Monthly Archives: agost 2010

Los ojos del alma

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Jordi Sierra i Fabra,

Madrid, Pearson Educación, 2008.

Edurne es una chica con éxito, envidiada por muchos. A sus 17 años ya es una triunfadora puesto que, como atleta, es ya mucho más que una promesa. Su ilusión es participar en los Juegos Olímpicos. No obstante, la vida le tiene reservada una prueba mucho más difícil que ésa. A Edurne, cuando empieza el relato, le acaban de diagnosticar una grave enfermedad, retinosis pigmentaria. Su visión cada vez está más limitada y ha de empezar a decir adiós a todo lo que ama- ¿O no?

La historia que nos cuenta Sierra i Fabra es emocionante y aleccionadora puesto que nos habla de la superación personal, de la entereza, de la capacidad de levantarse aunque parezca difícil. Edurne se viene abajo y cae en una depresión que la lleva a las puertas de la anorexia, puesto que se le ha cerrado el estómago y la dieta que ha de seguir es muy estricta. Ella no quiere ser una carga para nadie y pretende emular a las heroínas de los melodramas dejando atrás a las personas que la quieren para no ser una carga, como su novio Antonio quien se obstina en hacerle ver que el amor es capaz de superar todos los contratiempos. Edurne está rodeada por sus hermanas, por su familia, por sus amigos… todos ellos tratan de hacerle ver que no ha de sucumbir, que hay un más allá, que no tiene por qué quedarse ciega. No obstante es su entrenador, un hombre empecinado y testarudo, quien la convence para que se presente a los Juegos Olímpicos, sí, pero a los Paralímpicos. En eso momento, en la cabeza de Edurne se forma un batiburrillo porque ella se sentía superior a esos Juegos y no sabe, no entiende, duda… tiene miedo.

Sierra i Fabra teje con absoluta sensibilidad esta historia en la que no hay ni vencedores ni vencidos, en la que la superación y la obstinación son las cualidades que han de tener aquellas personas que, aparentemente disminuidas, luchan para que en la vida las cosas sean cada vez mejor y las barreras caigan. De una vez.

Edurne participa en los Paralímpicos y vive una experiencia intensa e impactante que la ponen en su sitio. Aprende a valorarse, a valorar a los demás y a quererse como es.

Sierra i Fabra, para escribir Los ojos del alma, se basó en un hecho real, pero no en atletismo, sino en natación. No obstante, todos los demás ingredientes de la historia son imaginarios. El relato es una especie de sinfonía en la que Edurne lleva la batuta, pero en la que el resto de personajes son imprescindibles para entender su evolución.

Escrita de manera precisa, con frases certeras, mensaje rápido y directo, como suele hacer el autor, Los ojos del alma enseña, como ya nos dijo el protagonista de El principito, que “solo lo esencial es invisible” y que para ver, a menudo, los ojos físicos no son los más adecuados ya que nos juegan malas pasadas.

Los ojos del alma es una novela comprometida con los que son tenidos por discapacitados por esta sociedad tan del usar y tirar, que muestra una muy buena documentación del autor a la hora de describir una enfermedad tan demoledora como la retinosis pigmentaria.

En definitiva, una novela que plantea el viaje iniciático de Edurne quien viaja hacia ella misma, quien acaba conociendo sus posibilidades y venciendo sus limitaciones. Un canto, como decíamos, a los valores positivos y a la superación personal.

 

 

Peligro en la Aldea de las Letras

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María Eugenia Mendoza Arrubarena,

Publidisa Mexicana, México, 2008

  

Hilaria es una jovencita vivaz, lista y muy observadora. Le gustan mucho las tareas escolares y disfruta aprendiendo, por eso participa en un concurso muy especial que le brindará la posibilidad, no solo de ganar un estupendo viaje, sino la de conocerse mejor a sí misma y a su propia familia, porque Peligro en la Aldea de las Letras viene a ser un viaje iniciático muy especial, ya que son las propias letras quienes, en sus especiales papeles de generadoras de la escritura y las palabras, se convierten en guías de excepción de Hilaria quien, ni por un momento, duda de que la Aldea de las Letras, a la que viaja de una manera casual, sea real; es más, vuelve a ella en un momento puntual para defenderla de ataques externos que hacen que el idioma se tambalee.

