Literatura clàssica i literatura juvenil

Aquest material forma part d’un projecte de recerca educativa que l’autora està desenvolupant gràcies a una llicència retribuïda concedida pel Departament d’Educació de la Generalitat de Catalunya. Resolució EDU/2413/2009, de 27 de juliol (DOGC núm. 5461 9/9/2009)

EN TORNO A LA ADAPTACIÓN DE LOS CLÁSICOS
(Algunas posturas)

INTRODUCCIÓN

Una obra clásica puede definirse como aquella que, a través del tiempo y el espacio, nos llega con un mensaje vigente que se renueva y enriquece con las sucesivas lecturas.
Azorín, cabe recordarlo aquí, dedicó parte de su crítica literaria a recrear a los clásicos. Los clásicos, según José Martínez Ruiz, nos enseñan “a ser de nuestro tiempo” y “a tener desenvoltura de expresión; a plasmar y desarticular el idioma”. Así lo recreó en obras emblemáticas como “Clásicos y modernos” o “Al margen de los clásicos”, entre otras. El autor alicantino se acercaba a los clásicos buscando la comunicación cercana y sensible porque, para él, y resulta actual su mensaje, el autor clásico es el reflejo de nuestra sensibilidad moderna.
Rosa Navarro, a quien citaremos a lo largo de este breve estudio continuamente, sostiene un par de argumentos para defender a los clásicos: el primero “es que nuestros clásicos son un auténtico tesoro heredado, son un legado cultural…” y el segundo es que “…nuestra indiferencia hacia su patrimonio, nuestro desconocimiento de los clásicos no sólo nos priva de gozar de ese tesoro, sino también de compartir nuestro mundo de referencia” .
Una obra clásica, pues, es aquella que no envejece nunca. En eso estamos de acuerdo, pero ¿es lícito que los lectores más jóvenes se acerquen a los clásicos a través de las adaptaciones? La polémica, sin duda, está servida y entronca directamente con la poca afición a la lectura que parece que hay en nuestra sociedad. Carmen Guzmán considera que los niños no leen porque se les obliga a ello, porque se les fuerza “a leer obras que, a pesar de ser clásicas, no están adaptadas ni a sus gustos ni a su edad” .
Evidentemente, muchos textos escritos nos llegan traducidos porque no todos conocemos las distintas lenguas, por desgracia. ¿Nos podemos fiar del traductor? Pensemos que en cualquier traducción hay algo de la cosmovisión especial de quien traduce, aunque no se trate de una adaptación en el sentido recto del término, conviene conocer siempre al traductor o traductora del texto para saber si la lectura es o no de fiar. Ya se sabe aquello de “traductor, traidor”.
Otra forma de adaptación es aquella que pretende acercar los clásicos al lector y eliminar barreras como pueden ser la lingüística. Muchos textos medievales presentan dificultades para el lector no especializado y conviene arreglar sus grafías y modernizar sus formas. Estamos recordando, por ejemplo, la colección “Odres Nuevos”, de Castalia que nos permitió acceder a obras tan emblemáticas como “Los Milagros” de Berceo o “El libro de Apolonio”, entre otros. Algunas editoriales trabajan en este sentido incluyendo resúmenes, explicaciones de los aspectos difíciles y demás. Pensamos en la colección Didáctica de Anaya o en otras similares de Vicens Vives, sin ir más lejos. La Editorial SM también apuesta por las versiones o adaptaciones y son muy recientes su “Romeo y Julieta”, por Ricardo Gómez Gil, “La Odisea”, por Jorge Fabián González Varela y “Lazarillo”, por Enrique Lorenzo, las tres en ediciones muy cuidadas.
No obstante, la adaptación a la que nos referimos nosotros consiste en coger la obra original y darle otro aspecto, respetando, eso sí, su mensaje, pero hacerla más atractiva al lector actual con el fin, creemos, de que, paulatinamente, quiera acercarse a la fuente, al texto original. No todos los estudiosos o críticos están o han estado de acuerdo con está práctica. Para unos supone un empobrecimiento obvio que impide al lector joven hacerse una idea de la obra en toda su grandeza y le ofrece una visión parcial y sesgada. En ese sentido se manifestaron Montserrat Sarto y Carandell, entre otros, que consideraban que, a menudo, se salvaba el argumento del clásico y se prescindía de aspectos tan importantes como la forma; esto es, se le daba muy poca importancia. Muchos consideran que es mejor que el niño o joven alcance la edad que le permita leer el clásico a que le ofrezcan una amputación del mismo.
