas”, que ya leímos en Muchachas, por ejemplo, tiene mucho que ver con uno de los poemas póstumos del autor, incluido en Punto Cero. Acude de nuevo al poeta Valente y a un verso suyo, que gusta especialmente a uno de los personajes del libro y que da título al mismo: “La memoria nos abre luminosos corredores de sombras”.
Los libros son un motivo recurrente en “Lo único que queda es el amor” y en toda la obra de Agustín Fernández Paz, como vemos en varios de sus relatos, sobre todo en “Un río de palabras”, aunque no es difícil encontrarlos en otras historias, como en “Después de tantos años”, en donde la protagonista recuerda al amor de su vida gracias a un libro que le regaló, las “Rimas” de Bécquer. Así, en “Una historia de fantasmas” podemos leer: “…los libros que amamos llevan también nuestra memoria y nuestros sueños entre sus páginas”.
“Lo único que queda es el amor” está narrado en primera o en tercera persona, con pocos diálogos y una gran introspección que hace que conozcamos los vericuetos del alma de los personajes que Agustín Fernández Paz ha escogido como protagonistas. No se trata de adolescentes, no, en absoluto, son seres rasgados, ya mayores, algunos ancianos, otros escindidos, otros en busca del amor que, a veces, eso sí, recuerdan, como un destello entre la tormenta, el que pudo haber sido el amor de su vida y que se convirtió en recuerdo, porque la memoria es también una de las armas narrativas, al lado de los libros y las fotografías antiguas, que usa el autor en sus relatos. La nostalgia suele impregnar las páginas del libro o el recuerdo o las ansias de volver a lo que ya pasó. Al fin y al cabo, como reza el título, “Lo único que queda es el amor”. Sí, detrás de los pequeños naufragios de las vidas de estos personajes se esconde el empuje poderoso del amor. Lo único que les acompaña y lo único por lo que vale la pena vivir, como bien ocurre en “Esta extraña lucidez”, cuyo narrador no es otro que un perro fallecido que vaga, como alma en pena, con su amo, sombra doliente y amorosa del más allá.
El libro, bien es verdad, está finamente arropado por las ilustraciones de Pablo Auladell que son realmente soberbias, sorprendentes, llenas de magia y de misterio y que cautivaron desde el primer momento a Agustín Fernández Paz, quien con finísima modestia, ya que sus relatos son magníficos, dice que, “aunque el texto fuese sacado directamente del BOE o similar, el libro seguiría valiendo la pena”, gracias a las ilustraciones. Por fortuna, “Lo único que queda es el amor” nada tiene que ver con el BOE y sí con el tejido de los sueños, con la vida y el alma humanas.