En esta ocasión, María Eugenia Mendoza Arrubarrena defiende el idioma, defiende la importancia de las lenguas maternas en el mundo, en este mundo global en que parece que solo dominen unas cuantas lenguas y las otras queden postergadas porque cualquier lengua, si sirve para comunicarnos y para entendernos, es importante. La escritora mexicana se centra en la Aldea de las Letras del español, pero puede aplicarse a cualquier idioma.

Interesa mucho el personaje de Hilaria, la niña protagonista, quien, con la ilusión intacta y las preguntas a flor de piel, pronuncia una encendida defensa de la letra hache que conmueve a todas las letras de la Aldea. Debido a un correo electrónico que recomienda la simplificación ortográfica, Hilaria encuentra el tema de su redacción y de su discurso, ya que la letra hache es muy importante para ella: ni más ni menos, es la letra de su inicial, pero estos son motivos egoístas que ella sabe superar y acaba entendiendo que, en el mundo de las letras, como en el de las familias, todos son importantes.

Peligro en la Aldea de las Letras es un texto que combina distintos registros, por un lado, el viaje alegórico al mundo de las letras; pero sin olvidar el entorno de Hilaria (las relaciones con sus padres, con su hermana pequeña, Ana, con su abuela ya fallecida, quien le puso el nombre, con sus amigos, en las escuela), no los aspectos cotidianos del día a día. María Eugenia Mendoza tiene la capacidad de unir, en un mismo relato, distintos registros, hace una defensa de la lectura, de la escritura, critica la pobreza de espíritu de aquellos que quieren reducirnos a seres sin opinión ni capacidad de decisión y, sobre todo, apela a la concordia, al entendimiento.

Un idioma es un ser vivo, que se transforma, y así lo entiende la autora, pero que no admite censuras ni barreras, que es capaz de adaptarse a todas las realidades, pero sin cortapisas.

En definitiva, la novela gustará a los lectores de diez años en adelante, pero también a los adultos puesto que contiene muchos elementos de reflexión. No hay que olvidar también la fina ironía con que María Eugenia Mendoza maneja algunas situaciones y cómo, de manera elegante, resuelve los conflictos, que se plantean en el relato.

El texto contiene el español jugoso de México, buena manera de hacernos entender que, en el caso del español, la madre puede que sea una, pero los acentos y algunas palabras y construcciones son diversas, lo cual enriquece aún más el idioma. Sea como sea, “ninguna letra estorba, ninguna es ociosa, en cambio la pereza mental, la simplificación de las ideas o su anulación, eso sí que daña a la comunicación y a la convivencia humana”.

 

 

 

 

 

 

 

 

La Isla del Tesoro

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¿Quién no conoce el relato La isla del Tesoro? Leyéndolo se tiene la sensación de atrapar el tiempo y de que no existen las edades lectoras porque todos, niños, jóvenes y mayores, se sienten, nos sentimos atrapados, por la historia de Jim Hawkins, un joven tímido que, de una manera casual, se ve implicado en la más fascinante aventura que un niño pueda protagonizar, la aventura que lo llevará desde su Inglaterra natal a la Isla del Esqueleto, en donde se esconde el tesoro del mítico pirata Flint.

Gracias a La isla del Tesoro generaciones de lectores aprendieron a emocionarse, a sentir como suyas las aventuras de los personajes de papel porque Robert L. Stevenson tiene la cualidad de hacer que sus personajes se conviertan, por así decirlo, en seres de carne y hueso, de un realismo y una presencia mucho más evidentes que algunas personas físicas que parecen dejar pasar la vida y no tomar partido por nada.

Gracias a La isla del Tesoro se crearon las historias de piratas, ya que tiene todos los ingredientes para ser considerada de este género (el tesoro, los piratas, las intrigas, la isla, el plano…), pero, como ya se ha dicho, añade otros muchos ingredientes que permiten que, mientras otras novelas e, incluso, películas, de piratas, corsarios o bucaneros, se olviden, La isla del Tesoro cobre nuevos bríos lectura tras lectura.

Jim Hawkins, a bordo de La Hispaniola, vive una peripecia singular que le permite crecer, madurar, hacerse hombre; ya que, para él, toda la aventura, es un viaje iniciático que realiza acompañado de otros personajes tan emblemáticos como el mítico John Silver quien, de alguna manera, ejerce el papel del padre que, por desgracia, Jim ya no tiene, aunque no es el único, puesto que el Doctor Livesey, con sus comentarios y sus consejos equilibrados, se convierte en un ejemplo de conducta para el joven.

