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El faro de la mujer ausente

El faro de la mujer ausente,

David Fernández Sifres, Edelvives, 2011

Anabel Sáiz Ripoll

El faro de la mujer ausente, del escritor leonés David Fernández Sifres, XI Premio Alandar, es un relato lleno de registros y de aciertos literarios. En primera persona, Hugo, de 16 años, narra una historia del pasado que habría de conmoverlo y cambiarle la vida para siempre. Todo trascurrió en la localidad normanda de Bellemer donde Hugo pasó un verano más que distinto o emocionante, lleno de experiencias enriquecedoras que lo harán crecer y madurar. Y es que El faro de la mujer ausente es también el relato de un viaje iniciático que arranca con un Hugo escéptico, inseguro, y termina con otro chico, ni mejor ni peor, aunque sí más solidario y humano.
Hugo resultó ser el ganador de un curso intensivo de francés. De ahí que se trasladara solo, en avión, a París. Todo es nuevo para él, aunque sabe encajarlo bastante bien. Conoce a los que serán sus compañeros de grupo e, inicialmente, parece que todo va a ser normal. Hasta que un día, desoyendo las advertencias de un viejo pescador, se interna por un camino solitario y asiste a lo que él cree que es el asesinato de una mujer por un soldado. Una mujer quien desea entregarle un papel que aparece misteriosamente en sus bolsillos. Hugo sufre un desmayo y despierta en el hospital, atendido por una simpática enfermera. No obstante, ya nada será lo mismo. Poco a poco, con la ayuda de algunos de sus compañeros, Gabriella, sobre todo, va encontrando nuevas pistas que lo conmueven hasta lo más hondo y lo llevan al abismo porque Hugo, en más de una ocasión, cree que se ha vuelto loco.
El relato, por lo tanto, mezcla dos líneas narrativas. Por un lado, la actual, con el curso de francés y todas las actividades docentes y lúdicas. Por el otro, el episodio del asesinato que se remonta a la Segunda Guerra Mundial y que une al viejo farero, Bernard, con el pescador, la joven asesinada y un misterioso soldado alemán. Para solucionar ese episodio que aún no ha cicatrizado, Hugo y sus amigos tendrán que abrir aún más las heridas y removerlas hasta llegar al fondo y poder, así, cerrar un capítulo más de la guerra, uno de esos momentos que mezclan lo más sublime del ser humano con lo más abyecto, porque las situaciones límite, y una guerra lo es más que nada, ponen a prueba a las personas.
El faro de la mujer ausente es un relato antibelicista que clama contra todas las guerras y el dolor y la perdición que suponen para las buenas gentes que se ven abocadas a ellas sin haberlo pedito. En esta ocasión, se centra en el desembarco de Normandía, pero podemos aplicarlo a cualquier guerra. Dos de los compañeros de Hugo, uno alemán y otro inglés, que no cesan de criticarse mutuamente por esos orígenes, acaban, gracias a dos excombatientes de ambos bandos, aceptando que son más los puntos que los unen que los que los separan.
La novela también nos habla de sentimientos y alude a lo que podemos llamar el primer amor de Hugo, que no sería para toda la vida, no, pero que le dejó un poso importante. También lo enfrenta a la muerte, con el personaje entrañable de Klara. Y, sobre todo, permite que el lector reflexione sobre unos hechos que nunca debieron de haber ocurrido y que sembraron el dolor por doquier.
El faro de la mujer ausente recoge es una novela de amplios registros puesto que, siendo una novela histórica de base, contiene elementos de novela de misterio, con otros, como ya dijimos, de viaje iniciático y aún de novela sentimental. Todo forma un entramado narrativo muy sugerente. David Fernández Sifres maneja con destreza la descripción de sensaciones y sentimientos y emplea, para ello, imágenes y metáforas muy impactantes y con gran potencia emocional. En cuanto a la descripción de personajes logra introducirnos en la psicología de Hugo y, poco a poco, en la de los principales actores del relato. Muchos son personajes ancianos, lo cual es un ingrediente básico para la novela, porque son los ancianos quienes tienen la memoria de lo que ocurrió en la guerra.
La novela se divide en veintitrés capítulos y un epílogo y arranca de un presente, la muerte del viejo farero, que permite destapar todos los hechos que Hugo rescata para el lector, puros y frescos, como están grabados aún en su mente. Un relato, en suma, redondo, que gustará a los jóvenes, pero también a los adultos.