Sin embargo, hay también, entre quienes nos encontramos, los que defienden la adaptación de los clásicos con las reservas oportunas, eso sí. Aurora Díaz Plaja defendía las bondades de los textos adaptados porque consideraba que eran una avanzadilla para el joven lector del clásico en sí; es decir, veía las adaptaciones como estímulos para acceder a la obra original no como frenos e, incluso, opinaba que era mejor leer una adaptación a no leer nada. En eso estamos de acuerdo. Hay, sin duda, y lo veremos a continuación, excelentes adaptaciones que se pueden ofrecer a niños y jóvenes sin temor a que se lleven una visión escasa del original. Conviene tener información al respecto y saber aconsejar bien y para ello hay que leer la adaptación antes de ofrecerla alegremente al muchacho. Ése es un vicio en el incurrimos frecuentemente padres y educadores: recomendamos leer y nosotros no lo hacemos.
A la hora de presentar un clásico adaptado es conveniente decir quién ha realizado la adaptación para saber si es de fiar o no. Hay muchos cuentos y cuentecillos de autores clásicos que han llegado a los niños en versiones edulcoradas que nada tienen que ver con los originales de Perrault, Andersen o los hermanos Grimm, por ejemplo. Pensemos en cuentos como la Cenicienta o la Sirenita que han sido llevados a la gran pantalla por Disney y que poco o nada tenían que ver con el texto que escribió o recopiló su autor. Podríamos citar otros ejemplos de obras adaptadas a la televisión y que cambiaron bastante el original para edulcorar el mensaje o hacerlo más liviano. Hablamos de las aventuras de Marco, en “De los Apeninos a los Andes”, de “Heidi” o de “Pippi calzaslargas” y de la secuela que dejaron en cuentos y en todo tipo de textos infantiles.
En los 60, y quien esto escribe se nutrió de los clásicos adaptados antes de leerlos en su aspecto original, muchas colecciones ofrecieron obras universales. Me refiero a la editorial Bruguera quien publicó todo Salgari, Julio Verne y un sinfín de clásicos adaptados en texto y en cómic, para abreviar. La editorial Molino, entre otras, también nos ofreció adaptaciones de obras inmortales como “Fabiola” o “Los últimos días de Pompeya”. Seguramente no seguían criterios muy rigurosos y las versiones que nos brindaron a los jóvenes lectores de entonces fueron muy limitadas, pero nos sirvieron para que, con el tiempo, nos sonasen esos clásicos y quisiésemos conocerlos de cerca y, en mi caso, para que estudiara filología. De ahí que defienda las adaptaciones; eso sí, aquellas que no renuncian a la buena literatura ni al rigor formal y que no se quedan sólo en el argumento sino que trabajan el texto en su globalidad como son las que, entre las muchas que podríamos trabajar, comentaré a continuación. Voy a centrarme, básicamente, en la colección Clásicos para niños editada por Edebé que me parece muy honesta y rigurosa, ya que viene avalada por su adaptadora, Rosa Navarro Durán, profesora universitaria e investigadora bien conocida en los ámbitos intelectuales y por los estudiantes de letras, quien ofrece unos textos fluidos, exquisitos y muy cercanos al clásico del que parten. Y es que, según comenta, “Los clásicos, por el hecho de serlo, mantienen un diálogo constante con los seres humanos de todos los tiempos”. Sierra i Fabra, por su parte, también ha adaptado clásicos, aunque lo ha hecho más libremente y ha añadido aspectos propios de su estilo y de su quehacer, que, en absoluto son negativos, sino que enriquecen la versión que nos ofrece. Por último, Concha López Narváez también ha adaptado un par de clásicos de manera muy recomendable ya que ella, como profesora de historia que fue, sin duda, sabe muy bien qué es lo esencial y qué es lo accesorio.
Rosa Navarro comenta que sus adaptaciones son de alto riesgo, ya que ha recibido muchas críticas por ellas y, sin embargo, su fuerza al realizarlas es que, según manifiesta, “Yo estoy aventando virus en forma de adaptaciones por todos los lugares que puedo para ver si consigo que empiece una epidemia benefactora”.