Son muchas las ediciones que podemos leer de este clásico juvenil atemporal, aunque quizá la de Anaya Tus Libros sea una de las más conocidas y completas por la distinta información que aporta del autor, del libro y de otros particulares que, sin duda, hacen de la lectura de La isla del Tesoro un placer. No obstante, queremos comentar la adaptación teatral de la novela, tarea nada fácil, que han realizado Rafael Contreras y Ramón Moreno, en Algar. Se trata de una adaptación que recoge toda la esencia del relato original y que permite que los personajes cobren protagonismo gracias a los diálogos que sustentan la obra. Es una pieza, dividida en ocho escenas, que pone sobre el escenario la peripecia de Jim y del resto de personajes. El humor preside muchos de los juramentos de los piratas ya que la adaptación parte de la base de que los jóvenes pueden ser los principales receptores y, acaso, sus intérpretes, puesto que La isla del Tesoro, en adaptación teatral, es una buena manera de acercar del teatro a las aulas o a los centros de ocio y permitir, de paso, que, gracias a su representación, se siembre la curiosidad tanto en el actor como en el público y que quieran leer la novela, en su versión original.

Sea como sea, gracias a este texto –en prosa o en teatro- nos introducimos en una aventura clásica, en el más puro sentido del término; aprendemos a evolucionar, como Jim, y a comprender que, en la vida, los comportamientos humanos son difíciles de juzgar porque no hay nadie que sea solo bueno o solo malo, como le sucede a Silver, porque la codicia suele acarrear malas consecuencias, entre otros ejemplos. Y, sin duda, no edulcora la realidad puesto que alude también a la muerte y es el propio Jim quien, en defensa propia, protagoniza este incidente.

No hacen falta excusas para releer La isla del Tesoro ni pretextos para no leerla nunca porque… quién es capaz de resistirse a escuchar la aventura de Jim y de descubrir qué hay detrás de la canción de un aparente borracho sin más, quien entona (y esa letra se quedará grabada en nuestras mentes): “Quince hombres en el cofre del muerto, Ron, ron, ron, la botella de ron”.

 

Publicado en Culturamas

Copo de Algodón

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COPO DE ALGODÓN,

María García Esperón,

México, Ediciones el Naranjo, 2010.

Il. Marcos Almada Rivero

 

Anabel Sáiz Ripoll

 

Una niña escribe acerca de sus padres y de sus propios sentimientos. Una niña se admira de su tiempo. Una niña es testigo de la historia. Una niña observa cómo se comportan los que la rodean. Una niña presiente que algo en su vida está cambiando. El tema es universal y podemos encontrarlo en multitud de relatos que, con mayor o menor acierto, consiguen que el lector o la lectora se emocionen y sientan, como suyos, la peripecia de la protagonista. En este caso, María García Esperón, la autora de Copo de Algodón, su obra más reciente y la que estamos reseñando, logra todo eso y mucho más porque, con su prosa diáfana, cargada de resonancias, como una caracola de los tiempos, nos acerca a un episodio importante, trascendental, de nuestra historia, de la nuestra y de la de México, puesto que alude a los últimos tiempos de Moctezuma y a la llegada de los conquistadores quienes, con Hernán Cortés a la cabeza, no entendieron a la civilización azteca y la condenaron al silencio, en aras de una religión, de una cultura superior, de unos valores encomiables; pero, en el fondo, como en cualquier conquista, los motivos fueron económicos, en forma de oro.

 Lo bueno –y lo positivo- fue que desde España, los conquistadores, llevaron el idioma allá y, gracias a él, ahora nos podemos entender y podemos leer textos tan emocionantes como Copo de Algodón. Su autora, mexicana de nacimiento, permite que sea una niña, Copo de algodón, quien nos cuente qué ocurrió para que cada uno extraiga sus propias consecuencias. Es una novela que tiende puentes, que no toma partido, que muestra los aspectos más humanos y, por lo tanto, más endebles, de dos grandes figuras: Moctezuma y Hernán Cortés. Los dos, con sus errores y sus imperfecciones, se encuentran; los dos acaso se equivocaron y los dos han pasado a la historia tomados de la mano. ¡Quién se lo iba a decir! Gracias a Copo de Algodón se restañan heridas, se aprende a entender los distintos puntos y de vista y se descubre que, al fin y al cabo, como creían los aztecas, el tiempo y el espacio son uno y que, aunque nos empeñemos en enmendarle la plana, todo está fijado ya en la eterna lucha cósmica.

