Category Archives: Novel.la urbana

“Tester”

Tester (Probador),

Jordi Sierra i Fabra,

Barcelona, Edebé, 2010.

(Periscopio, 76)

 

En poco menos de una semana, la vida de Lennon dará un cambio significativo. Uno de sus amigos, Hardy, acaba de morir en un accidente de moto. Tester es un inquietante thriller sobre el mundo de los videojuegos. Jordi Sierra i Fabra acude a su estilo más trepidante para narrar esta historia que habla de la amistad, de la codicia, del miedo, del amor y de una serie de sentimientos y emociones, tan a flor de piel, que parecen ser vividas por el propio lector.

Hardy no ha muerto casualmente y eso lo descubre Lennon gracias a la hermana del fallecido, Laura, una joven con la que mantuvo una relación de adolescentes y de nuevo irrumpe en su vida. Lennon se ha emancipado, aunque le cuesta mucho salir adelante, pero lo hace gracias a sus dibujos. Todo su grupo de amigos, superada ya la veintena, ha perdido la fuerza de la adolescencia y cada uno vive cómo puede. Hardy era probador de videojuegos, el mejor y eso le supuso la muerte, como, sin duda, el lector descubrirá.

Tester alude a una realidad muy común entre los más jóvenes, como son los videojuegos. Objetos de culto, en algunos casos, motivo de adicción, elementos de la modernidad más actual… contra el videojuego ya no se puede luchar, ni se debe, quizás, aunque sí, y ahí está la visión del autor, se pueden cuestionar algunos usos y abusos, las temáticas y ciertas maneras agresivas de tratar de imponer el producto.

Jordi Sierra i Fabra, está claro, ha creado su propio sello personal a la hora de narrar, aunque es capaz de manejar registros dispares. En esta ocasión, nos ofrece un relato más que ágil, rápido, que pretende dejar sin aliento al lector, que se lee casi sin despegar los ojos de las páginas. No hay retratos psicológicos de los personajes, es la verdad, pero sí deducimos muchas de sus características a través de sus propias palabras, como es el caso de Lennon, o del recuerdo o la impronta que dejaron, como le ocurre a Tomás o Hardy. Hardy llevaba un mes desconocido, fuera de control, había descubierto algo en el último videojuego que estaba probando que iba más allá de lo legal, puesto que el juego, incluso para él, un probador veterano, era adictivo.

Los diálogos de Tester son también muy sierraifabrianos, ya que desprenden toda una lección de vida, sobre todo las intervenciones de Jorge, un joven muy parecido a Lennon, de ahí el apodo, que trata de ser legal, de vivir libremente, de saborear su independencia y de exprimir su tiempo. Todas cualidades que le gustan mucho al autor, incluída la admiración por el Beatle.

A menudo el poder genera más poder y, en este caso, eso conlleva una ambición desmedida y mucho miedo a perder, de ahí la muerte de Hardy y de ahí también todos los problemas y situaciones, muy al límite, que vivirán Lennon y Laura, de las que saldrán, por supuesto, fortalecidos.

Las relaciones familiares, las relaciones afectivas, los contrastes entre los poderosos y los humildes, el trabajo bien hecho frente al oportunismo, el amor y el desamor, la adolescencia y la madurez, el crecimiento personal… son algunos de los temas que ofrece este relato.

Tester, en suma,  es una novela que maneja muy bien las coordenadas temporales y que se estructura, precisamente, en torno al factor tiempo. Sin duda, una novela juvenil muy atractiva.