TRES NOMBRES PROPIOS

Hemos anticipado ya que nos centraríamos en tres nombres de autores actuales que, entre sus producciones, cultivan la adaptación de forma impecable y también diferente en cada caso como veremos; pero antes recordemos algunas líneas biográficas de estos tres nombres, Rosa Navarro Durán, Concha López Narváez y Jordi Sierra i Fabra. Somos conscientes, por supuesto, de que hay otros muchos adaptadores y recopiladores de cuentos como pueden ser Antonio Rodríguez Almodóvar o Montserrat del Amo por ejemplo, aunque estos últimos más bien se centran en la recopilación del folklore. De todas maneras, pedimos disculpas por las ausencias, pero hemos acotado de alguna manera este estudio para tratar de ser breves y sistemáticos.
Rosa Navarro Durán (Figueres, Girona, 1947), es filóloga y catedrática de Literatura Española en la Universidad de Barcelona. Su nombre, como dijimos, nos es familiar a todos los filólogos que, gracias a su magisterio, hemos aprendido a comentar textos literarios. Como investigadora ha revolucionado la literatura española con la afirmación de que Alfonso de Valdés es el autor de “El Lazarillo de Tormes”. Entre sus ediciones de texto se pueden destacar las “Novelas Ejemplares”, de Miguel de Cervantes, “Cervantes”, “Escenas Cervantinas”. Rosa Navarro es especialista en literatura del Siglo de Oro y ha editado un sinfín de obras de esta época, aunque también ha escrito poemas y, por supuesto, aquí la citamos por la adaptación que está haciendo de un buen número de clásicos universales, la mayoría de ellos en lengua española. Así, ha adaptado para estudiantes distintas obras como el “Cantar de Mio Cid”, “El libro de Buen Amor” y “Don Quijote de la Mancha”. Destaca un libro suyo dentro del tema que nos ocupa titulado “¿Por qué hay que leer a los clásicos” (1996) y otro más titulado “¿Cómo leer un poema?”.
Rosa Navarro es una gran defensora de los autores clásicos, por lo tanto poco sospechosa de desvirtuarlos a la hora de hacer las adaptaciones.
Rosa Navarro explica que “Yo hablo a los niños con un lenguaje normal, evitando sólo las palabras difíciles y la sintaxis compleja” y añade: “La verdad es que juego con ventaja porque me conozco muy bien los libros que adapto”. La filóloga entiende el libro en su unidad y trata de ofrecernos “la visión conjunta que de él tengo en la cabeza”. Empezó adaptando para Edebé “Don Quijote de la Mancha” en su 500 aniversario y ha seguido con un buen número de títulos, la mayoría propuestos por ella misma, que han tenido, y tienen, un indudable éxito entre los niños.
Concepción López Narváez nació en Sevilla en 1939, aunque se crió en San Lúcar la Mayor, un pueblo blanco y alegre, lleno de olivos, viñas y huerta que ha marcado su vida y su obra: “Mi niñez fue alegre y libre, plena de sol, de campo y de juegos. Aunque también conocí una tristeza que no me estaba destinada, era la de mis amigos, los hijos de los campesinos, que en aquellos años de posguerra tenían la escasez y la enfermedad permanentemente sentada a la puerta de sus casas. Por fortuna los niños suelen olvidar sus penas cuando se alejan de ellas. Y mis amigos eran alegres poseedores de ilusiones y fantasías: un caballo de palo, un tren hecho de sillas, un coche que era sólo el manillar de una vieja bicicleta”.
Estudió Filosofía y Letras, concretamente la rama de Historia de América. Se ha dedicado algún tiempo a la investigación histórica en el Archivo de Indias de Sevilla y ha sido presidenta de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, y vicepresidenta de la Sección Española del IBBY (OEPLI). Su actividad literaria reconocida se inició en 1985 cuando ganó el Premio Lazarillo por El amigo oculto y los espíritus de la tarde. Antes, no obstante, se dedicó a la docencia, como profesora de Historia y Literatura. Ella misma comenta sus principios: “ La tierra del sol y la luna fue mi primera novela. Hasta pocos años antes a su publicación mi mundo había sido el de la enseñanza de la Historia en Bachillerato y cuando, por motivos familiares, tuve que dejarlo, fue como si me encontrara “huérfana” de alumnos y de Historia. Por eso me planteé escribir profesionalmente (hasta entonces había sido una afición que cultivaba sólo por el gusto de hacerlo)” .
El trabajo de Concha López Narváez ha sido respaldado con distintos premios:
-1985. el Lazarillo por El amigo oculto y los espíritus de la tarde
-1986: La tierra del sol y la luna incluida en la Lista de Honor del IBBY
-1986: El amigo oculto y los espíritus de la tarde, incluido en la Lista de Honor de CCEI
-1987: La colina de Edeta, primer premio de la CCEI