El último grito

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El último grito,
Concha López Narváez y María Salmerón,
Bruño, 2011, (Paralelo Cero, 71)

La Guerra de los 30 años está acabando, pero su paso ha sembrado de destrucción todas las tierras que tardarán mucho en recuperarse; pero no solo las tierras, sino las gentes. La muerte y desolación reina por doquier. Con este telón de fondo, Concha López Narváez y su hija María Salmerón escriben una historia de misterio, en la que la lucha por el poder y la ambición son las desencadenantes de la trama. “El último grito” es una novela que mantiene el ritmo narrativo en todo momento y que logra que el lector, desde la primera página, se sienta transportado a una época y a un ambiente que sin ser los suyos, le fascinan.
La historia se inicia de una manera directa y aborda la extraña situación de Otto von Rotsein quien, de alguna manera, sin estar muerto, parece que lo esté ya que despierta en la cripta de sus antepasados. Poco a poco, va acordándose de lo sucedido y, gracias a ello, el lector entiende cada uno de sus actos, aunque no los justifica. Por otro lado, en el castillo de los Rotsein, en Renania, cerca de Baviera, impera el luto, ya que se están celebrando las exequias del conde Maximilian, que, tras 10 años en la guerra, sin dar señales de vida, ha sido localizado, aunque muerto. Su esposa, su fiel esposa, lo vela y llora.
No obstante, no hay nada normal en semejante situación porque ni Maximilian está muerto ni el cadáver es el suyo. Y el misterio está servido. Las narradoras, en tercera persona, tejen una historia que presenta dos puntos de vista: el de Otto y el de Maximilian quien regresa, cansado, hambriento y desolado a su castillo y se encuentra con la sorpresa que supone su propio cadáver. De alguna manera, un nigromante, don Nathan de Praga, quien lleva muchos años en el castillo, ha logrado, a través de sus poderes especiales, de su magia negra, convencer a Otto de que suplante a su primo y, así, cuando resucite, lograr casarse con la viuda y, de paso, alcanzar poder y renombre, como el propio Nathan. No obstante, no contaba con la llegada del verdadero conde. Todo se precipita de una manera inexorable y, al final, el lector, horripilado, asiste a un desenlace funesto, terrible, aunque justo e implacable.
Concha López Narváez y María Salmerón, a través de 17 capítulos, van trazando las líneas maestras de una historia en la que todo tiene una explicación, aunque no lo parezca. Las descripciones que aparecen en “El último grito”, sobre todo, las que aluden a la evolución de Otto, tras su despertar entre los muertos, son realmente magníficas y también espeluznantes porque, como si de una carrera contrarreloj se tratara, leemos cómo Otto va recuperando, poco a poco, el pulso de la vida para, de golpe, perderlo todo. De ahí el título del relato, como el lector podrá comprobar.
En suma, “El último grito” es una novela apasionante donde los elementos psicológicos son imprescindibles, así como el juego temporal y las descripciones. No es una novela propiamente juvenil, desde el punto de vista de los personajes, sino una novela que gustará a los amantes del misterio, de la magia y de lo inexplicable.

La acera rota

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LA ACERA ROTA.

Mercedes Neuschäfer-Carlón,

Vigo, Ediciones Cardeñoso, 2011 

 

Desde hace mucho tiempo, a la escritora ovetense afincada a Alemania, Mercedes Neuschäfer-Carlón, sus lectores y lectoras le pedían poder leer una de sus obras clásicas La acera rota. Se trata de un libro que, desde su primera publicación en 1986, en Granica, la colección Moby Dick, ha vivido distintos avatares. Así, también apareció en Mondadori en 1990 y en Gea (Oviedo) en 1995. Ahora bien, era ya imposible poder adquirir un ejemplar del libro, puesto que sus ediciones estaban ya agotadas.

Por eso, recibimos con agrado la noticia de que, finalmente, la escritora se haya decidido a reeditar su libro en Ediciones Cardeñoso. El volumen, impreso de manera sobria y elegante, acaba de publicarse con el título La acera rota. Memoria de un comienzo. La escritora, además, ha querido incluir sola una ilustración, sacada de su primera edición y ha dejado para la contraportada la opinión de diversas autoridades en torno a este libro sin edad.

La acera rota  es un libro imprescindible para entender a los niños que vivieron la Guerra Civil española, ya que la protagonista, Elena, nos ofrece, de una manera pura e inocente, pero real y también crítica, todos los matices que la propia Mercedes vivió en Oviedo, en donde pasó la contienda con su familia.