El rostro de la sombra

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El rostro de la sombra,
Alfredo Gómez Cerdá,
Madrid, SM, 2011

A veces, la diversión de unos supone el sufrimiento de otros. En ese momento, algo no cuadra y hay que revisar las conductas humanas que conducen a semejante callejón sin salida. Es lo que hace Alfredo Gómez Cerdá en este nuevo libro, “El rostro de la sombra”. Se trata de una historia valiente, comprometida y muy actual.
Tres amigos, Borja, Claudio y Adrián, se emborrachan un sábado por la noche y deciden grabar con el móvil una escena que ellos mismos provocan: tiran dos piedras a la calzada y esperan a ver qué pasa con los coches. Realmente, no hay excusa para eso, pero los tres piensan que se lo pasarán bien y eso les supone una descarga de adrenalina y una especie de victoria personal. No obstante, hay algo que no sale bien: uno de los coches se sale de la calzada y da unas vueltas de campana. Uno de los chicos, Adrián, ni se imagina el alcance de su broma de mal gusto.
Alfredo Gómez Cerdá incide en un tema candente, muy actual, como ya dijimos, y que, por desgracia, está en auge entre nuestros jóvenes. Se trata del hecho de difundir videos por Internet con escenas vejatorias, desagradables e, incluso, delictivas, como es el caso que nos ocupa.
No obstante, el autor va mucho más allá y traza una radiografía acertada de la psicología de uno de los cabecillas, el líder del grupo: Adrián. Adrián está enamorado de una chica, Nuria. Y su madre está en coma por causa de un accidente: el provocado por Adrián y sus amigos. Ni más ni menos. En ese momento, se empieza a tejer una tela de araña alrededor del muchacho que, por un lado, no quiere perder a su novia y finge en todo momento y, por el otro, trata desesperadamente de encontrar una salida airosa a ese problema. Tanto que, incluso, está dispuesto a inculpar a su hermana, Reyes, una adolescente deslenguada y muy lista que intuye el embrollo antes de que se destape.
“El rostro en la sombra” está narrado de una manera trepidante, casi contrarreloj, ya que se inicia la madrugada del domingo y termina el jueves siguiente, a mediodía, cuando ya ha muerto la madre de Nuria. En esos cuatro días y un poco más, Adrián trata de salir airoso de su delito, aunque no lo consigue. Sus amigos muestran ser más leales que él mismo, y su propia hermana lo supera en principios morales. No así su padre, un abogado que, en cuanto descubre el asunto, maquina un plan que nada tiene que ver con la justicia que tanto ha defendido, sino con la defensa de su hijo.
Alfredo Gómez Cerdá no cuestiona, no critica, no dice nada. Se limita a observar y a narrar. Son los lectores quienes asisten al drama, quienes comprenden la magnitud monstruosa de los hechos, los que se llevan las manos a la cabeza y acaso acaban por entender comportamientos difícilmente justificables.
Las nuevas tecnologías son muy útiles, por supuesto, pero deben usarse con sentido común, sin perjudicar a terceros. Por lo tanto, es una buena reflexión la que nos propone el autor madrileño acerca de algo, aparentemente tan inocente, como grabar un video. El efecto mariposa está clarísimo en el relato.
La novela se desarrollar en un ámbito urbano, como muchas de las del autor. Concretamente en Madrid, muy cerca de la M-30. Hay una presencia importante en el relato y es el río Manzanares, como elemento recurrente en las vidas de los personajes e, incluso, vertebrador.
Tras “El rostro de la sombra” posiblemente, haya un hecho real, que el autor presenta de una manera muy directa, realista e, incluso, cruda. El autor desdeña elementos accesorios y poda su prosa de florituras, ya que le interesa ir al grano: lograr el impacto en el lector. Y lo logra. Sin duda. El libro va destinado a jóvenes a partir de 12 años, pero, sin duda, su tema tiene suficiente carga emocional para interesar a cualquier lector.
Cabe, por último, señalar que esta novela se puede adquirir en papel, pero también en eBook y aplicación para iPad o iPhone. Además, los capítulos finales se pueden escuchar a través del iPod. Toda una novedad que busca potenciar la lectura entre los más jóvenes.