-1988: Nieve de julio, incluida en la Lista de Honor de CCEI
-1988: Endrina y el secreto del peregrino, Lista de Honor del Premio CCEI
-1989: Amigo de palo, Lista de Honor del Premio CCEI
-1990: Memorias de una gallina, Primer premio de la CCEI
-1992: candidata española al premio Andersen.
A propósito de la polémica, no siempre cerrada, de si se hace buena literatura infantil y juvenil en España y de si, en suma, la literatura infantil es literatura, Concha López Narváez responde: “Mi opinión sobre el momento actual de la literatura infantil y juvenil en España creo que coincide con la de otros escritores con los que tengo contacto. En general pensamos que la proliferación de obras y autores desde luego es positiva, aunque sólo fuera porque entre “tanto”, “algo” debe ser bueno. Por otra parte, hay interés en cuidar lo que se escribe para niños y jóvenes. Nosotros, los autores que escribimos para ellos, estamos convencidos de que lo que hacemos no es una subliteratura, ni siquiera una hermana menor de la literatura para adultos, sino una forma de expresión dedicada a los pequeños, en la que debe haber la mayor corrección y belleza posibles. Queremos decir algo, y lo decimos lo mejor que sabemos, lo único que ocurre es que los que nos leen resultan no ser adultos.
Por eso ni siquiera nos sentimos molestos cuando alguien, por desconocimiento o mala intención, nos pregunta si lo que hacemos es o no Literatura, y siempre respondemos más o menos lo mismo: “si está bien escrito, sí; si está mal escrito, no. Exactamente igual que ocurre con lo que se escribe para adultos”.
Me parece tan absurdo como preguntarle a un pediatra si lo que hace es no es medicina o a un maestro si lo que imparte es no es verdadera enseñanza”.
Escribir sobre Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 1947), pasando al último autor, siempre supone un reto y un gran esfuerzo de síntesis porque es imposible condensar en las páginas de un artículo -casi siempre insuficientes- toda la obra y el espíritu de este escritor visceral e intuitivo que nos sorprende a cada paso con sus temas y sus planteamientos. En 1997 se cumplieron sus bodas de plata con la escritura; aunque para él eso, más que un logro, fue, simplemente, un paso más en su evolución personal y literaria. Jordi Sierra i Fabra es un escritor camaleónico que se caracteriza por la pasión con que se enfrenta a las historias que nos cuenta, que se ilusiona con cada proyecto y que reconoce que: “Amo la literatura más que a nada en el mundo. Nunca se me ocurrirá hacer algo que la denostara, o que sirviera para que alguien la repudiase” .
Su obra, amplia y generosa, abarca la literatura infantil y juvenil, la novela negra, policíaca, ciencia-ficción, poesía, ensayo, libros biográficos e historias de la música. Prácticamente ha publicado 300 libros y es un escritor reconocido, premiado y valorado por los lectores de distintas edades. Por lo tanto, no insistiremos más en ello, aunque no dejemos de recomendarla
Jordi Sierra i Fabra también es uno de los autores más premiados y considerados en la literatura juvenil española. Ha sido premio Villa de Bilbao, Ateneo de Sevilla, Gran Angular, Barco de Vapor, Columna, Joaquim Ruyra, A la orilla del viento… Aparte, ha sido traducido a varios idiomas y es, como venimos diciendo, un escritor muy conocido y valorado.
Cabe mencionar aquí la creación por parte de SM de la “Biblioteca Sierra i Fabra” en el 2005, formada, hasta la fecha, por títulos como “El mensajero del miedo”, “Día de rodaje”, “La canción de Mani Blay”, “Sin tiempo para soñar”, “El funeral celeste” o “Los olvidados”.
Además, Sierra i Fabra ha sido Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil con “Kafka y la muñeca viajera” y estuvo nominado para los Premios Andersen.
Jordi Sierra i Fabra a quien hemos estudiado con gusto en otras ocasiones lleva escribiendo desde muy temprana edad. Influido por la música rock, se inicia en este campo en “El Gran Musical” de la Cadena Ser y ha sido director de algunas de las más influyentes publicaciones musicales de España. Ha escrito también distintas obras que tratan de la música actual como Historia de la Música Pop (1972) o Historia de la Música Rock (1981).
En esta ocasión nos referimos a él más como recreador de clásicos que como adaptador en sentido estricto puesto que en las dos obras universales que vamos a mencionar, “Las mil y una noches” y “El rey Arturo”, Jordi Sierra i Fabra, más que seguir el original y cambiar lo difícil para el lector actual, lo que hace es rescribir la historia y añadirle su estilo especial.