            Elena era una niña feliz, que tenía una hermosa casa –acabada de estrenar- y que vivía rodeada de atenciones; pero que también sufría porque era una niña imaginativa que pensaba en el infierno y en la muerte y que, con 4 años, eso le suponía un tormento. Ella juega a no pisar las líneas que forman la acera (de ahí el título de la novela), pero esa acera se rompe con la Guerra Civil y Elena, con su familia, vive momentos angustiosos, aunque nos los explica de manera reposada, asombrada y, a veces, insegura, como lo haría una niña aún pequeña.

            La novela está contada en 3ª persona, pero se lee como si fuese la propia Elena quien nos explicara su infancia porque, como dice la autora: “Es la historia de Elena, que ya no soy yo, pero cuya memoria forma parte de mí”.

La novela se divide en diez partes subdivididas a su vez en diversos capítulos y en ellos se desgrana la vida diaria de Elena, una niña que se abre paso en la vida y que aprende a ver las diferencias,  que existen personas ricas y pobres,  que no se permiten todas las ideas,  que hay gente  mezquina e ignorante, que para ella la vida nunca volverá a ser igual.

 La peripecia se sitúa entre 1934 y 1939 en Oviedo y otros lugares de Asturias, entre los 4 y 10 años de Elenita. Elena escucha, observa y lo absorbe todo con la mirada abierta y curiosa de una niña. Es una niña que pertenece a la burguesía media y que ha de aprender a ceder, a perder, a cambiar. Con la guerra se rompe la primavera y se pierden las ilusiones.

            Mercedes Neuschäfer-Carlón no quiere que su recuerdo se tiña de nostalgia ni de tristeza; de ahí que acuda a la técnica narrativa de esconderse detrás de una niña, aunque, claro, no siempre la respeta y muchas veces es la propia Mercedes, ya madura, quien hace alguna observación; pero en ningún momento la novela pierde su frescura y su gracia. Son varios los aspectos que podríamos tratar de La acera rota, que, es por así decirlo una novela iniciática porque Elena, al acabar la novela, es mayor, no sólo en años, sino en experiencia vivida, en saber acumulado y, sin embargo, eso no impide que siga conservando su inocencia o, al menos, la parte más pura de su alma.

            La autora hace un análisis psicológico de los personajes realmente espléndido. Es una novela que tiene varias lecturas ya que, dependiendo de la edad del lector, se profundizará en unos aspectos o en otros. Con ello queremos decir, como ya lo hemos hecho en otras ocasiones, que solo existe una buena literatura, sin necesidad de añadir infantil o juvenil. Y La acera rota, aunque está protagonizada por una niña, es una lectura recomendable para todo tipo de lectores puesto que, por decirlo así, se trata de un clásico. Y los clásicos no tienen edad.

 

Las aveturas de Tom Sawyer

Las aventuras de Tom Sawyer,

 un clásico lleno de humor, sin paternalismos

 

Anabel Sáiz Ripoll

 

 

 

El norteamericano Samuel Langhorne Clemens (1835-1910) fue una persona genial, humorista y vital. Vivió en los años de la guerra de Secesión de los Estados Unidos. A lo largo de su vida ejerció los más diversos oficios o roles, como el de conferenciante, periodista y piloto naval, pero también fue vagabundo. Su seudónimo “Mark Twain” (¡marca dos!) viene de su experiencia como piloto naval, ya que es la expresión que se empleaba al medir la profundidad del agua con la sonda.

Buen conocedor de la orilla del Mississipi, cuando todavía era la frontera del Oeste americano, escogió ese rudo ambiente aldeano como telón de fondo para sus dos novelas, Las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.

Se trata de dos clásicos, en toda la extensión del término, ya que son dos novelas que han sido objeto de innumerables versiones, traducciones, así como adaptaciones al cine o al teatro. En la mente de todos está la figura de Tom, un niño travieso que prefiere vivir imaginativamente a hacer las cosas que se esperan de él. Así, en Las aventuras de Tom Sawyer se narran la vida y aventuras de Tom y Huck quienes realizan divertidas aventuras. Huckleberry Finn es la novela americana más larga de su tiempo. En ella Huck narra la aventura de su escapatoria por el río, en compañía de un esclavo fugitivo.

