Monthly Archives: setembre 2011

Donde aprenden a volar las gaviotas

Donde aprenden a volar las gaviotas,

Ana Alcolea,

 Madrid, Anaya, 2007, Espacio Abierto, 125.

Arturo es un joven de 15 años que vive en Zaragoza y que aspira a tener un verano normal, como los de siempre. No obstante, ha suspendido el inglés y sus padres deciden que, para que aprenda, nada mejor que sumergirlo en una familia que solo hable ese idioma. Así, envían a Arturo a Noruega, a la casa de unos amigos. Para Arturo, que ya de por sí, está viviendo una adolescencia complicada, este hecho supone un nuevo agravio. Por si fuera poco se llama Arturo y su hermana… Morgana. ¿Qué más excentricidades le depara la agudeza de sus padres?

Donde aprenden a volar las gaviotas, de Ana Alcolea, es un hermoso libro, escrito en primero persona que narra la historia de un gran amor, pero también es un viaje iniciático y un canto a la verdad de las palabras, que se enfrentan, demasiado a menudo desnudas, a la barbarie de la guerra.

Arturo vivirá en Noruega, junto con Erik, un verano distinto, que le permitirá contemplarse desde fuera y ver cuán ridículos son sus problemas comparados con los que tuvo que vivir la abuela de Erik, Elsa. La casa de Erik está situada en lo que un día fuera búnker. Así, excavando, descubren por casualidad, una caja metálica que les llevará descubrir no solo el secreto de la abuela, sino la belleza del paisaje de Noruega, de sus fiordos, de su naturaleza en estado puro.  Ana Alcolea, buena conocedora del país, se detiene en describirnos esos momentos mágicos que el lector, desconocedor de Noruega, agradece puesto que le permite vivir también en primera persona la historia de Arturo.

Donde aprenden a vivir las gaviotas hunde sus raíces en una memoria colectiva que para Elsa ya es desmemoria, puesto que está aquejada de demencia senil. Y es que los ojos de Elsa tuvieron que vivir la ocupación nazi en su tierra y fueron testigos en primera persona de la sinrazón que son las guerras. Enamorada de un oficial nazi, Elsa vivió de manera escindida ese amor, debatiéndose entre el deber y el deseo porque Elsa y toda su familia eran judíos. Muchos años después su nieto, Erik, y un amigo venido de la lejana España son quienes llegan al secreto y quienes aprenden a valorar el esfuerzo de Elsa quien, letra a letra, palabra a palabra, dejó anotada la peripecia de su vida. Son esas palabras las que le devuelven un poco lo que fue, su verdad, su memoria, su esencia porque, sin memoria, no somos nada.

Ana Alcolea escribe una novela llena de sorpresas, que divide en 29 capítulos. Arturo, como hemos dicho, es quien va desgranando ese verano especial, en el que no solo aprendió inglés, sino mucha más, ya que también se encontró con el primer amor, porque Donde aprenden a volar las gaviotas es, por supuesto, una crónica sentimental, no solo la de Elsa, sino también la de Arturo.

El título del relato contiene una clave simbólica importante porque las gaviotas reales, de las que se habla en uno de los capítulos, representan al ser humano, ya que, como comenta Brigita, la guía de Arturo y Erik por uno de los archipiélagos, noruegos, “La vida es aprender, estamos aquí para eso, como las gaviotas. Vivir es peligroso, es cierto”. Y es Elsa, con su testimonio escrito, quien permite a Arturo aprender a relativizar y a crecer.

La novela está muy bien construida y combina la aventura con el humor y el sentimiento. Una novela redonda, en una palabra.

El Diario rojo de Carlota

 

 

El Diario rojo de Carlota,

Gemma Lienas,

Destino, 2004.

 

El Diario rojo de Carlota, de Gemma Lienas, es un libro indicadísimo para los jóvenes adolescentes que quieren conocer cuestiones relacionadas con el sexo y saber qué hay de verdad y de mentira en los tópicos que han oído. Carlota, a quien ya conocemos por otros títulos emblemáticos, como el primero que protagonizó, Así es la vida, Carlota, decide anotar en un “cuaderno rojo” todo lo que va aprendiendo, con sus propias investigaciones y la ayuda de los demás, acerca del sexo. Son sus aliados, una tía, alguna profesora del instituto, sus amigas y, sobre todo, Flanagan, el super-famoso detective creado por Andreu Martín y Jaume Ribera.

Un buen día, dos personajes de ficción se encuentran, lo cual es una genialidad literaria, no lo podemos negar. Flanagan y Carlota se siente atraídos y mantienen una primera relación sexual, aunque no se repetirá porque entre ellos no hay, tal vez, la química que Carlota encuentra en su amigo holandés. No obstante, la amistad prevalecerá y el sentido del humor que, sobre todo, aporta Flanagan quien, por su parte, se compromete a escribir El Diario rojo de Flanagan, el cual complementa al que estamos comentando.

El texto en cuestión recoge elementos de distintos géneros. No es una novela, pero sí enlaza con momentos de la vida de Carlota. No es un diario propiamente dicho, pero sí está escrito con ese propósito. No es un ensayo, pero también tiene elementos del mismo.

De una manera directa, sin tabúes, se van recogiendo, en 22 capítulos, todos aquellos elementos que, de una manera u otra, tienen que ver con la sexualidad. Así, se habla de la regla, de las falsedades en torno a los métodos de control del embarazo, de las tendencias sexuales, de los tabúes acerca de las enfermedades de transmisión sexual, de los roles y estereotipos y, en suma, se da una información valiosísima, con estadísticas, datos reales, que hacen del libro una verdadera obra de iniciación que, sin duda, ayudará a los jóvenes. En este caso, son las chicas quienes más se pueden identificar con lo que escribe y recoge Carlota.

Hay muchos prejuicios en torno a la sexualidad y Gemma Lienas, de esta manera tan directa, fresca e inteligente, quiere romper con ellos. Lo que le pasa a Carlota, sus miedos, sus dudas, sus vacilaciones, puede pasarle a cualquiera. Conviene, por lo tanto, estar bien informado y tener amplitud de mirar.

Son varias las reglas de oro de la sexualidad que se incluyen en el libro y que suponen arrojar verdad sobre un tema, tradicionalmente, silenciado. Es un libro, en suma, que apela al respeto y a la información correcta. Si alguien está bien informado, sin duda, podrá actuar. ¿Por qué no dar esta buena información acerca del sexo a nuestros jóvenes?