CóMO SE PUEDEN ENTENDER LOS CLáSICOS. EJEMPLOS

Si empezamos a comentar las características esenciales de las adaptaciones de Rosa Navarro diremos que son el rigor y la seriedad, que no están reñidas con la buena literatura, como así lo demuestra como bien dice: “…me gustan tanto (se refiere a las obras que adapta) que quiere que los niños disfruten como yo con ellas”. La Dra. Navarro es bien consciente de que no todos los clásicos pueden ser motivo de adaptación y los ha seleccionado cuidadosamente. Así, por ejemplo, piensa que “La Celestina” no es una obra que se pueda adaptar para los niños, en cambio sí lo son las que ha trabajado hasta le fecha y que son:
-“El Quijote”
-“Tirante el Blanco”
-“Platero y yo”
-“El Lazarillo”
-“El Cid”
-“La Odisea”
-“Las leyendas de Bécquer”
-“Las Novelas Ejemplares de Cervantes”
-“La Eneida”
Como vemos no son todas obras medievales o renacentistas que, a priori, podríamos pensar que son las más difíciles de entender para los niños. Rosa Navarro adapta clásicos del S. XIX como son algunas leyendas de Bécquer y del S. XX como es “Platero y yo” un libro que tradicionalmente se ha ofrecido a los niños sin pensar que su lectura ofrecía serias dificultades y su contenido. Juan Ramón Jiménez era quien pensaba que los niños podían leer de todo “con las consabidas excepciones”. Evidentemente, en el caso de las obras amplias, no adapta toda la obra, sino lo más significativo para ella. También, en el caso de relatos o textos breves, tampoco los adapta todos sino parte como ocurre con las “Leyendas”, en donde escoge cinco leyendas, o las “Novelas Ejemplares”, de las que adapta “La gitanilla” y “La española inglesa”. Sí está adaptado entero el Lazarillo, obra de la que es especialista la autora, aunque, como vemos en el índice, no lo divide en los siete tratados del original, sino en capítulos más breves y acaso más fáciles de leer por los niños. Es curioso ver cómo en el prólogo Rosa Navarro da la explicación, tantas veces buscada por los estudiosos de por qué se escribió el “Lazarillo” y dice así: “Lázaro de Tormes es pregonero en Toledo: anuncia por las calles las cosas que se venden o las que se han perdido o lo que le ordenan. Una dama pide que le informen por escrito sobre la vida del arcipreste de San Salvador, su servidor y amigo, que vive en Toledo. Y como Lázaro no sólo pregona los vinos del arcipreste, sino que además está casado con su criada, le preguntan a él. Para informar a la dama, Lázaro le contará su propia vida desde el principio hasta llegar a lo que ella le interesa: su relación con el arcipreste de San Salvador”. “El Cid”, por ejemplo, aparece en prosa y dividido en los tres cantares propios, pero cada cantar, a su vez, aparece subdividido en diversos capítulos, siguiendo el mismo esquema que “El Lazarillo”. Esta adaptación se escribió para conmemorar los VIII años del texto y Rosa Navarro, como prólogo escribe lo que ella titula “Así empieza la historia” y que nos pone en antecedentes de quién era el Cid y de qué le pasó y por qué fue al destierro. La versión de Rosa Navarro es muy rica en diálogos y mantiene un ritmo ágil durante todo el relato. En cuanto al “Quijote” por poner aún un último ejemplo, Rosa Navarro lo divide en dos partes, pero escoge algunas aventuras para relatarnos la historia. “La Odisea” sigue también el mismo patrón y se nos ofrece dividida en capítulos breves y prosificada, para hacerla más asequible al lector, aunque, en las solapas del libro se lee: “…la Odisea es un poema maravilloso, que fue compuesto hace muchos, muchísimos años: ¡casi tres mil! La Odisea está escrita en griego, en 12.110 versos”. Lo mismo sucede con “La Eneida” que es, hasta la fecha, la última adaptación hecha.