Tom vive con su tía Polly, una buena mujer que trata de enderezarlo, aunque él se pasa todo el día pensando qué travesura poder realizar. Y es que no hace falta irse a ningún punto extremo del planeta para vivir al límite, eso Tom lo sabe muy bien, puesto que él, sin moverse de su pequeño pueblo, es capaz de ser un bandolero o un indio e, incluso, un buscador de tesoros. Tom se enamora también de una niña, Becky, a quien idealiza en extremo y con quien vive más de una aventura. También tiene un hermanastro, Sid, quien se pasa el día espiándolo. Y, sobre todo, tiene un amigo, Huch Finn, que es un muchacho que vive solo, que no tiene casa ni familia, pero que se siente feliz. Juntos se lo pasan muy bien. No necesitan grandes cosas para disfrutar de la vida, con unas cuantas piedras, cuerdas o cosas de lo más insospechado organizan los escenarios de sus aventuras. Ahora bien, no todas las experiencias que viven son imaginarias, algunas resultan peligrosas y los ponen en situaciones realmente comprometidas. El indio Joe, el personaje siniestro de la obra, se encarga de ello.

Mark Twain escribe sin fórmulas paternalistas, dirigiéndose a todos los lectores, haciendo que lo que cuenta pueda leerse de forma fácil y resulte divertido, porque lo que le interesa al autor es conectar con el público y eso lo logra de sobras, a bese de su humor, de su ironía, de su crítica y de sus grandes dosis de imaginación. Mark Twain, no obstante, también describe un tiempo que ya se fue y una forma de vivir muy alejada de la nuestra, pero que, sin embargo, nos llega a resultar entrañable y, a la vez, fascinante.

Como ocurre con los grandes clásicos, estas nos novelas no fueron escritas inicialmente para los jóvenes, pero hoy son unas de las grandes novelas juveniles de todos los tiempos. Gracias a su lectura, jóvenes y adultos, se congraciarán con la buena literatura y disfrutarán de una de esas lecturas sin edad, que hermana a todos y que gusta por igual.

Hay muchas ediciones de Las aventuras de Tom Sawyer. En castellano, la editorial Anaya ofrece una buena traducción, en la colección “Tus libros”. No obstante, la muy reciente traducción al catalán (2010) a cargo de la también escritora Maria Antònia Oliver es una verdadera joya bibliográfica. Las dos novelas se presentan en un estuche, de manera sobria y rigurosa, ya que la traducción es impecable y logra recrear esos guiños que Mark Twain lanza al lector continuamente, en los que refleja su propia infancia. Aparte, las ilustraciones de Meritxell Ribas Puigamal, en blanco y negro, tratan de reproducir, no los aspectos más realistas, sino acaso aquellos más expresionistas y hacen que la edición, preparada por La Galera, sea doblemente valiosa.

La Galera también auspicia una adaptación de Las aventuras de Tom Sawyer, a cargo de Xosé A. Neira Cruz e ilustraciones de Javier Andrada, destinada a los lectores desde 8 años. Es, por así decirlo, una introducción infantil al clásico, en la colección Pequeños Universales (2008). No obstante, pese a la brevedad del texto, éste contiene todos los ingredientes de la historia y permite que los niños vayan entrando en la atmósfera del relato original y, sin duda, sientan ganas, con el tiempo, de leer toda la novela.

Sea como sea, Las aventuras de Tom Sawyer nunca pasarán de moda, porque no es posible que pasen de moda ni la imaginación ni la fantasía ni la lealtad ni la valentía ni otras cualidades que hacen que el ser humano pueda sentirse orgulloso de su condición, aunque, cierto es, el mundo adulto que describe Mark Twain es, a menudo, absurdo y poco razonable. No obstante, la infancia queda a salvo y es el espejo en el que todos los lectores nos miraremos.

Biblioburro

Biblioburro (Una historia real de Colombia)

 Jeannette Winter, Ed. Juventud, Barcelona, 2010.

Anabel Sáiz Ripoll

 

Biblioburro es un libro brillante, lleno de color y de fuerza. Jeanette Winter escribe una historia basada en un hecho real de una manera sencilla, directa y muy efectiva. Las ilustraciones, realizadas con pintura acrílica, lápiz y tinta, completan el relato y le dan mayor realce. De una manera naïf, llena de color y de brillo, los lectores entienden mucho mejor el poder de los libros, la magia que encierran las palabras.