El caso del loro que hablaba demasiado

El caso del loro que hablaba demasiado,

Jordi Sierra i Fabra, Barcelona, Siruela, 2011

 

 

 

Jordi Sierra i Fabra aborda el segundo caso de Berta Mir, El caso del loro que hablaba demasiado, con la misma frescura e intensidad que imprimió en el primer libro, El caso del falso accidente; aunque con mayor dominio, si cabe, de la psicología de la joven narradora y protagonista de la aventura, Berta. A Sierra i Fabra a veces se le ha acusado de superficialidad en el tratamiento de sus personajes. Creemos que nunca ha sido así puesto que él siempre ha dado libertad a sus criaturas y les ha dejado mostrarse –y evolucionar- gracias a sus palabras y comportamientos. Si lo que buscamos son grandes descripciones físicas y psicológicas no las encontraremos, pero sí hallaremos la creación de personajes redondos que, como le ocurre a Berta, van madurando y creciendo ante los ojos de los lectores.

Berta Mir, de 18 años, a la fuerza ha debido de hacerse cargo de la agencia de detectives familiar puesto que es la única fuente de ingresos que tiene. Claro que no es lo mismo perseguir a maridos infieles que introducirse en los trapos sucios de los Dalmau, una familia adinerada de la burguesía catalana, lo cual la llevará a destapar la caja de los truenos y a introducirse, de paso, en una red ilegal de importación de animales exóticos. Y todo porque Berta ha aceptado el encargo de una encantadora ancianita, Claudia Dalmau, a quien han robado su loro, un guacamayo de Spix valiosísimo.

Sierra i Fabra tiene la habilidad de introducirnos en distintos ambientes ya que su novela presenta una extraordinaria estructura que no deja ningún fleco suelto. Por un lado, Claudia y su vida como detective en la agencia Mir, ya que su padre, impedido en la cama poco puede hacer, aunque, eso sí, la ayuda de una manera muy peculiar. Por otro lado, Claudia y su relación con el grupo de música en el que toca, las ilusiones y las decepciones que ello conlleva, los amores y las frustraciones. Por otro lado, la familia Dalmau y todos lo que esconden unos y otros y que Berta, de una manera entre ingenua e inconsciente descubrirá. Y, por supuesto, la relación de Berta con el policía Sanllehí, con quien tiene una especie de tira y afloja, aunque siempre por supuesto, Sanllehí es una especie de protector de la joven. Vemos trasvasadas al policía algunas de las cualidades de Sierra i Fabra y de las ideas que siempre ha defendido con vehemencia. Vehemencia que, por supuesto, no falta en la novela.

El caso del loro que hablaba demasiado, escrito en primera persona, atrapa en cinco intensos días, como indica el título, la aventura de un loro que no es que hablase demasiado, sino que provocó mucho qué hablar. El texto se lee con rapidez y combina distintos géneros, el de la novela negra y de detectives, con el del viaje iniciático y la novela realista y aún se podría apelar a otros registros como el sentimental y emotivo del que el libro no está exento.

La crítica de Sierra i Fabra más directa se centra en los traficantes de animales exóticos y no escatima palabras ni ejemplos para mostrar esa realidad que existe en nuestro mundo. Ahora bien, como acabamos de decir, no deja ningún fleco suelto y no descuida para nada el aspecto más personal y humano ni de Berta Mir ni de los personajes que la rodean, la arropan, de alguna manera.

El caso del loro que hablaba demasiado, en suma, se lee con creciente interés, con el aliento contenido, incluso, pero con el suficiente reposo y calma como para descubrir la personalidad de Berta, una joven que, poco a poco, va madurando y va creciendo. Berta acepta que las cosas no siempre son blancas o negras, empieza a comprender a su madre, a su abuela y ella misma se descubre actuando de una manera acaso impulsiva, pero siempre positiva. Y es que Berta va siempre en línea recta, sin pensar en las posibles consecuencias. Por eso cae simpática al lector y, por eso, sin duda, el policía Sanllehí acaba protegiéndola y haciendo la vista gorda en más de una ocasión. Y es que, repetimos, las apariencias pueden engañar –y de hecho engañan-.