Bien, los textos que han salido de la pluma de Rosa Navarro son textos ágiles, que respetan el original, pero que ofrecen giros sintácticos cercanos a los nuestros, más fáciles de entender y tratan de presentar de manera más clara a los personajes y situaciones, aunque no son obras sesgadas ni mutiladas, en absoluto. Las ilustraciones que acompañan a estar versiones de Francesc Rovira les dan un nuevo aire, como un nuevo aspecto y permiten el niño –o a cualquier lector- que entre con más alegría en el clásico. Bienvenido sea este propósito si se consiguen más lectores así.
Concha López Narváez, por su parte, adapta para Bruño, dos grandes obras “Andanzas de don Quijote y Sancho” (que el título que ella da a su Quijote) y “Andanzas del Lazarillo de Tormes”. Concha López Narváez habla de “atrevimiento” al adaptar los clásicos, aunque ambas obras vienen avaladas por sendos prólogos de Ana Mª Matute y Luis Mateo Díez, quienes apoyan, con sus nombres estas dos adaptaciones y suponemos que están a favor de las mismas en aras a la animación de la lectura. Concha López Narváez se acerca a los clásicos no desde la perspectiva filológica, como hacía Rosa Navarro, sino desde la de escritora y profesora de historia. Así, hablando del Quijote, dice que ella va a contar “cosas de don Quijote y Sancho”, no dice en ningún momento que se enfrente a la obra entera: “Os contaré algunas de sus aventuras, las más sencillas y las más divertidas, aunque también puede que os cuente o diga algo que sea un poquito más triste, porque, como en las vidas de todo el mundo, en las suyas hubo momentos buenos y momentos malos”. En ese momento, advierte que contará lo que ya contase don Miguel de Cervantes, pero “unas veces lo haré con sus propias palabras; sin embargo, otras veces tendré que cambiarla, porque, si no lo hago, no podréis comprenderlas. Hasta puede ocurrir que yo me invente algo. No, no es eso exactamente, no voy a inventar nada; pero sí lo voy a imaginar”. Ella mis dice que no va a escribir ni un resumen del libro, ni un Quijote para niños, así advierte que “no creáis que vais a leer El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” y da el motivo: “eso no puede ser, aún no tenéis edad” y pide un favor a sus lectores, que cuando puedan “…lo leáis, despacito y con mucha atención, y después penséis en las cosas que hicieron y dijeron el caballero andante don Quijote de la Mancha y Sancho, su escudero”. En cuanto al Lazarillo hace un planteamiento parecido y comenta que “fue escrito para los mayores; sin embargo hay en él muchas cosas que pueden interesar a los niños, porque un niño es su protagonista”; de ahí que ella lo adapte: “Lo haré a mi manera, y con palabras sencillas para que, ahora, podáis entenderlo todo fácilmente” y vuelve a pedir el mismo favor de antes: que “cuando os convirtáis en hombres y mujeres, volváis a leerlo de nuevo, pues así acabaréis de comprender del todo a Lázaro de Tormes, un niño que siempre vivió solo”. Y trata de que los niños entiendan el comportamiento de Lázaro y las cosas mal hechas que hizo “porque casi todos lo trataron sin justicia y sin cariño, y porque desde muy chiquito no recibió otra cosa que malos ejemplos”. Puede que incluso, en el S. XXI, “haya niños que son tratados como lo fue Lázaro”.
Los libros de Concha López Narváez son, por así decirlos, más didácticos puesto que incluyen una serie de actividades que no elabora la autora, pero que completan su texto y que se titulan en ambos casos “Un libro para soñar” ya que pretenden ser actividades lúdicas que inciten a la lectura puesto que, como se dice en uno de los libros, “cada libro guarda un tesoro”.