Luis, el protagonista del relato,  tiene muchos libros –y su mujer le recrimina que así sea porque los libros no se comen- decide emprender la aventura de su vida y llevar estos libros a las aldeas y pueblos perdidos de su nación. Por eso, emplea a sus dos burros, Alfa y Beto, y empeña todas sus fuerzas en llevar la lectura a los lugares más recónditos. Como sabe que lo esperan, sobre todo los niños, no duda en enfrentarse a los peligros que haga falta con tal de no defraudarlos. Luis es feliz llevando el aroma de las historias escritas y haciendo que todos tengan acceso a las mismas y ésa es su recompensa.

El libro, con tapas duras, va destinado a los primeros lectores, aunque, pensamos, su mensaje es tan importante y rotundo, que puede servir de punto de partida para que lectores mayores –e incluso aquellos que dicen no disfrutar con la lectura- entiendan que hay muchas maneras de acercarse a los libros y que, en otros lugares, no es fácil tener acceso a ellos. Por eso, la tarea de Luis es tan importante y decisiva.

Biblioburro, como leemos en la nota final de la autora, está basado en la historia de Luis Soriano, un maestro colombiano, que vive en La Gloria. Luis ideó la manera de compartir con los demás sus libros y mostrar que no son objetos de lujo, sino de primera necesidad. Cada fin de semana, lleva su empeño a los lugares más recónditos de su país, que, gracias a él, son un poco más felices y más plenos.

La tarea del Biblioburro es tan importante que ojala se contagie a otros lugares porque los beneficios de la lectura ya son de todos conocidos, pero aún hay personas que dudan de ellos y que piensan que leer es perder el tiempo. Gracias a personas como Luis que nos demuestran con su afán que no es así, el mundo merece más la pena.

Biblioburro, en suma, es un libro primorosamente editado, que resulta, como ya dijimos,  un auténtico festín para la vista por sus ilustraciones. Además, podría ser una buena lectura para realizar en el colegio, por ejemplo, porque enriquecerá a los alumnos y permitirá establecer distintos debates acerca de la difusión de la lectura y su “utilidad”.

 

Platero y yo

En la Navidad de 1914, ediciones de La Lectura, de Madrid, publicó en la colección Juventud Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. No se trata de un libro estrictamente infantil, aunque los niños se lo han apropiado, como tantos otros clásicos. El propio autor afirmaba que los niños podían leer de todo, con las consabidas excepciones y añade, en la advertencia que incluye en su edición de Platero y yo, sabedor de que su lectura se orientaba hacia el público infantil: “… no le quito ni le pongo una coma”.

Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez

 

Juan Ramón Jiménez suele calificarse como un poeta difícil, pero de fina sensibilidad. Destinaba sus obras “a la inmensa minoría” y buscaba siempre la perfección. El poeta andaluz fue galardonado en 1954 con el Premio Nobel de Literatura, como escritor “soñador e idealista”.

Para Juan Ramón, que fue un aristócrata del verso, el arte es algo selecto que ha de orientarse a la perfección, la cual se logra, no con artificios, sino empleando palabras sencillas y naturales. El poeta fue un artista exigente consigo mismo y con los demás.

Este andaluz universal, tuvo una salud delicada, presidida por distintas crisis espirituales. Sus inicios pueden calificarse de modernistas, aunque no con un Modernismo rutilante, sino con ese otro Modernismo más íntimo y sobrio, muy en la línea de Bécquer. Precisamente a esta primera etapa corresponde el libro que hoy estamos recomendando

Platero y yo, subtitulado “Elegía andaluza”, puede calificarse de poema en prosa, ya que contiene un ritmo y una candencia que así lo atestiguan. Se trata de un libro traducido y publicado en varios idiomas. Es un texto que ha sido muy empleado en los colegios de este país para introducir a los niños en la lectura. Los que ya tenemos unos años, aprendimos, en las páginas de lecturas escolares, a amar a este borriquillo suave como el algodón.

La obra, organizada en 138 breves capítulos, mantiene un breve esquema argumental, la amistad del poeta con el borriquillo de Moguer. No obstante, es mucho más que eso, porque, gracias a estos cuadros poéticos, el poeta refleja sus propias vivencias, su mundo íntimo, tan delicado y profundo, sus anhelos, sus pesares. Juan Ramón llena de poesía cualquier elemento y nos ofrece un retablo poético lleno de ternura, melancolía y nostalgia. No es un libro alegre Platero y yo, sino que es un texto reflexivo, sobrio, cuajado de añoranza. No obstante, la presencia del borriquillo ha hecho que se destine a los más pequeños. No nos parece mal, no obstante, ha de haber un adulto cerca para orientarlo, para hacerle entender algunas escenas, para ayudarlo a adentrarse en el mundo en donde la vida y la muerte van de la mano, porque Platero muere y eso hace que el delicado entramado que ha tejido el poeta sufra un hondo revés.

