“Me hubiera gustado ser cantante de ópera”
(un viaje… con Ana Alcolea)
Anabel Sáiz Ripoll
La escritora Ana Alcolea lleva unas semanas encontrándose con los chicos y chicas de distintas escuelas e institutos catalanes que han leído alguna de sus obras.
Gracias a la editorial Anaya, en donde ha publicado ya cuatro novelas, se han celebrado estos libro-fórum que, sin duda, serán beneficiosos para todo el alumnado ya que conocer a una escritora y escucharle hablar de su obra es un privilegio.
El último encuentro, precisamente, ha sido en Salou, la capital de la Costa Dorada. El día 23 de marzo, Ana Alcolea visitó el IES Jaume I y se dirigió a los alumnos y alumnas de 3º de ESO que habían leído El bosque de los árboles muertos.
La escritora aragonesa empezó hablando de la magia de la escritura que es, según sus palabras, algo parecido a lo que hace un mago con su chistera, aunque, en el caso de la literatura, surge a partir de las palabras. Es ella quien tiene la idea, pero, cuando acaba la novela y empieza a ser leída y gustada, son los lectores quienes tienen la última palabra. Comentó que, en una sesión, una de las alumnas le comentó algo emotivo y es que ella acababa de perder a su padre en accidente de coche justo cuando comenzó a leer El medallón perdido, que también parte de un hecho dramático para el protagonista. Ana Alcolea, por lo tanto, sabe que sus libros, las historias que cuenta, los personajes que maneja pueden generar distintas emociones en cada uno de sus lectores.
También es consciente de que sus personajes tienen mucho de ella misma, como Ángela, de El retrato de Carlota. Ángela es el segundo nombre de Ana Alcolea y significa “mensajero”, como ella misma se siente. Ahora bien, también hay rasgos suyos y manías en otros personajes, por supuesto.
Ana Alcolea escribe desde las emociones y recomienda a los chicos y chicas con aficiones literarias que no dejen de plasmar sus historias en un papel. Un buen escritor ha de estar atento a lo que le rodea y ser curioso. Así, por ejemplo, la escritora comentó que de elementos poco literarios, inicialmente, pueden surgir grandes historias. Y mostró un colmillo de leopardo que lleva en su bolso, origen de El medallón perdido, pero también habló de la caja azul de Donde aprenden a volar las gaviotas. Esta caja es el trasunto de otra en la que la madre de la autora guardaba los recibos de la comunidad. Algo tan prosaico como eso puede convertirse en materia literaria.
A Ana Alcolea le gusta viajar y suele hacerlo con su marido a Noruega, de donde él es originario, pero también a Italia y a otros lugares. Ella va siempre con su libreta de apuntes en donde anota todo lo que le llama la atención e, incluso, hace dibujos. Es más aficionada a los dibujos personales que a las fotografías. Precisamente, su última novela, el VIII Premio de Literatura Infantil Anaya, La noche más oscura, está basada en un viaje que hizo a Noruega. Para la escritora, profesora de lengua y literatura en un instituto de secundaria, sería fácil escribir sobre la vida en los centros de enseñanza, pero le gusta más hacerlo sobre otras realidades, sobre otros lugares que son como ventanas al mundo. Quiere mostrar como sus personajes, fuera del ambiente que les es familiar, pueden evolucionar y aprender mucho de ellos mismos.
Ana Alcolea considera que no hay mucha diferencia entre escribir para adultos o para niños y jóvenes. Ella se mueve en los dos ambientes y acaso la única concesión que hace es al léxico, ya que procura emplear palabras que sus lectores pueden entender, pero pretende enganchar a todo tipo de lectores a sus novelas. Comentó, además, que ahora ya no le cuesta tanto escribir, que sus primeras novelas surgieron en los viajes que hacía en tren, pero que, en la actualidad, escribe en su casa y con el ordenador directamente. Suele dedicar un par de horas a esa actividad. Tardó un año y medio en escribir la primera novela. La última la realizó en seis semanas.
Ana Alcolea se define a sí misma como persona muy organizada y muy disciplinada. Con la disciplina, añadió, se puede llegar a cualquier sitio y conseguir lo que uno se proponga.
Finalmente, contestando algunas preguntas que le hicieron los jóvenes, confesó que le hubiera gustado ser cantante de ópera. Ana Alcolea siente pasión por la ópera y suele escribir escuchando este tipo de música.
En definitiva, la lección que ofrece Ana Aldecoa, tanto con sus libros como con sus palabras, es una lección de tesón, de fuerza y de constancia.