Se trata, en suma, de una extraordinaria novela que gustará a los seguidores del escritor todoterreno barcelonés, pero puede causar adicción en lectores que nunca o poco se hayan acercado a Sierra i Fabra. Lo advertirmos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Palabras envenenadas

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PALABRAS ENVENENADAS,

Maite Carranza,

Barcelona, Edebé, 2010, (Periscopio, 78).

 

Anabel Sáiz Ripoll

 

Palabras envenenadas es el último Premio Edebé de Literatura Juvenil. Se trata de un libro valiente y comprometido que narra una historia estremecedora y arriesgada. Maite Carranza nos ofrece un relato de impecable factura en el que no sobra ningún detalle. Lejos de sus novelas más frescas e irónicas, más mordaces y divertidas, la escritora barcelonesa apuesta por un drama que nos remueve todos los cimientos.

Palabra envenenadas nos ofrece la crónica de un día, un día distinto y especial en el que, para algunos, el tiempo corría en su contra y, para otros, parecía hacerlo a su favor. Ofrece además un ejemplo de perspectivismo porque el relato, escrito en  3ª persona y 1ª persona, permite conocer el punto de vista de tres personajes más el de la propia protagonista.

Bárbara Molina lleva 4 años desaparecida, desde que tenía 15. Todos creen que ha muerto, menos el inspector que llevó su caso, Salvador Lozano, quien, a punto de jubilarse, se resiste a dar por pérdida a Bárbara. A estos dos personajes se suman, Núria Solís, la madre de Bárbara, y Eva, quizás la mejor amiga de la joven, al menos, hasta que las cosas se torcieron.

Gracias a estos personajes vamos atando cabos y llegando a una conclusión que nos parece monstruosa y que queremos desechar, pero que se acaba imponiendo sobre las demás hipótesis.

Bárbara era una chica hermosa, una chica con un buen porvenir, especial, sin embargo su propio padre se encargó de anularla, de vejarla y de torturarla porque Palabras envenenadas pone el dedo en la llaga al referirse a los abusos sexuales que sufren aún muchos niños y niñas, Bárbara es un ejemplo de ello.

Harta de esas prácticas, llena de miedo, pensó en huir, pero su padre fue más rápido y acabó sepultándola en vida en una especie de zulo al que acudía para darle de comer y saciar sus perversiones; no obstante, Bárbara aún tiene esperanzas, pero Él (al que conocemos al principio por el uso en mayúsculas del pronombre personal), se encarga de hacerla pasar por mala, por la causante de todas las desgracias.

El inspector Lozano, un hombre cabal y muy humano, aún sabe que hay algo en la historia que no casa y esa última pieza del puzzle se la da Eva, la joven a la que Bárbara pide ayuda. Ha conseguido el móvil del su padre y, con mil penurias, realiza esta llamada que le salva la vida y cambia el rumbo de la vida de todos los implicados en la trama, del inspector, de Eva, de Núria y, por supuesto, de Pepe Molina, el supuesto padre estupendo, entregado solo a la causa de recuperar a su hija, amante de su familia y un cínico por emplear un calificativo suave.

Interesa mucho destacar el personaje de Núria Solís, la madre, a la que Pepe se ha encargado de anular, a la que ha ninguneado toda la vida, ha desautorizado y ha sometido ha toda clase de presiones. Esta mujer que toma tranquilizantes, que es una sombra de lo que era, que se fía de su marido aún… cuando descubre la verdad empieza a entender muchas cosas y retoma, con esfuerzo, su propia personalidad, coge fuerzas de su propia hija y entiende que tiene que actuar. Ella y el inspector son los que corren más para parar el tiempo.