 Cabe añadir una particularidad conocida de todos y es que Juan Ramón no empleaba la letra “g” cuando se refiere al sonido “j”. Conviene explicárselo a los niños antes de iniciar la lectura.

Hay muchas ediciones del texto. No obstante, la de la Editorial Juventud, publicada en este mismo año 2010, se muestra respetuosa con el original, no adapta el texto y no pone intermediarios entre Juan Ramón Jiménez y los lectores. Añade, eso sí, el matiz importante de las ilustraciones, a cargo de Jordi Solano, quien, en blanco y negro, con tonos grises, va reproduciendo ese clima evanescente que describe Juan Ramón Jiménez. Gracias a Platero y yo penetramos en el ambiente sereno de un pueblo marinero, lleno de luz, de colores. Por lo tanto, Jordi Solano hace bien en no cargar sus ilustraciones, ya que las palabras de Juan Ramón están suficientemente coloridas para que el lector imagine el escenario o lo intuya. Interesa destacar también la reproducción que hace el poeta del habla andaluza, con su especial cadencia.

Platero y yo, en suma, es un libro que contiene historias sencillas, historias cotidianas de Moguer. Juan Ramón, con una especial mirada, convierte los aspectos cotidianos en trascendentes. La metáfora y la poesía hacen de este texto un auténtico festín para la sensibilidad.

La isla de Nuncameolvides

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La isla de Nuncameolvides,

De Ricardo Gómez,

Zaragoza, Edelvives, 2004, (Alandar, 58)

 

La isla de Nuncameolvides es un canto a la amistad y a los sueños. Ricardo Gómez, en 72 breves capítulos, nos ofrece una historia poética, en la que los personajes adquieren una dimensión humana extraordinaria. Fabio, un marinero que nació tierra adentro, estuvo a punto de morir de niño y salió de la enfermedad con la firme convicción de que vería el mar y no solo lo vio, sino que, como hemos dicho, se hizo marinero y viajó por todos los mares. Fabio acabó viviendo en una casa, enclavada en un pueblo de costa, porque de allí era su mujer, Luisa, quien murió, pero que, de alguna manera, sigue presente en todas las acciones y pensamientos de Fabio. Este hombre, de carácter algo huraño y reservado, siente una devoción inmensa por las plantas y a ellas dedica parte de su tiempo, cuidándolas y mimándolas. Su casa es un jardín botánico en donde crecen especies de todos sus viajes. Tanto es así, que dos niños, Mario y Nieves, vecinos suyos, acaban rompiendo con esa imagen de lobo de mar feroz que tiene Fabio y se convierten, si no en los hijos que él no tuvo, sí en una especie de nietos.

La lección que nos da Ricardo Gómez es que, a cualquier edad, florecen las ilusiones y surgen los proyectos, ya que, de una manera casual, por el naufragio de un barco, Fabio recibe el mapa de una isla, la isla de Nuncameolvides y, contra todo pronóstico, se embarca con Sirimavo, un marino extranjero que se comunica con gestos porque es mudo. Juntos realizan las proezas que nadie pensó, ya que casi dos “viejos”. Ambos viajan al otro lado del mundo, no una, sino tres veces, para descubrir que la isla, en donde viven los sueños, las esperanzas, lo que quisimos ser y no fuimos, está más cerca de lo que creíamos.

En el relato abundan los símbolos, así el mar, símbolo de lo eterno y a la vez cambiante; las ballenas que acompañan a Fabio en su periplo; el árbol que planta en la tumba de su mujer; las dos plantas que le regala la maestra, Aurora, con quien Fabio vive un amor otoñal, las palabras de Sirimavo no pronuncia, pero que todos entendemos; la relación con el pueblo “inuit” y un sinfín de detalles que hacen de La isla de Nuncameolvides un relato diríamos que iniciático, aunque Fabio ya es mayor, pero aún tiene mucho qué aprender y demuestra es capaz de ponerse metas y alcanzarlas.