Copo de Algodón, Flor Blanca, Tecuixpo Ixtlaxóchitl, es la hija bienamada de Moctezuma, del Gran Tlatoani. Ella nos cuenta cómo nació, como fue recibida y cómo vivió los primeros años de la infancia, rodeada por los distintos ritos de la cultura azteca, amada por su nana, quien tuvo que ceder una hija al sacrificio ritual. Hay muchos aspectos que no logramos entender de la forma de comportarse de los aztecas, no comprendemos los sacrificios humanos; pero sí entendemos el sentimiento que tenían, el orgullo de ser ellos mismos, su conciencia de pertenecer a un pueblo importante, jamás domeñado. Y eso es lo que nos cuenta Copo de Algodón, pero añade tantas vivencias que sería imposible completar en estas líneas. Escribe acerca de las luchas intestinas, de los pulsos en torno al poder, de su matrimonio infantil con uno de sus tíos, Cuitláhuac, de la pena que sintió al morir su nana, de las dudas en torno al comportamiento de su padre, al que ama y, por lo tanto, no juzga, pero sí se atreve a pensar que fue un hombre cruel.

En el relato aprendemos muchos aspectos relacionados con el mundo azteca que, explicados desde el punto de vista de una niña, cobran mayor importancia, aparecen ante nosotros como recién nacidos, nuevos y siempre eternos. Copo es la voz que nos habla, que enlaza su tiempo con el nuestro porque, ya lo hemos dicho, son los dos uno. Copo es también la voz de otras mujeres por las que María García Esperón ha tomado partido, como Cleopatra Selene, en Querida Alejandría. Ambas ven cómo su manera de vivir sucumbe y ambas se esfuerzan por poner algo de orden en sus vidas y no perder ni sus orígenes ni sus afectos.

Copo de Algodón presenta una estructura muy trabajada, puesto que los capítulos son los días del mes azteca (cipactli, ehécatl, calli…). Recordemos que el año azteca tenía 18 meses. La autora, por otra parte, muestra un dominio impecable del náhuatl y, por supuesto, de todas las coordenadas históricas. Ahora bien, no se queda en la superficie sino que, como ya hemos leído en otros textos suyos, penetra en la psicología de los personajes y nos los muestra directamente, sin intermediarios. Nunca Moctezuma será más respetado que cuando manifiesta el amor por su hija. Nunca Hernán Cortés será más entendido que cuando abraza a Copo a la muerte de su padre. Los grandes héroes, para serlo, han de humanizarse, solo así llegarán al lector, en este caso al lector infantil; aunque pensamos que Copo de Algodón es una lectura sin edad que ayudará mucho a que todos entendamos qué pasó con la Gran Tenochtitlan.

Si duda, tras el libro, hay una gran documentación y un gran esfuerzo lingüístico, puesto que los datos son precisos, la alusión a los dioses aztecas exacta y la recreación de la vida en las Casas Nuevas, rigurosa; todo aderezado por la inocencia de una niña quien, poco a poco, va perdiendo ese velo propio de la niñez y va entendiendo las cosas de los adultos, no siempre claras, no siempre justas. Sea como sea, como iniciaba la nana sus relatos, “En un cierto tiempo, que ya nadie puede contar…” vivió, añadiríamos nosotros, una princesa que no tuvo el destino de las princesas de los cuentos, sino de las reales, de las de carne y hueso. A Copo de Algodón le cambiaron el nombre por el de Isabel, Isabel Moctezuma y, pese a la vida breve que vivió, fue lo suficientemente intensa como para que reclamemos a María que siga contándonos su historia. Necesitamos de nuevo que la voz de Copo se cuele en nuestras conciencias, medio larvadas,  y nos haga ver que, a menudo, como diría Azorín, “Vivir es ver volver”.

Por último, y no menos importante, hay que aludir a las ilustraciones de Marcos Almada Rivero quien, con trazo suave, en blancos, grises y negros, traza el paisaje sentimental de Copo de Algodón, la princesa que nació “en el día 2 viento, del año 5 conejo, en la gran ciudad de la laguna”.