Jordi Sierra i Fabra, por su parte, mantiene una postura particular, muy acorde con su manera de entender la escritura, así, expresa que “Yo no creo en las adaptaciones. Funcionan, hay un mercado, pero yo no creo en eso. Hay que leer el original o no hacerlo. Es como decirle a un niño que vea un dibujo de Picasso hecho por un imitador en lugar del original. Tampoco creo en las versiones resumidas. Estamos en la era de lo superficial, de lo breve, del video-clip literario. Y una canción cabe en tres minutos, pero un clásico no. Partiendo de esto, yo no he hecho adaptaciones de clásicos, sino que he tomado textos que he recreado con mi estilo. Textos, hasta ahora, sin autor específico. “Las 1001 noches” fue uno de mis libros de infancia. Yo escogí los cuentos que más me gustaban y los escribí de acuerdo a mi estilo. Ese libro no pertenece a nadie en concreto. En “Arturo” he cogido la leyenda artúrica y le he dado mi propia visión, ampliando la historia más o menos posiblemente real, la que se sabe o se imagina o lo que sea, y dotando al resto de un halo mágico. Por ejemplo, la segunda parte del libro, me sirve para hacer que mediante un sueño Arturo descubra a Ginebra, la Mesa Redonda, etc. Tampoco es una historia que tenga un autor. Y este 2008 acabo de escribir otro, que en este caso sí podría considerarse “adaptación”, pero que yo prefiero llamar “recreación”. He convertido a Gulliver en un personaje de ciencia ficción. Es la primera vez que tomo un texto de un autor, en este caso Jonathan Swift, pero “mi excusa” es simple: del Gulliver original casi nadie sabe nada, no es un libro para niños, y si se conoce es por la aventura de los enanos y la de los gigantes. Pero hay más, así que yo he querido darlo en un 90%, pero de nuevo con mi estilo y visión personal, intentando no traicionar mis esquemas mentales. Siempre que me han propuesto adaptaciones (Dickens, recientemente), he dicho que no. Estos tres libros, “Las 1001 noche”, “Arturo” y “Gulliver” los escogí yo y los propuse yo”.
Su postura ante las adaptaciones, por lo tanto, es clara y sin medias tintas. Sierra i Fabra considera que él no adapta obras, sino que escoge historias que le gustan particularmente y, como decíamos al principio, las recrea, las novela siguiendo su propia manera de escribir, así el pretende: “… hacer algo de acuerdo a mi estilo y crear algo nuevo”. No obstante, Sierra i Fabra es respetuoso y no pretende criticar a nadie, fiel al lema de “vive y deja vivir”. En este sentido, afirma con firmeza: “ Eso sí, que conste: respeto a todo el mundo, hagan lo que hagan. Esto no debe de entenderse como una crñitica a nadie. He dado mi opinión sincera y mi visión personal”.
De todas formas, recrear o trasvasar las obras que podríamos llamar clásicas supone un ejercicio de escritura importante y también de lectura previa, sin duda, que para Sierra i Fabra ha sido: “gratificante sí, porque me ha supuesto un nuevo reto literario. Como profesional que soy, estas cosas son las que ayudan a crecer literariamente, olvidando tus propias ideas para coger una que ya existe y recrearla”.
De ahí que Sierra i Fabra escoja el título de “Las mil y una noches (… o casi)” ya que él se centra en aquellos relatos que más le impactaron y no en toda la obra. En cuanto a Arturo lo llama “La fabulosa leyenda del Rey Arturo” y es realmente otra novela, fascinante, por supuesto, en la que Sierra i Fabra parte de lo que ya conocemos, pero le da un nuevo aire, de ahí que diga que no adapta. Cabe señalar Francesc Rovira ilustra los libros de Sierra i Fabra con su inigualable trazo tan inconfundible.