Quisiéramos comentar el valor estilístico del relato. Los capítulos, ya hemos dicho, son breves y domina la tercera persona, con la inclusión de pequeñas reflexiones, al hilo de la historia, de los hermanos Mario y Nieves que, en cursiva, nos reproducen sus diálogos y la especial relación que tienen con Fabio, a quien le cuidan las plantas en su ausencia. El texto, por otro lado, está escrito de manera aparentemente sencilla, con frases breves, con un tono muy cercano y conmovedor, aunque, si lo leemos bien, veremos que Ricardo Gómez ha buscado la brevedad para llegar a la esencia, para extraer todo lo accesorio y dejarnos, solos, ante el relato. Las descripciones son básicas en el libro, pero sobre todo los detalles que tienen que ver con los sentimientos, con el paisaje anímico de los personajes.

En suma, un libro que habla de las relaciones entre personas de distinta edad, de que el amor puede llegar en cualquier momento, de que la muerte ha de ser vivida con entereza, de que los sueños existen y pueden marcar toda una vida. “La isla de Nuncameolvides” es una historia que gustará a todo tipo de lectores, puesto que enlaza directamente con el corazón de quien la lee.

 

 

Los ojos del alma

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Jordi Sierra i Fabra,

Madrid, Pearson Educación, 2008.

Edurne es una chica con éxito, envidiada por muchos. A sus 17 años ya es una triunfadora puesto que, como atleta, es ya mucho más que una promesa. Su ilusión es participar en los Juegos Olímpicos. No obstante, la vida le tiene reservada una prueba mucho más difícil que ésa. A Edurne, cuando empieza el relato, le acaban de diagnosticar una grave enfermedad, retinosis pigmentaria. Su visión cada vez está más limitada y ha de empezar a decir adiós a todo lo que ama- ¿O no?

La historia que nos cuenta Sierra i Fabra es emocionante y aleccionadora puesto que nos habla de la superación personal, de la entereza, de la capacidad de levantarse aunque parezca difícil. Edurne se viene abajo y cae en una depresión que la lleva a las puertas de la anorexia, puesto que se le ha cerrado el estómago y la dieta que ha de seguir es muy estricta. Ella no quiere ser una carga para nadie y pretende emular a las heroínas de los melodramas dejando atrás a las personas que la quieren para no ser una carga, como su novio Antonio quien se obstina en hacerle ver que el amor es capaz de superar todos los contratiempos. Edurne está rodeada por sus hermanas, por su familia, por sus amigos… todos ellos tratan de hacerle ver que no ha de sucumbir, que hay un más allá, que no tiene por qué quedarse ciega. No obstante es su entrenador, un hombre empecinado y testarudo, quien la convence para que se presente a los Juegos Olímpicos, sí, pero a los Paralímpicos. En eso momento, en la cabeza de Edurne se forma un batiburrillo porque ella se sentía superior a esos Juegos y no sabe, no entiende, duda… tiene miedo.

Sierra i Fabra teje con absoluta sensibilidad esta historia en la que no hay ni vencedores ni vencidos, en la que la superación y la obstinación son las cualidades que han de tener aquellas personas que, aparentemente disminuidas, luchan para que en la vida las cosas sean cada vez mejor y las barreras caigan. De una vez.

Edurne participa en los Paralímpicos y vive una experiencia intensa e impactante que la ponen en su sitio. Aprende a valorarse, a valorar a los demás y a quererse como es.

Sierra i Fabra, para escribir Los ojos del alma, se basó en un hecho real, pero no en atletismo, sino en natación. No obstante, todos los demás ingredientes de la historia son imaginarios. El relato es una especie de sinfonía en la que Edurne lleva la batuta, pero en la que el resto de personajes son imprescindibles para entender su evolución.

Escrita de manera precisa, con frases certeras, mensaje rápido y directo, como suele hacer el autor, Los ojos del alma enseña, como ya nos dijo el protagonista de El principito, que “solo lo esencial es invisible” y que para ver, a menudo, los ojos físicos no son los más adecuados ya que nos juegan malas pasadas.

Los ojos del alma es una novela comprometida con los que son tenidos por discapacitados por esta sociedad tan del usar y tirar, que muestra una muy buena documentación del autor a la hora de describir una enfermedad tan demoledora como la retinosis pigmentaria.

En definitiva, una novela que plantea el viaje iniciático de Edurne quien viaja hacia ella misma, quien acaba conociendo sus posibilidades y venciendo sus limitaciones. Un canto, como decíamos, a los valores positivos y a la superación personal.