Palabra envenenadas ofrece el retrato de una sociedad que se nutre de las falsas apariencias, de vive de espaldas a la verdad, que, a menudo, no quiere saber la verdad y se escuda en tópicos y en mitos.

Maite Carranza escribe sin que le tiemble el pulso, pero es elegante en su prosa, no busca el sensacionalismo, sino la verdad y la denuncia, por eso no entra en escenas que podrían ser truculentas, solo la esboza y más bien se centra en la psicología de los personajes de los que hace unos retratos excelentes. Aprendemos a conocer a Bárbara, la acompañamos en su encierro y nos sentimos impotentes como ella misma; pero apreciamos de verdad al inspector Lozano y deseamos que solucione el caso antes de jubilarse; entendemos a Eva, sus dudas y vacilaciones y le damos coraje para sumar dos y dos y, por fin, levantamos a Núria, le soplamos al oído que tiene que ser ella y nadie más quien proteja a Bárbara.

Sin duda, es una novela que va a conmover a quien la lea y que merece ser difundida porque, a menudo, la verdad que más duele es la que está escondida. Palabras envenenadas se lee deprisa, con el aliento contenido y el alma en vilo. Es una novela realista, con un final inesperado, aunque mantiene, eso sí, la llama de la esperanza.

 

http://www.culturamas.es/2010/05/03/palabras-envenenadas-de-maite-carranza/

Siete días de julio

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SIETE DÍAS DE JULIO,
Jordi Sierra i Fabra,
Barcelona, Plaza y Janés, 2010

Anabel Sáiz Ripoll

“Siete días de julio” es una novela vibrante e intensa, cuya acción se desarrolla en siete días que significan, para Miquel Mascarell, un punto de inflexión importante en su vida. A Mascarell lo conocemos ya gracias a otra novela, “Cuatro días de enero”. Se trata de un inspector de policía republicano que ha pasado los últimos años de su vida en el Valle de los Caídos, trabajando en su construcción. En 1947 sale en libertad y regresa a Barcelona. Barcelona ya no es su ciudad, sino un lugar gris, triste en el que la gente trata de salir adelante. El hambre, el estraperlo, los chanchullos de la burguesía, la tristeza conforman el telón de fondo por el que se mueve Mascarell quien, pese a todo, acaba encontrando algún motivo de esperanza gracias a Patro, la joven prostituta a la que ayudó en su anterior caso y que ahora le devuelve, con creces el favor.
“Siete días de julio”, pese a tener aspectos de novela intimista, es una novela negra, de acción en la que Mascarell, de una manera que parece casual y que, sin embargo, no lo es, se hace cargo de un caso e investiga la muerte de una joven prostituta en el metro de Barcelona. No obstante, tras esa muerte que no fue tan accidental como se creía, se esconde el odio y la venganza. Mascarell está al punto de caer en las garras del hijo de uno de sus detenidos más famosos. Solo el azar y algo parecido a la buena suerte lo librarán.
Queremos destacar el ritmo narrativo de la novela que va, capítulo a capítulo, llevándonos a un desenlace que presagia nuevas entregas porque un caso se ha cerrado, pero quedan aún muchos cabos sueltos. Lo que interesa es la proyección psicológica de Mascarell quien comienza siendo un hombre abatido y viejo, que echa terriblemente de menos a su esposa Quimeta y acaba siendo un hombre rehecho, con fuerzas de flaqueza, que aprecia la vida y que siente alguna ilusión por salir adelante. Muchas veces se ha dicho que Sierra i Fabra no describe bien a sus personajes, en este caso no hay nada más falso porque Mascarell se nos va dando progresivamente, va evolucionando, va mostrando sus pensamientos, sus sentimientos, su especial talante, su proyecto de vida. E personaje femenino de Patro está bien resuelto, es una mancha blanca entre tanta oscuridad y merecería tal vez una nueva historia.
Por otro lado, la prosa de “Siete días de julio” es clara, directa y nos sitúa directamente en el ambiente de posguerra, aunque sin hurgar más en la herida. No es una novela que hable de la posguerra, no, es una novela que se desarrolla en la posguerra y que, por lo tanto, tiene que hacer referencia al tiempo y al espacio, pero centrándose más en el episodio policíaco que narra.
En “Siete días de julio” queda muy clara la división entre las dos Españas, los vencedores amasando sus grandes fortunas sin el más mínimo pudor (aunque llenos de miserias morales) y los vencidos tratando de subsistir. El ser humano, como en muchas otras novelas del autor, muestra aquí diversidad de rostros.
“Siete días de julio”, por fin, no es estrictamente una novela juvenil, pero ¿quién dijo que los jóvenes no puedan leer novelas, buenas novelas?