ALGUNAS CONCLUSIONES

Hemos ofrecido, pues, tres maneras de entender la adaptación o la recreación de los clásicos, las tres interesantes y las tres con muy buenos resultados, todo hay que decirlo, aunque distintas. Rosa Navarro, como filóloga, cree en la adaptación en sentido estricto, sin prólogos ni explicaciones previas, adaptando los giros que no se entienden y respetando al máximo el sentido de la obra. Busca que el lector disfrute.
Concha López considera que ella no adapta sino que explica a su manera a los clásicos y que no pretende ofrecer una obra para niños, sino una versión previa, por decirlo así, puesto que siempre matiza que espera que esos niños lean el original y lo disfruten. Es más didáctica.
Sierra i Fabra, por fin, es el más libre de todos, recrea y novela, según su propio criterio y ofrece una versión más suya, por así decirlo, más cercana a su manera de entender el relato. Una recreación.
De todas maneras, tanto Rosa Navarro como Concha López Narváez o Sierra i Fabra están unidos por algo que es, ni más ni menos, el fomento de la lectura. Los tres quieren –y lo consiguen- ofrecer buenos textos a los más pequeños o jóvenes y hacerlo con dignidad y sin concesiones a la prisa ni a los vaivenes del mercado editorial puesto que lo que nos ofrecen es una obra cuidada y trabajada.

BIBLIOGRAFÍA

-López Narváez, Concha:
-“Andanzas de don Quijote y Sancho” (basado en la obra original de Miguel de Cervantes), Bruño, 2004.
-“Andanzas del Lazarillo de Tormes” (basado en la obra original: Lazarillo de Tormes), Bruño, 2005.

-Navarro Durán, Rosa:
-“El Quijote” contado a los niños, Edebé, 2005.
-“Tirante el blanco” contado a los niños, Edebé, 2005.
-“Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez contado a los niños, Edebé, 2006.
-“El Lazarillo” contado a los niños, Edebé, 2006.
-“El Cid” contado a los niños, Edebé, 2007.
-“La Odisea” contada a los niños, Edebé, 2007.
-“Leyendas” de Bécquer contadas a los niños, Edebé, 2008.
-“Novelas ejemplares” de Miguel de Cervantes contadas a los niños, Edebé, 2008.
-“La Eneida contada a los niños”, Edebé, 2009.

-Sierra i Fabra, Jordi:
-“Las mil y una noches (…o casi)”, Edebé, 2006.
-“La fabulosa leyenda del Rey Arturo”, Edebé, 2008.

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