 

 

La Isla del Tesoro

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¿Quién no conoce el relato La isla del Tesoro? Leyéndolo se tiene la sensación de atrapar el tiempo y de que no existen las edades lectoras porque todos, niños, jóvenes y mayores, se sienten, nos sentimos atrapados, por la historia de Jim Hawkins, un joven tímido que, de una manera casual, se ve implicado en la más fascinante aventura que un niño pueda protagonizar, la aventura que lo llevará desde su Inglaterra natal a la Isla del Esqueleto, en donde se esconde el tesoro del mítico pirata Flint.

Gracias a La isla del Tesoro generaciones de lectores aprendieron a emocionarse, a sentir como suyas las aventuras de los personajes de papel porque Robert L. Stevenson tiene la cualidad de hacer que sus personajes se conviertan, por así decirlo, en seres de carne y hueso, de un realismo y una presencia mucho más evidentes que algunas personas físicas que parecen dejar pasar la vida y no tomar partido por nada.

Gracias a La isla del Tesoro se crearon las historias de piratas, ya que tiene todos los ingredientes para ser considerada de este género (el tesoro, los piratas, las intrigas, la isla, el plano…), pero, como ya se ha dicho, añade otros muchos ingredientes que permiten que, mientras otras novelas e, incluso, películas, de piratas, corsarios o bucaneros, se olviden, La isla del Tesoro cobre nuevos bríos lectura tras lectura.

Jim Hawkins, a bordo de La Hispaniola, vive una peripecia singular que le permite crecer, madurar, hacerse hombre; ya que, para él, toda la aventura, es un viaje iniciático que realiza acompañado de otros personajes tan emblemáticos como el mítico John Silver quien, de alguna manera, ejerce el papel del padre que, por desgracia, Jim ya no tiene, aunque no es el único, puesto que el Doctor Livesey, con sus comentarios y sus consejos equilibrados, se convierte en un ejemplo de conducta para el joven.

Son muchas las ediciones que podemos leer de este clásico juvenil atemporal, aunque quizá la de Anaya Tus Libros sea una de las más conocidas y completas por la distinta información que aporta del autor, del libro y de otros particulares que, sin duda, hacen de la lectura de La isla del Tesoro un placer. No obstante, queremos comentar la adaptación teatral de la novela, tarea nada fácil, que han realizado Rafael Contreras y Ramón Moreno, en Algar. Se trata de una adaptación que recoge toda la esencia del relato original y que permite que los personajes cobren protagonismo gracias a los diálogos que sustentan la obra. Es una pieza, dividida en ocho escenas, que pone sobre el escenario la peripecia de Jim y del resto de personajes. El humor preside muchos de los juramentos de los piratas ya que la adaptación parte de la base de que los jóvenes pueden ser los principales receptores y, acaso, sus intérpretes, puesto que La isla del Tesoro, en adaptación teatral, es una buena manera de acercar del teatro a las aulas o a los centros de ocio y permitir, de paso, que, gracias a su representación, se siembre la curiosidad tanto en el actor como en el público y que quieran leer la novela, en su versión original.

Sea como sea, gracias a este texto –en prosa o en teatro- nos introducimos en una aventura clásica, en el más puro sentido del término; aprendemos a evolucionar, como Jim, y a comprender que, en la vida, los comportamientos humanos son difíciles de juzgar porque no hay nadie que sea solo bueno o solo malo, como le sucede a Silver, porque la codicia suele acarrear malas consecuencias, entre otros ejemplos. Y, sin duda, no edulcora la realidad puesto que alude también a la muerte y es el propio Jim quien, en defensa propia, protagoniza este incidente.

No hacen falta excusas para releer La isla del Tesoro ni pretextos para no leerla nunca porque… quién es capaz de resistirse a escuchar la aventura de Jim y de descubrir qué hay detrás de la canción de un aparente borracho sin más, quien entona (y esa letra se quedará grabada en nuestras mentes): “Quince hombres en el cofre del muerto, Ron, ron, ron, la botella de ron”.

 

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Pippi y Miguel el Travieso

Por Anabel Sáiz Ripoll.
Publicado por Carmen Fernández Etreros para EL BLOG DE PIZCA DE PAPEL el 7/26/2010 03:48:00 PM

Astrid Lindgren (1907-2002) nunca perdió a la niña que llevaba dentro y en todos sus textos aparece el mundo de la infancia, tan claro y luminoso, como el de la propia autora, que siempre escribió con simpatía, con esperanza, con esa especial manera de ver las cosas que solo tienen las personas muy imaginativas, llenas de ilusión y de esperanza por la vida… “.

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