Barro de Medellín. Premio Nacional de Literatura 2009

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BARRO DE MEDELLÍN,
De Alfredo Gómez Cerdá, Luis Vives, 2008, (Ala Delta, 68)

Anabel Sáiz Ripoll

Alfredo Gómez Cerdá que obtuvo el XIX Premio Ala Delta con esta emocionante novela, “Barro de Medellín”, acaba de ganar con la misma el Premio Nacional de Literatura. El libro va dirigido a los lectores a partir de 10 años, pero garantizamos una lectura llena de reflexiones y de intención social para el lector adulto, ya que Alfredo Gómez Cerdá denuncia, de alguna manera, la pobreza en la viven cientos de personas en barrios marginados, en este caso en Medellín, pero no sólo eso, sino que hace referencia al mal trato que sufren los niños y a lo difícil que es salir adelante en una sociedad que te vuelve la espalda. Pese a todo, los dos protagonistas, Camilo y Andrés se sienten a gusto en el lugar en el que viven y son, incluso, felices. Eso aún nos hace reflexionar más porque, a menudo, los que lo tenemos todo nos quejamos por nimiedades y, en cambio, los más desheredados son felices con un rayo de sol.
Camilo es un niño que sufre los malos tratos de su padre, un alcohólico sin remedio, el cual se acostumbra a enviarlo a comprar aguardiente sin darle dinero, con lo que Camilo ha de aguzar su ingenio y sacar dinero de donde sea para poder volver a casa. Por otro lado, su madre es la única que trabaja y, pese a todo, sufre los continuos atropellos de su marido. Viven en una casa que se han hecho ellos con los ladrillos que robó Camilo de una obra cercana y que resultan ser los mismos con los que se construyó la Biblioteca, el edificio más señorial de todo el barrio. Por eso, su padre, para que no lo descubran, ordena que el niño embarre continuamente la fachada para que no se vea. De ahí el título de la novela, “Barro de Medellín”. Este barro, para los dos amigos, es algo curioso ya que les deja la piel final y a ellos eso de tener la piel fina como las chicas no acaba de gustarles.
Camila decide ser ladrón y quiere que Andrés lo secunde, pero Andrés se niega una y otra vez, aunque acaba siempre del lado de su amigo, porque son mucho más que amigos. Todo cambia, cuando acuden al Parque Biblioteca y allí conocen a la Bibliotecaria, Mar. Mar es una mujer amable, compasiva que hace la vista gorda cuando le conviene y que decide ayudar a los niños. Tanto es así que le cambia un libro, que Camilo iba a sustraer, por otro y es tanta la atracción que ejerce sobre el pequeño que intuimos que le va a cambiar la vida, ya que se embebe en esa lectura. Y ése es el pequeño milagro al que asistimos, que Camilo olvide a su padre y al dichoso aguardiente y que, aun en las situaciones más adversas, tenga curiosidad por leer y saber qué le pasa al protagonista de esa novela que Mar le ha ofrecido que nada tiene que ver con él, pero que le atrae poderosamente. Alfredo Gómez Cerdá, pues, capta de una manera sutil y hermosa toda la magia que le lectura puede ofrecernos.
“Barro de Medellín” es un relato hermoso, muy bien construido, que nos sitúa frente a una realidad distinta a la que conocemos y que, como decíamos antes, permite que reflexiones, pero sin dejar de gozar de la lectura, que, por cierto, está ilustrado por Xan López Domínguez.
Camilo y Andrés son dos niños con un gran potencial que merecerían un mundo mejor y unas mejores condiciones de vida y que, pese a todo, miran con alegría su ciudad y se sienten orgullosos de sus progresos… aunque a ellos no les vayan a llegar nunca.

Scat

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SCAT,
DE ALBERT GARCÍA RIPOLL,
Carena, 2008

Anabel Sáiz Ripoll

Esta vez reseñamos un libro innovador y comprometido. “Scat” es el seudónimo de un joven “graffitero”, quien, tres años después de los acontecimientos que narra, escribe el libro y lo hace, lógicamente, en primera persona. Se trata de un ejercicio literario considerable, ya que Albert García Ripoll no es el nombre del escritor que ha imaginado al personaje, sino un seudónimo. Acaso porque comparte algunos aspectos con Scat o porque el escenario geográfico sea el mismo, ha querido permanecer al margen de la historia y se lo vamos a respetar. En la novela se evidencia cómo un personaje puede emanciparse y cobrar vida propia, ya que el joven Albert sí parece haber existido o, al menos, lo hace siempre que leamos el libro.
Decíamos que la novela es innovadora por esa capacidad del autor de esconderse tras el narrador y de permanecer alerta, pero sin inmiscuirse en lo que el propio Albert quiere contarnos que no es, ni más ni menos, que unos acontecimientos que marcaron su vida cuando él aún cursaba 2º de la ESO.
Albert García Ripolles un joven adolescente que vive en L`Hospitalet de Llobregat y que, como tantos otros jóvenes, procede una familia separada ya que su padre, los ha abandonado por otra mujer más joven. Sus vivencias van del instituto, que él observa con curiosidad de entomólogo, aunque siempre solidario, hasta el primer amor de su vida, por la joven Fátima, una inmigrante que nos descubre todos los tabúes que pesan sobre las mujeres de procedencia árabe; aunque también pasa por las bandas callejeras, por el amor que siente hacia una profesora quien le descubre los caminos del arte y, en suma, por los sinsabores y angustias de un joven de 16 años, que tiene cuerpo de adulto, pero que, sin embargo, aún es un adolescente. No debemos olvidar sus intereses lingüísticos, aunque Albert defiende el catalán, de ahí su logo Scat, escribe la novela en castellano para demostrar que el bilingüismo es posible.
En la novela, como decíamos al principio, se alude al mundo de los “graffiteros”, ya que Albert fue y ha sido o es un “graffitero”, aunque, con el tiempo, deja de asaltar trenes y reivindica su arte desde otras posiciones; esto es, estudiándolo en la Universidad. Así, al terminar la historia, tiene ya 18 años y puede echar la vista atrás y recordar esos acontecimientos que le marcaron perturbaron.
Señalábamos también que era un libro comprometido porque su autor no obvia pasajes duros, al hablar, por ejemplo, de las bandas callejeras y remarca lo difícil que es ser inmigrante en ciertos ámbitos de nuestra sociedad.
“Scat”, por último, es un ejercicio lingüístico lúcido, ya que encontraremos todos los registros en el relato, desde el más vulgar hasta el más culto, pasando por conversaciones de “chat”, términos de la jerga juvenil o del argot y, en suma, disquisiciones filosóficas casi acerca de la vida y del arte.
El libro va dirigido al público juvenil, aunque recomendamos la lectura a todos los que sientan curiosidad por conocer desde dentro el pensamiento de un adolescente y tratar de entender sus comportamientos antes de criticarlos.
En definitiva, un libro muy bien escrito, distinto por la temática y por la forma, que no defraudará al lector.